martes, 31 de diciembre de 2013

En el umbral de 2014


Estamos a menos de seis horas de la entrada en el año de 2014. Con esta que se avecina, serán ya 89 veces las que he traspasado el umbral de la entrada en un nuevo año. Como es natural y así trayendo a la memoria los pasos de un año a otro, podrían ser ocho o nueve, los que no dejaron huella en mi recuerdo. Yo, y como seguro estoy en una de mis entradas en un pasado año, lo titulaba algo así como "Volver la esquina", o parecido, en la última de las que realicé en el que estaba a punto de terminar. 

Sigo pensando lo mismo. El transcurrir de los doce meses es como el transitar por una calle de trescientos sesenta y cinco espacios de distinto orden.

En cada uno de ellos, te vas dejando minúsculos jalones de lo que va siendo tu vida. Como es natural y como cito al principio,  estoy a punto de consumar el paso por ese día de San Silvestre y la entrada en el inmediato nacido Año Nuevo, nada menos que ochenta y nueve veces, cada hora de cada día de todos los que forman el conjunto de una anualidad, me son tan conocidos que no tengo por menos que sentir algo especial. Unos, los más, han ido dejando a lo largo de mi ya larga vida, sensaciones y hechos de los que no tengo por menos que dar gracias a Dios de que así lo hayan sido. Otros, los menos, infaustos acontecimientos, que por el contrario dejan huellas que te dejan herida el alma para el tiempo que te quede por seguir viviendo y cuya cicatrización no terminará jamás. Pero así es la vida. Ahora bien, por lo que a mi respecta y haciendo balance de todo ese acontecer, tengo un saldo positivo de lo que estoy seguro no todas las personas podrán hallar igual resultado.

Incluso estando ya "metidito en años", cuando tendía mis pensamientos hacia el futuro y pensaba en el año DOS MIL, se me ponía una muralla ante mí, que se me antojaba difícil de traspasar, dado a que en el mismo cumpliría los setenta cinco de edad. ¡Quién me lo iba a decir, que estamos a punto de terminar 2013, lo que cuando menos son trece años de propina que me encuentro! Pero no es que estén siendo hasta ahora esos añadidos, sino con la clase de vida que los estoy pasando, y a ello, no es que la acumulación de bienes materiales que haya ido atesorando sean su consecuencia, sino un tesoro de mucho mayor alcance, como son los afectivos, que es el verme rodeado de seres, que a la vez que los adoro, me dan todo cuanto es necesario y preciso para llevarte por esa etapa de la vida, que aun siendo como la llamada última, no se sabe hasta donde pueda llegar, pero  si es tan ilusionante, que a todos esos míos, a los que cito los adoro, ojalá, no cuando ya estén en ese tramo final de su existencia, si no en toda ella, le sea tan gozosa y de felicidad como la mía lo ha sido y lo esta siendo. En toda esa larga travesía de pasar veces y veces por los mismos meses, mismas semanas, mismo días, han ido quedando jalones de bienaventuranzas que ahí quedaran  vagando por toda la eternidad, y los "puntos negros" que por imperativo del paso del tiempo fueron señalando ese camino, no olvidarlos, porque eso no es posible, ni sería justo, sino aceptarlos como un designio de Dios y que a todos nos llevará hasta ese final. 

Quiero desear a todos cuantos tengan la osadía de entrar en este blog, un nuevo año 2014 lleno de felicidad y dicha para todos ellos y sus familias, y para todos los míos, llenarlos con este abrazo de agradecimiento por todo cuanto me están dando, y si vivir, de aquí en adelante lo sea como hasta ahora, que por mucho tiempo lo siga siendo.

Hasta la próxima entrada que ya lo será en el año que viene.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Navidad

Árbol de Navidad gigante en la Plaza de la Constitución (Málaga)
 
La fiesta de la Navidad ya está en el quicio de nuestras puertas. Para mí, siempre han sido las más celebradas de todo el año. 
  
La Navidad nos lleva en primer lugar a traernos al recuerdo aquellos seres que perdimos para siempre. A disfrutar por la convivencia con los que aún continuamos por este valle de lágrimas. A pensar en los amigos o conocidos, de los que a lo mejor a lo largo del año ni siquiera los hemos recordado una sola vez. Y como no, también el pensar en aquellas Navidades de las que nos dejaron  huella, bien por su bienaventuranza, o por el contrario de esas que siempre hemos procurado dejar abandonadas en las cunetas del olvido. Hoy, voy a ceñirme a una de las que sin duda dejaron en mí un triste recuerdo, al tratarse de las incluídas en este último apartado, además de que tampoco otra lo fue incluso de peores consecuencias. Fue lo siguiente, y creo en otras entradas he tratado sobre ello, y en mis memorias lo relaté con todo detalle.

 Era la Nochebuena de 1950. Del fusil de un compañero se "escapó" un tiro que vino a atravesar la rodilla de mi pierna derecha. En la mañana del día de Navidad, era ingresado en el Hospital Militar de esta capital. Mi deseo lo fue el que la noticia no llegara a ser conocida por mis padres, por lo que ni yo particularmente, ni por parte del Cuerpo, se le diera noticia de ello. Solo me movía el evitarles un sufrimiento de lo que ya no tenía remedio. aparte del sacrificio que en aquellos momentos les hubiere supuesto su traslado y  estancia en Málaga.

Durante  las fiestas de aquel año, familiares y amigos de todos los enfermos que compartían conmigo la Sala de Cirugía de dicho Centro, recibían sus visitas, con los que incluso pasaban  horas de charla, sus caricias, sus cuidados, aparte de que algún que otro presente les era entregado. Ni una sola persona, se dignó siquiera acercarse a mi lecho y preguntarme que motivo o causa me tenía allí, ni como me encontraba. Se me encogía el corazón de sentirme totalmente olvidado en el rincón de aquella cama, la número dos por cierto de la Sala, sin que una mano amorosa  me hiciera caricia alguna, ni de sus labios recibiera un solo beso. En su contra, me compensaba el sufrimiento que evité a mis padres, de haber tenido conocimiento de mi sucedido. Creo fue Cervantes quien dijo que "en la adversidad se forjan los grandes corazones". En mi caso, no se si eso lo fue así, pero sí me llevó a la conclusión, de que nada en el mundo alivia tanto un sentimiento, como el mimo, una caricia, un beso de un ser querido, con la añadidura, de que a ello se le dá el valor y la importancia, que quién no se haya visto en la situación por la que yo pasé aquellas Navidades, pueda darle. Lo duro de la situación por la que hube de pasar, contra la dolorosa huella que te deja, tienes la compensación de valorar en su justo término, el que como en estas Fiestas, si Dios quiere, he de gozar de todos esos seres por los que me siento arropado y pasaremos en compañía.   

De aquellas Navidades y de las últimas en que mi mujer y en grave estado de salud pasó en este mundo, tristes recuerdos me quedan, pero antes de lo de estas últimas de las que hago mención y de todas las demás posteriores a ellas, lo fueron, y lo estan siendo de tanta dicha, que pido a Dios así lo sean hasta tanto, por imperativo del paso de los años algún hecho pueda truncar el que asi lo sigan siendo.

Con esta mi entrada, quiero dejar un sentido recuerdo para aquellos que nos dejaron, (que descansen en paz), y para los seres a los que adoro, para todos mis famuiliares, mis amigos, y aquellos a quienes tienen la osadía de entrar en este blog, desearles unas felices fiestas navideñas y un venturoso 2014, y que al final del mismo, pueda como hoy, deseárselo como lo hago en esta fecha.

Hasta la próxima entrada.

jueves, 12 de diciembre de 2013

El Maratón


Saltándome un tanto la norma de lo que hasta aquí había venido siendo lo normal para plasmarlo en las entradas en este blog, como eran mis recuerdos de algo pasado ya hace años, hoy voy a tratar de un acto, que no por su importancia en sí, si no por las circunstancias que en ello se han dado, en cuanto a mi persona afecta, me voy a referir al maratón celebrado el pasado domingo aquí en Málaga. Pero no es el maratón propiamente dicho, como cito anteriormente lo que me da pábulo a esta entrada, sino algunos de los que tomaron parte en su ejecución y sus acompañantes.

Pues vamos allá. Desde Zaragoza llegaron hasta Málaga, algunos de ellos para tomar parte en la competición deportiva, cuatro matrimonios compuestos por Luis-Mar; Juan Manuel-Isabel; Fernan-Miriam, y mi hijo José Carlos, con su mujer Estrella. Perdonénme las señoras de que al enumerarlos lo haya hecho colocando primero el nombre de los maridos, pero es que como en lo que fue el inicio de todos mis conocimientos, así solía hacerse, tan enquistadas tengo aquellas enseñanzas, que cuando he querido darme cuenta, así me ha salido, y ya que está escrito, para que vamos a enmendarlo. Como quiera que los amigos de mis hijos, los considero mis amigos, y los tres primeros matrimonios citados, forman parte del circulo de amistades de mi hijo también mencionado, ya forman parte igualmente de mis amigos. Creo que tomaron parte en el evento deportivo, Miriam, Fernán, Juan Manuel y Luis. Sus resultados en cuanto a la prueba atlética no es que fueran para pasar a la historia del deporte, aunque ya el correr algo mas de cuarenta y dos kilómetros, merecen el mayor respeto y admiración, pero a lo que digo, quedaron todos ellos algo lejos de la subida al podio.


