domingo, 27 de marzo de 2011

Dos recuerdos de un 27 de marzo


Los días 27 parece ser han sido casi una constante para mí. Nací un 27; dos hermanos míos nacieron un 27; conocí a mi mujer un 27, y hoy 27 se cumplen dos efemérides de hechos que a lo largo de mi vida me sucedieron, aunque de distinto signo.

Voy a tratar de, aunque sea en un relato breve, exponer lo que fue cada uno de ellos y comenzando por orden cronológico en su acontecer.

Del primero se cumplen hoy nada más y nada menos que SETENTA Y DOS AÑOS. Aquel día 27 de marzo de 1939 ha sido uno de los que más me han atravesado el alma. Eran los últimos estertores de la Guerra Civil Española. A mí me faltaba un mes justo para cumplir los 14 años y aunque la mera enumeración de esa edad sea considerada todavía de un niño, los propios avatares por los que ya había pasado me habían hecho madurar en la formación de mi propia personalidad.

Desde septiembre del año anterior, o sea de 1938, fecha en que también mi padre había sido movilizado y destinado al frente de guerra de Extremadura, yo y por razones de aportar un poco de elementos alimenticios de los que hacía más de un año estábamos escaseando, me coloque de pastor con un rebaño de ovejas que eran propiedad del Ejército de la República. En dicho cometido cobraba un sueldo diario de 10 pesetas, más dos pequeños suministros al mes, consistente en unas pequeñas raciones de aceite, azúcar, arroz, pan, garbanzos, judías y creo que eso era todo. Estos suministros venía a traerlos un Comisario Político perteneciente a los servicios de Intendencia del Ejército, que precisamente era sobrino del mayoral del equipo de pastores, compuesto por dicho mayoral, otro señor mayor y yo como zagal, y cuyo Cuerpo era el que disponía de cuanto había que hacerse en relación al ganado y creo que podía estar alrededor de las 300 cabezas. Desde el día en que comencé mi trabajo, que como digo lo era allá por la primera decena del mes de septiembre anterior, y cuya jornada la iniciaba tan pronto amanecía que salía del cortijo donde estábamos alojados, hasta donde estaba situada la majada, distante alrededor de poco mas de un kilómetros y regresando cuando ya estaba anochecido, ni un solo día había faltado a mi trabajo. En este discurrir, llega la tarde del mencionado 27 de marzo de 1939, donde por los propios Jefes del Ejército que tuvieron noticia de que los frentes de guerra de mas proximidad a donde nos hallábamos, habían sido rotos por las fuerzas "fascistas", como se les llamaba y ante la posibilidad de que hasta allí llegaran, ordenaron el traslado de todo el rebaño, en principio hasta la próxima localidad de Conquista, creo último pueblo de la provincia de Córdoba limitando con la de Ciudad Real, y para ello todo el equipo de pastores habían de ir conduciendo el ganado. Urgentemente encerramos provisionalmente las ovejas, y cada uno de los miembros del equipo, fuimos a nuestros domicilios a fin de por lo menos llevarnos, algo de ropa y una manta, dado a que nadie tenía idea del tiempo que pudiera suponer nuestra ausencia.

Cuando yo llegue a mi residencia con todo el miedo metido en el cuerpo y le di la noticia a mi madre, que para colmo hacía casi un mes que no sabíamos nada de mi padre, abrazándose a mí comenzó a gritar diciendo que no iba a permitir que su hijo, un niño todavía, lo separaran de ella. Si la preocupación y el miedo que yo ya llevaba, no era suficiente, cuando yo vi la actitud de mi madre ante la noticia, la acompañé a ella en el llanto y haciéndolo extensivo a mis cuatro hermanos, en edades comprendidas entre los 10 y los 5 años. Pero de momento, todo resultó inútil, no mas de una hora después, salía de mi casa con un pequeño hatillo de ropa y una manta, el corazón encogido y dejando a mi madre en una situación, que recordándolo hoy, no sé como una madre pueda soportar tales situaciones.

