lunes, 29 de diciembre de 2014

Las vísperas del Año Nuevo

 Plaza de la Constitución, Málaga


Ya se percibe el eco de los aldabonazos solicitando la apertura de las puertas que den entrada al nuevo año. Cuántos sueños, cuántas esperanzas, cuántas ilusiones, cuántos proyectos estarán en ciernes para que puedan conseguirse en el año que está a punto de entrar. Pero no menos, cuántas y cuántos desengaños habrán de sufrirse también a lo largo de toda esa anualidad, al no cumplirse cuánto se esperaba, y en no pocas ocasiones, con la añadidura de alguna malaventura.

¡Qué diferencia en las perspectivas en esos deseos se van teniendo a lo largo de la vida! Y lo digo por experiencia. Primero, los juegos y los amigos de la infancia; luego el ser mayor; después ese revoltijo de sentimientos e ideas que se forma en la adolescencia e inicios de la juventud, con las novias, los trabajos, y una de las que mas se mantenían, digo "se mantenían", porque ya ha desaparecido, en esa expectativa, por parte de los varones, la mili. Sí, el paso por la mili, siempre suponían un antes y un después en el devenir de los hombres. Así se pensaba, "ya me quedan tres años para irme a la "mili", dos, uno, y cuándo te dabas cuenta ya estabas en los actos del alistamiento, la talla, el sorteo, la movilización, y hala, A LA MILI. Ya en esta situación, lo que mas se pensaba era en el matrimonio. Luego los hijos, sus estudios, sus trabajos, los nietos y así un largo etcétera, y ya personalmente, la hora de la jubilación. 

Y todo aquello que parecía no llegaría nunca, cuando menos te lo esperabas, y a lo mejor como a mí me sucedió, ni siquiera lo deseaba... ¡zas!... ya estaba allí. Ese momento de la jubilación te desorienta un tanto, y te quedas como si algo importante te faltara, y realmente así es. Te observas interiormente y pareces decirte a ti mismo, que ya solo te queda el medrar, aunque lo tengas bien merecido, por cuanto al haber estado muchos años de trabajo y actividad hasta el máximo. Pero te hace sentirte como un "aparte" de esa sociedad en la que necesariamente tienes que continuar viviendo, y que con la sucesión del día a día, acabas por considerarte inserto en ella, aunque para los que aún no han llegado a eso, ya lo consideran la "vejez", la "ancianidad", o sea. seres que precisan del tener que estar sobre ellos, en el sentido de la protección. 

Y así comienzan a pasar los años, los quinquenios, los decenios y en lo que te parece un soplo, estas tocando con las yemas de los dedos, la entrada en la "nonagenariedad" (o sin cursilería, cumplir noventa años), que si Dios quiere me faltan cuatro meses para ello. 

Pero lo que nunca se piensa o se concibe, por los que mucho camino por andar les falta para llegar hasta esta situación de la vida en la que yo me hallo, y sobre todo si de hombros hacía arriba se mantiene el equilibrio, aún no faltan deseos e ilusiones por continuar transitando por este mundo, y que como alguien dijo, "nunca se es tan viejo, como para pensar que todavía se puede vivir cuando menos, un año más". Y es cierto y deseado, pero sobre todo cuando miras en tu rededor, y contemplas lleno de gozo a todos esos seres a los que adoras,  y te adoran, que como nunca me cansaré de exponerlo, es el mayor tesoro que la vida puede darte y del que ese regodeo del que sigues libando, aunque suene a cursi, el néctar de la felicidad.

Así, demos la bienvenida al ya inminente año 2015, y después sea lo que Dios quiera. 

Hasta la próxima que ya será el año que viene, por que éste, que está a punto de acabar, nadie, y digo nadie, podrá volver a  pasar por él.




martes, 23 de diciembre de 2014

A vueltas con la Navidad


Loro Parque, Puerto de la Cruz, Santa Cruz de Tenerife


Pese a que mi entrada anterior trataba sobre las Navidades, aún el eco fresquito del sorteo de la Lotería Nacional que precisamente lleva el nombre de estas festividades, y por lo que a mi atañe mas importante que el propio sorteo, hoy llegan mis hijos y nietos que a lo largo del año están fuera de esta residencia, me obligan a volver sobre mis pasos anteriores y referirme a estas fiestas en las que todos nos vemos inmersos.

Por ello, y quizá, dando la razón a quien me adjetiva de "pensaor", como decía al principio sobre el eco del resultado del Sorteo de la Lotería Nacional, y habiendo presenciado a través de los medios de comunicación,  las múltiples celebraciones que los agraciados con los respectivos premios se han dado en organizar, de lo que yo, ni siquiera una "pedrea", como suele decirse, y menos aún, tampoco un reintegro que llevarme a la boca, he recibido de dicho sorteo, que por cierto es el único, o casi el único, que suelo jugar a lo largo del año.

Pero a eso voy, esa euforia manifestada por los celebrantes, y que conste que no la critico, que incluso la considero acorde con el hecho a celebrar, para mí, nunca tendrá la profundidad en el sentimiento como cuando se llega a estas alturas de la vida en que me hallo, esa reunión con  todos los seres queridos, con los que si Dios quiere, mañana he de verme rodeado. Siempre lo he dicho, las riquezas materiales nunca llegan a satisfacer por completo las ambiciones de quienes las poseen, siempre quieren más. Sin embargo de las riquezas afectivas, y de las que yo si me considero un multimillonario, se goza como de nada otra cosa en el mundo y ese regodeo que se apodera del alma en esos momentos en que arropado por todos ellos te sientes,   no pueden proporcionarlos ninguna otra cuestión a lo largo de toda la vida. Las riquezas materiales pueden dilapidarse, las afectivas del alma, entre mas se emplean, más aumentan.

Y es, seguro por nuestra educación y vivencias, por estas fechas cuando uno suele mirar hacia atrás y recorrer todo lo que ha sido tu deambular por la vida, se remueven nuestras conciencias, y tras hacer balance de todo el acontecer, el saldo positivo que dejan los recuerdos de todo aquello que pasas con tus hermanos, tus padres, tus amigos, tus amores y todo aquello que como he citado anteriormente es solo lo que más profundamente al alma llega, lo que no tiene precio, y no existen riquezas materiales con las que puedan adquirirse. A lo largo de toda mi ya larga vida, he sido compensado, sin  duda superior a mis merecimientos, de esos afectos de los que cabalgando voy y seguro me llevaran hasta que Dios tenga a bien abrirme las puertas del paso a la eternidad. Llenas llevo mis alforjas de cariños y amores imborrables y que sopesados con otras conquistas con las que se hayan podido conseguir en la vida, ni siquiera pueda tratarse de hacer mera comparación. Si aparte de haber sido agraciado con el dificilísimo hecho de venir a este mundo, además lo haya sido adobado con la dicha y felicidad de la que he gozado  y sígolo haciendo, solo cabe un recurso. DAR GRACIAS A DIOS.

Hasta la próxima entrada y DESEAR UNAS FELICES NAVIDADES Y UN NUEVO AÑO 2015 LLENO DE VENTURAS, A TODOS.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Fiestas de la Navidad

Avenida Tres de Mayo
Santa Cruz de Tenerife


Cuando sobre todo en las grandes ciudades se respiran ya los aires de las próximas fiestas navideñas, y como yo, según algunas lenguas, aunque no diré que de doble filo, soy "mu pensaor", esta mañana se me han venido al recuerdo lo distintas que a lo largo de mi vida, ya larga también, lo han sido. Creo recordar que en alguna ocasión anterior en mis entradas en el blog,  he hecho referencia a este tema, pero hoy voy a reincidir en ello, y que no me lleva otra intencionalidad que la diferencia de las unas a otras, al contrastar lo que éstas han ido siendo.

Las de mi niñez, lo mas entrañable que de ellas guardo, es los maravillosos dulces que mi madre solía hacer y que eran magdalenas, roscos, perrunas, buñuelos y hojuelas, que después solía guardar en lebrillos y orzas, y que yo tan pronto tenía ocasión solía dar una vuelta sobre ellos y llevarme alguno a la boca, procurando lo fueran cada vez distintos, a fin de que mi madre no notara la falta de ellos. Truco que de nada me valía, ya que mi madre era mucho mas astuta que yo, y el pago de tales desafíos solía pagarlos con alguna "guantadíta".


Luego vinieron los años de 1936 a 1938, ambos inclusive, en que las pasamos en zona roja, durante la Guerra Civil Española, y en las que además, de que esas festividades estaban totalmente finiquitadas, como nosotros estábamos viviendo en el campo, nos pasaban inadvertidas y hasta recuerdo que lo máximo que de ellas se decía, por ejemplo, cuando llegaba el 24 de diciembre, "hoy sería la Nochebuena", así que de esos tres años, como suele decirse, "ni fu ni fa".


Luego vinieron las de la posguerra, que por cuanto a las de los años 1939 a 1943, también ambas inclusive, las pasé en la finca de La Calera, donde me hallaba trabajando, y en las que realmente comencé a disfrutar de ellas, sobre todo la de ese último año citado, en que estaba estrenando la primera novia de mi vida. También el primer día de la Navidad, solíamos holgar, aunque por supuesto no se cobraba el jornal correspondiente, aunque los tres años de esas Navidades que estaba trabajando en la "molina", si no trabajábamos, solíamos recuperar la jornada perdida durante los dos o tres días siguientes.