Ahora bien, todo de cuanto pudiera faltarles a los que tomaron parte en la competición para alcanzar sus glorias deportivas, tanto los que lo hicieron, como mi hijo como entrenador de la mayoría de los que compitieron, como el resto de ellos, creo se hicieron merecedores de LA MEDALLA DE ORO, en pasarlo bien y a gusto, aquí en nuestra querida Málaga. En las escasas horas en que yo tuve la dicha de acompañarlos, como lo fue en la comida y sobremesa una vez terminada la competición, pude observar como un grupo de amigos que como tales se consideran, lo mas sanamente que puede hacerse, disfrutan y gozan de todo cuanto en ese instante estén involucrados. Me consta, se han llevado un grato recuerdo de nuestra Málaga, que tan acogedoramente sabe hacerlo con toda persona sea de cualquier parte del mundo, y como no lo iba a hacer con ese grupo de maños encantandores, que ya por el mero hecho de serlo, son merecedores de los mayores honores.

Queridos tres matrimonios citados al principio: sois amigos de mi hijo y de su mujer, pero aquí habéis dejado otro a los que os pido me consideréis también como tal, y ojalá no sea la última vez que vengáis por esta bendita tierra a la que yo tanto debo, y con toda naturalidad sabe acoger a todos cuantos se dignen venir a ella.


Algunas fotografías de los componentes de los visitantes a esta ciudad con motivo del maratón del domingo, se las envío a mi editor, que seguro con la sapiencia de que esta dotado sabrá colocar en el sitio en que corresponda.    
      
Hasta la próxima, que seguro volveré por mis costumbres.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Santa Bárbara. Patrona de los Mineros y del Arma de Artillería




Creo que fue tal día como hoy pero de hace dos o tres años, traje a la entrada de este Blog la festividad de Santa Barbara, cuya celebración la realiza la Iglesia Católica en esta fecha. Como figura en el asunto de esta entrada, Santa Bárbara es la Patrona de los Mineros y del Arma de Artillería, y  la cual fue mi Patrona por ambos casos, de Minero y de Artillero.
  
Hoy, y por ese no se qué, que nos embarga a los "mayores", me he retrotraído en el tiempo casi setenta años atrás, y de nuevo me he encontrado cumpliendo el servicio militar allá en Sevilla. Cada vez que llegaba el Patrón o Patrona de algún Arma o Cuerpo del Ejército, incluso donde yo me encontraba en la Capitanía General, solíamos tener comida especial, y en los demás Regimientos o Unidades, solían  unirse, no como  los que celebraban la festividad de su Patrón o Patrona, pero sí a lo mejor adelantando el horario de la salida de paseo de la tropa. Y precisamente a esto es a lo que quiero referirme en la entrada de hoy.

Cada domingo, día festivo, y también en la celebración de sus patronos, las calles de Sevilla eran un inmenso hormiguero de soldados, yendo de unos puntos para otros, en los bares, o tascas para mejor decir, que eran los mas frecuentados por ellos, que digo yo, por nosotros, los cines y otros espectáculos, tales como el fútbol, en el que había entradas a precios especiales para los militares sin graduación. Y como quiera que entonces solo se libraban del servicio militar, los dados por inutilidad física, y los hijos de viuda, en cuyo hogar se hiciera necesario para la supervivencia el jornal del llamado a filas, cada reemplazo aportaba una cantidad ingente de reclutas, y si además, como cuando yo ingresé, que nos juntamos tres reemplazos, había soldados, no para inundar Sevilla como sucedía en las horas de paseo, si no que incluso eran empleados en infinidad de cuestiones, de lo que seguro hoy, incluso hace años, habrán desaparecido.  

En aquellos años, no solo los soldados que forzosamente habían de ir de uniforme, si no también, Suboficiales, Oficiales, Jefes, e incluso Generales, solían ir casi siempre de uniforme, y creo ello era el propio rescoldo que había dejado la guerra civil española. Así eran numerosos los militares que vistiendo sus respectivos uniformes paseaban por las ciudades, Se daba también el caso de que los coches oficiales, tanto de los Generales del Ejército o Guardia Civil, si no también de otros organismos del Estado, y hasta de la propia Iglesia, como digo los coches oficiales en los que viajara un alto cargo, llevaban en la parte delantera del automóvil, un banderín que indicaba el empleo o cargo a quien transportaba el vehículo, y estas enseñas, no solo eran empleadas en los actos oficiales, sino en cualquier momento en que el vehículo era ocupado por quién al que correspondía el banderín colocado. 

A este respecto quiero señalar, que el Cardenal Segura, de Sevilla, cada vez que salía utilizando el coche, llevaba colocado el banderín correspondiente, del que en las clases teóricas a los soldados, se les enseñaba el significado de cada banderín, y al que que había que saludar obligatoriamente, y que no se si sería cierto, o era la mala fama y concepto que los soldados tenían de él, que comentaban que en  alguna ocasión si el soldado no lo saludaba debidamente, en su propio coche lo llevaban al acuartelamiento más próximo para que lo corrigieran según la falta cometida. Circulaba una especie de acertijo que decía así: "¿En que se parece el coche del Cardenal Segura, a una aceituna ?", y la respuesta era que "llevaba el hueso dentro".

Esto del uso de los uniformes por parte de la mayoría de los militares, aun sin estar en actos de servicio, era general en todas las ciudades españolas, aunque en honor a la verdad, también el ir vistiendo el uniforme, les eximía de vestir el traje de paisano, que en no pocos casos,  posiblemente hasta carecieran de él.

Bueno me voy a licenciar, que ya hace mas de sesenta y cinco años que me concedieron el permiso ilimitado, que se transformó en el licenciamiento.

¡Cuan difícil resulta ver hoy un soldado paseando por la calle! Comparándolo con mis tiempos, como solemos decir los pasados en años, "¡cómo ha cambiado todo!".

Hasta la próxima entrada, que procuraré no sea de militares, que eso ya no está de moda, como entonces, si lo estaba.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Mantener el apego



Creo fue anteayer, mi hijo mayor me envió un correo en el que se acompañaban fotografías de diversos enseres, utensilios y cachivaches de todo aquello de lo que estuve rodeado durante mi infancia y juventud. Como en varias ocasiones ya he dejado constancia de ello, los "mayores" somos propicios a  sentir la nostalgia, no de lo que quizás fuera mejor que lo actual, sino aquello de lo que nos acompañó cuando el peso de los años no resultaba tan oneroso como lo es ahora. 

Pese a que hace poco tiempo en una de mis entradas creo traté algo con respecto a la mecanografía, o a las máquinas de escribir, y dado a que durante aproximadamente cincuenta años, me he visto obligado a utilizar para mi trabajo la citada máquina, precisamente eso y todo cuanto en su aplicación llevaba implícito, ha sido lo que mas profundo me ha llegado, al punto de que no he tenido reparo alguno en volver a tratarlo en este blog. Tal figura en el título de la presente, he sido y lo sigo siendo, en sentir cierto apego por las cosas que me han rodeado, cuyo sentimiento creo puede ser el equivalente al cariño que se llega a sentir hacia las personas con quien nos tratamos. Así, cuando en las muchas fotografías que he citado se acompañaban al correo citado en principio, además de otras muchas, me han hecho tilín, una máquina de escribir y una cinta bicolor para la misma.


Aunque así a bote pronto parezca que esa máquina, esa cinta, el también papel carbón que en la inmensa mayoría de las veces había que utilizarlo para sacar las oportunas copias de lo escrito, lo hemos estando usando hasta hace pocos días, el progreso  de la sociedad actual camina tan de prisa, que si miramos hacía atrás, todo ello parece quedarse allá en el confín de los tiempos pasados. Al traer hoy este tema a la palestra, y rebinando de como hoy, y a través del medio que me hallo uitilizando para confeccionar el texto de esta entrada contiene una cantidad de ventajas a como lo solíamos hacer con la que en su día pudo ser uno de los grandes adelantos, como lo fue la máquina de escribir, me ha venido al recuerdo, que durante varios años, estando yo destinado en la Mayoría del Tercio de la Guardia Civil aquí en Málaga, y que además de la Comandancia de esta provincia, pertenecía también la de Cádiz, precisamente en el Negociado, que no se porqué se le llamaba de "Extractos", que era, en el que se realizaba la petición de los sueldos y devengos mensualmente del personal que componían la unidad, por cierto con mas de cinco mil hombres, el mecanógrafo que había para todo ello, era yo. Entre otros documentos, tenía que hacer un estado nominal, en el que figuraban todos los Jefes y Oficiales, de ambas Comandancias, que creo estarían alrededor de los ciento cincuenta. Para ello utilizaba una máquina Underwood de carro de 140 espacios, papel doble folio, 16 casillas, y que en hacerlo por ambas caras, como era necesario dado el número de nombres que había que hacer constar, además de cuatro copias, se iban alrededor de las dos horas. No fue una sola vez, aunque sí cuando ya lo tenía terminado, tuve una equivocación, y la solución ya se sabe cual era, el de la papelera y vuelta a empezar.  ¡Que fácil solución hubiere tenido hoy, y lo cómodo y rápido de su rectificación! Pero así era, y que como he citado antes, utilizando tal método y herramienta de trabajo lo fue de unos cincuenta años, tan profunda huella suele dejar en el sentimientos de los seres humanos, cuando menos en mí lo han sido, que cuando repasando todas esas fotografías, en las que además de otras que también me han llegado al alma, ésta, de la que hoy he traído al blog, posiblemente haya sido la de mayor impacto.