La noche nos llegó en un grupo de casas que había junto a la misma carretera de Pozoblanco-Villanueva de Córdoba, antes de llegar a éste último, donde pensábamos pernoctar. Unas dos horas después de nuestra llegada, se presentó un tío mío, marido de la hermana mayor de mi madre que venía dispuesto a relevarme voluntariamente de la misión que me había sido encomendada. Tan pronto amanecía el día siguiente y cuando mi tío junto a los otros dos pastores iniciaban la marcha hacía Conquista, yo y pareciendo que tenía alas en los pies, volvía en busca de mi madre y mis hermanos, que si la despedida supuso todo un drama, la llegada fue también fundirnos en un fuerte abrazo, con muchas lágrimas pero éstas de alegría. Ahora setenta y dos años después, no he podido por menos que algunas lágrimas asomen a mis ojos, recordando lo que a mi pobre madre debió suponerle aquel acontecimiento.

Aquí doy por terminado este relato, no sin hacer constar que al día siguiente y mucho antes de llegar a su destino de Conquista, el rebaño y los pastores fueron alcanzados por las tropas nacionales o "fascistas", siéndoles intervenido el ganado, dejando marchar a quienes las conducían.


Vamos con el relato de la segunda efemérides del 27 de marzo. Ésta sucedía el 27 de marzo de 1950. Pero si la primera fue todo un drama, la segunda, si en el momento era alegría, tanto para mí como para toda mi familia, desde la perspectiva de SESENTA Y UN AÑO después, jamás hubiere siquiera podido soñar, echándole toda la imaginación posible, lo que a partir de entonces mi devenir por la vida iba a suponer. Expliquémonos.

Hoy se cumplen 61 años, de mi última jornada de trabajo en el campo. El día anterior, cuando regresaba de la faena, mi madre me daba la noticia de que el Comandante de Puesto de la Guardia Civil había mandado un recado de que me presentara a él tan pronto regresara. Aunque hacía varios meses yo había aprobado unos exámenes para ingreso en dicho Cuerpo, la verdad es que no tenia idea del motivo de mi cita. Con la preocupación propia del conocer el porqué de requerir mi presencia, momentos después de mi regreso del trabajo, aseado y cambiado de indumentaria de ropa de faena por la de calle, hacía la presentación requerida. Al Guardia de Puertas, como se le llama, o por lo menos se le llamaba al que estaba de servicio a la entrada del acuartelamiento, le indiqué había sido citado por el Cabo Comandante de Puesto. Le pasó la noticia de mi presencia y momentos después me recibía. Al llegar me saludó dándome la mano y me dice: "Mañana tienes que ir a Fuenteobejuna, que era la cabeza de Partido de mi pueblo, para declarar como testigo en un juicio". Quedé totalmente sorprendido por la noticia dada, debido a que yo no tenía noticia alguna de ningún hecho del que yo pudiera testificar. Ante la cara que debí poner, y sonriéndose, volvió a decirme. Es una broma. En el Boletín Oficial del Cuerpo de ayer, viene publicado tu ingreso en la Guardia Civil, así que a partir del día primero de Abril perteneces al Cuerpo y tienes que incorporarte a la Academia de Úbeda el día 12 de dicho mes. Me dio un abrazo, y corriendo volvía a mi casa a dar la noticia a mis padres, que esta vez la acogieron con tanta alegría como yo.

En compañía de cinco o seis compañeros mas, yo llevaba unos días escardando trigo en una finca conocida por "Peñas blancas", distante de mi pueblo unos cinco kilómetros, distancia que habíamos de recorrer a pie, así a la ida como a la vuelta. Dicho trabajo si no lo es necesario de emplearse mucha fuerza física, si lo es de un gran esfuerzo en cuanto a la posición que hay que adoptar, con gran repercusión en la cintura, y que a lo largo de una larga jornada en mas de una ocasión te ves en la necesidad de ponerte en posición normal, o "hacer el pino", como lo llamábamos, a fin de desentumecerte un tanto.

