domingo, 23 de enero de 2011

¡Qué mejor sobremesa!


Ayer y acompañado por mi hijo mayor, estuvimos comiendo con un viejo y buen amigo mío. El menú no era nada extraordinario, a excepción de una buena botella de vino de Rioja que yo aporté, y aunque la intención no era su consumo durante la comida, una circunstancia inesperada hizo que cayera en el almuerzo. Pero esto es una simple anécdota que no tiene la mayor importancia. Tampoco nuestra reunión era la de ingerir ninguna comida ni manjar especial, si no simplemente de pasar un rato agradable y como es natural contar alguna que otra "batallita", principalmente de aquella lejana juventud.

Mi buen amigo Emilio Nuño, con quien compartimos menú, y que como consecuencia de algunas recientes alteraciones en su estado de salud, tiene un tanto disminuido circunstancialmente su sentido de la vista, tanto durante la comida, como en la posterior sobremesa, mi referido hijo, estuvo permanentemente y con el mimo que en él es innato, pendiente que de que todo se desarrollara con la mayor naturalidad y nada le faltara al amigo de su padre.

Aprovechando un momento de ausencia de mi hijo de nuestra presencia, precisamente cuando se dirigía al mostrador para traernos una consumición, mi referido amigo y también dando ejemplo de su fina sensibilidad, mirándome a la cara y con algunas lágrimas en sus ojos, creo que sin duda debido a su gratitud por el trato del que estaba siendo objeto, me dirigió la siguiente frase: "Rafael, cada vez me admiro más de la grandeza y calidad de tu hijo". Si en mi amigo aparecían unas lágrimas en sus ojos, el efecto que en mi surtió semejante declaración, los míos fueron anegados. Puedo jurar en este momento, que nada otra cosa me hubiere satisfecho más que cuanto encerraban en sí, esas catorce palabras. También, como no, en aquel momento me acordé de su madre y le agradecía, la parte que ella hubo tenido en incrementar, esos sentimientos naturales de este nuestro hijo, al igual que el de los otros dos, del que van dejando testimonio por todos los senderos en que se van desenvolviendo en todos los actos de su vida. Nada en el mundo satisface tanto, como esa manifestación que yo ayer recibí por parte de mi amigo y que aún comprendiendo que estaban totalmente justificados, no por ello dejo de agradecérselo de todo corazón.

1 comentario:

Carmen dijo...

¡Cuanto me alegro de que estes tan orgulloso de tu hijo! te entiendo perfectamente, pues si algo hay de lo que me enorgullezco es de los mios, tambien tengo tres, pienso que hemos tenido mucha suerte, pero tambien algo aportariamos su padre y yo para que nos hayan salido tan bueniiiiiisima gente, y vosotros igual, sería lo primero en vuestra vida y les hemos dado ejemplo de honestidad y buen hacer, que es lo importante lo que aprenden en casa desde pequeñitos,¡Enhorabuena!. Saludos: Carmen