domingo, 10 de abril de 2011

Algunas efemérides del mes de abril


Creo haberlo, cuando menos comentado en mas de una ocasión, y quizá también escrito, que en el mes de abril es cuando más casos se han sucedido, bien a mi propia persona o en mi entorno personal más próximo, y todos ellos por supuesto, con la entidad suficiente para ser recordados. Unos de feliz recuerdo; otros todo lo contrario; los demás, cuando menos para tenerlos presentes cuando llega su momento, por su propia trascendencia. Dos de ellos, ya han sido reflejados en sendas entradas en este blog.

Hoy para demostrar cuanto dejo expuesto anteriormente, citaré algunas, aunque dos de ellas como se verá no se cumple hoy su efemérides, pero no por ello deje de sobrarles motivo para ser tenidas en cuenta. Vamos a ello:

Día 3 de abril de 1958, nacía mi segundo hijo, Venía a este mundo a las dos de la madrugada de un Jueves Santo. No nació en plena calle de verdadero milagro. Mi mujer, como buena Toledo en primer lugar, fiel devota de la que en Málaga se conoce como "La Expiración", y que desde que cuando menos yo estoy en Málaga, tiene su salida a las doce de la noche del Miércoles Santo, me estuvo dando la tabarra de que la llevara a ver la salida de su procesión favorita. A las doce y media de aquella noche salía a toda pastilla en busca de la Comadrona que la atendió en el parto en nuestra propia casa. A las dos de la madruga mi segundo hijo estaba entre todos los mortales.

El día 3 de abril, pero de 1982, el descrito anteriormente, contraía matrimonio en Zaragoza. No es que fuera un niño, pero ha sido el mas precoz en casarse de los tres hijos. La boda, como suele decirse celebrada por todo lo alto. La novia el eje central del acontecimiento y luciendo sus mejores galas. El novio, mi hijo vistiendo el traje de gala de Teniente de Infantería. Mi mujer madrina por primera vez y como siempre tan acertada en elegir traje. La única pega que pudiera darse al acontecimiento es que debido a la distancia, solo dos hermanos míos residentes en Barcelona acompañados por sus respectivos cónyuges, fueron los únicos familiares más allegados que pudieron asistir al mismo.

5 de abril de 1986, cuatro años después, más uno que le superaba en edad, contraía matrimonio mi hijo mayor, esta vez si mas cerca, dado que se casó en Marbella. La novia y como no iba a ser menos el centro de atención y que como toda mujer en tales casos su vestido de novia es uno de los elementos principales del acto. El novio, mi hijo, en este caso su uniforme de gala como Capitán de la Guardia Civil. Mi mujer otro de los grandiosos días para ella, por segunda vez llevando a un hijo suyo ante los altares, y como modista de alta costura que era, la elección de su traje de madrina en nada desmerecía del de los novios. Su celebración a la misma altura de la anterior y esta vez acompañados por mas familiares y amigos de de los contrayentes y sus familias.

Pasados veintinueve y veinticinco años, respectivamente de aquellos acontecimientos, con dos hijos cada matrimonio, daría incluso mi propia vida porque aquella madrina pudiera contemplarlos tal siguen hoy.

Otro acontecimiento, pero este más triste. Hoy 10 de abril se cumplen 40 años del fallecimiento de mi suegra. De los siete que componían la familia, el matrimonio y cinco hijos, era la primera que fallecía. De los cinco hijos, el mayor era cuatro años menor que yo. Desde hace unos cinco años, ninguno de la familia queda en este mundo. Descanse en paz toda la familia.

10 de abril de 1997. Hoy cumple 14 años, el último de mis nietos. Su abuela ni siquiera llegó a conocerlo, nació dos meses y una semana después de su fallecimiento.

Para mí este acontecimiento supuso, dos reacciones totalmente opuestas la una a la otra. Yo me encontraba en casa de mi segundo hijo, en Aguadulce, barriada de Roquetas de Mar en la provincia de Almería, donde me habían llevado hacía un mes convaleciente de la operación de corazón a que fui sometido, como consecuencia del infarto sufrido el mismo día en que falleció mi mujer. Al día siguiente de recibir la noticia del nacimiento de mi nieto y como no, la alegría de saber como suele decirse, tanto la madre como el recién nacido se encontraban en perfecto estado, en mis diarios paseos matutinos que realizaba por la barriada, en su parte mas oriental y cerca de un pequeño edificio que creo estaba destinado a consultas médicas, había un pequeño jardín y en el mismo instalados unos cuantos bancos, donde en el más recóndito a la vista de cualquier viandante, era el mudo testigo de mis habituales lloros por la pérdida de mi esposa, aquella mañana, trayendo al recuerdo del nieto recién llegado, con la abuela que unos dos meses hacía que para siempre se había marchado, me ocasionó tal decaimiento en mi estado de ánimo, que pese a mi condición de ser de lágrima fácil era tan profunda mi pena que parecía nunca iba a poder cesar en el llanto que me embargaba. No menos de dos horas me pase en aquel estado, en el que haciendo un esfuerzo ímprobo por controlar mi estado, por fin conseguí ponerme en camino hacia el domicilio de mi hijo y que una veces él y otras mi nuera, procedían a curarme las heridas físicas que todavía tenía como consecuencia de la operación quirúrgica. Éstas, no tardaron en sanar, las del alma, su cicatrización final, solo lo serán el día en que aquella madrina de las bodas de sus hijos, y el padrino de la boda de su hija, vuelvan a estar juntos por toda la eternidad.

Hasta la próxima entrada que tratándose del mes de abril, pocos días tengo libres sin un recuerdo que traer a la memoria.

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