La fotografía de una máquina "Underwood", aunque de carro mucho mas pequeño que la que yo utilizaba en las oficinas de Mayoría, otra de una cinta de máquina bicolor y un folio de papel carbón escaneado por ambas caras, le envío con esta fecha a mi editor, que espero tan pronto sus ocupaciones se lo permitan coloque  en el sitio que estime mas oportuno y su competencia crea conveniente.

   
Hasta la próxima entrada.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Zurcido, remiendo y zancajo



Antes de entrar en materia voy a hacer referencia a una anécdota, que no por lo lejos que está de este blog, tampoco lo puede estar más cerca. 

Resulta que el Ministro y Vicepresidente del Gobierno que lo fue con el Gobierno de Zapatero, Pedro Solbes, hace unos días ha presentado sus memorias, que por cierto están dando algo que hablar, y no ha tenido otro título que darle a las mismas, como ha sido el de "RECUERDOS". Nada más que comentar al respecto, si no decir que hasta un ex-Vicepresidente del Gobierno y ex-Ministro ha coincidido con la titulación de "Recuerdos" . Quién sabe si con el paso del tiempo yo copio de él, y cualquier día de estos llego a Ministro...
   
Dicho ésto, vamos al grano.

Quizá muchos de vosotros las tres palabrejas que figuran en mi titulación de la entrada hoy, pueda resultaros, sobre todo la última, tan desconocida como si fuera chino. Pero principalmente durante mi infancia y primera juventud, eran de uso cotidiano, y que por la pobreza que se arrastraba por la inmensa mayoría de las gentes estaban a la hora del día. Expliquémonos y por el orden en que figuran en el título.

  
Zurcido: consiste en coser el roto de una tela con puntadas y que la unión resulte disimulada, eso creo es la definición aproximada del diccionario de la Real Academia de la Lengua.

Remiendo: es reforzar el roto de una tela con un pedazo de otra igual o lo mas parecida posible a la de la rotura. Simplemente eso es el compendio de las primeras palabras que han dado origen a esta entrada.


Seguramente os preguntaréis el motivo de traerlo a esta entrada. Todo ello ha estado motivado para exponeros el modo y la forma en que la vida se hacía y llevaba, como he citado en mi infancia y bien entrada juventud.

    
En una proporción mucho mayor de lo que podais figuraros, en la vestimenta que a diario era usada por la mayoría de las gentes, y me voy a ceñir solo a mi pueblo, aunque creo podría hacerse extensivo a toda España, las prendas exteriores, rara era la que no llevara algun zurcido o remiendo, eso sí, unos, tan bien hechos que resultaba dificil poderlos apreciar si no te fijabas bien en ello; otros, bien por la impericia de la costurera o porque la aportación de la tela para cubrir el roto, fuera de tan poco parecido a la reparada, que no hacía falta acercarse a quien llevara la prenda remendada, para darse cuenta que asi lo era, aunque  tan frecuente era el vestir prendas con esas reparaciones, que nadie  sentía el menor reparo el salir así a la calle. 

Por ello, y sobre todo los pantalones que los hombres que trabajaban en el campo, los llevaban generalmente de pana, primero por lo resistenrte de dicha tela, como por los remiendos que les iban agregando a los rotos que se producían, creo había hombres que no mas de uno o dos pantalones para el trabajo utilizaban a lo largo de su vida. Eso sí, frecuente era el observar como muchos llevaban el pantalón con tantos remiendos y  poco se parecían los unos a los otros,  que creo resultaba dificil cual era la parte que correspondía al pantalón que estrenó en su día. A todo esto tengo que decir, que yo, en no pocas ocasiones, utilicé sobre todo pantalón con remiendos, pero al propio tiempo añado, que mi madre era una verdadera maestra en esos y otros muchos quehaceres de la casa, y que solian pasar los remiendos que ella hacía casi totalmente desapercibidos, aunque como he citado antes,  nadie sentía reparo alguno  en salir a la calle vistiéndolos.


Por último, llega el momento de decir lo que era un zancajo... Pues allá va
 
Zancajo: a parte de que creo es un hueso del pie, a la parte del calcetín, media o zapato correspondiente al talón, que presentaba un roto, pero, sobre todo cuando el roto lo era en el calcetín o la media, como eso no solia remendarse, salvo si era de escasa importancia, que entonces y utilizando un huevo de madera se metía en el calcetín o la media y con varias puntadas se arregalaba, había quien lo llevaba durante mas tiempo del que seguramente debía, pero ahí sí, no eran todas las personas que  se aventuraban a salir así a la calle, donde sobre todo a las mujeres era mas fácil ver la rotura, dado a que los hombres lo ocultaban mejor con el pantalón. A ellas, en las tertulias vecinales, cuando alguna vez salía a colación una mujer a la que era corriente ver con algun roto en sus medias, al final solian  recomendar con cierta mala uva, "mas vale que se quite los zancajos".  

Escasos recursos hubieren sido precisos para paliar aquellos rotos, pero mucho mas escasos eran los que se poseían.  Aquí me viene a la memoria aquella sentencia de mi paisano Séneca," para nuestras necesidades, lo poco es mucho, pero para nuestras ambiciones, lo mucho es poco·" ¡Con que poco se hubieren reparado la inmensa mayoría de aquellas carencia!


Como se verá la entrada de hoy, aporta poca alegría. En otras procuraré lo sean.


Hasta la próxima.

[Nota del editor: no es usted la única persona que ha tratado el tema de los remiendos y los zancajos. Para ello, puede hacerse clic AQUÍ y leer el blog http://sevillaymiscosas.blogspot.com.es/]

sábado, 16 de noviembre de 2013

Llegó el frío, pero no la lluvia


Quizá me halla sucedido a mí hoy, como dicen que suele pasarle a las personas que no tengan una estrecha amistad, que cuando no tienen, o no saben, otra cosa de la que hablar, lo hacen del tiempo.
   
Puede que sí, pero yo y sin que pueda quitarme de encima la huella que deja en las personas las vivencias y preocupaciones que les embargaba allá incluso en su niñez, pero sobre todo en su juventud, no he podido sustrarme a traer a la palestra, sobre todo la falta de lluvía, que cuando menos aquí por esta bendita Málaga tan de menos la estamos echando en este ya bien entrado otoño. Y como anteriormente cito, de que aún siendo todavía niño, le oía comentar a mis padres, cuando una sequía así de persistente se cernía sobre los campos, lo que suponía que las cosechas tanto de cereales como de aceituna para el año próximo serían escasas, mermando con ello la falta de jornales para los trabajadores, supondría una grave advesidad para quienes, como a mi propio padre le sucedía vivia de sus jornales en el campo. Esos mismos sentimientos llegaron a calar en mí tan pronto, y que con la edad de catorce años, llegué a engrosar las filas de los jornaleros agrícolas.

Algo extraño podrá parecer, pero puedo confirmar, que cuando menos yo, deseaba que  la meteorología fuera en todo tiempo lo mas beneficiosa posible para que el próximo año se transformara en grandes cosechas, con lo que como dejo dicho. el trabajo sería abundante a la par de lo que fueren las mismas.

Si ya de por sí en mi pueblo la escasez de agua era una constante, esas sequías que algunos años se prolongaban tanto, hacían que a la vez que para los propietarios de fincas de olivar o de siembras de cereales, les acarreaba grandes pérdidas, teniendo en cuenta que la mayoría de  las tierras, especialmente las destinadas a la siembra del trigo, la cebada, la avena, garbanzos..., eran escasamente productivas, todas ellas de sierra,  que en todo caso precisan de mucha mas agua que  las de campiña, de peores consecuencias les resultaban para los trabajadores la falta de jornales, con la añadidura de que carecían de toda reserva de donde poder sacar algo para ir tirando.  

En no pocas ocasiones, sobre todo a gentes de grandes ciudades, le oí decir cuando comenzaba a llover "ya estarán contentos los catetos", cuestión que realmente, y aunque mis padres no tenía propiedades algunas para dedicarlas a la siembra, ni de otra índole, no me hacían mucha gracia semejantes comentarios, y quizá excediéndome en mi prudencia, no les daba la réplica, cuando menos en decirle que a ellos desearía verlos en la situación de esos catetos, de lo que  parecían hacer aquellos comentarios en plan de mofa, por ese deseo cierto de que llegaran las lluvias. A quienes durante años estuvimos viviendo de lo que la llegada de lluvias suficientes nos garantizaba mayor aporte de ingresos a nuestras casas, y luego pasamos a hacerlo, como en mi caso, del papá Estado, jamás se nos ocurriría realizar comentarios como el que anteriormente he referido. Pero diremos como decía Jesus, "perdónalos Señor, que no saben lo que dicen, aunque Él dijera, lo que hacen". Bueno que las gentes de grandes ciudades, de lo que  hace muchísimos años me encuentro inmerso, no se tomen a mal ese comentario, que sin ninguna otra intencionalidad, que no sea la de una simple anécdota, la he traído a colación.  

Ah, que se me olvidaba, que el frío parece que ya hoy ha llegado a Málaga.

Añadiré una cuestión distinta al tema tratado en la entrada de hoy, y es que otras ocupaciones me han tenido, y de seguir así me tendrán, entregado a otro menester, igual por tratarse de escribir, pero distinto a esto de hacerlo en el blog, y que otra vez me han llevado a descuidarme de este mi querido blog. Y que me siento halagado de que la anterior entrada haya contado con el mayor número de comentarios a todos los anteriores.