En fin, aquella tarde de hace hoy sesenta y un año, cuando despues de que durante toda la jornada entre bromas con los compañeros de fatiga, y nunca mejor dicho lo de fatiga, cuando el manigero daba la voz de "fin de la jornada", yo tomando el escardillo, que se trata de una pequeña azada, y cogiéndolo por el mango lo lancé hacía arriba con toda la fuerza que posible me fue y acompañando la acción, pronuncié la siguiente frase: "el que lo coja pá él". No recuerdo ni me interesaba quien fuera. Allí quedaba una herramienta, que llevaría en casa de mis padres un montón de años, pero de la que yo me despedía y hacía el propósito de no volver a tomar, aquella u otra similar, mas en mi vida, cuando menos para ganarme un sueldo como jornalero del campo y en el modo y forma en que en aquellos lejanísimos años, se realizaba. Jornadas de sol a sol y sin un día siquiera de descanso mientras duraba el trabajo emprendido. Hoy, hasta parece dolerme los riñones con el solo hecho de traerlo a la memoria. ¿ Cual sería el final de aquel escardillo?. Cuando menos yo, por necesidad no volví a tenerlo que utilizar, aquél u otro parecido. Este último recuerdo me "alegra las pajarillas", como se dice por mi pueblo, con el relato antecedente.

Hasta la próxima.

jueves, 24 de marzo de 2011

Sus ojos se cerraron

Hoy la mayoría de los medios de comunicación de todo el mundo llevan a sus portadas la noticia del fallecimiento de la actriz Elizabeth Taylor, la que segun señalan, era el cuerpo, y tenía los ojos mas bonitos del orbe. No seré yo quien vaya a dudar de tal aserto, así es que demósle por bueno.

Ello me ha traído tambien al recuerdo aquel celebre tango que interpretaba Carlos Gardel, cuya letra comenzaba así: "SUS OJOS SE CERRARON Y EL MUNDO SIGUE ANDANDO...." Esta realidad perdura y lo seguirá haciendo mientras el mundo sea mundo. El que el cuerpo y los ojos que fueron mas bonitos del mundo se hallan ido del mismo, no por ello ÉL, ha de cesar en su marcha.



Aquellos ojos a los que cantaba Carlos Gardel, no eran por cierto los de la Taylor, y reflexionando sobre ésto, creo que todos hemos tenido, y algunos por fortuna los seguiran teniendo, unos ojos, no los propios, si no los de esa persona, en los cuales, los que tuvimos el pesar de haberlos perdido, nos estuvieron sirviendo de espejo, donde, y hablo por mí, nos producía ese no sé qué de embeleso, cuando nuestra mirada estaba dirigida solo a ellos y trataban de penetrar hasta lo mas profundo del sentir de la persona que era posedora de ellos.

¿Quién no ha tenido la dicha de sentirse alguna vez embriagado mirándose en los ojos del ser amado? Volviendo otra vez a la vanidad de considerarme el protagonista, y sintiendo la nostalgia de lo pasado, ¿cómo he de olvidar aquellos momentos en que primero a mi novia y despues mi mujer, le pedía estuviera unos instantes sin parpadear para poder seguir recreándome en la contemplación de aquellos, para mí, si los ojos mas preciosos del mundo? Tan profundo calaban en mí aquellos y muchos mas momentos, que el poso que dejaron en mi sentir, jamás por largo que sea el tiempo que transcurra conseguirá borrar lo mas mínimo de ese recuerdo.

Al tiempo que me siento inmerso en estas reflexiones, me ha venido a la memoria lo observado por una amable paisana, llamada Carmen, que desde hace unos meses no le importa el sacrificio de leer todas mis entradas en este blog, y en la anterior a ésta en el recuerdo que dejaba, me hacía la consideración de como había vivido cada momento de mi vida y de haberlo saboreado. Y pénsandolo bién y sin que en ello hubiere yo reparado antes, creo está en lo cierto y la felicito por haberme hecho ver, lo que hasta ahora yo asi no lo había considerado. Aquí doy tambien la razón a Cervantes, que en los primeros consejos que daba a Sancho cuando iba a ir a ser Gobernsador de la insula Barataria, le decía: "Procura conocerte a tí mismo, que es el más difícil conocimiento que imaginarse pueda". Así es la verdad, otras personas se percatan de condiciones o hechos que uno mismo no es capaz de autodescubrírselo.

El fallecimiento de la popular actriz, me ha traido el de no dejar olvidar hechos que tanta huella han dejado en el largo devenir de mi travesía por esta vida.

