Esta mañana por un momento, y así de sopetón me quité de encima aproximadamente setenta y cinco años. Una de mis fustraciones de la niñez, o quizá la única, fué el no haber podido tener una patineta (nosotros entonces le llamábamos patín).
Cuando salía de mi casa esta mañana, iba delante de mí una señora que con su mano derecha empujaba un cochecito de niño y en su interior un bebé. Con la otra llevaba cogida a una niña que podía rebasar en poco los tres años de edad. Ésta a su vez, llevaba con su mano izquierda una patineta asida por su manillar y arratrándola sin ningún miramiento por lo que tan preciado juguete pudiera ir padeciendo. Se me revolvían las tripas y si en esos momentos yo hubiera transitado por mis seis o siete años de edad, puedo jurar que incluso usando algo de violencia, le hubiera dado un tirón de mi juguete favorito y que jamás pude conseguir y me hubiera lanzado por esas calles de Dios a deslizarme con toda la velocidad que mis fuerzas me hubieran permitido.
¿Cómo una criatura, esa niña, que como digo andaría rondando los tres años de edad, tenía en sus manos juguete tan sublime, y le estaba dando tan denigrante trato?. Yo en su lugar, y si no hubiera podido seguir el paso de mi madre, estoy seguro lo hubiera llevado entre mis brazos con la misma delicadeza que si hubiera sido mi hermano/a que mi madre llevaba en el interior del cochecito.
A medida que se alejaban de mí, por tomar otra dirección a la que yo llevaba, se me vino a la mente un dicho que por entonces se decía en mi pueblo y que era el siguiente. "Dios le da mocos a quien no se los sabe sorber". Perdonar si puede resultar un poco asqueroso, pero en realidad así era su literalidad.
Al poco rato volvía a la realidad y me consolaba, que podía estar agradecido, porque aunque no tenía patineta, tan poco tenía que utilizar muletas para desplazarme. Vaya lo uno por lo otro, aunque mejor como estoy.
Creo que en mis memorias hago mención a la dichosa patineta, o mejor dicho, "PATÍN".
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