Hasta la próxima que ya veremos lo que se me ocurre.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Una gran faena



Si el motivo de que haya traído al título de esta entrada la lleváramos al símil taurino, creo me hubiera merecido la concesión de dos orejas, rabo y unas cuantas vueltas al ruedo. Pero me parece que estoy dando la sensación que me he ido por los cerros de Úbeda, y antes de explicar a que se ha debido esta titulación, he comenzado por elucubrar sobre su merecimiento. Por tanto, y antes de hacer esperar mas a mis queridos lectores, y perdonar esto de "mis queridos lectores", que parece un exceso de autobombo, allá va la causa y motivo de esta entrada. 
  
Vamos a ello. Se trata nada más, y nada menos, que de mi abandono del vicio de fumar. Creo recordar, corrían los últimos días del mes de enero de 1975, me hallaba en el Bar del Cuartel de Las Palmas de la Comandancia de la Guardia Civil de Granada, en horario próximo a la comida del medio día, tomándonos una copita de vino, en unión de algunos compañeros, que formábamos parte del Curso de Desactivación de Explosivos,  que se celebraba en dicha Ciudad. Al encender un cigarrillo, y que en las prácticas del curso se nos tenía prohibido hacerlo,  seguro en mi instinto quería desquitarme del bastante tiempo que a lo largo de la mañana se nos prohibía su ejecución, daría una chupada con tal ansia al mismo, que me produjo un ataque de tos que duró algunos minutos, de lo que confieso me produjo no poca vergüenza ante mis compañeros. Añadiré a ésto, y lo hago por primera vez, que aquella mañana llevaba rumiando tomar dicha determinación, cuando el día anterior, mi hijo mayor que a la sazón se hallaba iniciando el primer curso en la Academia General Militar de Zaragoza, me había comunicado tenía un examen, creo recordar de cierta importancia, y un cierto temor de no aprobarlo, ante lo cual me venía a mente, la promesa de abandonar el vicio, ofreciendo el sacrificio a que salvara con éxito su temor, aunque yo en mi fuero interno, tenía la confianza de que así iba a ser.

Haciendo un alarde de "machote", unos cuantos cigarrillos de tabaco rubio, que llevaba algún tiempo en que me había pasado a consumir, en vez del negro que desde mis comienzos en el hábito lo había venido siendo, y que guardaba en una pitillera, los repartí a mis compañeros, guardando solo uno, que prometí allí estaría, como permanente testigo de tan importante decisión.

De aquella pitillera, aquel cigarrillo y el encendedor, distinto y más moderno que el "mechero" al que se refería mi entrada anterior y cuyo modelo utilizaba en el inicio de mi llegada al consumo del tabaco (espero mi editor coloque al comienzo de la presente entrada la fotografía). Y estos sí son los que utilizaba en el último estertor de mi vicio y hábito del fumar, que si me llevó casi treinta y seis años en que permanecí fumando, rebasan ya los treinta y ocho en que lo abandoné, aunque realmente en asistencia a bodas, comidas, o actos de ciertas celebraciones, en alguna que otra he llegado a fumarme un cigarrillo, y que ya las últimas veces en que lo hice, mas que producirme placer, lo era todo lo contrario.  No obstante y como mientras estoy relatando estos hechos me ha sucedido, retrotrayéndome en el tiempo, setenta o algunos años mas, me han venido al recuerdo aquellos inicios en que durante los llamados "cigarros", que consistían en unos pequeños descansos durante el trabajo en el campo, el deleite que me producía cuando en plena naturaleza, contemplaba como aquellas volutas del humo que salía de aquellos primeros cigarrilos que me fumaba, comenzaban a elevarse en el espacio al tiempo que se iban disipando hasta su total desaparición.

 Y por último, y para demostrar lo que he dado en llamar en su título como "UNA GRAN FAENA", lo es nada más y nada menos, como citaba al principio, que de no haberlo hecho, tengo y tened, la plena seguridad, que de no haberlo hecho, hoy, no estaría aquí, concluyendo este relato y esa pitillera, ese cigarrillo rubio, que extremadamente seco, y ese encendedor de la fotografía, que encabeza esta entrada, sí permanecerán en mi poder, si Dios quiere, hasta el final de mis días. Pues, si finalmente, el dejar de fumar, me ha traído, a como cito anteriormente, continuar viviendo,  durante el tiempo que estuve fumando, sobre todo en mi juventud, lo recuerdo con cariño el deleite que semejante vicio, o hábito, me producía. Esto no quiere decir, ni por asomo, el que yo invite a ningún joven a que se inicie en el vicio, y realmente, me siento gratificado, con que ninguno de mis nietos, todos varones, entre las edades de los veintisiete a los dieciséis años, que yo sepa, ninguno de ellos fuma. Que así sigan.

Hasta la próxima entrada.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Tecnología punta: el mechero


Como podréis comprender me he tomado un tanto a chacota la titulación de la presente entrada, al calificar de "tecnología punta", el artefacto del que voy a tratar hoy: el mechero. 
  
Esta pieza que hoy parece una de museo, estuvo en mi bolsillo por espacio no inferior a seis años, desde algunos meses después de cumplir los catorce años -cuando comencé a fumar-, hasta mi marcha al ejército cuando estaba a punto de cumplir los veintiuno. Creo que no hará falta dar explicación el uso del mechero, ya que como es sabido lo era para el encendido generalmente del cigarrillo, aunque también podía emplearse para el encendido de una hoguera u otras por el estilo.

Por la fotografía que espero que mi editor con su demostrada sapiencia para estos menesteres, coloque al principio de esta entrada, queda fielmente reflejado el exacto modelo de lo que es un mechero, y de lo que he dado en llamar tecnología punta. En la misma, puede observarse lo que es el propio "mechero", un tubo en el cual se introduce la mecha, de ahí su nombre, otro tubito mucho mas estrecho, en cuya parte superior hay una ruedecilla dentada, y una abertura por su parte inferior por el que se introduce una "piedra" de mechero, compuesta de hierro y cerio, moldeada en trozos muy pequeños, que tensada con muelle y un tornillo que lo sujeta. la hace que llegue hasta la ruedecilla, y haciendo girar ésta, produce unas chispas que al contactar con la mecha produce el encendido de esta y contactando el cigarrillo con la mecha, igualmente se iniciaba el encendido de éste.

Asimismo en la indicada fotografía se puede apreciar en la parte superior del tubo donde esta metida la mecha, una especie de  botón que le sirve de tapadera, y de cuya parte inferior del mismo parte una especie de alfiler con un ganchillo en su parte inferior, que enganchada a la mecha, permite, primero: que no entre el aire en el tubo, ayudando a apagar la misma con rapidez, y segundo, y no menos importante, de lo que no pocas veces sucedía, impedir que la mecha todavía encendida saliera por la parte inferior del tubo, lo que daba lugar a incendiar el bolsillo, pero lo bueno que tenía este sucedido, es que como enseguida notabas el calor o la quemadura en la propia carne, procedías inmediatamente a sacarlo y a su apagado manualmente. Sin duda a que el encendido de los cigarrillos estuvo largos años haciéndose con el mechero, a los encendedores de gasolina primero, o gas, que posteriormente se inventaron, se continuó llamando mecheros, principalmente por los que fuimos usuarios del artefacto motivo de mi entrada de hoy.

Pero aunque a vosotros los jóvenes, y no tan jóvenes, os parezca una antigualla el mechero, mucho más os lo parecería, lo que los "viejos", de cuando yo era jovencito, solían utilizar otro procedimiento para el encendido de sus cigarrillos y que solían llevar en una pequeña bolsita, generalmente de cuero, y que estaba compuesto, por: yesca, que era una materia sumamente seca,  que podía obtenerse de varios productos en el campo; un eslabón, pequeña pieza de hierro acerado, y un pedernal especie de mineral de cuarzo, que al ser herido por el pedernal producía chispas y se encendía la yesca. De ahí que también, esos viejos de cuando yo era joven, llamaran al "mechero", "YESQUERO".

Como podréis observar por todo cuanto antecede, parece que yo procedo de tiempos tan lejanos que pueden parecer que se trasponen hasta sepa Dios donde, pero, no lo es tanto, ya que yo mismo fui usuario de ello, y que aún  estoy relatando estos hechos y caminando todavía por estos lares, utilizando este método de escritura, de lo que yo nunca hubiere siquiera llegado soñar iba a llegar a conocer, y menos utilizar.  
   
Al observar el original del cual se ha obtenido esa fotografía, y que obra en mi poder, a mi mismo me produce extrañeza su contemplación, y eso que fue mi acompañante por no menos de seis años, día por día, así que a vosotros, como decía anteriormente, no me extraña, os pueda parecer una  antigualla. Soltando ese latiguillo que solemos utilizar los "mayores"... ¡Cómo pasa el tiempo!

Hasta la próxima entrada.

lunes, 28 de octubre de 2013

Las botas con tachuelas



Comenzaré diciendo que una tachuela es un pequeño clavo con cabeza grande. Y esa, o aproximada, es la definición que de la misma hace, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, Ahora vamos a lo de la bota, como calzado.

