viernes, 21 de enero de 2011

Hoy es viernes



Hoy es viernes. "¿Bueno y qué?", os preguntareis aquellos que por motivos familiares o algunas personas que me honran con sus entradas en este mi blog, suelen hacerlo. Hoy es uno de los 52 o 53 viernes que se dan a lo largo de todo un año. Sin duda ninguna que así es, cuando menos ahora. Pero hoy, al igual que esos 52 o 53 viernes que se dan a lo largo del año, es también un fin de semana. A partir de esta tarde, miles y miles de trabajadores, estudiantes y todos aquellos que durante el resto de la semana tienen una ocupación, a partir de esta tarde disponen de su asueto hasta el próximo lunes, salvo los que debido a sus profesiones u oficios particulares tengan la obligación de prestar una jornada de guardia o servicio por el estilo. Seguramente os seguiréis preguntando: "¿y éste que ve de especial en ello?" Pues sí, mucho más de lo que vosotros cuyas edades sean cuando menos veinticinco o treinta años inferiores a la mía, podáis suponer.

Desde los trece años en que yo comencé mi trabajo continuado en el campo, y muy especialmente desde los quince hasta los diecinueve años, eso de fin de semana era pura definición de que terminaba un espacio del tiempo transcurrido. Con aquellos dieciséis, diecisiete, dieciocho y diecinueve años míos, me pasaba semanas y semanas completas, día tras día, sin uno siquiera de descanso y aún lo que es peor, con el acompañamiento de seis u ocho compañeros de trabajo, algunos de la misma o parecida edad a la mía, los que una vez terminaba la jornada pernoctábamos en un caserío cuyo núcleo de población, que así pudiera denominarse, estaba cuando menos a ocho o diez kilómetros de distancia.

Seguramente, la inmensa mayoría de los que esto tengáis la deferencia de leer esta nueva entrada, pensaréis para vosotros: "Yo, eso no lo hubiere hecho ni lo hubiere podido soportar." Puedo aseguraros, que estáis en un profundo error. Las circunstancias, lo deciden todo. Cuando por encima de cualquier otra cuestión se halla el límite de la casi supervivencia, tanto de uno mismo como de los propios familiares, cuya indefensión por razones de edad u otro motivo, precisan de tu ayuda, puedo asegurar, que incluso dándose la situación aquella en la que solíamos desenvolvernos, cuando menos lo tomábamos con resignación y hasta en no pocos momentos, incluso con cierta alegría. El que cualquier ínfimo aporte que pueda suponer tu colaboración para que, esos seres queridos puedan seguir adelante, compensan cualquier sacrificio que en su ayuda tengas que soportar. Sin ninguna duda, la adversidad nos hace y nos convierte en altruistas hasta el límite. Por tanto, pedir a Dios que esas "circunstancias" no os obliguen a aquello que, no yo, sino la inmensa mayoría de mis coetáneos estuvimos obligados a realizar.

Que todos, y también yo, tengamos nuestro merecido asueto este fin de semana. Hasta la próxima entrada.

No hay comentarios: