Una fecha hoy, 20 de abril. Un 20 de abril pero de 1994, fallecía mi madre. Mes y medio exactamente le faltaban para cumplir los 97 años, ya que nació el 5 de junio de 1897.
Recordando hoy la efemérides de su fallecimiento he pasado por todo su acontecer desde que yo tengo uso de razón y no deja de sorprenderme cómo una mujer en el que el devenir de su vida estuvo lleno de adversidades, muchas de ellas de la máxima gravedad, pudo alcanzar semejante longevidad. Estuvo viuda más de treinta y cinco años. Pasó por el trance de soportar el fallecimiento de tres de sus hijos que no llegaron a cumplir siquiera el primer año de edad. El último de ellos, precisamente el que también fue el último en nacer, que lo fue cuando nos encontrábamos exiliados de nuestro pueblo durante la Guerra Civil española. Éste nació en la primavera de 1937, dieron en llamarle Ricardo, ya que como es natural no fue bautizado, dado que en la zona roja no había un solo sacerdote que hubiere podido hacerlo. Falleció a principios de otoño del mismo año, cuando nos encontrábamos viviendo en un cortijo distante unos dos kilómetros del pueblo de Pedroche, pero distinto al en que nació. De las tablas de unas cajas viejas, entre mi padre y algunos de mis tíos, hicieron el humildísimo ataúd que sirvió para la mortaja de su último hijo. A lomos de una caballería fue trasladado su cadáver desde el cortijo hasta el cementerio, en el que los mismos que confeccionaron su ataúd, también hubieron de cavar su fosa. Un acompañamiento de no mas de siete u ocho personas, entre mi madre, mi padre y algunos de mis tíos y tías, sin mas ceremonial que las lágrimas derramadas por los asistentes, especialmente me supongo que las vertidas por mis padres, fueron lo último que en su honor se hizo. Pocos días después, y por causas que en este momento no vienen al caso exponer, cambiamos de residencia. El acto de su sepelio fue lo último y único que se pudo hacer por su hijo Ricardo. Nadie ni nunca, volvió siquiera a visitar su tumba.
Hace poco más de un año, en una visita que yo hice a la localidad de Pedroche, donde me llevó mi hijo mayor, y desde una calle de dicha localidad, bastante empinada por cierto, muy próxima y desde la que se divisaba todo el camposanto, pese a los mas de setenta años transcurridos desde su muerte, fijando mi vista hacia el mismo, le dediqué un sentido recuerdo, mentalmente le recé un padrenuestro, y como no, unas lágrimas asomaron a mis ojos, tanto por el recuerdo a mi hermano, como lo que supondría aquel hecho durante los cerca de cincuenta y siete años que mi madre sobrevivió a ello.
El hecho relatado es un botón de muestra, de lo que en no mas de de siete u ocho años supusieron, para toda la familia, pero especialmente para mi madre, el calvario que lo llevaría presente hasta que ese 20 de abril de 1994, Dios se la llevó también a ella.
Una festividad. Hoy, además de 20 de abril de 2011, también celebra la Iglesia la festividad del miércoles Santo que marca el ecuador de la Semana Santa. De entre las muchas imágenes que se procesionan durante la Semana Santa malagueña, para mí, pero especialmente lo eran para mi mujer, las del Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima de los Dolores, lo eran y para mí lo siguen siendo, las mas importantes de todas. A tal extremo llegaba la pasión de mi mujer por la procesión de la referida Cofradía, que creo recordar lo apunté en una de mis anteriores entradas en este blog, que el Miércoles Santo de 1958, que lo fue el día 2 de abril de dicho año y pese a encontrarse ya cumplido su periodo de gestación de nuestro segundo hijo, estuvo porfiándome todo el día para que la llevara cuando menos, a ver la salida de la "Expiración". De haber accedido a sus deseos, mi segundo hijo hubiera nacido entre capirotes. Aquella Semana Santa del referido año, creo ha sido la única que me he librado de la asistencia a la mayoría de las procesiones de cada año. En no pocos, me sacaba el abono de sillas para toda la semana y desde la salida de la Cofradía del "Huerto", hasta el final de la de "Servitas", salvo en casos de fuerza mayor ni una sola se nos quedaba sin ver. Todo ello durante mas de treinta años. Pero además los últimos diez o doce años de su vida, cada Semana Santa, en un establecimiento de calle Larios teníamos un balcón que amablemente los propietarios de la Heladería, Mayke para mas detalles, nos tenían reservado para toda la semana, donde aquí se pasó ELLA, las mas felices y confortables vistas de sus entrañables procesiones y el no va más, lo era cuando los "polillas", como se conocían, y creo se seguirán conociendo a los Guardias Jóvenes del Colegio de la Guardia Civil de Valdemoros, pasaban con sus serios, marciales e incomparables desfiles. Para mí, esos años lo fueron también de un gran alivio, dado a que me pasaba la noche sentado ante una mesa, con un café a veces y otras con un cubata y charlando con algunos amigos que nos acompañaban y así se me pasaba el tiempo volando. En estos momentos daría cuanto me quede de vida, por pasar un semana Santa como esas ultimas que pasábamos en aquel balcón de calle Larios, pero junto a ELLA, que aquello le suponía uno de los mayores goces contemplativos de su vida.
Este Miércoles Santo de 2011, solo me queda traer al recuerdo aquellos felices momentos, que para mí, lo eran principalmente el contemplar como ella los gozaba. Si en el Cielo se celebra la Semana Santa y con ello procesiones, ELLA estoy seguro habrá reservado un asiento en la tribuna del itinerario de las mismas.
Hasta la próxima.
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