Yo debía de andar por los diecisiete años de edad, cuando mi madre que era la que se encargaba de todos esos menesteres, me compró unas botas para ser calzadas en los trabajos del campo, y no se del modo que se valió para ello, ya que las mismas, que yo sepa. por aquellas fechas solo se fabricaban en el pueblo de Villaviciosa, vecino  del mio. Eran totalmente de cuero, con una suela bastante amplia y de un grosor no menos de centímetro y medio, o quizás algo superior,  y en la misma le colocaban, en perfectas alineaciones, cuando menos treinta y cinco o cuarenta tachuelas a cada una. Por tanto, el apoyo sobre el suelo solo se verificaba por las cabezas de las  mencionadas tachuelas. Dado a la cantidad de ellas que como digo superaban las treinta en cada una de las plantas de aquellas botas, debían pesar, calculo yo, entre el kilo y kilo y medio, y que por tanto el mero hecho de caminar a paso normal, ya suponía  un esfuerzo, que si no fuera por la edad en que comencé a  utilizarlas y que en no pocas ocasiones llevaba a efecto caminar más de diez o doce kilómetros, solo en llegar al trabajo, todo el día en lo que suponía el ejercicio del mismo, y regreso a casa o al cortijo, andaba cuando menos por los veinte o veinticinco kilómetros. 

Como he citado anteriormente, sobre el suelo, que en su mayoría solía ser terreno pedregoso y pendiente, el contacto sobre el mismo se hacía con la cabeza de las tachuelas, por ello el desgaste en el calzado era mínimo,  y cuando en alguna ocasión se notaba la falta de alguna tachuela, era reemplazada del remanente que para ello nos habíamos provisto. Hasta la utilización de aquellas botas, en el trabajo del campo solo había usado las llamadas alpargatas, y recuerdo que las de mayor calidad y duración, eran las que tenían la marca o el nombre de "siete vidas", que en la suela, que era de goma o caucho, tenían la figura en relieve de un gato, y cuando en verano caminaba con ellas por veredas polvorientas, la figura del gato quedaba marcada sobre el camino. El resto era de lona o tela bastante fuerte, pero el peso de cada una de ellas podría estar sobre los veinte o veinticinco gramos, lejísimos del peso de cada una de las botas  de tachuelas que como apunté anteriormente, superaban sin duda el kilo. El cambio en el uso de las alpargatas a las botas, solo lo noté en el momento de comenzar a caminar con éstas, pero con 17 años que tenía, no había inconveniente alguno en que lo hiciera con la ligereza que da la juventud. 

Aquellas botas las estuve utilizando por espacio de unos dos años consecutivos, en que por pasar del trabajo del campo a la mina y no ser posible su uso, quedaron colgadas en uno de los clavos que había en el piso superior de la casa, al que llamábamos "cámara", durante los dos años que estuve de minero, mas los dos y medio que permanecí en el servicio militar. 
     
Una vez regresado de éste,volví a utilizarlas por otro período de tiempo de año y medio aproximadamente en que verifiqué mi ingreso en la Guardia Civil. Entonces y por mi parte volvieron a colgarse, sino del mismo, sería de otro de los muchos clavos de la cámara y posteriormente ya no volví a preocuparme, ni saber, de cual pudo haber sido el final de las botas de tachuelas, que desde el propio inicio de mi juventud me estuvieron sirviendo como calzado, hasta próximo a cumplir los veinticinco años que contaba cuando ingresé en el Cuerpo, y aún todavía estaban en buen estado de uso. Hoy venidas al recuerdo y señaladas en esta entrada, me han traído a la memoria de como se desarrollaba mi vida en aquellos entonces, y seguro, alguno de mis hermanos las utilizó, pero sin duda no conseguiría su deterioro por el uso, y desconozco cual pudo ser el final  de lo que tantos años estuvieron ligadas a mi persona y formaron parte de un periodo, que por ser el de la juventud, tan maravillosamente se recuerda. 

Como veréis, voy de mal en peor por cuanto al interés de lo que suponen estas nuevas entradas en el blog, pero por nimio e insignificante  que os parezca, un ligero pellizquillo se me coge en el estómago, por lo que supone que en un periodo de no inferior a los siete años, una insignificante clase de calzado marcaron ese periodo de  mi vida.

Hasta la próxima.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Triste efemérides y el otoño meteorológico


Comenzando por el orden de prelación  que  encabeza el título de esta entrada, diré que hoy 23 de octubre, se cumple el tercer aniversario del fallecimiento de mi hermano Antonio, y precisamente era el día que cumplía ochenta años de edad. Para las personas que ha quedado ya muy lejana la fecha de su nacimiento, sin duda una de las circunstancias que más suelen destrozarnos el alma, es la acumulación en la pérdida de seres queridos, y que cada una de ellas, son eslabones que van destrozando el alma en girones, y que incluso a que  el paso del tiempo nos lleva a ir asimilando su pérdida, las cicatrices que dejan, jamás pueden borrarse del todo. No obstante ello y pese a que como es natural con el paso de  los años se van dando estos aconteceres, un "nosequé" se da, para que todo el dolor que nos produce, no termine por llevarnos a los que nos quedamos, por la misma senda que siguieron ellos, y aún pueda extrañar más, en que podamos continuar con la ilusión y esperanza de seguir en este valle de lágrimas, que aparte de estas dolorosas pérdidas a las que me he referido anteriormente, no comparto en la vida de nosotros los mortales, sea calificada como tal, sino que el mero hecho de venir a ella, ya es un privilegio, de los que infinidad de millones de seres de nuestra propia especie, no consiguieron. Por tanto, demos gracias a Dios de  haberlo conseguido y gocémoslo en lo posible cada día del que vayamos transitando por este mundo.  
   
Con un cariñoso y sentido recuerdo para mi hermano, doy por conclusa la primera parte de cuanto me he propuesto en la entrada de hoy.
  
Vamos a la segunda, lo del otoño meteorológico. Pese, y a que el otoño astronómico  verificó su entrada hace algunos días mas de un mes, por cuanto aquí en Málaga capital, la entrada meteorológica se verificó a partir de las últimas horas de la tarde de ayer, en que comenzó a llover con cierta persistencia y se notó la bajada de temperatura que hasta ayer mismo a mediados del día, eran bastante mas altas de lo que debieran ser para estas fechas del año,  cuya llegada y caída del líquido elemento, ha continuado así casi toda la noche.  

He pensado en muchas ocasiones si yo no soy un ser algo raro, dado en que muchísimas veces he oído comentar a infinidad de personas de que la llegada del otoño les deprime, circunstancia de que es todo lo contrario de lo que a mí me sucede. En ello debe influir sin duda, de que las altas temperaturas, o sea el calor, de lo que aquí en Málaga suele suceder durante cerca de medio año seguido y tanto me agobia, que cuando por ejemplo durante la noche en la cama me veo en la necesidad de echarme algo de tapa por encima, y prescindo del aire acondicionado o del uso de ventilador para poder dormir, suelo recibirlo con un regodeo de lo que durante todo el periodo de altas temperaturas, me ha sido imposible de gozarlo. Por otra parte, y si hubiere sido dotado por Dios con alguna cualidad de poeta, esas primeras lluvias que te llevan al inconfundible olor de tierra mojada, me inspiran al punto de que si en esos instantes me pusiera a ello, conseguiría alguna que otra poesía casi digna de ser leída. Pero como suele decirse, en cuestión de gustos no hay nada escrito, y cada cual se place con lo que más le va, y a mí, menos el calor que tanto me agobia, el resto del año, que como digo aquí en esta bendita Málaga, se comparte con temperaturas mas llevaderas, me trae alegría, cuando como ayer tarde y esta noche ha llovido y han bajado un tanto, no mucho las temperaturas. Pese a todo, el vivir en esta incomparable ciudad, no lo cambiaría por nada del mundo, y vuelvo a reiterarme en lo que infinidad de veces he dicho, que bendita sea la hora en que cuando salía de la Academia de la Guardia Civil, allá a mediados de julio de 1950, fui destinado a esta Comandancia, y lo que en principio me causó escasa alegría, con el paso de los años se trocó en no dejar de dar gracias a Dios, de que así fuera.  

¡Ah!, y mañana es 24 de octubre, en que los cordobeses y los villaharteños, celebramos la festividad de San Rafael Arcángel, como hasta hace unos años lo fue, aunque hoy la iglesia haya tenido a bien el unir la festividad de los tres Arcángeles, San Gabriel, San Miguel y San Rafael, en el que antes lo era el de San Miguel, el 29 de septiembre. Como mi onomástica que es, procuraré el pasarlo mañana lo mejor posible, y me traerán al recuerdo, algunas de aquellas lejanas y no tan lejanas celebraciones, unas mas festivas que las otras.

Hasta la próxima entrada.

jueves, 17 de octubre de 2013

La fanega



El Capitán Fanegas y La Criptanita

Como mi entrada anterior en la que saqué a colación la arroba, de lo que tengo la sensación de que no obtuvo mucho éxito, hoy y como suele decirse sigo dando coces sobre el aguijón, o sea que a un fracaso, colocarle otro, pero como la cabra suele tirar al monte, y yo me crié entre otras palabras, como la arroba y la fanega, allá que me lanzo a lo que tantos años ha dejé de oír esta palabra, y de la que seguro a vosotros quizá hasta os resulte algo extraña. Allá voy.