Las seis restantes, o sea las de los años, 1944 a 1949 y pese a que las de los años 46 y 47, me hallaba prestando el servicio militar, debido a que me dieron permiso para ello,  las pasé todas en mi pueblo Villaharta. Por entonces había en el pueblo la costumbre que después de la Misa del Gallo, nos reuníamos quince o veinte amigos y hacíamos unas migas con sus correspondientes aditamentos de chorizo, morcilla, lomo y otros varios, y todos procedentes de la matanza. Esto se realizaba en la casa de quienes tenían avíos para ello, y para los demás, entre los que me contaba, una ocasión para darnos la "pechá" de comer, de la que tan necesitados nos hallábamos.


Luego durante la mañana del día primero de la Navidad, salíamos por el pueblo pidiendo el aguinaldo, y cuando llegábamos a una casa, lo primero que hacíamos tan pronto se llamaba a la puerta, era realizar la siguiente pregunta, ¿se canta o se reza ?. Y aunque en la mayoría de los casos, la respuesta era la de " se canta", salvo que estuvieren guardando luto de algún familiar fallecido no hacía mucho tiempo. si se autorizaba el canto, se hacía con villancicos y si lo contrario, con algunos rezos, tales como el padrenuestro, alguna salve o un credo, se pedía por el alma del fallecido y finalmente se solicitaba el "AGUINALDO", que aunque en la mayoría de los casos daban algun dinero, no mucho desde luego, en otros solían darnos también, algún que otro chorizo o algo comestible y que echábamos en una especie de espuerta que  para tal fin portábamos,  y  que en los días siguientes de la Navidad, que eran trés,  nos encargábamos de consumir, incluso con alguna garrafilla de vino que también solía caer.


Y llegaron las Navidades primeras que pasaba en la Guardia Civil, y desde luego las que mas profunda huella dejaron en mí, al punto de que próximo a cumplirse 64 años de ello, aún me duele el alma al recordarlo. Pues como alguno de vosotros sabéis, y que también lo he recordado en este blog, la nochebuena de 1950, me dieron un tiro, un compañero, de cuya causa no quiero recordar, en la rodilla de la pierna derecha, por lo que en la mañana del primer día de la Navidad, ingresaba en la Sala de Cirugía del Hospital Militar de esta ciudad de Málaga. Como quiera que pedí a mis superiores no dieran cuenta de ello a mi familia, dado a que además del disgusto que por ello hubieren sufrido, su estado económico de entonces no les permitía su desplazamiento y el alojamiento correspondiente para poder venir a verme, cuando llegaba la hora de las visitas y todos los enfermos o heridos recibían a sus familiares, sus amigos, sus novias y en fin alguien que cuando menos se interesara por su estado, yo en la cama número 2 de la Sala veía llegar a esas gentes y que al resultar desconocido para todos ellos, nadie, y digo NADIE, se dignaba siquiera preguntarme que me pasaba, como estaba, y así muchas veces tapándome la cabeza, bastantes lágrimas surcaban mis mejillas por aquella "SOLEDAD" que pese a estar la sala llena de gentes, suponía para mí. Ese era el pago que yo debí pagar, para evitar a mi familia lo que antes decía, y de lo que hoy, pese al tiempo transcurrido, no me arrepiento de haber procedido como lo hice. De aquella experiencia, lo que si saqué, fue el valorar lo que supone una palabra de aliento de un ser querido, una caricia, el beso de una madre o de una novia, y en fin todo eso que tan hondo llega, y puedo dar fe de ello, que supone mucho más, que pueda hacerlo el mejor de los regalos que hubieren podido llevarme. Unas lágrimas acaban de asomar a mis ojos, por el mero hecho de tener que relatar lo que aquellas Navidades supusieron para mí. No obstante, mi forma de proceder, evitaron que mis padres y familiares lo hicieran, si cabe, mucho más de lo que yo soporté.


A partir de esas Navidades de 1950, en que permanecí hospitalizado hasta el día 23 de febrero siguiente, todas lo han sido llenas de felicidad y bienaventuranzas, si descartamos las de 1996, en que mi mujer fueron las últimas que pasó en esta vida. A ella mi recuerdo.


Después y como espero las del presente año, sin que deje de traer al recuerdo TODOS esos seres queridos que han ido abandonando este mundo, lo sean como lo han venido siendo, y mientras todos los míos sigan estando como lo están siendo, ESPERO ME LO PASE CON LA DICHA Y CONTEMPLACIÓN DE ESA SERENA FELICIDAD QUE EL PASO DE LOS AÑOS VA DEJANDO SOBRE LAS PERSONAS, CUANDO RODEADO DE SERES QUE, NO ES QUE SE ESFUERCEN, SINO QUE SE DESVIVEN POR HACERTE QUE EL FINAL DE ESTA ETAPA DE LA VIDA, TE SEA LO MAS LLEVADERA POSIBLE. Para todos ellos mi felicitación y mi abrazo.


Que así sea.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Hoy festividad de Santa Bárbara

Pirámide de Santa Bárbara, Icod de los Vinos, Santa Cruz de Tenerife


Quiero recordar que en una ocasión anterior, no se el tiempo que hace, traté en este blog sobre la festividad del día de hoy. Y digo que lo se, porque también me acuerdo que hacía referencia a que Santa Bárbara la tenía como Patrona cuando era minero y volví a tomarla cuando me fui a la mili, dado a que me destinaron al arma de Artillería.

Tal día como hoy pero de 1946, aunque ya no estaba en el Regimiento donde fui destinado, si no ya en Capitanía General ejerciendo como mecanógrafo y que todos los que hayáis seguido mis "Recuerdos", sabéis el como y el cuando conseguí hacerme como tal,  me fui al Cuartel de Artillería sito en las afueras de la Ciudad de Sevilla en el punto conocido por "Pineda", donde juntamente con un paisano mio, que los dos fuimos destinados al mismo Regimiento, y unos amigos más que hice en los dos meses aproximados que pase en el mismo, celebramos el día de la Patrona Santa Bárbara.

Como quiera que los flecos del hambre seguían dando sus coletazos en España, máxime en los cuarteles, cuando como ya cité en una ocasión, solíamos robar las algarrobas de los seretes del pienso para los caballos, cuyo fruto iba revuelto con afrecho, la comida extraordinaria del día de la Patrona, era una oportunidad de hartarse de comer que se presentaba solo dos o tres veces en el año, y aquel fue uno de ellos.

Aunque lo mas sobresaliente que recuerdo de aquella celebración, fue que el entonces extraordinario torero que estaba en todo su apogeo, y creo que pocos llegaron a igualarlo con el toreo de capote, conocido como Pepe Luis Vázquez, y que había hecho el servicio militar en aquella Unidad, lidió dos vaquillas que resultaron ser todo una lección magistral de torería.

Pero el haber traído hoy a colación este tema, no lo ha sido por la festividad del día en sí, si no que recordando esa etapa de la mili que para mí fue maravillosa, se me ha venido al pensamiento una anécdota que sucedió pocos días después de habernos incorporado al Ejército.

Resulta que nos encontrábamos en la clase de teórica que se nos estaba dando por un Teniente instructor, y uno de los artilleros leía el articulado de los deberes, obligaciones y derechos del Soldado,  y que antes nos había estado comentando que en algunas ocasiones, sobre todo en épocas de guerra cuando la tropa la llevaban a descansar, o en situaciones que así lo requirieran, solían alojarla en casa de los vecinos del pueblo que por el Alcalde y demás autoridades consideraban tenían habitabilidad acorde para tal menester, y a continuación se leyó el artículo que trataba sobre este tema, y que luego en la Guardia Civil, yo me los hube de aprender, además de los referentes al Cuerpo, también los del Soldado.

Seguro que por el caso que voy a contar, este artículo se me quedó en la memoria, tal lo voy a referir y creo que lo será literalmente, o cuando menos muy, muy semejante. 

Decía así: "No podrá exigir en el alojamiento que tuviere, otra cosa, que cama, luz, agua, vinagre, sal y asiento a la lumbre, y el que maltratare a su patrón se le castigará en proporción al exceso."

Terminada la lectura del referido artículo, el Teniente preguntó si alguno sabía, el porqué de tener derecho a estas prestaciones. Y uno dándosela un poco de "enteradillo", se le levantó y muy resuelto respondió: "Creo que para hacer un gazpacho..." La carcajada que soltó el instructor seguro pudo oírse en toda Sevilla, sin duda porque sería lo que menos esperaba. Realmente de los cerca de setenta u ochenta reclutas que allí estábamos, ninguno, entre los cuales me cuento, teníamos ni pajolera idea de para que podía servir. Nuestro Teniente, hizo dos partes de aquello a que se tenía derecho, y la cama, luz y asiento a la lumbre, lo era como todos podemos suponer para qué. Pero lo del agua, vinagre y sal, era la incógnita que nos fue resuelta señalando que durante las caminatas los pies suelen sufrir ciertos roces por el calzado, y también llagas o ampollas en la piel, y que tomando baños con la mezcla del agua, el vinagre y la sal, la piel suele endurecerse para futuras marchas y a la vez curaba las que se habían padecido. Pasados mas de sesenta y ocho años de aquellas clases teóricas, los que no hayan hecho la mili y muy particularmente los jóvenes, hasta les resultaran ridículas tales enseñanzas, pero ni la vida militar que entonces se hacía, la diferencia de medios con que se dotaba a la fuerza y, como no, los procedimientos y medicamentos con los que se cuenta en la actualidad, hasta la casi carencia de ellos de entonces, marcan esa extrañeza que pueda resultar a quien en estos momentos pueda leer lo que se enseñaba en aquellos lejanos años, cuando aún se estaba lejos de reponerse de cuanto se había heredado de la no lejana Guerra Civil Española.

