lunes, 13 de octubre de 2014

Volviendo la vista atrás, muy atrás

Puerto de Málaga

Hoy en esta sosegada jornada tras la festividad de la Virgen del Pilar, Patrona de la Guardia Civil, aunque ayer por motivo de la lluvia, se nos frustró la intención que teníamos de asistir cuando menos a la celebración de la Santa Misa, no así a la representación de una de mis zarzuelas favoritas, como es "La Boda de Luis Alonso", cuya música de su intermedio, como creo he hecho constar en un comentario en el Facebook, muchas veces he tatareado, sin nada que lo impida, trayendo a mi mente pasados y lejanos recuerdos, hoy se cumple un aniversario con relación a  mi vida en el Cuerpo.

Tal día como hoy, pero de hace sesenta y tres años, o sea el 13 de octubre de 1951, prestaba mi primer servicio en el Puesto de la Aduana, donde causaba alta en la revista del citado mes, procedente del de Torrelasal, ya desaparecido, como otros mucho más, que se hallaba, en una edificación totalmente aislada, en la costa cerca de la barriada de Sabinillas.

Aunque podía haberlo hecho cinco días después, quizá por esa tendencia mía a madrugar, o adelantar el tiempo a lo que estaba previsto, aquella mañana verificaba mi presentación ante el Brigada Comandante de puesto. Era sábado, día en que se verificaban los cambios de turno en los servicios de línea diurno y nocturno, y aunque los relevos lo eran a las catorce horas, yo realicé mi presentación sobre las diez de la mañana, comunicándome que me pasaba al turno de la noche.

Momentos antes de las veinte horas de aquel sábado y previo el sorteo correspondiente, me tocó prestarlo en el punto de entrada al recinto portuario por el Puente de Hierro, por el que pasaban y creo lo siguen  haciendo, las vías del ferrocarril y que además de los trenes de mercancías, igualmente lo hacía el tren de suburbanos, que partiendo de Málaga llegaba hasta la localidad de Coín. Así mismo existía un pasadizo para la entrada de personal, donde había de permanecer por espacio de nada más, y nada menos que doce horas.

Si atrás dejaba el servicio en la costa por aproximadamente igual número de horas, desde antes del anochecido hasta después del amanecido, como estaba estipulado, cuando menos se hacía en pareja, se tenía con quien charlar, y aunque estaba prohibido, mientras uno vigilaba, otro daba una cabezadita de dos horas, que algunas noches se llegaba hasta dar dos de ellas, con lo que se pasaba la noche mucho mas distraído. Pero doce horas completamente solo, sin más distracción que cuando algún superior llegaba a vigilarte el servicio, y las buenas noches o buenos días que te eran dados, no siempre, por los pescadores que entraban y salían de sus trabajos o para la compra de pescado en las subastas que se hacían en el sector de la pescadería, con ese lentísimo pasar de las horas, fumando cigarro tras cigarro y consultando el reloj de vez en cuando, que parecía haberse detenido el paso del tiempo, aquello eran noches interminables, como reza el dicho, "una noche toledana". Pero no quedaba ahí la cosa, si no que una vez eras relevado a las ocho de la mañana, tenías que trasladarte al local de la Aduana, donde había que prestar el servicio de reconocimiento de equipajes y viajeros a los que llegaban procedentes de Melilla, que estaba previsto para la hora citada.

Aquella mañana, ya del día catorce, recibía una gran ilusión cuando al llegar al punto donde el barco de la compañía Transmediterránea, uno de los dos que hacían dicho servicio, se hallaba atracado y que lo era el denominado "Vicente Puchol". en el que mi padre cuando hizo el servicio militar en dicha plaza, me contaba era uno de los que utilizaba para ir y venir de dicha ciudad, esto en los años 1919- 20- 21, precisamente cuando la llamada "Guerra de Melilla". Aún  el referido barco permanecía prestando sus servicios en la misma ruta. Creo sería allá por los últimos años de la década de los  sesenta, del pasado siglo, a un nuevo barco le volvieron a poner el mismo nombre y que el primero posiblemente hubiere pasado, merecidamente por su antigüedad, al desgüace. Entonces, y aún hoy, el traer este hecho al recuerdo, me transporta hasta aquellos  lejanos relatos que mi progenitor me hacía cuando era todavía muy niño, pero que llevaré en el recuerdo mientras viva.

Aún cuando esta modalidad de servicio, entre las diferentes que se prestaban en el mismo Puesto de Aduana, todas las demás mucho mas llevaderas que la citada y que se practicaba por los recién incorporados por espacio de un mes aproximadamente, el que yo pidiera mi traslado hasta Málaga, lo era con la esperanza,  primero  salir de aquella ausencia de trato con las personas, excepto las de las familias de los compañeros del puesto a la que estábamos sometidos, cuando contaba veintiséis años de edad, y aunque tuve la oportunidad de echarme una novia, a la que conocí por que circunstancialmente había ido a visitar a unos familiares que vivían en un cortijo en los confines de la demarcación del Puesto de Torrelasal, pero que hubo de volver a su pueblo, también me llevó a ello, la esperanza de poder alcanzar algún destino que no lo fuera el rutinario servicio de la vigilancia que había practicado desde que ingresé en el Cuerpo. Y tales eran mis esperanzas, mes y medio después de mi llegada a Málaga, conseguía mi pase como mecanógrafo a las oficinas del Tercio, donde daba el comienzo de mi dicha, por el resto de los treinta años siguientes de mi permanencia en la Guardia Civil, y por ende, igualmente me llegó lo que fue mi vida personal y de ello, la familiar. La dicha que buscaba quizá en ensoñaciones despierto, se cumplió mucho más allá de lo deseado. Sin duda, uno de los hechos mas trascendentales de mi vida, fue la petición de aquel destino, primero la solicitud del examen que para el mismo se requería y luego mi pase, al que hoy se han cumplido SESENTA Y TRES AÑOS, y que bendito sea el momento en que decidí hacerlo. Muchas veces el destino en la vida de las personas, pende de las decisiones que a lo mejor por "ver", sueles tomar. Eso sí, miro hacia atrás y ya ha transcurrido toda una vida desde mi primer servicio en el Puente de Hierro, que sobre la próxima desembocadura del río Guadalmedina en el mar, une las dos orillas del mismo, con el Puerto de Málaga.

Bueno, como veréis, esta vez me he pasado del campo a las orillas del mar. Hasta la próxima, que no me alcanza de lo que trataré.

2 comentarios:

Carmen dijo...

Vaya memorión que tienes, yo recuerdo fechas que han sido muuuuy importantes en mi vida, recuerdo el año en que comencé a trabajar, pero para nada el día exacto y tantos detalles que tu guardas como si hubiesen pasado dos días. Como siempre muy ameno lo que nos cuentas y me alegro de que te lo pasaras muy bien en la zarzuela, de eso me enteré antes de que lo contaras por motivos obvios.... Je je je. Bss.

Daniel Torres dijo...

¡Caramba, sesenta y tres años! ¡Felicidades! Málaga debe de haber cambiado un pelín en este tiempo, sí. Menos mal que estás tú para recordarnos todo lo que merece la alegría, Rafael. Y qué maravilla de entrega y de sacrificio, tú y todos los caballeros y damas como tú, que tanta falta hacéis. Hoy más que nunca.