La fanega, de la cual solo voy a tratar en esta entrada, ya que también se utilizaba para medidas en las tierras,  es una medida para áridos que era lo cotidiano con que se media en mi infancia y juventud. La fanega tenía cuatro cuartillas, y los submúltiplos de ésta, eran el celemín, el medio celemín y el cuartillo. Así la cuartilla tenía tres celemines, el celemín, y como su propio nombre indica, tenía dos medios celemines, y el celemín tenía cuatro cuartillos.  

Los cereales de grano pequeño, tales como el trigo, la cebada y el centeno, se median rasadas, o sea sobre la medida en que se hiciera, así en cuartillas, celemines u otros, se echaba el grano y luego con una especie de rodillo cilíndrico, generalmente de madera, se pasaba sobre la parte superior de la misma y así quedaba el cereal a ras con el borde de la misma. No así sucedía con los de grano mayor, comenzando por la avena, garbanzos, habas y otros similares, que la medida se realizaba con colmo, así se estaba echando el mismo sobre la medida que se trataba de realizar hasta que se desbordaba y comenzaba a caer de ella,  y se desbordaba el grano en el suelo.

Era frecuente en mis tiempos, como suele decirse, que los propietarios de tierras mas o menos fértiles, daban esos terrenos a terceros que los sembraban y en vez de pagar en metálico tales arrendamientos, lo era en pago con grano del recolectado. Así me recuerdo, cuando en las propias eras donde se trillaba y aventaba el grano, acudían esos dueños de las tierras con las caballerías necesarias y también, generalmente provistos de costales o sacos, donde y tal habían establecido, bien de a medias, de tres o de cuatro una, como se decía, o sea partían por la mitad, de tres para el que sembraba y una para el propietario de la tierra, o  cuatro para el primero y una para el segundo, como también se daba en algunos casos, y que generalmente dependía de la fertilidad del terreno en que se realizaba la siembra. A mí mismo, me da la sensación de que estos hechos pasaban allá tiempos muy lejanos, pero fueron muchas vivencias de esta índole las que presencié y oí contar en aquellos  años de mi infancia y juventud, en cuyas actividades yo llegué a tomar parte en bastantes de ellas.

En casa de mis padres, había una cuartilla, un celemín, un medio celemín y un cuartillo, que no sé el porqué de su tenencia, ya que nosotros no teníamos tierras donde sembrar y esas medidas solían tenerse en casas que si lo hacían, y eran utilizadas para su venta al pormenor que con mucha frecuencia, casi a diario, solían realizar alguna venta. Solo me recuerdo que en dos ocasiones, mi padre en una "cerca", que eran pequeñas fincas próximas al pueblo y cercadas, de lo cual le venía el nombre, y propiedad de una prima de mi madre, la sembró de trigo y estipulado con el de cuatro una, que era como he citado anteriormente, cuatro para mi padre y una para la propietaria de la cerca. Uno de esos años, lo fue en el periodo de los años de 1933-34, y que en mis memorias recuerdo lo hacía constar, cuando citaba el accidente laboral de mi padre, y que la venta de parte del trigo recolectado el verano anterior al accidente, nos sirvió en parte para paliar la falta de ingresos en el hogar.

Por cuanto a la fanega, cuartilla y muy particularmente al celemín, demuestran  el uso desde hacía siglos que se venía utilizando, ya que creo recordar que en la propia biblia, se hace mención al mismo, donde hablaba algo sobre encender una vela y ponerla debajo de un celemín, o algo así creo que se decía.

Bueno no creáis que la entrada de hoy ha sido una venganza por suponer que no habíais dado la suficiente importancia a mi entrada anterior, sobre la arroba, nada de eso, sino que como citaba al principio, la cabra tira al monte y como yo llevo esas vivencias tan incrustadas en mí, que tal vez pueda darle una importancia que para la mayoría de mis posibles y escasos lectores, no le deis, y esa y no otra ha sido la causa de traerla hoy a mi blog.

Hasta la próxima que a ver si tengo mas suerte en la elección del tema que sea algo mas interesante que el presente y el anterior.

viernes, 11 de octubre de 2013

Hoy le toca a la @rrob@


Cuando la arroba llevaba varios siglos siendo utilizada como medida de peso, y luego después caída en desuso y ya casi olvidada, mira por donde llegó la era de Internet y en la actualidad posiblemente sea el símbolo mas utilizado en el mundo.

Aunque no muy documentado en la materia, creo que ya en la Edad Media solía utilizarse la arroba como medida de peso y volumen, cuyo símbolo era idéntico al de hoy, y no quiero entrar en mas detalles, porque como no estoy debidamente enterado, vaya a meter la pata hablando de la arroba, y me voy a ir por donde ha sido mi intención de traerla hoy a este blog. 
    
Seguro que la inmensa mayoría de los jóvenes, y  algunos menos jóvenes, tengan la creencia de que este símbolo de la arroba ha venido a la palestra con motivo de Internet, pero como cito anteriormente, seguro si estoy de que lleva bastantes siglos siendo utilizada, y ciñéndome a la entrada de hoy, lo es de como se usaba frecuentemente en mi infancia y juventud. Así, la arroba de peso era de 11,500 kilogramos, y  muy utilizada en el peso de los cerdos, que solían pesarse antes de ser sacrificados el día de la matanza, y una vez muertos, volvían a pesarse ya en canal, que lo era una vez limpios de las tripas y demás despojos. Igualmente solía pesarse casi en su totalidad el aceite cuando era envasado en pellejos. 

Existía igualmente la arroba para la medida de líquidos, aunque se diferenciaba mucho entre unos y otros. Así la arroba de aceite, para que diera el peso de los once kilos y medio, se precisaban más de doce litros, dado a que el mismo pesa menos que el agua Sin embargo, y no preguntarme el porqué, ya que no lo se, la arroba de vino se componía de 16 litros del mencionado liquido, y así existían las celebérrimas garrafas de una arroba, las de media arroba y las de una cuartilla, que como se dice, estas dos últimas componían la mitad y la cuarta parte de la arroba de vino, o sea ocho y cuatro litros respectivamente, cuyos envases eran fabricados en cristal y protegidos por una funda, que solían ser de esparto, de caña o mimbre, y que han estado usándose hasta creo no hará mas de dos o tres décadas.

Seguramente para los que no vivieron en aquellos años, en que la palabra "arroba"  llegaba a nuestros oídos muchas veces al día, y expuestas las circunstancias que concurrían según la mercancía que se pesaba utilizando esa medida, les resulte de difícil comprensión, pero, como a mi me sucede, tan metidos estábamos en dicho menester, que nos resultaba tan familiar como hoy lo pueda ser la del kilogramo, o kilo como abreviadamente se dice.

Recuerdo cuando en algunas ocasiones acompañaba a mi padre y que  se dirigía a la compra de aceite, para un tío suyo,  por los diferentes cortijos de los olivares en que tenían su propia almazara, o molina, como eran conocidas las fábricas de molturación de la aceituna, utilizaba una romana para el peso de los pellejos, la cual llevaban señalado el peso en arrobas y libras, de lo cual la arroba tenía veinticinco libras, y cada arroba como se citaba anteriormente, eran doce litros y quinientos sesenta y tres  mililitros, los que se precisaban para que alcanzara el peso de la arroba. Quiero recordar que algunas de las operaciones, comenzaban ya a utilizarse en la compra y venta de aceite al por mayor, también, la unidad del kilo, por lo que mi padre tenía que realizar la conversión de arrobas y libras a kilogramos, en lo que estaba bien experimentado y lo hacía con bastante rapidez.

Cuando relato cuestiones como la de hoy, y me viene al pensamiento lo metido que yo estaba en estas cuestiones, comparándolo con lo de hoy, me da la sensación de venir de otros tiempos mas lejanos de los que en realidad ha sido, y en ocasiones hasta de otros mundos. 

Perdonarme si pensáis que os he dado el tostón trayendo a este blog una cuestión que a vosotros ni os va ni os viene, `pero yo eso de la arroba tan metido dentro de mí está, como suelen ser las cosas que le suceden a uno durante la infancia y la juventud, que cuando menos para mí me ha parecido que, los que solo pensabais que eso de la @ era cosa de hoy, sacaros del error que veníais padeciendo. Si en algo he contribuido para ello, por satisfecho me doy.

En la próxima entrada, posiblemente vuelva a daros la matraca con otra cuestión de parecidas características a la de hoy.

Hasta la próxima.

lunes, 7 de octubre de 2013

La dita y el ditero



Sin duda a los jóvenes, y no tan jóvenes, de hoy, la palabreja de "dita", le suene a chino y ya no digamos la de "ditero". Pero no se preocupen estos jóvenes que seguidamente os voy a sacar de dudas, o para mejor decir, os explicaré a mi manera,  de lo que se trata.

Creo que el DRAE, en una de sus acepciones lo define como algo así de la venta a plazos en pequeñas cantidades, y eso es a lo que quiero referirme.

Actualmente eso de la venta a plazos es tan cotidiano y sabido por todos que no precisa de explicación alguna, pero claro se refiere a compras incluso de viviendas, automóviles, electrodomésticos, y un largo etcétera, que se va pagando a plazos generalmente en mensualidades. Pero esto que acabo de relacionar, en mi infancia, y juventud, inclusive, primero que como tal, por ejemplo, los electrodomésticos ni existían siquiera y de haber existido las economías de la inmensa mayoría de las gentes, jamás se hubieran permitido el lujo de adquirirlos.