Perdonarme si pensáis, y no dudo que con razón, os he dado el tostón con la entrada de hoy. Pero esto ha sido otra "batallita del abuelo". La próxima será otra cosa.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Cuarenta años, son años

Cuartel de la Guardia Civil
San Cristóbal de La Laguna (Santa Cruz de Tenerife)


Hoy se cumplen cuarenta años del homenaje que se me ofreció por el personal del Servicio de Información de la Comandancia de la Guardia Civil de Málaga, a cuyo Grupo dejaba de mandar por el pase voluntario a la Jefatura de Armamento de dicha Unidad.

Celebramos una comida en la venta "Bartolo" primera que había al inicio de la subida por la carretera de los montes, no se si existirá todavía como tal, y donde solíamos hacerlo con relativa frecuencia, bien para celebrar cualquier éxito por algún servicio realizado, o también para mantener la unión y el buen entendimiento entre el personal que lo formaban, cuestión que yo consideraba de suma importancia para la buena marcha del Grupo. Del ofrecimiento del homenaje, designaron al Guardia Barrionuevo, que aunque no pertenecía a Información, si no que lo era como Radiotelegrafista en la emisora de la Comandancia, aunque muy unido en sus relaciones personales y profesionales con  Información, y con buenas aptitudes para el que había sido comisionado.

Perdonar, si podáis pensar lo hago por la vanidad de cuanto en su discurso, escrito por dicho Guardia se me hacía, aunque tampoco niego me disguste cuanto en el mismo se hacía alusión a mí, tanto  personal como profesionalmente, de lo que hay que deducir, que Barionuevo era un gran amigo mío y como tal lo redactó, y a continuación lo copio literalmente:

DEDICADO AL SARGENTO DEL SERVICIO DE INFORMACION D. RAFAEL GALÁN RODRIGUEZ, EN EL DIA DEL HOMENAJE QUE EL SERVICIO DE INFORMACIÓN DE LA 251ª COMANDANCIA LE DEDICA POR SU EJEMPLAR COMPORTAMIENTO COMO SUPERIOR Y COMPAÑERO, DURANTE SU  MANDATO EN  EL SIGC

"Queridos compañeros: me habéis encargado la grata embajada de ser el portavoz de vuestros sentimientos. Esta comisión me produce una gran alegría, no por lo que entraña mi yo personal, es la alegría de comprobar una vez más, que pese a los materialismos que rodean a nuestro paso por la vida, existe algo muy importante, muy espiritual, que es la base de la convivencia humana, el verdadero sentido de la amistad y respeto que nos debemos unos a otros, que nos califica e identifica como personas de esta cualidad humana.

Esta comunión nos tiene aquí reunidos en fraternal abrazo para testimoniar con este sencillo y emotivo acto, el respeto y fraternidad que profesamos a nuestro superior y buen amigo Sargento D. Rafael Galán Rodríguez.

Todos conocemos profundamente las virtudes que adornan a nuestro superior, entre las que cuentan su sencillez y modestia; huelga hacer su panegírico, pero no podemos sustraernos de hacer una semblanza de lo que, con su digno sentido del mando y del compañerismo ha creado entre sus subordinados.


Por considerarlo así, voy a recordar unas palabras de aquel personaje creado por don Antonio Machado en cuyo ensayo humorístico y filosófico titulado, "Proverbios y consejos de Mairena", el cual decía:

"Sed modestos: Yo os aconsejo la modestia, o, por mejor decir yo os aconsejo un orgullo modesto, que es lo español y lo cristiano. Nadie es más que nadie.Esto quiere decir cuanto es difícil aventajarse a los demás, por que por mucho que un hombre valga, nunca tendrá mas alto valor que el de ser hombre. Huid de  escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales. Nunca perdáis el contacto con el suelo. por que solo así tendréis una idea aproximada de vuestra estatura".


Este emotivo acto no es para dedicar frases sonoras y floridas como cumplido de sobremesa a la persona homenajeada; pero sí, momento para exteriorizar con honradez, hombría y satisfacción, respeto y cariño el sentimiento unánime de todos los que en este recorrido de la milicia hemos convivido con hombres de altos valores castrenses y espirituales como los que concurren en nuestro Superior y amigo.


Es justo dedicarle este homenaje, este recuerdo, como prueba de nuestro incondicional afecto y gratitud, prescindiendo de todo protocolo, de todas las fórmulas que no son necesarias cuando se siente y se habla con el corazón.


Amigo Rafael: Con tu elevado sentido y concepto de la responsabilidad, con tu estilo innato y con esa bondad que Dios te ha dado, has conjugado las dos esencias  mas sobresalientes del mando; ejercerlo con toda dignidad, sin mácula que lo empañe y aportar con tu amor y comprensión el complemento necesario para que la dura misión del mando, no siempre comprendida, sea mas efectiva contribuyendo a crear la mejor milicia, porque cuando el superior y el inferior llegan a conocerse y hablarse de corazón a corazón, es cuando se ha alcanzado la mayor plenitud de la disciplina-


Esto no es una alabanza sin fundamento, aquí tienes el fruto de tu buen hacer. Recógelo como prueba de lo que te apreciamos y te respetamos.


Te has hecho acreedor a ello, y sin vanidad, porque tu eres sencillo, sabes que es verdad, que todos nos sentimos honrados con tu amistad. Tu paso por el Servicio de Información, ha dejado una huella imborrable. Sin ninguna adulación de ninguna clase (porque nos consideramos muy hombres para incurrir en una bajeza), te decimos que esto es una verdad evidente, que la testimonian no solo los que te estamos subordinados, sino otro émulo de tus virtudes, tu Teniente, nuestro Teniente, que ratifica con su presencia, nuestras sentidas palabras y con orgullo podemos decir, que mientras haya hombres como vosotros, podemos decir que hay Guardia Civil.


Este abrazo que te doy como amigo y subordinado, es el abrazo de todos mis compañeros, que sella cuanto te decimos.

                                       
Málaga, 26 de Noviembre de 1974"    
       
    
Volviendo la vista atrás, mentira me parece hayan pasado cuarenta años, pero desbrozando todo ese acontecer durante ese tiempo, efectivamente no dudo de que así sea, principalmente porque muchas bienaventuranzas se han ido sucediendo, como asimismo no menos los desgarros, con la pérdida de muchos seres queridos que se han ido marchando defintivamente, como también lo han hecho más de la mitad de los asistentes a aquel acto, entre ellos el inolvidable amigo Barrionuevo del que guardo  y guardaré mientras viva un gratísimo  recuerdo.

Más de seis años después del acto reseñado y que por imperativo legal pasé a la situación de "retirado", por el propio personal que componían en su momento el Servicio de Información de la Comandancia, me volvieron a ofrecer otro acto de despedida y en el que me regalaron  un pequeño  busto de un Guardia Civil en traje de servicio de la época en que yo ingresé, lo que corroboraba que, y perdonar si con ello peco de vanidoso, me seguían recordando con el mismo cariño y afecto, que yo lo sentía por todos ellos. Como no, otro de los felices hitos que han ido jalonando lo que ha sido mi ya larga vida. 



El que tengo a mi derecha dándome un abrazo en la fotografía, y tomada el día en que se me ofreció el acto, es un Guardia que nos decíamos "paisano", por que era de Villaviciosa, pueblo limítrofe con el mío.

Hasta la próxima entrada.

domingo, 23 de noviembre de 2014

El herrero y el herrador


Hace dos días, y no se porqué, se me vino a la memoria el nombre, un tanto raro, de una herramienta de los herradores y de la cual puedo asegurar hace por lo menos setenta años no había pasado por mi imaginación, y que en su momento señalaré. Al asociar la parecida similitud en la fonética de herrador y herrero, ha sido el motivo de llevarme hoy a titular esta entrada con el nombre de ambos oficios.

Con respecto al herrero creo todos sabéis se trata de quien trabaja generalmente el hierro y cuyos talleres como lo eran en mis tiempos (y llamados "fraguas"), creo están casi desaparecidos. Cuando yo era niño en mi pueblo había dos fraguas, cuyos herreros eran dos hermanos, el uno llamado Ovidio y el otro no recuerdo cuál era su nombre, dado a que todo el mundo lo conocía por su apodo, que era el de "Carita". En dichas fraguas se reparaban los diversos aperos utilizados en la agricultura tanto de los usados manualmente, tales como azadas, hocinos, hachas, azadones y otros, como de los componentes de los arados,  como las rejas, vertederas, manceras y demás.