Hasta la nueva entrada.

sábado, 19 de marzo de 2011

Festividad de San José


Desde que tengo uso de razón, hasta no hace muchos años, el 19 de marzo festividad de San José, lo era de una gran tradición y celebración en toda España. Muchos son los recuerdos que al traer a la memoria este día, me hacen deslizar el sentimiento por tantos eventos que a lo largo de una larga existencia se han ido acumulando, y todos sin excepción, por lo que a esta fecha se refiere, de feliz recuerdo. Si de todas las festividades de este día, tuviera que destacar una por el poso que en mi vida han ido dejando, habría de señalar sin duda, la del año de 1944.

A la sazón, yo estaba trabajando en una fábrica de aceite, o molina como nosotros la llamábamos, en una finca situada a unos diez o doce kilómetros de mi pueblo. El arrendatario del olivar y asimismo de la referida fábrica se llamaba José. Todos los trabajadores fuimos invitados para celebrar su onomástica, a un mas que pequeño refectorio en su propio domicilio, que comenzó sobre las once de la mañana, una vez finalizada la Misa Mayor. La provisión de las varias bandejas que se hallaban en las distintas mesas, tanto en cantidad como en la calidad de los productos a consumir, como así la carencia de que desde algunos años veníamos arrastrando, o para que todos lo entiendan, en plenos años de la "HAMBRE", más que comer, no pocos y posiblemente hasta yo, lo que hacíamos era devorar cuanto estaba a nuestro alcance, con el riego correspondiente de los excelentes caldos que igualmente estaban a nuestra disposición.

Pero sin duda, cuantos hayáis tenido la deferencia de entrar en este humilde blog, habréis pensado que las delicias culinarias a que sin citarlas, me he referido, me tenían imbuido solo en el yantar de las mismas, estáis equivocados. Mi pensamiento vagaba por una cortijada no menos de doce o catorce kilómetros de donde nos hallábamos, y de unos tres de la finca donde tenía el trabajo. Allí, me esperaba ilusionada mi primera novia y que desde hacía unos tres meses lo era, y a la que tenía prometido volver aquel día, tan pronto considerara oportuna la ocasión de abandonar el convite y ponerme en camino. Si la consumición de tan preciados productos ocasionaban en mí la gula propia de su ingestión, lo eran en mayor prioridad el deseo de iniciar el camino en busca de aquellos primeros y recientes amoríos, en la persona de quien en aquellos momentos lo suponían todo para mí.

No mas de una hora llevaría en el convite, cuando dirigiéndome a nuestro invitante y patrón, con el que tenía cierta amistad, dado a que también era primo hermano de mi padre, le dije que me iba a marchar, y los motivos, no tuve necesidad de exponerlos dado a que todos los presentes estaban al tanto de ellos, y de alguno de los cuales salió de su boca un dicho, que yo recuerdo de siempre haberlo escuchado y es el siguiente: "Tiran más dos tetas, que dos carretas", lo que sirvió de risas entre todos. Pero yo, diciendo adiós, dando las gracias por la invitación, tomaba el camino en busca de lo que para mí era lo principal en aquellas fechas.

Unas dos horas después, llegaba a mi destino, donde junto al cauce de un río que se hallaba cerca del cortijo donde residía mi novia, la encontré preparando una paella, mientras sus tres hermanas, el marido de una de ellas y los novios de las otras dos, tomaban el sol de un día espléndido que hacía, sobre un verde campo de hierbas y flores propio de la fecha en que estábamos. Posiblemente los diez o doce kilómetros recorridos a pie y a buen paso, hicieron que cuanto había comido en el convite que dejé atrás, no fuera óbice para que mi parte de paella no tuviera que renunciar a la misma. El resto del día, y hasta bien entrada la noche, en que regresé a mi residencia de trabajo, donde cuando llegué ya estaban todos mis compañeros, creo no hará falta explicar como lo pasé.

Aquel día me faltaban a mí para cumplir diecinueve años, un mes y algunos días. Retrocediendo con la imaginación en el tiempo los sesenta y siete años que me separan de aquella festividad de San José y poniendo en la balanza todo cuanto es diferente en mí de aquel entonces al hoy, una ligera sonrisa se dibuja en mi boca y al tiempo que no tengo por menos que echar en falta sobre todo mis condiciones físicas y el modo y forma de aquel pensar, menos aún, pueda dejar al olvido todo el acontecer durante ese largo periodo de tiempo, que llenaron mi vida de cuanto en la misma se llegue a desear. Si hubiere de volver hasta aquel pasado, pero renunciando a todo lo conseguido después, quede con Dios aquello y por satisfecho me doy con lo de ahora.