La dita (a lo que me refiero en esta entrada) eran las compras que hoy hasta nos parecerían ridículas para pagarlas a plazos, tales como dos o tres metros de tela para confeccionar un vestido, o unos pantalones; a lo mejor una olla y una sartén, y cosas así por el estilo, pero que no podía pagarse de una sola vez sin que la economía familiar no se resintiera.

A este respecto se me viene al recuerdo de un señor que tenía una tienda próxima a la iglesia de mi pueblo, en la que generalmente creo que la mayoría de sus existencias eran de tejidos, pero en la que tampoco faltaban otros enseres y utensilios del hogar, y cuyas ventas en su mayoría lo eran a plazos y a pagar en pequeñas cantidades. Al propietario de la tienda, que vendía a "dita", y que por tanto era el ditero, se le decía en el pueblo "el tío de la perra gorda", ya que las mujeres generalmente solían pagar diez céntimos cada día, cuyos diez céntimos era la moneda que era conocida como la perra gorda. En alguna que otra ocasión y si en su visita diaria del ditero alguna mujer carecía del dinero en metálico, solía pagar con género, generalmente con huevos. 

En una murga de los carnavales, que no recuerdo de que año, así como tampoco del completo de una de sus coplas, y haciendo referencia al ditero y el pago con género, y el diálogo entre una madre y una hija, sus últimas estrofas de aquella copla decía así:

          Y la madre le decía, 
           guárdalos en un puchero, 
           que al tío de la perra gorda,
            también le gustan los huevos.
   
Así de mísera era la desenvoltura de la mayoría de los  hogares en mi pueblo, y sin duda por extensión al resto de los pueblos de España, pero en honor a la verdad, no recuerdo que mi madre en ocasión alguna hiciera compras para pagar en esos plazos, y de haberlo hecho, tendría que recordar la presencia del "tío de la perra gorda" llamando a las puertas de mi casa para el cobro del plazo establecido, aunque no por ello en nuestro hogar se nadara en la abundancia. Sobre este particular, entonces los padres, y las madres, el mayor orgullo que podían expresar, era el de que sus hijos se hartaban todos los días de comer , aunque en la mayoría de los casos, no decían la propia verdad. Pero sí, y retrotrayendo el recuerdo hasta aquellas lejanas fechas,  hasta me duele el alma al pensar la miseria reinante en la mayoría de los hogares.

Bueno, si he conseguido informaros de lo que era la "dita", y al propio tiempo deciros como era el cotidiano vivir de la época, por satisfecho me doy.

Hasta la próxima entrada.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Adiós septiembre


Hoy decimos adiós al mes de septiembre de 2013. Los que no tenemos otras cuestiones mas importantes de que preocuparnos, como a mí me sucede, dejando a un lado los achaques que a estas alturas de la vida pueden presentársenos, vamos dando al paso del tiempo un no se qué de importancia y que tal vez sea, algo así de que "cómo me encontraré el año que viene por estas fechas", de lo que no sé por quién dijo en una ocasión, "que nadie es tan viejo como para pensar que cuando menos pueda vivir un año más".

Pero lo mío sobre el tiempo no va por ahí. Va por otros derroteros, de los que no están ausentes los míos mas directos. Pues yo, desde hace ya bastantes años, parece que estoy siempre pendiente, de tres meses del año. Dos de ellos, son el de febrero y el de abril.

En el transcurso de mi vida, la mayoría de los hechos, tanto  en cuanto de, bienaventuranzas como  dolorosos, acaecieron durante el transcurso de los mismos y que serían largos de enumerar, pero tales, en nacimientos, fallecimientos, casamientos, determinantes en el rumbo de mi propia vida, y un largo etcétera. Así, cuando se aproxima la llegada de los mismos, ya comienzo a pensar que acontecimiento me tendrán reservado, que como he citado anteriormente lo pueden ser tanto en una u otra consideración.

El otro tercer mes del año, en que como he citado anteriormente tengo puesto mi punto de mira, es el de junio. Y os preguntareis: si en febrero o abril es cuando le han sucedido los hechos mas determinantes, ¿qué puede haberle sucedido en junio ?   Pues no quizá de tanta trascendencia, pero si que me produce cierta alegría, ya que cuando comienza el mencionado mes, están próximas las vacaciones y la esperanza de poder estar cierto número de días junto a los míos más queridos, de lo que cuando se llega a ciertas alturas de la vida, supone una inyección de entusiasmo y deleite que nos ayuda a continuar el resto del año esperanzados en que lleguen esos momentos.

En el  transito por la infancia, la juventud y la edad madura, nos vienen impuestas unas ilusiones, unas esperanzas, unas preocupaciones, y yo diría que hasta unas ambiciones, que al alcanzar esta etapa que consideramos la última en nuestras vidas,  se tornan por esa en que solo damos la importancia, que sin duda en el paso por las etapas anteriormente señaladas no le dimos, como son las afectivas, y de las que a "los mayores", son las que más nutren el motivo de continuar viviendo. Sin duda, y pienso en los seres que no cuenten  con quienes puedan aportarle tales alimentos del espíritu, la infelicidad que irán soportando y la falta y motivaciones que ello supone para ir subiendo esa cuesta final de nuestro caminar por este mundo. Dichosos los que nos vemos arropados por esos seres que, incluso, dan su principal preocupación en facilitarnos esa dicha, de la que, y puedo dar fe de ello por la propia experiencia, otros seres y sin duda por las circunstancias, y no por no ser menos merecedores de ello, les hace sin duda mas difícil ese tránsito hasta el final de nuestra etapa.

Por tanto, ahora tengo cuatro meses de tránsito, que solo con el corto espacio de las Fiestas de la Navidad, dan un tanto de realce a esa rutina que hasta que se aproxime el mes de febrero y luego los de abril y junio, me llevan a los sentimientos que anteriormente he dejado expuestos. 

Hasta la próxima entrada.

martes, 24 de septiembre de 2013

Ochenta y ocho años las separan



Creo que ya en otra ocasión escribí sobre este particular, pero esta tarde en la soledad de mi casa, y recordando la fecha de hoy, festividad de Nuestra Señora de la Merced, que entre otras, lo era, y creo lo seguirá siendo, el primer día de la Feria de Pozoblanco, se me ha venido a la memoria, que aquel 24 de septiembre de 1925 y sin duda la primera vez que de mi pueblo salía, mis padres me habían llevado a pasar las fiestas en casa de unos amigos, cuya amistad les venía de que mi padre trabajaba en la finca de la Calera, y sus amistades, estaban como caseros en la misma, y al igual que los propietarios del olivar, eran naturales de la mencionada localidad cordobesa. 

A mí me faltaban tres días para cumplir los cinco meses de edad y por primera vez en la vida me hacían una fotografía, cuyo original conservo y escaneada la remito a mi editor por si estima conveniente colocarla a la cabecera de esta entrada. Durante bastantes años, esa fotografía con otra que mi padre se hizo estando en la mili, en el año de 1919, y otra que antes, y en 1914 se hizo mi madre, cuando tenía 17 años, en una ocasión que había ido a Córdoba, eran las tres únicas fotos que "guardadas como oro en paño" y dentro de una caja de hoja de lata de la carne membrillo de Puente Genil,  había en mi casa.  

Más de seis años hubieron de pasar para que junto  a todos los alumnos de la escuela donde yo hacía pocos meses había ingresado, volvieran a fotografiarme. Mis tres hermanos que me siguieron en el nacimiento, y por último mi hermana la mas pequeña de todos, ninguno de ellos llegaron siquiera a fotografiarlos, cuando menos hasta pasados los diez, o quince años después de haber nacido, y de los que ni siquiera me alcanza el recuerdo de haber visto una foto de ninguno de ellos antes de irme a la mili, cuando mi hermana tenía más de once años, dado a que también nos cogió por medio la Guerra Civil Española. Esto no es que fuera una circunstancia extraña en mi familia, sino que era extensivo a la inmensa mayoría de los habitantes de mi pueblo, y por lo que respecta a los varones, sus primeras fotos le fueron hechas cuando se encontraban cumpliendo el servicio militar, las cuales colgaban de las paredes de las casas.

Pasados algunos años, y ya después de terminada la Guerra Civil,  para las fiestas de mi pueblo solían venir uno o dos fotógrafos con aquellas máquinas colocadas en un trípode y cuyo retratista ocultaba su rostro y cabeza en aquella especie de manga de color negro, y tras un espacio de tiempo posando previa la recomendación del fotógrafo, disparaba una especie de botón colocado al final de un cable, consiguiendo un negativo que después había de transformar en positivo utilizando varios artefactos, entre ellos un cubo conteniendo no se que especie de líquido. 

De aquellos tiempos a los actuales, el cambio y progreso en este sentido, como en la inmensa mayoría de las cuestiones, ha sido tan expectacular, que hace cuatro días exactamente, hallándome en plena Serranía de Ronda donde había ido con unos amigos y amigas,  una de ellas, me hizo la última fotografía, que asimismo remito a mi editor por si estima colocarla junto a la la primera, lo que también el paso del tiempo demuestra lo que es capaz de hacer con las personas, transformándolas  del modo y manera que podrá verse en ellas. Añadiré como detalle del progreso en este arte, como dicen es la fotografía, que unos tres minutos después de haberme hecho esta última de mi vida, y hallándome en pleno corazón de la Serranía de Ronda, como digo, unos tres minutos después recibía noticias de mi hijo mayor que está en Madrid, que ya la tenía en su poder. Y en estos momentos y a través del correo electrónico, mandaré ambas, como digo a mi nieto, que a su vez es mi editor, y seguro dentro de unos instantes, y estando en Canarias, las tendrá a su disposición, a los fines que estime oportunos.   