El mayor de los hijos varones de Ovidio llamado Manolo y dos años mayor que yo, era buen amigo mio y con relativa frecuencia solía visitarlo en la fragua de su padre cuando le estaba  ayudando en el trabajo, y yo claro, iba buscando algún favorcillo como arreglarme una "rueda" de hierro con la que solíamos jugar, el "guiador" de la misma, o también como que me hicieran una "púa" para el trompo, no para que bailara más, si no que estuviera bien afilada, y que en algunas modalidades de jugar con el mismo que lo era lanzarlos con fuerza, y como no, también con malas ideas, sobre el de los demás niños, si conseguías que le dieras de lleno, muchas  veces solías hacer cuando menos dos partes del trompo tocado, y era motivo de jolgorio para todos, menos para el dueño del mismo, claro. Pero me he ido por los cerros de Úbeda y no era esto de lo que quería hablar sobre las fraguas, sino del modo y forma en que veía trabajar a Ovidio y su hijo Manolo, que con doce o trece años solía ayudarle en bastantes ocasiones, y no tenía que estar en la escuela, que a ésta no faltaba. Uno de los trabajos de mi amigo en la fragua era darle al fuelle para producir aire y avivar el fuego para calentar mas rápido la herramienta en la que se estaba trabajando. Me recuerda que Ovidio tenía una manera muy clásica de animar a su hijo en tal cometido y lo hacía solo diciendo una palabra, que era la de "aire" y tan en la mente la tenía, que incluso cuando ni siquiera estaba dándole al fuelle, solía soltar la misma como coletilla a lo que estuviera diciendo eso de, "aire".

Pero una cuestión que yo no comprendía, era que mi amigo manejaba un martillo mucho mayor y mas pesado que el que utilizaba su padre, y tenía que tomarlo con las dos manos por un mango de aproximadamente medio metro de largo y su padre con una mano asía una tenaza y sujetaba la pieza que trabajaban, y con la otra  un martillo mucho mas pequeño y ligero que el de su hijo. Finalmente, no se si por propia observancia o alguien me informó de ello, el padre ejercía como maestro del trabajo y con un golpe de su martillo señalaba en punto donde su hijo había de dar con el "macho", que así se le llamaba el martillo grande,  que hacía mucho mas efecto y con ello daban forma a como había de realizarse o arreglar la herramienta.

Una vez arreglada o fabricada la pieza a golpe de "macho" y martillo puesta sobre el yunque, si se trataba de una como azadas, hachas, rejas de los arados u otras que hubieren de utilizarse para cortar leñas,  cavar o roturar la tierra, antes de que la misma llegara a enfriarse, la metían en un depósito de agua fría y la mantenían según el rato que el maestro consideraba necesario para darle el temple correspondiente a la misión a la que, como se dice, iba a ser dedicada. El repiqueteo de los golpes dados con los martillos, más agudos los del pequeño y mas graves, los del grande, formaban un soniquete que a mi me resultaba agradable al oído.

El día que estaba lloviendo y no se podía salir al campo, en mi pueblo había un dicho, entre otros, que decía: "día de agua, taberna y fragua"; o se iban  los hombres a la taberna o iban a la fragua para arreglar algunas de las herramientas que no se hallaran en condiciones idóneas para el trabajo.



Y ahora les toca el turno a los herradores, entonces no había herradoras, que eran y son, los que les ponen las herraduras a las caballerías, o sea el similar a los zapateros para las personas.

Seguramente en mi pueblo ahora, rara vez se presenciara el hecho de herrar una caballería, dado a que si hay alguna pueda ser un caballo o yegua y no creo haya herrador como tal en el mismo, sino que lo llevaran a Espiel u otro pueblo donde quizá lo haya, pero mulos y burros que eran los que más se utilizaban para la agricultura y eran muchos los que había, era solo uno el herrador que había, y se ganaba la vida con tal oficio. Daba la casualidad, que solo una casa había por medio entre la fragua de Ovidio y la del herrador, del que no se como se llamaba, solo se que era un tanto pelirrojo y al padre se le conocía en el pueblo por el apodo de "rebañas".

Señalaré una circunstancia en la faena del herraje de una caballería y solía darse generalmente cuando el animal a herrar, era una mula "roma", de esas muy nerviosas y que lo mismo coceaban que hasta mordían, y si era que solo que daban coces, como para herrarla de las patas traseras el herrador estaba expuesto a recibir coces de la misma, se procedía a que la pata delantera del lado contrario a la trasera que se iba a herrar, se levantaba de suelo y se le amarraba con una cuerda a un punto de ventana u otro que hubiere para tenerla con la pata suspendida y si no al mismo cuello del animal, y así no podía alzar la otra pata trasera con la que que dar la coz, ya que caería al suelo. Asi mismo se conseguía no se movieran colocándoles fuertemente un instrumento llamado acial, bien en el labio superior del hocio, o en una oreja. Si lo que se quería conseguir es que no mordiera, entonces con el propio cabestro de la jáquima, se amarraba con la suficiente tirantez de que no le diera lugar a llegar con la boca hasta donde el herrador se hallaba realizando su trabajo. 

Aunque pueda  parecer que el hecho de poner las herraduras a una caballería sea una cuestión simple, los herradores utilizan cuando menos quince o veinte herramientas para su misión, tales como tenazas varias, martillos, gumias, escofinas, yunque y otras más, y la que yo cito al principio de esta entrada y que digo no se me había venido al pensamiento sin duda hace por lo menos setenta años, es una llamada "pujavante", y que se utiliza para cortar y poner el casco en condiciones de que la herradura, también una vez amoldada sobre el yunque, quede una vez puestos los clavos, bien ajustada y con el uso no se desprenda y que sería como si a nosotros se nos cayera un zapato.

Al principio cuando yo observaba cortar con el pujavante parte del casco a las caballerías, pensaba que debía de doler mucho al animal, pero creo fue mi padre quien me lo dijo, que era igual a cortarnos las uñas a nosotros, y por tanto resultaba indoloro.

Bueno creo que para algunos os resultará cuando menos novedoso algo de lo que he dicho hoy sobre los herreros y los herradores, cuestiones que yo solía ver casi todos los días durante mi niñez y juventud.

Hasta la próxima, que ya veremos por donde salgo.

lunes, 17 de noviembre de 2014

La perspectiva, según cuándo

Parque Nacional del Teide

Desde hace ya varios años, concretamente desde que transpusimos el DOS MIL, cada vez que se va aproximando el final de una anualidad, se me viene al recuerdo el panorama que yo creía, deseaba, o soñaba percibir desde la perspectiva personal en la que me hallaba.

Cuando solamente era todavía un niño-adolescente, tres cuestiones llegaban a preocuparme de lo que habría de sucederme en la vida, por cuanto a mi persona especialmente se entiende.  Sin que la una fueren de mas interés que las otras, eran simple y llanamente, el modo y forma en que habría de ser como el procurarme el sustento profesionalmente; otra, y posiblemente ésta, lo fuere sin duda con anterioridad a la citada, cual y como sería la mujer con que llegaría a formar un hogar, y la última, como sería la vida en el año dos mil, y aunque difícil consideraba que yo pudiera llegar a verlo, si lo conseguía, como sería mi vejez. Sin duda estas disquisiciones, quizá puedan resultar chocantes para quien ahora tenga conocimiento de esta preocupación mía, cuando sin duda aún era todavía un niño, pero como lo he dicho en toda ocasión que se ha presentado en este blog, y como su título lo dí en llamar "Recuerdos", esto así lo es, y como lo era lo digo.

Creo mi forma de pensar pudiera ser un tanto anormal para un niño, y vuelvo a repetirlo, como con ello no perjudicaba a nadie, no tengo por que ocultarlo.

Bueno vamos a ir desbrozando paso a paso cada una de estas tres cuestiones que digo, desde mi niñez ya llegaba a tenerlas entre mis preocupaciones.

Por cuanto a la primera, creo todos estáis al tanto, bueno perdonar que dé por hecho, que todo el mundo conozca cual haya sido mi profesión o forma de ganarme el pan, tal suele decirse, como si de una persona popular se tratara, pero en fin esto suele ser un ligero desliz que se escapa, y continuo, diciendo que pese a que la perspectiva que en mi pueblo existía entonces para ello, que cuando menos el noventa y nueve por ciento lo era el trabajo en el campo, y así lo fue como porquero a los diez años; pastor a los trece: luego como jornalero agrícola hasta los diecinueve; minero hasta los veintiuno; dos años y medio de mili y luego algo mas de treinta y uno en la Guardia Civil. Estos mas de treinta y un años en el Cuerpo, no me dieron la oportunidad de que con el cumplimiento de cuanto en el mismo era exigible, pudiera procurarme un enriquecimiento en cuanto a lo económico se entiende, pero si lo fueron en el terreno personal, y cuando menos a lo que ha sido mi familia, pude sacarla adelante con algunas estrecheces, sobre todo al principio, pero sí con menos dificultades de lo que nunca en mis primeras y precoces pensamientos hubiere siquiera llegado a soñar.

La segunda y sin duda la que más felicidad llega a procurar a una familia, tras varios titubeos que no premeditados, si no impuestos por las circunstancias, tuve la dicha de dar con una mujer, con la que llegamos a formar una familia, si no excepcional ni modélica, si lo suficientemente feliz, satisfactoria y nada que pueda reprochársenos,  que nos dieron tres hijos, dos varones y una hembra, y que, a que ya de por sí lo eran de condición, tuvieron el aditamiento de sus padres, de lo que sin duda mi mujer fue algo más que una colaboradora, otra vez me repito, no digo que modélicos, pero sí a lo mas que unos padres puedan desear, asi lo fueron, y digo, lo siguen siendo.

