Esta mañana después de felicitarlo vía telefonía móvil, y como es costumbre inveterada en los vejetes, me hacía la cotidiana pregunta. ¿Pero como es posible que hayan pasado veinticinco años? Pues si señor, ha pasado un cuarto de Siglo. Así visto a bote pronto, da la sensación de que ha sido un soplo en el devenir de mi existencia; pero rumiando y trayendo a la memoria todos esos acontecieres que durante ese cuarto de siglo se han venido produciendo, llego a la conclusión de haber sido una etapa trascendente en mi vida. Después del nacimiento de este veinticinco añero, han venido al mundo otros cinco nietos más, eso sí, también todos varones, y, el benjamín de todos tiene ya catorce años bien cumplidos. Unos con sus carreras universitarias terminadas; otros en fase final de las mismas; otros en su inicio; otros a iniciar el bachillerato y el último entrará en tercer año de, creo que se llama, la ESO.
Algunos de ellos, principalmente los dos últimos, e hijos de mi hija, y por razones de mi situación, al haber enviudado, cuando uno ni siquiera había nacido y el otro no había cumplido los dos años, los he contemplado y visto crecer día a día, paso a paso, quizá en su momento, las fechas más infelices para mí, y también hoy viendo y observando todo su desarrollo, no dejo tampoco de extrañarme de cuanto el paso del tiempo ejerce sobre, no solo de las personas, si no también de otras muchas circunstancias.
Así, con los nietos, al principio, los abuelos cuando estamos junto a ellos y mucho más si se nos ha encomendado su cuidado, estamos en permanente vigía de todos sus movimientos y alerta de acudir en su ayuda, particularmente cuando son pequeños de evitar su caída y el que puedan producirse algún daño. Pero el tiempo no detiene su marcha y en su consecuencia, en la cuestión que nos ocupa, llegan a invertirse los términos, y son los nietos, los que teniendo próximos a los abuelos, están pendientes de sus movimientos y cuidando, de que aquella caída que uno trataba de evitar, no te revierta en pasivo hacía tí. También hoy, excepto el más pequeño que está próximo a tener mi propia estatura, aunque la verdad sea dicha no es que sea lo que siempre se llamó un buen mozo, los demás me rebasan en ello, y algunos no les llego ni a los hombros. Todas estas cuestiones, son fruto del caminar de ese medio siglo en que ya lleva caminado mi primer nieto.
Las cuestiones que en contraposición a las de feliz acontecer me han sobrevenido, por ese caminar durante veinticinco años, no voy a sacarlas hoy a luz pública, y como reza el dicho popular "la procesión va por dentro".
Por hoy, ya vale.
P/D. Hoy me voy a adelantar, a la asidua lectora de este blog, y en el 1er. recuerdo que va a figurar en esta entrada, es destinado a ella.
Algunos de ellos, principalmente los dos últimos, e hijos de mi hija, y por razones de mi situación, al haber enviudado, cuando uno ni siquiera había nacido y el otro no había cumplido los dos años, los he contemplado y visto crecer día a día, paso a paso, quizá en su momento, las fechas más infelices para mí, y también hoy viendo y observando todo su desarrollo, no dejo tampoco de extrañarme de cuanto el paso del tiempo ejerce sobre, no solo de las personas, si no también de otras muchas circunstancias.
Así, con los nietos, al principio, los abuelos cuando estamos junto a ellos y mucho más si se nos ha encomendado su cuidado, estamos en permanente vigía de todos sus movimientos y alerta de acudir en su ayuda, particularmente cuando son pequeños de evitar su caída y el que puedan producirse algún daño. Pero el tiempo no detiene su marcha y en su consecuencia, en la cuestión que nos ocupa, llegan a invertirse los términos, y son los nietos, los que teniendo próximos a los abuelos, están pendientes de sus movimientos y cuidando, de que aquella caída que uno trataba de evitar, no te revierta en pasivo hacía tí. También hoy, excepto el más pequeño que está próximo a tener mi propia estatura, aunque la verdad sea dicha no es que sea lo que siempre se llamó un buen mozo, los demás me rebasan en ello, y algunos no les llego ni a los hombros. Todas estas cuestiones, son fruto del caminar de ese medio siglo en que ya lleva caminado mi primer nieto.
Las cuestiones que en contraposición a las de feliz acontecer me han sobrevenido, por ese caminar durante veinticinco años, no voy a sacarlas hoy a luz pública, y como reza el dicho popular "la procesión va por dentro".
Por hoy, ya vale.
P/D. Hoy me voy a adelantar, a la asidua lectora de este blog, y en el 1er. recuerdo que va a figurar en esta entrada, es destinado a ella.