Fuente: impresionante.net
Hoy se celebra como popularmente se dice "El día de los Reyes". En algunas de mis entradas por esta fecha de años anteriores, creo recordar me refería a los regalos que tanto mis hermanos como yo solíamos recibir y lo efímero que sus efectos resultaban, ya que se trataba de unos cuantos dulces que engullíamos tan pronto estaban a nuestro alcance y con toda seguridad cuando aun todavía no había terminado de amanecer. Pero hoy, mi entrada la hago expresamente para señalar las diferencias que en cuanto a las clases y efectos de los regalos hechos a los niños, se han ido produciendo con el paso de los muchos años que yo he atravesado por esta festividad.
En mi infancia, solo unos cuantos niños de mi pueblo podían permitirse el lujo de salir a la calle con una patineta, una pelota o un caballo de cartón; esto los niños, y las niñas, sus típicas muñequitas o cocinitas. Aquellos privilegiados tan pronto amanecía estaban por la calle mostrando sus valiosísimos regalos. Los demás, solamente contemplarlos, aunque por lo que a mí respecta, puedo asegurar no sentía por ello ninguna envidia, a excepción de los que se deslizaban a bordo de una patineta, único juguete que solo en aquellos entonces hubiera dado lo que no tenía por tal de haber tenido uno. Esta fustración la llevo a estas alturas de mi vida en lo más profundo de mis sentimientos, pero me estoy desviando del principal motivo de esta entrada hoy en el blog.
Desde aquellos lejanísimo días de Reyes, hasta no hace quizás mas de cinco o seis años, desde las primeras horas de la mañana del día 6 de enero, enjambres de niños y niñas mostrando y jugando con lo que le habían echado los reyes, llenaban las calles de los barrios de las ciudades y calles de todos los pueblo, con alguna que otra trompeta o tambor con lo que producían, no una melodía musical que se dijera, sino un estrambótico ruido poco agradable al oído.
Otros grupos de la gente menuda, montaban en sus bicicletas o jugaban al fútbol con balones reglamentarios y que como consecuencia no faltaba que algún cristal de las ventanas o balcones próximos a lo que tomaban como campo de deportes, terminaban rompiéndose con el consiguiente disgusto de los afectados. Y vamos al motivo de mi entrada hoy en el blog. Esta mañana salía de casa a las nueve y cuarto de la mañana para asistir a la misa de nueve y media. Ni un solo niño estaba en la calle pese a haber atravesado todo el barrio hasta llegar a la iglesia. Una hora mas tarde al regresar, seguía la misma tónica, ausencia total de críos. Por curiosidad me he asomado a las ventanas y balcón de mi casa, y hasta ahora que son las doce y media de la mañana, pasadas, no he logrado ver ni uno solo de esa gente menuda en la calle y por tanto ignoro qué juguetes le habrán traído los Reyes Magos por su buen comportamiento. No obstante, aunque no los he visto, adivino que la inmensa mayoría de los regalos han consistido en artefactos que conectados a los enchufes de la corriente eléctrica de sus domicilios, los tendrá la mayor parte del día jugando, bien ellos solos o como máximo con un hermano o amigo de una casa próxima, pero con la seguridad de que ni el frío de la calle, ni el barro o el polvo del ambiente le llegue a afectar tanto en su cuerpo como en su indumentaria. Eso sí, los padres pasaran un día totalmente tranquilos, con el solo contratiempo de tener que avisar a su prole en varias ocasiones que ha llegado la hora de comer e incluso la de cenar.
Cuánto han cambiado las cosas desde mi niñez, hasta mi bien entrada ancianidad. Aunque yo me regodeo actualmente en su contemplación. No es por nada, si no porque por lo menos puedo contarlo. Señaladas las oportunas diferencias, doy por terminada mi entrada de hoy.
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