Y vamos a la última de las cuestiones. Siempre mis perspectivas de niño, joven e incluso de persona madura como se suele señalar cuando se tienen los cuarenta o cincuenta años, mi visión ensoñadora nunca llegaba a atravesar lo que consideraba era una barrera infranqueable como lo era el año DOS MIL, dado a que para entonces tendría yo los setenta y cinco, que especialmente durante mi niñez y juventud, era pensar en casi un imposible. Lo de como sería mi vejez, me viene, de lo de mi abuela paterna, que pese a que en su tiempo gozaron de una posición un tanto acomodada, el final de sus días lo fue el de estar cada mes en casa de uno de sus hijos, que de los nueve que eran, en mi pueblo solo estaban cuatro o cinco, según la época del año, y sobre todo en los años cuarenta, lo único que salvo en uno, podíamos darle, era el repartir  con ella la miseria, sobre todo en los alimentos que tanto escaseaban.

Pero los años fueron pasando, llegó la hora de mi "retiro", como siempre se ha llamado la jubilación en la Guardia Civil, en 1981, diecinueve más hasta el dos mil y a poco mas de un mes para  volver la esquina de  2014 y tropezarnos de bruces con el 2015, y no solo que atravesé esa barrera infranqueable de la que yo veía desde mi perspectiva de la niñez  y juventud del año dos mil, entrar en el siglo XXI, y aquí estoy y en esto sí, que ni en los sueños mas ilusos de los que hubiere podido desear, una vejez, sosegada, plácida ilusionada y en una bienaventuranza de la que como citaba, mi abuela paterna, hubiera deseado pasar que lo hubiere sido incluso mejor de lo que en sus años de pasado tiempo pudo serlo.

Ahora la perspectiva que desde este casi próximo 2015 puedo observar volviendo la vista atrás, contemplo aquellos lejanos de cuando comencé a sentir ese porvenir, no pensaba entonces lo eran tan deprimentes y míseros de lo que en realidad lo fueron, ni tan gratificantes como son los actuales, que tampoco siquiera en aquellos inocentes desvelos yo podía suponer.

Solo el traer al recuerdo como eran aquellas vivencias, no comprendo siquiera el que fueran soportados con tanta resignación. Desde luego, las circunstancias marcan lo uno y lo otro.

Hasta la próxima.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Sabañones y cabrillas

Los Sabandeños - Llamarme Guanche

Con la llegada de estas temperaturas a lo que aquí en Málaga ya llegamos a llamar frío, se me vienen al recuerdo aquellos sabañones y cabrillas que con motivo de la llegada de los frios invernales, solíamos padecer en general los niños, y las cabrillas, mas generalizadas en las mujeres de aquellos tiempos a los que yo me refiero.

Para despejar alguna mala interpretación a cuanto acabo de señalar, diré que los sabañones y las cabrillas se originaban por el acercamiento a las lumbres de las chimeneas y los braseros, que solían colocarse en las mesas camillas (o mesas estufas como se les llamaba en mi pueblo) cuando llegaban los fríos, cosa que creo ha desaparecido por completo, a la par que lo han hecho aquellas candelas en la chimeneas y los braseros de picón que a lo largo de todo el invierno se utilizaban.

Los niños de hoy, no saben de lo que se han librado, pues aquellos sabañones que salían en las manos, los pies y las orejas, originaban dos circunstancias, que no se cuales de ellas  era peor,  la picazón en algunos casos cuando del frío te aproximabas al calor de la candela o el brasero, o el dolor que te producía cuando se te enfriaban.

También durante la noche, en la cama cuando se te calentaban los pies, manos y orejas, esos picores llegaban a despertarte y alterarte el sueño, hechos que noche tras noche, y así durante todo el invierno, yo, como todos los niños, solíamos padecer.

Las cabrillas salían solo en la parte anterior de las piernas por su acercamiento también a la candela y el brasero. Digo que generalmente eran las mujeres de mis tiempos, debido a que como entonces, cuando menos en mi pueblo no salían a trabajar fuera de casa,  estaban en la misma, bien junto a la candela preparando las comidas y luego una vez terminados esos menesteres, lo hacían  cosiendo u otras ocupaciones, pero sentadas en la mesa camilla, se les originaban esas manchas que solo con el uso de aquellas medias de algodón, de color negro, que en su mayoría solían confeccionarse ellas mismas, como mi madre hacía, conseguían que salieran a la vista exterior y con ello se evitaba la fealdad que ello originaba, y también porque jamás una mujer solía usar pantalones en sus vestimentas ordinarias, lo que solo en las faenas de la recolección de la aceituna utilizaban una especie de pantalón que desde la cintura les llegaba hasta una altura aproximada de los tobillos y que en su parte inferior solían amarrarse a la pierna por medio de una especie de cinta.

Pero, ¿y en los hombres porque se daban menos los sabañones y en rarísimas ocasiones las cabrillas? Sencillamante como estaban trabajando en el campo, no solían arrimarse a las lumbres, por supuesto durante largos espacios de tiempo, y ni por supuesto a los braseros, y también dado a que utilizando los pantalones, y también, como recuerdo lo hacía mi padre, usaban calzoncillos que como en los pantalones de las mujeres en las faenas de recoger la aceituna, pero en color blanco, les llegaba hasta los tobillos, e igualmente mediante unas cintas de color blanco se  los amarraban a esa altura de la pierna, cuestión que les suponía un punto importante de combatir el frío en la faena a campo descubierto como habían de trabajar.

Quedan fijos en mis recuerdos aquellas estampas de varios niños, mal vestidos, y en no pocas ocasiones mal nutridos, ateridos de frío, a veces hasta discutiendo por ver quien ocupaba el mejor sitio para poder recibir el calor de aquellas candelas de leña de encina que en todos los hogares por imperativo de las temperaturas dentro de las propias casas había que hacer.

Pero de todo esto de los sabañones, lo que mas llegó a impactarme al punto que, pasados así como ochenta años largos, no se me ha olvidado, ni jamás estoy seguro ya lo haré, dado a que lo era antes de la Guerra Civil Española, un señor del que recuerdo solo se apellidaba Marín, procedente de la localidad vecina a mi pueblo llamada Espiel, y utilizando un pequeño burro de andar diligente, venía hasta mi pueblo dos o tres veces por semana a lo largo de todo el año, vendiendo pescado y que cuando apenas había amanecido ya estaba allí tras haber recorrido una distancia de unos quince kilómetros que separan ambas localidades, y aquel hombre tenía la parte superior de los hélix de ambas orejas, todo de un color morado y se le notaba de haber perdido cuando menos varios centímetros de sus orejas en la parte señalada, lo que entonces, y hoy también, pensaba y pienso cuantos picores y dolores habría de haber padecido aquel hombre para llegar al punto de haber dejado sus pabellones auriculares en aquella situación. El trayecto que había de recorrer de su pueblo al mío, que como he citado lo era de unos quince kilómetros, mas de diez, lo eran por un terreno de lo mas frío de aquellos contornos, pero lo que tampoco nunca llegue a comprender, ni hoy tampoco, el porqué de no haber utilizado medios que le cubrieran las orejas, si no que lo hacía solo con una pequeña gorra de visera,  y que no le recuerdo de que ni siquiera la hubiese cambiado nunca, si no que era siempre la misma y posiblemente hubiere remediado, cuando menos en parte el haber llegado a aquella situación. Tan en el recuerdo mantengo su estampa, que podría describir hasta la indumentaria que solía vestir, también a lo largo del año, su gorra de un color marrón oscuro, quizá por la falta de no ser lavada muy a menudo, una especie de blusa de color azul celeste, no siempre lo limpia que había de menester, y en iguales condiciones, unos pantalones de tela color indefinido, creo debido a lo raído que se hallaban por el uso. Pero era verdadera compasión lo que yo siempre sentía por el pobre Marín, cuando durante la época del invierno lo veía recorrer las calles del pueblo pregonando su "pescado fresco", aunque tras ser pescado, luego llegara a su pueblo y desde el suyo al mío, me supongo habría de transcurrir no lejos de una semana.

Quizá de aquellos padecimientos durante mi infancia, niñez, adolescencia y juventud venga el total disfrute de mi situación actual y como diría Cervantes, "en la adversidad, se forjan los grandes corazones"... Cuando menos se aprende a sufrir y a soportarlo.

Hasta la próxima entrada.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Lo que más deseaba

Una historia de amor como otra cualquiera...

Centro de Visitantes del Parque Nacional de Garajonay
Isla de La Gomera

Hoy al fin hemos pasado casi del verano a casi al invierno, cuando menos por lo que respecta a la temperatura aquí en Málaga. Pero no es al tiempo a lo que me voy a referir en la entrada de hoy, si no a lo que en los años de mi primera juventud, cuando se llegaba por estas fechas, cuales eran nuestros principales anhelos.

Como la inmensa mayoría de los que sois asiduos lectores de este blog sabéis de los cinco años que pasé trabajando  en la finca de La Calera (perdón por lo de "inmensa" y a la vez "mayoría"), desde los quince a los diecinueve, pasábamos a veces cuando menos quince o veinte días sin ir siquiera por el pueblo. De los ocho o diez que solíamos estar trabajando fuera de la recolección de la aceituna, cinco o seis éramos solteros y casi de idénticas edades.

El no va más de nuestras ensoñaciones durante todo el año, era la llegada de  la "faneguería", como solía denominarse al conjunto de las personas que componían, cuantos se iban a dedicar a los distintos trabajos relacionados con la faena, cuyo mayor contingente lo formaban los vareadores y recogedoras del fruto, siendo éstos alrededor de las cien, de los cuales casi el doble lo eran mujeres, dado a que se consideraba una pareja de recogedoras por un vareador. De esas aproximadas setenta mujeres, también la mayoría solían ser jóvenes y solteras.

Como el inicio de la temporada solía ser casi todos los años en la primera decena del mes de diciembre, por estas fechas, como cité anteriormente, ya íbamos contando los días que faltaban para ello, y que cada jornada nos parecía una eternidad. ¿Pero qué era lo que tanta ilusión nos hacía que llegara ese momento del inicio de la recolección de la cosecha? Nada más y nada menos el que cada noche se celebraba baile después de la cena, y que en los días laborables lo era hasta las once de la noche y los domingos y festivos, hasta las doce, en que el manijero principal, que solía ser el que mandaba los vareadores,  pese a que el número de personas a las cuales dirigía era muy inferior al de las mujeres, en que daba la voz de  ¡termina el baile!

¿Y solo eso despertaba en nosotros semejantes ensoñaciones?

Pues sí, y posiblemente si algún joven de hoy que pudiera leer esto, ni siquiera podría imaginar que ello sucediera. Pero las personas somos lo que las épocas en las que no ha tocado vivir nos llevaban sin remedio a tales apetencias. Pero si además de poder bailar todas las noches con mujeres jóvenes, que como he dejado dicho antes se nos pasaban semanas enteras sin siquiera verlas, pues en todo el cortijo el resto del año fuera de la temporada de la recolección, solo había una mujer y era la esposa del casero, que casi seguro cuando salíamos para el trabajo incluso hasta se hallaba durmiendo, y cuando regresábamos de la jornada, habíamos de entregarnos a prepararnos la cena, con la agravante de que pocos elementos teníamos para ello, y tras una pequeña charla con los compañeros había que irse a la cama, porque tan pronto asomaban las primeras claras del día había que levantarse, y de ahí mi entrada anterior de haber contemplado infinidad de amaneceres. Por otra parte, cuando son tantas las carencias que se tienen, el mero hecho de escuchar los rasgueos de una guitarra tañida con más o menos soltura, y poder bailar, agarrado por supuesto como siempre se hacían los bailes de entonces, lo que visto desde las perspectiva de estos catorce años del ya siglo XXI, incluso a mí mismo me cueste trabajo el poder digerir como aquellas simplezas puedan parecer hoy, nos llevaban a sentirnos plenamente gratificados. Y si además, como me sucedió en la ultima temporada que pasé allí, que me eché novia, el primer amor de mi vida, guardo de ello, uno de los recuerdos mas entrañables de aquella lejana juventud. Lo que no podría decir, es si los jóvenes de hoy en su forma de relacionarse con las mujeres, y que se llaman novias a algo tan diferente a lo que entonces decíamos eran eso, pero no estoy por aceptar que para ellos hoy sientan la ilusión y la pasión en esos menesteres superior a la nuestra, pero ya lo he dicho antes, las personas somos la consecuencia de nuestras épocas y que nos vienen impuestas por las circunstancias del paso de los años. El mero hecho de besar a una novia, en mis tiempos, había que hacerlo en la más extricta intimidad, ni siquiera delante de una amiga o amigo, podía llegarse a tal evento. Pero cuando se presentaba la oportunidad, se realizaba con el apasionamiento propio del deseo contenido, y se consideraba un acto tan sublime, del que hoy solo es un remedo de aquellos besos.

Perdonar que traiga hoy a este blog, lo que sin duda a quienes tenga menos de sesenta años por ejemplo, les parezca además de ridículo una cuestión demasiado rancia, pero como yo así lo viví, y así lo mantengo en el recuerdo, así lo cuento.

Hasta la próxima entrada.

jueves, 30 de octubre de 2014

La belleza de las amanecidas

Amanecer: sombra proyectada por el Padre Teide sobre el Océano Atlántico y la isla de La Gomera


Todas aquellas personas que me conocen, saben que tengo, no se si la manía de madrugar, aunque ciertamente así es. También mi gran amiga Carmen, suele decirme con frecuencia que soy "mu pensaor", creo que se debe a que pienso mucho, y si es por estar siempre pensando, también acepto que eso me diga.

Bueno ya os estaréis preguntando a que viene todo esto y quizás no os falte razón y que a lo mejor he comenzado la casa por el tejado, así que vamos a poner orden en la materia.


Amanecer: estación de guaguas de Las Palmas de Gran Canaria

Esta mañana, como todas las mañanas, salvo raras excepciones, me levanté bastante antes de que las claras del día alumbren la tierra, (me refiero claro, a Málaga, donde estoy).  Inmediatamente después de echarme fuera de la cama procedo a poner el balcón y todas las ventanas de la casa de par en par a fin de que se ventile. Suelo hacerlo con frecuencia y esta mañana también, de asomarme por la ventana de mi dormitorio para observar  como está el cielo sin duda para ver si está o no cubierto de nubes que amenacen lluvia, que como sabéis, en reciente entrada ya manifesté cuanto me place el ver llover. Pero no, esta mañana estaba el cielo totalmente raso, sin que ni una pequeña nube se hallaba cuando menos por el punto donde yo tenía dirigida la vista. Por el contrario si percibí que las primeras claras del día comenzaban a mostrarse por el oriente. Permanecí por espacio de quizá algún minuto contemplando ese detalle, y lo primero que se me vino a  la mente, fue el de dar gracias a Dios porque me permitía permanecer en la vida otra amanecida más.


Amanecer: Playa de la Misericordia (Málaga)

Sentado en la cama y quizá dando la razón a Carmen, pensaba en las muchas, muchas, muchas amanecidas que he contemplado a lo largo de mi vida, y el hacerlo desde que asoman los primeros vestigios de la aurora, como esta mañana, hasta que los rayos del sol, que como diría Cervantes en la primera salida de Don Quijote, no puede ser mas poética, y que quiero recordar, era poco mas o menos, así: "Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra, las doradas hebras de sus hermosos cabellos...". Muy particularmente pude embelesarme en más de una ocasión, cuando caminando y precisamente con rumbo de oeste a este, y comenzado cuando aún todavía el cielo estaba preñado de estrellas e igual se veía al uno y el otro lado opuesto del recorrido del astro rey, sin ninguna señal de que estuviera a punto de llegar el momento de cuando yo lo contemplé esta mañana, nada en la vida hay tan gratificante y que mas profundo llegue hasta las propias entrañas del alma, el poder observar ese tiempo, quizá puede durar cerca de una hora, pero aún, a como cito que Cervantes contaba como era la salida del sol, nunca creo haya habido, ni seguro podrá haberlo, persona que pueda describir tanta belleza, tal se produce a diario por la propia naturaleza, si el horizonte no se halla cubierto de nubes. Pues y como apuntaba antes, cuando en bastantes ocasiones yo me dirigía de mi pueblo a mi lugar de trabaja, distante unos diez o doce kilómetros de distancia, siguiendo siempre el camino de oeste a este,  comenzaba con todo el firmamento empedrado de estrellas, luego empezaba a dar señales la venida de la aurora, los pájaros desde sus lugares de pernocte comenzaban con sus trinos y algarabías, sin duda como dando muestras de alegría, como yo esta mañana, de dar gracias a Dios por permitirle estar vivos un día más, hasta que los primeros rayos de sol comenzaban a calarse a través de las verdes hojas de los olivos, como indicaba anteriormente, eso solo es obra de Dios, y Dios es inalcanzable. Ese efecto que me producía el extasiarme ante tanta belleza, me llevaba a pasar el día de un talante tan optimista, que ni siquiera el sacrificio del trabajo a realizar durante una larga jornada, conseguía hacer mella en mi estado de ánimo.


Amanecer: aterrizaje en el aeropuerto de Gran Canaria

A lo largo de mi ya larga vida, he tenido la suerte de contemplar verdaderas obras de arte, tanto en el orden pictórico, musical, la escultura, de las letras y otras, realizadas por personas, pero confieso, que el efecto que en mi producía, un solo amanecer que incluso hasta en mi busca venía, no lo ha conseguido ninguna de esas maravillas, porque también no tengo más remedio que reconocer que lo son, y lamento el no haber sido dotado con alguna de esas facultades para que cuando menos, dejar algo de cierta importancia para la posteridad, pero eso lo consiguen solo los elegidos, y estos pocos lo fueron, lo son y lo seguirán siendo.

Posiblemente no todas las personas conseguirán entusiasmarse al igual y el porque a mi me sucede, pero creo que cada ser somos un mundo y yo lo soy así.

Hasta la próxima entrada que ya veremos por donde desbarro.

viernes, 24 de octubre de 2014

Festividad de San Rafael Arcángel

Triunfo de San Rafael de la Puerta del Puente (Córdoba)

La festividad de San Rafael Arcángel, que hasta hace varios años se celebraba en el día de hoy, 24 de octubre, y que la Iglesia reunió la de los tres Arcángeles en el 29 de septiembre. Por cuanto a la ciudad de Córdoba, que es su patrón, e igualmente sucede en mi pueblo, se sigue celebrando como siempre se había hecho, y claro yo como buen villaharteño y cordobés, me llamo Rafael y por tanto hoy es mi onomástica.


Aunque hace algunos años hice la entrada en este blog y así lo hice constar, pero vuelvo a repetirlo y lo hago en memoria y recuerdo de mis padres, hoy hace 68 años recibía la primera felicitación escrita en toda mi vida, y que consistía en una postal con la imagen de San Rafael, escrita por mi madre en el reverso en la que me deseaba felicidades, y enviada hasta Sevilla donde me encontraba realizando el servicio militar. Aún el tiempo transcurrido, conservo dicha postal. Volviendo la vista atrás recuerdo a mis padres como eran entonces y siento cierta emoción al traerlos así a la memoria, y siempre y seguro hasta el fin de mis días, pocos son los que pasaron y seguirán pasando sin que pasen por mis recordaciones. Como podréis observar en la dedicatoria escrita por mi madre, la ortografía no era para ella una preocupación, claro vino al mundo tres años antes de terminar el siglo XIX,  cuando el analfabetismo era casi general en las clases trabajadoras, y en cuanto a ello, puedo decir que hasta mis cuatro abuelos, sabían leer y escribir. Pero en la citada dedicatoria hecha por mi madre, venía su propio corazón y que solo con echarme sus letras a la vista me llegaron al alma, y aun hoy, lo siguen haciendo.



Baste por hoy, y como digo sirva esta entrada como homenaje y recuerdo a mis padres, y como no, también a mis tres hermanos, que seguro ellos allá en cielo, estarán festejando su particular San Rafael.


Hasta la próxima entrada.

lunes, 20 de octubre de 2014

La bellota y el hurto famélico


Por el nombre dado a la entrada de hoy, veréis que he vuelto por mis fueros, o sea como la cabra, que siempre tira al monte. Pues así es... Vamos a ello.

Comenzaré diciendo que la bellota es el fruto de varias especies de árboles, tales como la encina, la coscoja, el quejigo y el alcornoque, que yo recuerde ahora, aunque el fruto de cada uno de ellos es diferente en sus cualidades, aunque muy semejantes en su forma, siendo la principal y mas conocida, el fruto de la encina, y es a esta a la que me voy a referir principalmente, y también por otro motivo sin duda menos trascendente, a la de la coscoja, pero que también tuvieron su porqué en un momento, aunque en escaso tiempo e importancia en cuanto a mi vida.

Por las fechas en que nos hallamos en que ya habrá comenzado sin duda la maduración de la bellota de las encinas, al igual que las demás, diré en primer lugar que ello fue la causa en que yo hube de abandonar mi primer trabajo en el campo, como porquero, cuando contaba diez años de edad, y que ya he citado en varias ocasiones, debido a que al comenzar la montanera en el cebo de los cerdos para las matanzas, y para ello se precisaba el vareo del fruto de las encinas, cosa que yo por razones obvias con mi edad no podía hacerlo, tuve que cesar en mi cometido y fui sustituido por un hombre adulto.

Por otra parte, como las faenas en el campo por estas fechas era bastante escaso, me refiero a mi infancia y juventud, la mayoría de los hombres que se encontraban en el paro, y alguna que otra mujer también, procedían al hurto de dicho fruto en los extensos encinares que por el sur y la parte occidental de mi pueblo había, y los sigue habiendo. Tan necesario se hacía dicho menester, que incluso no estaba mal visto por nadie e incluso muchos eran los vecinos del pueblo que teniendo cerdos en sus casas y cebándolos para la futura matanza, procedían a la compra de dicho fruto, cuestión que todo el mundo conocía. Como no, yo también en alguna que otra ocasión, salí al campo con el mismo propósito, y recuerdo que mas de una vez vendí el fruto recolectado al propio alcalde del pueblo, que por cierto era primo hermano de mi padre.

Uno de los puntos donde mas solía irse a hurtar las bellotas, era a los encinares de una finca denominada "Peñas Blancas", que había puntos que distaban por lo menos cinco o seis kilómetros del caserío, por ejemplo uno que le llamaban "El Ronquillo", siendo el guarda un señor ya metido en años, llamado Rufino y aunque tenía su domicilio en el mismo pueblo, y tan inmenso era el terreno a guardar, que situándote un tanto retirado de los caminos, era seguro que pasabas totalmente desapercibido y los cuando menos treinta kilos de bellotas conseguías coger en dos o tres horas, aunque eso si, luego llevarlos a cuestas hasta el pueblo para su venta. Cuando menos el jornal bien servido se sacaba y rara vez era alguien sorprendido por la Guardia Civil, que decomisándole el fruto que entregaban a los dueños o sus representantes, lo denunciaban por "hurto de frutos del campo", que el juez de paz, que siempre era un vecino del pueblo, solía imponer multas de cantidades escasísimas, y que posiblemente él, en alguna ocasión lo había hecho también. A esta clase de hurto, se le denominaba "hurto famélico", que resultaba ser se hacía por pura necesidad para comer.

Con el fruto de la encina no se hacía como en el del olivo, que no solía recogerse y generalmente, aparte de lo que se vareaba para los cerdos en la montanera, solía quedar en los campos y servía de alimento para otras clases de ganado, como las cabras y las ovejas, y también para otros animales salvajes, como los jabalíes. Como digo, incluso los propios propietarios de los encinares, salvo los de escasa importancia, que les servía para el propio cebo de sus animales, no se le daba mucha importancia ni se imponían grandes medidas para evitar el hurto de los mismos.

Durante la Guerra Civil y el tiempo que estuvimos exiliados, precisamente por el Valle de los Pedroches, donde existen sin duda una de las mejores dehesas de encinar de España, y que pasamos precisamente tres otoños, los de los años 1936, 37 y 38, además de que servía para alimentar el ganado que poseíamos de cabras y caballerías, y que libremente llevabámos a pastar donde nos parecía, también nos servía de almuerzo, y en hogueras que hacíamos, a la vez que para calentarnos, también servían para asar las bellotas, que resultaban ser un exquisito manjar, primero porque realmente estaban buenas, y segundo por que era lo único que podíamos llevar a la boca hasta el regreso al cortijo poco antes del anochecer y de donde habíamos salido tan pronto hecho el desayuno. Alguien dijo en alguna ocasión, y es cierto, que para la supervivencia, no es mucho lo que se precisa. De este aserto, puedo dar fe.

Por cuanto a lo de las bellotas de coscoja, que son de un color castaño más oscuro que las de las encinas, de un paladar casi desagradable, pero tienen una cascara mucho más fuerte que el de las bellotas de encina, los recogedores de aceitunas, como los dedos índices de cada mano eran los que principalmente se utilizan para recoger el fruto del suelo y pasarlo a la palma de la mano, el roce permanente de dichos dedos con el suelo había que preservarlos a fin de no terminar haciendo desaparecer, primero la uña y luego las propias yemas de los dedos sangrando, por lo que solíamos utilizar como dediles, además de baratos, las bellotas de coscoja que una vez sacado el fruto de la cascara, y buscando las que mejor se adaptara al grosor del dedo de cada cual, daban un resultado maravilloso, ya que eran las propias cascaras de la bellota, que ya he apuntado  bastantes duras, las que sufrían el desgaste por el contacto con la tierra, yendo siempre provistos de las correspondientes reservas, para en caso de rotura o desgaste del dedil que tenías colocado, sustituirlo por otro que en un santiamén se preparaba.

Ah, y en la mayoría de las casas del pueblo, solían guardarse bellotas, siempre de las encinas que se conocían eran las que tenían el fruto más dulce, y que una vez secas incluso, resultaban riquísimas al paladar y hasta para la merienda de la tarde, solían sustituir al chocolate, que no se tenía, para comer algo, entre el almuerzo y la cena.

Por estas fechas también madura la castaña, pero en mi pueblo solo en las sierras de la Chimorra, a no menos de quince kilómetros del pueblo, había unos cuantos castaños, pocos,  y las bellotas las teníamos a las puertas de la casa.

Como podréis observar y como citaba anteriormente, para la supervivencia, con poco se soluciona. La bellota tenía, como suele pasar con la algarroba, que comiendo con exceso, extriñe un tanto su ingestión.

Hasta la próxima que ya veremos que da el tiempo para esa fecha.

lunes, 13 de octubre de 2014

Volviendo la vista atrás, muy atrás

Puerto de Málaga

Hoy en esta sosegada jornada tras la festividad de la Virgen del Pilar, Patrona de la Guardia Civil, aunque ayer por motivo de la lluvia, se nos frustró la intención que teníamos de asistir cuando menos a la celebración de la Santa Misa, no así a la representación de una de mis zarzuelas favoritas, como es "La Boda de Luis Alonso", cuya música de su intermedio, como creo he hecho constar en un comentario en el Facebook, muchas veces he tatareado, sin nada que lo impida, trayendo a mi mente pasados y lejanos recuerdos, hoy se cumple un aniversario con relación a  mi vida en el Cuerpo.

Tal día como hoy, pero de hace sesenta y tres años, o sea el 13 de octubre de 1951, prestaba mi primer servicio en el Puesto de la Aduana, donde causaba alta en la revista del citado mes, procedente del de Torrelasal, ya desaparecido, como otros mucho más, que se hallaba, en una edificación totalmente aislada, en la costa cerca de la barriada de Sabinillas.

Aunque podía haberlo hecho cinco días después, quizá por esa tendencia mía a madrugar, o adelantar el tiempo a lo que estaba previsto, aquella mañana verificaba mi presentación ante el Brigada Comandante de puesto. Era sábado, día en que se verificaban los cambios de turno en los servicios de línea diurno y nocturno, y aunque los relevos lo eran a las catorce horas, yo realicé mi presentación sobre las diez de la mañana, comunicándome que me pasaba al turno de la noche.