Hasta la próxima entrada.

martes, 17 de septiembre de 2013

Llegó la licencia, no el permiso ilimitado



En estos precisos instantes, pero de 1948, cabalgaba yo a bordo del tren correo Málaga-Madrid, aunque mi destino era, por lo pronto y utilizando tal medio de transporte, la estación de Córdoba. Llevaba colgado al cuello una especie de escapulario que me había sido confeccionado por un compañero que dejaba en su ciudad, de Sevilla se entiende, llamado Manuel Arroyo Clares, en el que podía leerse: "Adiós Serva La Bari, y las muchachas de la Ciudad Jardín".  Ello lo era porque durante mi tiempo de "mili" tuve, entre otras, una novia en la indicada barriada sevillana.

Con aquel viaje terminaba mi permanencia en el Ejército. Con tal fecha nos era concedido a toda mi "Quinta", o Reemplazo de 1946,  el "permiso ilimitado", y que dura todavía. Habíamos cumplido casi treinta meses de servicio.  El tren iba repleto  de quintos del reemplazo, que no pocos llevaban dentro de su cuerpo mas alcohol del que hubieren necesitado, para celebrar tal acontecimiento, y por lo cual los cánticos de los mismos tenían alborotado todo el convoy. Sus alegrías eran inenarrables y como tal lo exteriorizaban. Yo lo hacía en profundo silencio u recogimiento. Sin duda, era la excepción de la regla.

¿Pero es que yo no me alegraba de que se diera por cumplido el tiempo de servicio en filas, como era la "mili" en términos populares? Sí y no... ¡Más bien no que sí! ... ¿ Y a que obedecía esa mezcla de sentimientos ?. Voy a explicarlo.  Cuando allá el día 6 de abril de 1946, en compañía de los mozos de mi reemplazo yo salía de mi pueblo para incorporarme al Regimiento de Artillería numero 14, de Guarnición en Sevilla, donde fui destinado, atrás dejaba mi trabajo en una mina de carbón de la empresa "Coto Hullero La Ballesta, que se hallaba ubicada a mitad de camino entre Villaharta y Espiel, y a unos seis o siete kilómetros de mi pueblo. Yo podía haber continuado en dicho trabajo mientras mis quintos estuvieran en la mili, dado que al que voluntariamente lo deseara, le constaba para todos los efectos, el trabajo en la mina con el de servicio en filas.  Pero primero, porque hasta entonces el único trabajo que casi detestaba era el de minero, y segundo por mi sueños e intenciones eran de que, no sabía porqué, pensaba que en ese tiempo pudiera encontrar una ocupación que me librara, no ya del trabajo en la mina, sino el de jornalero agrícola que lo había sido hasta que entré en la mina.

Luego tuve la suerte, incluso buscada. no sin cierto riesgo de que hubiese sido todo lo contrario de lo que pretendía, y que fue el destino como mecanógrafo a las oficinas de la Capitanía General de la II Región Militar, sitas en la Plaza de España de la capital sevillana. Conste que cuando me destinaron como mecanógrafo, yo no había tocado siquiera una máquina de escribir, de lo que ya expuse en una entrada no hace mucho tiempo en este blog. El tiempo que en tal cometido pasé en la mili por algo mas de dos años, fue el mejor que hasta entonces lo había hecho en toda mi vida. Pero quizá el conformismo y el disfrute que me proporcionaba el destino que desempeñaba, me hicieron como suele decirse dormirme en los laureles, y así cuando llegó la hora de que cito, como fue el permiso ilimitado, todo cuanto había disfrutado se quedaba atrás. En esos instantes en que ya era irremediable el pensar de otra forma, e iba camino de mi pueblo y allá en el Coto Hullero La Ballesta, me esperaba otra vez el trabajo en la mina. Entonces fue cuando la propia circunstancia me ponía en la pura realidad, y me llevaba a la conclusión del total fracaso que me suponía el volver con la inexorable derrota de lo que fueron mis intenciones y propósitos, cuando ilusamente salía de Villaharta, y a donde esperaba volver solo en plan de visitas. De lo que días después vino, también he hecho relato en más de una ocasión en este blog, tal lo fue "con el rabo entre las patas", mi vuelta a trabajar en aquellas galerías de las que,  a decir verdad, siempre llegué a detestarlas. Las circunstancias en aquellos momentos, así lo impusieron. 

Sin duda, el primer día de regreso al trabajo en dicha actividad, ha sido sin ninguna duda, la desazón del descalabro mas importante que a lo largo de toda mi vida he sufrido. Gracias a Dios no duro mucho tiempo, y el devenir de mi existencia, creo estáis todos al corriente de como se ha desenvuelto. Pero aquel viaje con mis quintos el 17 de septiembre de 1948, no podía unirme a festejar la concesión del permiso ilimitado que nos era concedido, mi sensación del rotundo fracaso de cuanto en su día me propuse, me lo impedía totalmente. Mi ánimo, para pocos cánticos estaba predispuesto.

Hasta la próxima entrada.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Las cencerradas


Esta mañana  me he percatado de que hace una semana que no entro en el blog y me parecía que no hacía más de dos o tres días que lo había hecho.
    
Dándole vueltas al magín sobre lo que había de tratar hoy, me ha venido al recuerdo una de las feas costumbres que había en mi pueblo cuando yo era joven, por lo que ya hace tiempo, y creo no se efectuaba solo en el mío, y era el de las cencerradas. Pero no se hacían las mismas por celebración de alguna festividad, si no que lo eran por no se que el motivo, y que se trataba de efectuarlas cuando se realizaba alguna boda, y uno, o los dos contrayentes, lo eran de estado viudo.

A tal fin y podría ser allá por los primeros años de la década de los cuarenta del pasado siglo, un buen amigo mío, no solo mío, si no de todos los jóvenes del pueblo, un día y poco después del anochecido, nos trasladaba la noticia, de lo que era especialista en captarlas, de que unas horas después y casi próximo a la media noche, y con el fin de evitar esa "cencerrada" se iba a celebrar un casamiento, compuesto por el novio que era de estado viudo y la novia de estado soltera.  Solo diré que ambos vivían en la misma calle y en casas, casi frente por frente de una a la otra. 

La noticia se propagó como reguero de pólvora, y confieso que como gran número de los jóvenes del pueblo, me uní a la preparación de la cencerrada, que no era solo con cencerros, sino con toda clase de elementos, pero con el fin de que produjeran el mayor ruido posible, tales como el uso de caracolas o por ejemplo la utilización de elementos hechos de hoja de lata, que arrastrándolos por las empedradas calles de la localidad, formaran la "gran escandalera" . 

Incluso antes de que el cortejo nupcial se pusiera en marcha, por todas las calles del pueblo, jóvenes e incluso adolescentes, utilizando todos los medios que se les vino a mente y pudieron proveerse, circulaban formando el jaleo en el que, la gente sabía que eso era el anuncio de que aquella noche se se llevaría a cabo tal enlace. A la sazón, recuerdo que ejercía como Comandante del puesto de la Guardia Civil, un Cabo 1º apellidado Urbano, el que, y creo que con algún que otro Guardia de su Puesto, cuando a su  conocimiento llegaba la gran algarada que se había formado y de la que, previas las medidas que estaban utilizando,  se encontraban impotentes para desarticularla por completo, el mismo patrullaba las calles pistola en mano, de lo que creo no hubiere hecho uso de la misma, sino mas bien para atemorizar a los alborotadores y desistieran en su realización.

Un íntimo amigo mío y yo, cada uno con una caracola, y subidos en un tejado cuyas dos vertientes daban a calles distintas, y resguardados en una zona oscura que no podíamos ser divisados desde las perspectivas que pudiera tener el enfadado Cabo, le dimos la noche y de lo que pienso que si nos hubiera localizado, quizá hoy no hubiere podido decir que creo no hubiera hecho uso del arma reglamentaria que llevaba en su mano.

La celebración del enlace matrimonial se llevó a efecto como cito anteriormente, próximo a la media noche, pero sin que hubieren podido evitar, que si no, a su alrededor, si bajo la llegada a  sus oídos de la gran algarabía de la "cencerrada", a la que,  la costumbre,  condenaba a los que en su situación de viudedad volvían a casarse.

Si yo en mi caso cuando muchos años después,  desempeñaba el cometido de Comandante de Puesto se me hubiere dado tal circunstancia, no sé como hubieren sido mis actitudes en el proceder, desde luego si sé que no hubiere hecho uso del arma, posiblemente y recordando aquel acto de mi juventud, hubiera dicho para mis adentros "¡Cosas de la juventud!", y añado, el que en esas edades no haya cometido alguna gamberrada, si no de ese calibre, pero sí censurable a ojos de los mayores, y de la legalidad "que tire la primera piedra". 

También ayudaba a cometer tales actos en los pequeños pueblos, la carencia de hechos o circunstancias que ayudaran a pasar el rato de la gente joven, pero sin que por ello yo justifique tales actitudes de total reprobación. Esa costumbre, cuando menos en mi pueblo, se que se venía haciendo quizá desde muchísimos años, a lo mejor incluso, desde siglos atrás.

Hasta la próxima entrada.