martes, 17 de septiembre de 2013

Llegó la licencia, no el permiso ilimitado



En estos precisos instantes, pero de 1948, cabalgaba yo a bordo del tren correo Málaga-Madrid, aunque mi destino era, por lo pronto y utilizando tal medio de transporte, la estación de Córdoba. Llevaba colgado al cuello una especie de escapulario que me había sido confeccionado por un compañero que dejaba en su ciudad, de Sevilla se entiende, llamado Manuel Arroyo Clares, en el que podía leerse: "Adiós Serva La Bari, y las muchachas de la Ciudad Jardín".  Ello lo era porque durante mi tiempo de "mili" tuve, entre otras, una novia en la indicada barriada sevillana.

Con aquel viaje terminaba mi permanencia en el Ejército. Con tal fecha nos era concedido a toda mi "Quinta", o Reemplazo de 1946,  el "permiso ilimitado", y que dura todavía. Habíamos cumplido casi treinta meses de servicio.  El tren iba repleto  de quintos del reemplazo, que no pocos llevaban dentro de su cuerpo mas alcohol del que hubieren necesitado, para celebrar tal acontecimiento, y por lo cual los cánticos de los mismos tenían alborotado todo el convoy. Sus alegrías eran inenarrables y como tal lo exteriorizaban. Yo lo hacía en profundo silencio u recogimiento. Sin duda, era la excepción de la regla.

¿Pero es que yo no me alegraba de que se diera por cumplido el tiempo de servicio en filas, como era la "mili" en términos populares? Sí y no... ¡Más bien no que sí! ... ¿ Y a que obedecía esa mezcla de sentimientos ?. Voy a explicarlo.  Cuando allá el día 6 de abril de 1946, en compañía de los mozos de mi reemplazo yo salía de mi pueblo para incorporarme al Regimiento de Artillería numero 14, de Guarnición en Sevilla, donde fui destinado, atrás dejaba mi trabajo en una mina de carbón de la empresa "Coto Hullero La Ballesta, que se hallaba ubicada a mitad de camino entre Villaharta y Espiel, y a unos seis o siete kilómetros de mi pueblo. Yo podía haber continuado en dicho trabajo mientras mis quintos estuvieran en la mili, dado que al que voluntariamente lo deseara, le constaba para todos los efectos, el trabajo en la mina con el de servicio en filas.  Pero primero, porque hasta entonces el único trabajo que casi detestaba era el de minero, y segundo por mi sueños e intenciones eran de que, no sabía porqué, pensaba que en ese tiempo pudiera encontrar una ocupación que me librara, no ya del trabajo en la mina, sino el de jornalero agrícola que lo había sido hasta que entré en la mina.

Luego tuve la suerte, incluso buscada. no sin cierto riesgo de que hubiese sido todo lo contrario de lo que pretendía, y que fue el destino como mecanógrafo a las oficinas de la Capitanía General de la II Región Militar, sitas en la Plaza de España de la capital sevillana. Conste que cuando me destinaron como mecanógrafo, yo no había tocado siquiera una máquina de escribir, de lo que ya expuse en una entrada no hace mucho tiempo en este blog. El tiempo que en tal cometido pasé en la mili por algo mas de dos años, fue el mejor que hasta entonces lo había hecho en toda mi vida. Pero quizá el conformismo y el disfrute que me proporcionaba el destino que desempeñaba, me hicieron como suele decirse dormirme en los laureles, y así cuando llegó la hora de que cito, como fue el permiso ilimitado, todo cuanto había disfrutado se quedaba atrás. En esos instantes en que ya era irremediable el pensar de otra forma, e iba camino de mi pueblo y allá en el Coto Hullero La Ballesta, me esperaba otra vez el trabajo en la mina. Entonces fue cuando la propia circunstancia me ponía en la pura realidad, y me llevaba a la conclusión del total fracaso que me suponía el volver con la inexorable derrota de lo que fueron mis intenciones y propósitos, cuando ilusamente salía de Villaharta, y a donde esperaba volver solo en plan de visitas. De lo que días después vino, también he hecho relato en más de una ocasión en este blog, tal lo fue "con el rabo entre las patas", mi vuelta a trabajar en aquellas galerías de las que,  a decir verdad, siempre llegué a detestarlas. Las circunstancias en aquellos momentos, así lo impusieron. 

Sin duda, el primer día de regreso al trabajo en dicha actividad, ha sido sin ninguna duda, la desazón del descalabro mas importante que a lo largo de toda mi vida he sufrido. Gracias a Dios no duro mucho tiempo, y el devenir de mi existencia, creo estáis todos al corriente de como se ha desenvuelto. Pero aquel viaje con mis quintos el 17 de septiembre de 1948, no podía unirme a festejar la concesión del permiso ilimitado que nos era concedido, mi sensación del rotundo fracaso de cuanto en su día me propuse, me lo impedía totalmente. Mi ánimo, para pocos cánticos estaba predispuesto.

Hasta la próxima entrada.

1 comentario:

Carmen dijo...

Siempre se ha dicho que el saber no ocupa lugar y fíjate algo tan simple como la Mecanografía te libró de ese trabajo con el que tan a disgusto te sentías. A mi me pasó lo mismo, una cosa que había hecho por distraerme ( la mecanografía) me sirvió mucho en mi trabajo, vamos que sin eso no hubiese entrado. Menos mal que no tuviste que volver a la mina, que pocos trabajos habrán tan duros como ese. Creo que te sirvió para valorar mucho más lo que luego te trajo la vida, verdad?. Bss.