Hasta la próxima entrada.

jueves, 17 de marzo de 2011

Popurrí de temas

El arrullo de una pareja de tórtolas sobre el alféizar de una de las ventanas de mi casa esta mañana, me recordaban que estamos en las mismísimas puertas de la primavera. Esta es la estación del año por excelencia con mas vitalidad. Una gran parte de los animales tienen en estas fechas su periodo de procreación. Los que no son de sangre caliente, comienzan a salir de sus letargos. Los árboles de hoja caduca se afanan por mostrar sus primeros tallos, que en la mayoría de las ocasiones además de convertirse en hojas, les sigue su floración y en no pocos casos, con el paso de los días, su conversión en frutos, de muchos de los cuales gozamos después todos los mortales.

Como creo habrá de sucederle a toda persona de mi edad, años más, años menos, estas recordaciones nos llevan a sentir cierta nostalgia al mostrarnos que la primavera de nuestras propias vidas, años ha quedaron atrás. Pero también, no es menos cierto que pasado ese instante de que el pensamiento nos retrotrae hasta aquellos lejanos años, te vuelve enseguida esa no se qué resignación, que alguien incrusta en el sentimiento de todo anciano, y te lleva incluso al agradecimiento a Dios por el tiempo vivido. Quizá también, como no queda otro recurso que el de la resignación, no tenemos mas remedio que el de su aceptación.

Y tomando otro tema. Hoy 17 de marzo, y como ya indiqué en mi ultima entrada en este blog, se cumplen 65 años del sorteo de mi "quinta" para asignarnos destino en el Ejército. Diecisiete o dieciocho "quintos", no reunimos aquel día para celebrar una buena comilona, que dados los tiempos por los que estábamos atravesando, buena falta nos hacía a la mayoría de los reunidos. Creo que fue el año pasado en esta fecha, cuando hice un pormenorizado relato de aquella celebración. Entre una de las cuestiones de aquel día, fue la suelta de una vaquilla que en pleno campo donde estábamos, embestía como una loca contra todo el que se le ponía a su alcance. Yo creo recordar que también cite este detalle, durante el rato que la vaquilla estuvo en nuestras inmediaciones, me lo pase subido a una encina, o sea que como se dice en términos taurinos, tan pronto la vaquilla apareció, casi con temblores en mis piernas "tomé el olivo". Cuando un torero o algún miembro de su cuadrilla durante la corrida, tiene que saltar la barrera por la acometida del morlaco, se le llama "tomar el olivo". De haber sido hoy aquella celebración, muchas hubieron de haber tenido que ser las ayudas para colocarme en la atalaya desde donde aquel día fui pasivo espectador de la corrida. El arte de Cúchares, núnca fue lo mío.

Al traer hoy al recuerdo aquel día del "Sorteo", vaya un afectuoso recuerdo para los que ya no estan entre nosotros, que de todos ellos, solo quedamos cuatro. El primero que se marchó de esta vida, lo fue hace mas de cincuenta años. Haciendo cálculos en este instante, los cuatro que aún estamos en este valle de lágrimas, tenemos tantos años, como todos los que no reunimos aquel 17 de marzo de 1946. Como no, de ello hemos de dar gracias a Dios.

Hasta otra entrada.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Abolición del servicio militar obligatorio


Hoy, y por diferentes medios de información, se da la noticia de que se cumplen diez años de la abolición del Servicio Militar Obligatorio, que había estado en vigor por espacio de unos doscientos años.

Como es natural y al tener conocimiento de esta noticia, mis recuerdos se han retrotraído sesenta y cinco años.

