sábado, 23 de abril de 2011

Sábado de Gloria


Pese a las modificaciones que sobre el particular haya podido hacer la Iglesia, hoy, o sea el día siguiente al Viernes Santo, para mí seguirá siendo mientras viva el Sábado de Gloria.

Solamente el pronunciar la palabra gloria, a mi me sabe a eso, a GLORIA.

Recuerdo de mi infancia y mi niñez, que cuando a las diez de la mañana, del sábado siguiente al Viernes Santo, las campanas de la iglesia de mi pueblo comenzaban a repicar a "Gloria", todas las mujeres salían a la calle y arrojaban doce chinitos (piedrecillas), sobre el tejado de sus casas y acto seguido se procedía a rociar por los distintos compartimentos del domicilio, el agua bendita que los niños momentos antes habíamos recogido en la iglesia, para lo cual llevábamos los recipientes mas apropiados y bonitos que había en el hogar. Todo ésto, recuerdo decían que era para echar el demonio de las casas. No sé si esta costumbre seguirá usándose en mi pueblo.

Pero a partir de 1952, fue, y sigue siendo uno de los días mas entrañable para mí. Como no, todo se debió a que un Domingo de Enero del mencionado año, conocí a aquella jovencísima mujer que su propio nombre decía lo que supuso en el devenir de toda mi vida en lo sucesivo. Se llamaba GLORIA. Hoy, como no, en estas primeras horas de la mañana del Sábado de Gloria, en que hallándome en mi domicilio, sin otra compañía que mis recuerdos, vagan por mis sentires toda aquella felicidad que me trajo consigo, y aunque su partida me dejase huérfano de su presencia física, perdura en el tiempo las consecuencias que de todo ello puedo seguir gozando y sentirme orgulloso de lo que entre ambos llegamos a crear, como fue una FAMILIA, que no me da recato alguno en considerar como ejemplar.

Como cito anteriormente, aunque en esta soledad física en que me hallo en estos instantes, solo con que mi mente tenga la suficiente clarividencia para traerme al recuerdo el feliz evento en que conocí a GLORIA, dóime por el mas afortunado de los mortales.

Otra Gloria, me dejó también para mi orgullo, como lo es mi hija que también como su madre hace honor a su nombre, a la que por estas humildes letras felicito y le envío un beso muy fuerte. Hago extensiva esta felicitación a otras dos Glorias, una sobrina-ahijada y otra solo ahijada, que asimismo llevan el nombre de su tía-madrina y madrina, respectivamente.

Estos recuerdos son los que en el sentimiento de los viejos, nos aportan los alicientes indispensables para nutrir el deseo de seguir viviendo.

Hasta otra entrada.

1 comentario:

Carmen dijo...

Hola, después de una Semana Santa pasada por agua, amanece un esplendido sabado de Gloria. Está claro que mientras Ellos estén en nuestro corazón siguen con nosotros, al menos yo así lo siento. Que tengas una feliz Pascua de Resurrección. Saludos: Carmen