sábado, 19 de marzo de 2011

Festividad de San José


Desde que tengo uso de razón, hasta no hace muchos años, el 19 de marzo festividad de San José, lo era de una gran tradición y celebración en toda España. Muchos son los recuerdos que al traer a la memoria este día, me hacen deslizar el sentimiento por tantos eventos que a lo largo de una larga existencia se han ido acumulando, y todos sin excepción, por lo que a esta fecha se refiere, de feliz recuerdo. Si de todas las festividades de este día, tuviera que destacar una por el poso que en mi vida han ido dejando, habría de señalar sin duda, la del año de 1944.

A la sazón, yo estaba trabajando en una fábrica de aceite, o molina como nosotros la llamábamos, en una finca situada a unos diez o doce kilómetros de mi pueblo. El arrendatario del olivar y asimismo de la referida fábrica se llamaba José. Todos los trabajadores fuimos invitados para celebrar su onomástica, a un mas que pequeño refectorio en su propio domicilio, que comenzó sobre las once de la mañana, una vez finalizada la Misa Mayor. La provisión de las varias bandejas que se hallaban en las distintas mesas, tanto en cantidad como en la calidad de los productos a consumir, como así la carencia de que desde algunos años veníamos arrastrando, o para que todos lo entiendan, en plenos años de la "HAMBRE", más que comer, no pocos y posiblemente hasta yo, lo que hacíamos era devorar cuanto estaba a nuestro alcance, con el riego correspondiente de los excelentes caldos que igualmente estaban a nuestra disposición.

Pero sin duda, cuantos hayáis tenido la deferencia de entrar en este humilde blog, habréis pensado que las delicias culinarias a que sin citarlas, me he referido, me tenían imbuido solo en el yantar de las mismas, estáis equivocados. Mi pensamiento vagaba por una cortijada no menos de doce o catorce kilómetros de donde nos hallábamos, y de unos tres de la finca donde tenía el trabajo. Allí, me esperaba ilusionada mi primera novia y que desde hacía unos tres meses lo era, y a la que tenía prometido volver aquel día, tan pronto considerara oportuna la ocasión de abandonar el convite y ponerme en camino. Si la consumición de tan preciados productos ocasionaban en mí la gula propia de su ingestión, lo eran en mayor prioridad el deseo de iniciar el camino en busca de aquellos primeros y recientes amoríos, en la persona de quien en aquellos momentos lo suponían todo para mí.

No mas de una hora llevaría en el convite, cuando dirigiéndome a nuestro invitante y patrón, con el que tenía cierta amistad, dado a que también era primo hermano de mi padre, le dije que me iba a marchar, y los motivos, no tuve necesidad de exponerlos dado a que todos los presentes estaban al tanto de ellos, y de alguno de los cuales salió de su boca un dicho, que yo recuerdo de siempre haberlo escuchado y es el siguiente: "Tiran más dos tetas, que dos carretas", lo que sirvió de risas entre todos. Pero yo, diciendo adiós, dando las gracias por la invitación, tomaba el camino en busca de lo que para mí era lo principal en aquellas fechas.

Unas dos horas después, llegaba a mi destino, donde junto al cauce de un río que se hallaba cerca del cortijo donde residía mi novia, la encontré preparando una paella, mientras sus tres hermanas, el marido de una de ellas y los novios de las otras dos, tomaban el sol de un día espléndido que hacía, sobre un verde campo de hierbas y flores propio de la fecha en que estábamos. Posiblemente los diez o doce kilómetros recorridos a pie y a buen paso, hicieron que cuanto había comido en el convite que dejé atrás, no fuera óbice para que mi parte de paella no tuviera que renunciar a la misma. El resto del día, y hasta bien entrada la noche, en que regresé a mi residencia de trabajo, donde cuando llegué ya estaban todos mis compañeros, creo no hará falta explicar como lo pasé.

Aquel día me faltaban a mí para cumplir diecinueve años, un mes y algunos días. Retrocediendo con la imaginación en el tiempo los sesenta y siete años que me separan de aquella festividad de San José y poniendo en la balanza todo cuanto es diferente en mí de aquel entonces al hoy, una ligera sonrisa se dibuja en mi boca y al tiempo que no tengo por menos que echar en falta sobre todo mis condiciones físicas y el modo y forma de aquel pensar, menos aún, pueda dejar al olvido todo el acontecer durante ese largo periodo de tiempo, que llenaron mi vida de cuanto en la misma se llegue a desear. Si hubiere de volver hasta aquel pasado, pero renunciando a todo lo conseguido después, quede con Dios aquello y por satisfecho me doy con lo de ahora.

Hasta la próxima entrada.

2 comentarios:

Carmen dijo...

Me gusta ver como recuerdas tus vivencias con tanto detalle, se ve que has vivido cada momento de tu vida y que la has "saboreado", hay quien pasa por ella de puntillas, me alegro de que no sea tu caso (tampoco el mio). Un saludo: Carmen

Jose Luis dijo...

Bueno como es mi Santo aunque hasta esto se esta perdiendo en este pais,aprovecho para saludarte Rafael y felicitarte por este rincon de lectura tan relajante.Jose Luis