sábado, 4 de junio de 2011

Quincuagésimo tercer aniversario


Podría jurar que sin variar siquiera cinco minutos de esta misma hora, pero de hace 53 años, se exponían en la Dirección General de la Guardia Civil la relación de los aprobados aquel día en la convocatoria para el ascenso a Cabo en el Cuerpo. Entre ellos figuraba yó. Pese a que a las diez y media de la noche tomaría el tren en Madrid con destino a Málaga, tan pronto tuve la certeza de mi aprobación, me dirigí a la Glorieta de Cuatro Caminos, cerca de donde nos encontrábamos, y envié dos telegramas, el primero a mi mujer y el segundo a mis padres, que solamente contenían la siguiente noticia "Aprobado" Lo lacónico del texto contrastaba con la importancia que aquel aprobado suponía para mí.

En aquellas fechas, el Guardia para poder presentarse a una convocatoria para el ascenso a Cabo tenía que reunir cuando menos tres años de servicio en Puesto. Yo me presenté entonces por primera vez y llevaba ya ocho años en el Cuerpo. ¿Es que no tenía ambiciones para desear ese ascenso? No era eso. Desde hacía los cinco años en que hubiera podido verificar mi presentación a las convocatorias anuales que periódicamente se anunciaban, no lo hacía por no sentir esas aspiraciones, sino que eran otras las causas de las que no tenía la fuerza de voluntad suficiente para superarlas. La prestación de los servicio ordinarios que a la sazón se prestaban en la Guardia Civil, eran durísimos. En el Puesto de la Aduana de Málaga al que pasé destinado voluntariamente a los 18 meses de haber ingresado en el Cuerpo, la mayoría de los servicios se prestaban por doce horas diarias, por otras doce de descanso, alternando las semanas de día con las de la noche y sin un solo día libre. Pero aquí vienen las causas. Dos meses después de ser destinado al Puesto de Aduanas, fui requerido para prestar mis servicios como mecanógrafo en las oficinas del 37º Tercio cuyas dependencias estaban ubicadas en el Paseo de Sancha número 9, donde en la actualidad creo se encuentra un organismo oficial relacionado con Turismo. Al principio teníamos oficina de 9 a 14 y de 17 a 19 horas, de lunes a viernes. Los sábados solamente por la mañana y los domingos y días festivos libre total. Hacíamos un servicio de escribiente de Guardia aproximadamente una vez al mes y unos dos días de servicio festivo al año, aunque estas guardias eran muy cómodas. Solo estar pendientes del teléfono 24 horas para recibir cualquier novedad y transmitirla a quien correspondiera y por la noche la cama junto al teléfono.

Como el pasar de lo malo a lo bueno resulta tan gratificante, cuando yo me vi en tal situación, un servicio que siempre fue mi ilusión, la inmensa mayoría de las noches durmiendo tranquilamente en mi cama, los domingos y festivos, al fútbol, después al cine, o como yo solía hacer y era la norma entonces, pasear por Calle Larios-Parque, los pensamientos que hasta entonces tuve de presentarme a las convocatorias para poder ascender, sufrieron un frenazo, que aunque en no pocas ocasiones yo mismo interiormente me reprochaba el acomodamiento a vida tan regalada, aquel regodeo en su disfrute era superior a una voluntad que no era capaz de superar el mas que posible evento de volver a la dureza de los servicios, si conseguía alguna vez el ascenso.

El estar casado, dos hijos a los dos años de haber contraído matrimonio y lo que suponía remontar los meses con el que más estrecho sueldo que se recibía, y como se lo prometí a mi mujer, aquellas oposiciones anunciadas en 1958, me presenté a ellas, con la suerte de aprobarlas a la primera, cuestión que era poco frecuente conseguirlo, salvo algunos empollones.

Con el ascenso tuve la gran suerte de que me dejaron en el Servicio de Información donde dos años antes pasé voluntariamente y ser requerido para ello y además, cuando ascendí al año siguiente, un mes después del ascenso me fue concedido el sueldo de Sargento, que le era concedido a los Cabos que reunían 12 años de servicio, incluido el tiempo servido en el Ejército, así que todo sucedió como suele decirse " a pedir de boca".

Así que yo tuve la suerte de sacar provecho de las dos situaciones por las que pasé. La primera y principal que en uno de aquellos paseos domingueros por calle Larios y el Parque, conocí a la mujer que todo lo supuso para mí, pero una vez conseguido ésto, ello me llevó a forzar mi voluntad y conseguir el ascenso que deseaba y lo beneficioso que también a lo largo del tiempo que después permanecí en el Cuerpo me reportó.

¡Cuán lejano queda todo aquel acontecer! El traerlo hoy al recuerdo, me produce sensaciones contrapuestas. Así es la vida.

Hasta la próxima.

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