Nueve de la mañana del día 9 de enero de 1997. Mi mujer salía de esta casa hacia el Hospital Parque de San Antonio de esta Ciudad. Ella, bajaba acompañada por mi cuñada Margari. Yo, con la excusa de que iba a parar el primer taxi que pasara, lo hacía delante de ellas. Pero el motivo de tomar la delantera a ellas, no era el que les dije, sino solo para ocultar la abundancia de lágrimas que comenzaron a desprenderse de mis ojos, dado que tenía el pleno convencimiento de que, jamás volvería al hogar donde durante más de cuarenta años había sido la reina y señora. Mis presentimientos se cumplieron de punta a punta. Con toda seguridad, en lo que no hubiere acertado era en que pasados catorce años yo seguiría caminando aún por esta vida.
Como es natural, esta fecha jamás me pasará inadvertida mientras viva y Dios conserve mi mente tal cual hoy la conservo. Por una parte, me destroza el alma recordando su pérdida. Por la otra, no puedo por menos que dar gracias a Dios por mantenerme vivo y con ello seguir gozando al traer al recuerdo, tantos y tantísimos eventos felicísimos, fruto de los más de cuarenta años que duró nuestro matrimonio, pero a su vez, esto mismo me lleva a lamentar que ELLA, no pueda como yo, continuar de su disfrute al contemplarlo.
Sin duda, cuando se llega a estas alturas de la vida, la mayor satisfacción es contemplar la obra conseguida consecuencia de aquella lejana unión de dos seres que lo hicieron con un enamoramiento que a medida que iban pasando los años, más se afianzaba y expandía. Esa obra no puede ser otra que la descendencia que de aquel matrimonio vino al mundo. Riquezas materiales, no llegamos a acumular, pero las afectivas, que en nada hay en la vida puedan comparársele, no todas las uniones llegaron a conseguir, ninguna, superarla. Si con la pérdida de mi mujer perdí un gran cúmulo de amor y cariño, el que los nuestros me siguen aportando, colman todo cuanto se pueda exigir para continuar transitando por la vida.
Valga esta entrada en mi blog, primero, el cariñoso y amoroso recuerdo para la que siempre estuve y aún hoy lo sigo estando, profundamente enamorado de ella; segundo mi gratitud a cuanto recibo de todos los míos, sin duda mucho más de cuanto puedan estar obligados a ello. Hasta una nueva entrada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario