jueves, 17 de abril de 2008

Lo que va de hijos a nietos



Entre otras, una de las circunstancias que se acentúan cuando se llega a la vejez, es la posibilidad y la tendencia a la contemplación. Si durante, la infancia, niñez, juventud y edad adulta, los hechos y acontecieres que se van sucediendo a lo largo de esa tu vida, las ves pasar sin percatarte muchas veces de lo que están suponiendo para tu discurrir cotidiano, salvo en casos excepcionales, así en sentido positivo, como negativo, o dicho en términos coloquiales, te resbalan un tanto; cuando eres viejo y, como tampoco tienes otras obligaciones que te lo impidan, parece que todo eso que va surgiendo a tu alrededor, le pones freno a su devenir y vas tamizándolo y quedándote con cuanto supone en lo que principalmente a los tuyos afecta.

Concretamente, y como hago constar en el título de esta exposición, existe una gran diferencia en cuanto al discurrir de la propia vida de los hijos a la de los nietos. Los primeros, pese a que sin duda te exigen mayor dedicación y entrega, en un abrir y cerrar de ojos, cuando te das cuenta ya son hombres o mujeres y por razones de trabajo, casamiento o cualquier otro motivo se ven en la necesidad de abandonar el hogar. Miras hacia atrás y te preguntas: ¿cómo es posible que hace nada eran niños y ya han volado?

En cuanto a los nietos, sucede todo lo contrario. Pese a que con algunos no tengas un trato cotidiano y su presencia física lo sea en tiempo espaciado y reducido, los ves como van creciendo en estatura física; como van cambiando en sus gestos, modos de hablar, de comportarse, de demostrar que ellos no son ya niños. De como sus gustos por los juegos van cambiando con arreglo a las edades que van alcanzando. De cómo aún en sus propias rebeldías, que tal vez en algunos lo vengan arrastrando desde su infancia, se van moldeando según los avatares a sus propias vivencias de la edad por la que vayan atravesando. Contemplas incluso, como va apareciendo su acné juvenil, su "pelusa" facial va convirtiéndose en "barba", (para mí solo esto, ya que nietas no tengo y no puedo hablar de lo que supone su transformación). Si los hijos cuando quieres acordar te sobrepasan en estatura y ni siquiera los recuerdas de cuando no te llegaban siquiera al hombro, los nietos los vas observando como poco a poco se te van acercando en tal sentido, aunque para hacerlo conmigo, les llega en edad temprana, y a medida que los días pasan tienes que ir girando el cuello hacia atrás, para poder mirarlos a la cara.

De todo cuanto termino de exponer, que como digo al principio es fruto a la contemplación que la ancianidad te facilita y permite al descargarte de un sin fin de obligaciones, cuando menos yo, lamento no haber podido regodearme de todo ese devenir en cuanto lo fue de mis hijos, como lo he gozado, y sigo haciéndolo con mis nietos. Sin duda, sera la compensación que a los abuelos nos viene hecha por el paso de los años, al privarnos por ello de otras facultades. Pero aunque solo fuera por esto, vale la pena llegar a viejo.


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