lunes, 8 de agosto de 2011

Los hijos son . . .

Ayer recibí un correo con el que se acompañaba un vídeo en el que se comparaba y se desarrolla la comparación de los hijos con un barco. La remitente, a cuya persona, aun sin conocerla, le guardo un gran afecto, le añadía un comentario con el que estoy totalmente de acuerdo.



Comoquiera, que esta cuestión de los hijos es el punto débil de mis sentimientos, hoy no encuentro mayor causa que tratar en esta entrada que es precisamente esa, la de los hijos.

Infinidad de veces he oído pareceres manifestados casi siempre en la misma dirección en el sentido de que se dice de lo difícil que es ser padre, o madre, que tanto monta. Nadie hemos asistido, porque no la hay, a una escuela de preparación de padres. Yo gracias a Dios, con la inestimable ayuda que mientras permaneció en este mundo me prestó mi mujer, llegamos a la educación de nuestros tres hijos, dos varones, los mayores y una hembra, por tanto la mas pequeña, con la máxima satisfacción de lo conseguido. Creo que solamente, dos cuestiones principales son las primordiales para conseguir lo deseado. La primera y sobresaliendo sobre todas las demás, es el ejemplo. No se podrá exigir a un hijo que sea respetuoso, amable y obediente con sus padres, y con todos los demás, si en alguno de ellos observa un trato vejatorio y desconsiderado hacia el otro, o incluso si lo hace hacía sus propios hijos. No he compartido nunca en su totalidad, cuando en muchas ocasiones los propios padres comentan que ellos son verdaderos amigos de sus hijos. A este respecto quiero hacer referencia a un hecho que al haberme sucedido a mí, puedo dar fe por propia experiencia.

El próximo día 24 de octubre se cumplirán SETENTA AÑOS de ellos. Por tanto yo tenía 16 años y cosa de adolescentes. El 24 de octubre se celebraba, y aún se sigue celebrando, la fiesta de San Rafael patrón del pueblo y también el día de mi santo. En aquel lejano día, juntamente con un amigo íntimo, ya fallecido, que se llamaba Francisco, y de mi misma edad, solíamos invitarnos mutuamente en nuestra onomástica, a cargo de quien fuera su día. Pues aquel día de San Rafael y cosas propias de adolecentes, comenzamos los dos, aunque la verdad sea dicha éramos bastantes juiciosos ambos para las edades que contábamos, y después de haber terminado el baile a eso de las dos o tres de la mañana, debido a que por razones de que él tenía novia y la había pasado todo el día junto a ella, no habíamos tenido ocasión de celebrarlo, comenzamos a tomar unas copas de vino, primero una cada uno, luego dos, después tres, pero seguidas y en su consecuencia sucedió lo que tenía que suceder. Sobre todo yo, que ya no sabía ni donde estaba, y, según me contaban, que yo no no tenía ni idea, creo que me dio por querer ir a llamar al cura para que se levantara y celebrar el rosario de la aurora. Ya ves lo que me importaría a mí eso. En concreto, que al final entre dos o tres amigos y conocidos hubieron de llevarme hasta mi casa. Llamaron a la puerta, se levantó mi padre que me recibió, con la siguiente frase, que fue lo primero que capté desde que comenzó a hacerme efecto el alcohol consumido, y que fue literalmente la siguiente: "¿A ti no te da vergüenza que tengan que traerte a tu casa en este estado?". Yo a mi padre no lo vi jamas borracho, ni incluso algo alegre como consecuencia del consumo de bebidas alcohólicas. Aquel reproche que me hizo mi padre del que se van a cumplir setenta años, lo llevo todavía clavado en lo mas profundo de mi alma, y fue lo mas duro y justo que en toda su vida me hizo. ¿Hubiera causado en mí y surtido el mismo efecto, si yo le hubiera podido reprochar a él, el mismo comportamiento? Sin lugar a dudas que no. A partir de aquél lejanísimo día, cada vez que en unión de familiares, compañeros o amigos nos hemos reunido para alguna celebración, cada sorbo de vino o licor que he tomado, y que por cierto lo he hecho de tarde en tarde, me ha traído al recuerdo lo que me dijo mi padre, y podéis creerlo, aún hoy siento un no sé que de vergüenza, solo con recordarlo.

La segunda de las condiciones exigibles y también de verdadera importancia, es el de sentirte siempre y en cada momento de estar ejerciendo de padre, o madre. Por eso digo anteriormente, que un padre no es un "amigo" de su hijo. Un amigo, jamás me hubiere dicho a mí, lo que mi padre cuando llegué a mi casa en aquella situación, ni tampoco hubiere colaborado en que llegara a la misma, como hizo mi amigo, aunque entonces supo o pudo aguantarlo mejor que yo.

Entre las condiciones que debemos hacer llegar a nuestros hijos, es hacerlos "responsables" de todos sus actos y comportamientos en el transcurso de la vida y situarlos en las condiciones que puedan ejercitarse en ello.

Mis dos hijos varones, con 17 años, hicieron su ingreso, previa la correspondiente oposición, en la Academia General Militar de Zaragoza. Al poco de ingresar, primero con el mayor y después con el segundo, recibí una carta de la dirección de la Academia, pidiéndome manifestara la cantidad de dinero que como anticipo daban a los Cadetes de la propia Caja de la Academia, principalmente los fines de semana, que eran las únicas fechas que tenían salida y que luego a finales de cada mes pasaban el cargo a sus padres. Mi respuesta en ambas ocasiones, fue la misma. Que le facilitaran la cantidad que ellos tuvieran a bien solicitar. Durante los tres años de permanencia en aquella Academia, ya que los dos últimos años de carrera lo hacían en las Academias Especiales del Cuerpo o Arma elegido, jamás tuve necesidad de hacerle el menor reproche de haber gastado mas de lo que la situación económica de sus padres podría permitirle y de lo que ellos sin duda eran conscientes.

Trayendo hoy este tema en la entrada de mi blog, me siento doblemente orgulloso, al contemplar, que mis nietos, los hijos de mis hijos, todos, hasta hoy y gracias a Dios lo sea por siempre y utilizando los términos marineros en que el vídeo en principio citado hace, continúan con el mismo rumbo que llevaron a sus padres a buen puerto, y que a su vez lo tomaron del que siguieron sus abuelos y con los mismos logros.

Yo, a estas alturas de mi vida, he de mantenerme al pairo y a socaire de cualquier viento o tormenta que pueda levantar la mar y hacer dificultosa la navegación a bordo de esta embarcación algo desvencijada por la acumulación de tantísimas singladuras conseguidas en tan larga travesía.

Hasta la próxima.

1 comentario:

Carmen dijo...

¡¡¡OOOOOHHHH. Que bonitoooo!!! Nunca había "oido" ese video, gracias por ponerlo, de verdad que me ha emocionado. Estoy totalmente de acuerdo contigo en cuanto a la educación de los hijos, estos ya tienen sus amigos y lo que necesitan en verdad son unos padres, los hay que cren ser "colegas" de los suyos, pero esto no es así, además los hijos lo agradecen, como te pasó a ti con el tuyo en su momento, tienen que tener una guia y ejemplo en su vida, además de un inmenso cariño, con esas normas nos ha ido muy bien, así que no creo que estemos muy equivocados. ¡Hasta la próxima! Saludos: Carmen