Momentos antes de las veinte horas de aquel sábado y previo el sorteo correspondiente, me tocó prestarlo en el punto de entrada al recinto portuario por el Puente de Hierro, por el que pasaban y creo lo siguen  haciendo, las vías del ferrocarril y que además de los trenes de mercancías, igualmente lo hacía el tren de suburbanos, que partiendo de Málaga llegaba hasta la localidad de Coín. Así mismo existía un pasadizo para la entrada de personal, donde había de permanecer por espacio de nada más, y nada menos que doce horas.

Si atrás dejaba el servicio en la costa por aproximadamente igual número de horas, desde antes del anochecido hasta después del amanecido, como estaba estipulado, cuando menos se hacía en pareja, se tenía con quien charlar, y aunque estaba prohibido, mientras uno vigilaba, otro daba una cabezadita de dos horas, que algunas noches se llegaba hasta dar dos de ellas, con lo que se pasaba la noche mucho mas distraído. Pero doce horas completamente solo, sin más distracción que cuando algún superior llegaba a vigilarte el servicio, y las buenas noches o buenos días que te eran dados, no siempre, por los pescadores que entraban y salían de sus trabajos o para la compra de pescado en las subastas que se hacían en el sector de la pescadería, con ese lentísimo pasar de las horas, fumando cigarro tras cigarro y consultando el reloj de vez en cuando, que parecía haberse detenido el paso del tiempo, aquello eran noches interminables, como reza el dicho, "una noche toledana". Pero no quedaba ahí la cosa, si no que una vez eras relevado a las ocho de la mañana, tenías que trasladarte al local de la Aduana, donde había que prestar el servicio de reconocimiento de equipajes y viajeros a los que llegaban procedentes de Melilla, que estaba previsto para la hora citada.

Aquella mañana, ya del día catorce, recibía una gran ilusión cuando al llegar al punto donde el barco de la compañía Transmediterránea, uno de los dos que hacían dicho servicio, se hallaba atracado y que lo era el denominado "Vicente Puchol". en el que mi padre cuando hizo el servicio militar en dicha plaza, me contaba era uno de los que utilizaba para ir y venir de dicha ciudad, esto en los años 1919- 20- 21, precisamente cuando la llamada "Guerra de Melilla". Aún  el referido barco permanecía prestando sus servicios en la misma ruta. Creo sería allá por los últimos años de la década de los  sesenta, del pasado siglo, a un nuevo barco le volvieron a poner el mismo nombre y que el primero posiblemente hubiere pasado, merecidamente por su antigüedad, al desgüace. Entonces, y aún hoy, el traer este hecho al recuerdo, me transporta hasta aquellos  lejanos relatos que mi progenitor me hacía cuando era todavía muy niño, pero que llevaré en el recuerdo mientras viva.

Aún cuando esta modalidad de servicio, entre las diferentes que se prestaban en el mismo Puesto de Aduana, todas las demás mucho mas llevaderas que la citada y que se practicaba por los recién incorporados por espacio de un mes aproximadamente, el que yo pidiera mi traslado hasta Málaga, lo era con la esperanza,  primero  salir de aquella ausencia de trato con las personas, excepto las de las familias de los compañeros del puesto a la que estábamos sometidos, cuando contaba veintiséis años de edad, y aunque tuve la oportunidad de echarme una novia, a la que conocí por que circunstancialmente había ido a visitar a unos familiares que vivían en un cortijo en los confines de la demarcación del Puesto de Torrelasal, pero que hubo de volver a su pueblo, también me llevó a ello, la esperanza de poder alcanzar algún destino que no lo fuera el rutinario servicio de la vigilancia que había practicado desde que ingresé en el Cuerpo. Y tales eran mis esperanzas, mes y medio después de mi llegada a Málaga, conseguía mi pase como mecanógrafo a las oficinas del Tercio, donde daba el comienzo de mi dicha, por el resto de los treinta años siguientes de mi permanencia en la Guardia Civil, y por ende, igualmente me llegó lo que fue mi vida personal y de ello, la familiar. La dicha que buscaba quizá en ensoñaciones despierto, se cumplió mucho más allá de lo deseado. Sin duda, uno de los hechos mas trascendentales de mi vida, fue la petición de aquel destino, primero la solicitud del examen que para el mismo se requería y luego mi pase, al que hoy se han cumplido SESENTA Y TRES AÑOS, y que bendito sea el momento en que decidí hacerlo. Muchas veces el destino en la vida de las personas, pende de las decisiones que a lo mejor por "ver", sueles tomar. Eso sí, miro hacia atrás y ya ha transcurrido toda una vida desde mi primer servicio en el Puente de Hierro, que sobre la próxima desembocadura del río Guadalmedina en el mar, une las dos orillas del mismo, con el Puerto de Málaga.

Bueno, como veréis, esta vez me he pasado del campo a las orillas del mar. Hasta la próxima, que no me alcanza de lo que trataré.

martes, 7 de octubre de 2014

Estampas de la vida en el campo

Un campo cualquiera,,,
Valle Gran Rey, isla de La Gomera, Santa Cruz de Tenerife

Sin que falta me haga para ello, pero siendo un tanto empujado para que lo haga, hoy vuelvo a mis raíces y voy a escribir sobre la vida en el campo.

Hoy quiero dar mi total aprobación, a ese dicho, en verso, de que "nada en el mundo señores, nunca es verdad ni mentira, si no todo es del color, del cristal con que se mira", y aquí me incluyo para decir, que yo las cosas y la vida del campo las he visto siempre en color de rosa, que suele hacerse cuando es en sentido positivo.

Me vienen al recuerdo estampas que solían darse con mucha frecuencia de las gentes del campo cuando por parajes de por sí solitarios caminaban hacia sus lugares de trabajo o a sus viviendas que lo estaban en despoblados, al punto de que en algunos kilómetros a la redonda, solo existían los pájaros y los animales salvajes y allá a lo lejos se divisaba el simple habitáculo de su vecino mas próximo, aunque se le llamara cortijo. Si cuando a lomos de la caballería que lo transportaba, sumido en quien sabe Dios iba cavilando, se cruzaba de buenas a primeras con otro, cabalgando sobre otra acémila, que a lo mejor iba al pueblo para proveerse de cualesquiera de las necesidades que en su humilde morada precisara, para ambos suponía una alegría de tropezarse con otro ser humano por aquellos descampados. Tanto si eran conocidos y llevaban cierto tiempo sin verse,  como si en la vida lo hubieren hecho, sin que norma hubiere establecida para ello, en la mayoría de los casos y como si fuere un acto de cortesía hacía su prójimo, ambos detenían sus caballerías, se daban los buenos días o tardes, según procediera, y mútuamente se preguntaban por la salud y la de su familia, como se presentaba la cosecha, quizá la falta que hacía de que cayera la lluvia y todo cuanto a su vida en el campo era, a la par que uno de ellos, sacando su petaca del bolsillo, recipiente donde se echaba el tabaco suelto, la ofrecía al encontrado, y con ese rito pausado y ceremonioso que el caso merecía, procedían a liar su cigarrillo a la par que no dejaban de charlar entre ellos. Como no, y si ambos eran jóvenes y en edad de ello estaban, nunca podían faltar las alusiones a las novias, bien que ya la tuvieran o lo estuvieran en ciernes.

Las propias caballerías, se olisqueaban la una a la otra como queriendo emular a sus amos y a lo mejor, quien sabe, si en su forma de comunicarse también se hacían sus preguntas de que tal la trataban o de alegrarse  de haberse conocido, si no lo habían hecho antes, como lo estarían haciendo sus cabalgantes, si ello mismo le sucedía. Si el caso se daba de que otro caminanate, a lomos de otra caballería o incluso a pie, pasaba por el lugar, se unía a la tertulia, y como las prisas en el campo y en aquellos tiempos en que yo vivía del mismo o en el mismo, no existían, allí permanecían largos minutos y que para ellos suponía un rato de expansión, y como no, de gozo. El murmullo de las voces de los contertulios y quizá el relincho o rebuzno de alguno de los semovientes, eran lo único que se percibía en el inmenso silencio de aquellos campos, aunque de vez en vez solían escucharse el canto de una oropéndola, de un jilguero, o el arrullo de una paloma o una tórtola, pero la inmensidad de aquellos cielos nítidos que libres de toda polución estaban, todo aquel conjunto que en aquel mínimo de hombres estaba reunido y una o mas caballerías, y efectos especiales del sonido de los cantos de los pájaros, componían una de las sinfonías y sentimiento poético que de mayor deleite pueda darse.

Cierta nostalgia siento al traer al recuerdo cuando algún caso semejante al relatado se me dio, cuando por aquellas veredas que me llevaban hasta mi lugar de trabajo donde a lo mejor había de permanecer incluso semanas, o me volvía hasta el pueblo, eso sí, una vez cumplida la jornada y con la obligación de volver para el inicio de la del siguiente día, pero no por ello lo echo de menos.

Sin lugar a dudas a otros seres, humanos, claro, tales eventos no le resultaran tan interesantes ni guarden de ellos el recuerdo que yo hago.

Hasta la próxima, que no lo será del campo, eso sí, no me provoquéis para que ello no lo haga.