miércoles, 16 de abril de 2008

Todos los parajes en el entorno de Villaharta

Pese a que se han cumplido ya SESENTA AÑOS en que salí de Villaharta, mi pueblo, y donde he regresado en bastantes ocasiones, pero de forma esporádica y estancias breves, hoy se me vienen al recuerdo, el nombre de los parajes y puntos por donde durante mi infancia, o mejor dicho niñez, nos movíamos en nuestros juegos y escarceos, como también en lo que ya algo mayor, supusieron mis lugares de trabajo.

Al contrario que en las grandes ciudades, en los pueblos pequeños los niños de entonces teníamos nuestras zonas de esparcimientos en los extramuros de la localidad, y cuando menos uno o dos kilómetros a la redonda. Tanto en los juegos, como en la búsqueda de nidos de pájaros o algunas hierbas que las hacíamos comestibles, así los lugares mas frecuentados eran entre otros, que desde luego pocos se me habrán olvidado sus nombres, eran: las zahurdillas de arriba; las zahurdillas de abajo; las lagunillas; el cerro de las viñas; el cerro del cabrahigo; el centenillo; las cercas de la mina; el olivar de la Virgen; el cerro de la solana, el puerto de la silleta; el puerto giner; el puerto de la lapa; los horcajos; la erilla del fraile, el lagarazo; el lopillo; las serranas, el cerrillo de la fuente; la umbría de las serranas; la fuente del madroño: la mimbre; el arroyo de las navas; el cerro chicharro; el arroyo del saltillo; la cerca del trompo; el huerto del médico y el huerto de Víctor. De estos dos últimos, en mas de una ocasión robábamos algún fruto del tiempo.

Luego ya cuando comencé a trabajar como jornalero agrícola, lo hice entre otros, en Peñas Blancas, en que dí mi última jornada antes de irme a la Guardia Civil; el parralejo; el huerto cepas; los puerros; pobillos; los morros, La Yedra; Pedrique; el cerro martín; la umbría del pajarito, aquí haciendo hoyos para plantar olivos, que al día de hoy existe un olivar espléndido; la moheda, nosotros deciamos la "mojea"; la colá; la ballesta, esto cuando trabajé en la mina; también el rebusco de aceitunas, por lo olivares del chato; chivatiles, los blancos; la pedriza, el cortijo del obispo; las umbrías del lopario y velarde.

Mención aparte merece por cuantos recuerdos guardo de ello, mis casi cinco años de trabajo casi ininterrumpidos, en la Calera, y precisamente donde a los cuarenta días de nacer, me llevaron y pase una temporada, ya que mi padre estaba trabajando allí cuando vine al mundo. No se si por este detalle que a lo mejor instintivamente capté en los albores de mi existencia, hasta mi salida para el servicio militar, es lo que mas hondo caló en mis sentimientos.

Bueno, dejemos por hoy de daros el tostón con estos detalles insignificantes para vosotros, pero que yo sin duda llevaré en mis recuerdos hasta el fin de mi vida. Así son las cosas.

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