En mi juventud, la mili marcaba una de las etapas determinantes en la vida del hombre, y que nadie se moleste por decir la vida del hombre, dado que solamente los varones estaban obligados a realizar el servicio militar. Hasta el ingreso en el Ejército, y en un espacio de tiempo de unos seis u ocho meses, se verificaban tres actos que serían los que determinaban quién, cómo y donde se había de cumplir el servicio. El primero de ellos, cuando menos en mi pueblo lo llamábamos la "talla". El mismo consistía en tomarte, la filiación completa, reconocimiento médico y talla de estatura y perímetro torácico, de cuyo resultado salías con la calificación de "apto" o no "apto" para el servicio de las armas. El segundo acto, era el sorteo de "quintos" como se conocía, que en mi tiempo se efectuaba en la Caja de Recluta sita en la capital de la provincia. Dicho sorteo consistía en extraer un número de un bombo, que había de tener tantos números como individuos formaban el reemplazo en la provincia. El orden alfabético establecía el número que correspondía a cada individuo. Generalmente y a partir del número extraído, se destinaban a África, o sea entonces a Melilla y Ceuta el cupo que para dichos puntos se había determinado. A continuación y siguiendo la correlación de los números, se iban destinando para las plazas que asimismo estaban fijadas y el número también determinado. El día 17 de este mes se cumplen 65 años del sorteo de mi reemplazo y que precisamente a mí me tocó la ciudad de Sevilla; y por último se verificaba la incorporación a la Unidad o Regimiento dentro de la plaza a la que habías sido destinado.

Los actos de "quintos", especialmente en los pueblos pequeños como el mío, suponían un acontecimiento especial. Las celebraciones consistían en reunirse todos los "quintos" como nos hacíamos llamar unos a otros, comer y beber hasta que el cuerpo solía aguantar, cantar por las calles del pueblo, acompañados por algunos instrumentos musicales, que si no había quinto que lo tuviera y supiera tocarlo, no faltaba algún amigo a quien se recurría para ello. Las coplas solían estar siempre un tanto subidas de tono para lo que era costumbre y también como no, siempre alguna fechoría que sirviera como recuerdo de aquella quinta, que la mía fue la del "46". La fechoría nuestra consintió, en coger las macetas que había en los diferentes balcones y las cambiábamos por otras pero de los balcones y ventanas que mas lejanas estuvieran de las que procedían. La cuestión no es que le hiciera mucha gracia a quienes se vieron inmersas en ello, pero tampoco se causaba daño personal o moral con lo realizado.

Por lo que a mí personalmente respecta, los dos años y medio que estuve en el servicio militar, fue hasta entonces el mejor tiempo que había pasado en toda mi vida. Guardo un entrañable recuerdo de unos cuantos amigos que hice, así como de los diversos hechos y circunstancias que me, o nos, pasaron durante aquella época. Mi opinión particular, es que todos los jóvenes y hoy también las jóvenes, debían pasar unos cuantos meses, o para mejor decir un año en la prestación del servicio, y aunque durante la prestación del mismo habría más de uno que renegara de ello, en principio para sus propios padres, y con el paso de los años, para ellos mismos, sería escaso el número de quienes no reconocieran que algo positivo les aportó para el desenvolvimiento posterior en su propia vida.

¡Qué lejanos quedan ya aquellos acontecimientos! ¡Cuántas cosas han pasado por mi vida desde entonces! ¡Cómo el paso de los años ha dejado marcada huella, en mi aspecto físico, y también, como no, en mi forma y modo de sentir y pensar!

Hasta la próxima entrada.

viernes, 4 de marzo de 2011

Primer viernes de marzo

En el supuesto de que aún viviera mi mujer y sus condiciones físicas se lo hubieren permitido, a esta hora tengo la seguridad de que ambos nos hallaríamos, formando cola de unas dos horas y media o tres horas de duración, en calle Granada de esta ciudad, para visitar en la Iglesia de Santiago, la imagen del Cristo de Medinaceli, como lo estuvimos haciendo durante tantos años, siempre que alguna fuerza mayor no lo impidiera. Se daba la circunstancia de que todos los años solíamos juntarnos, conocidos, amigos o familiares y que charlando animadamente se nos pasaba el tiempo volando. Tras la visita, el rezo correspondiente y la petición de los tres deseos, los amigos o familiares nos reuníamos para tomarnos el correspondiente chocolate con churros.

Esta tarde, mis recuerdos han vuelto a pasar sobre tantos y tantos años, que aún encogiéndoseme el ánimo, pero ensanchándoseme el alma, cerrando los ojos y con la perspectiva de pasados cuando menos catorce años, de no haber podido cumplir con aquella vocación y costumbre, que tanto le ilusionaba, envuelvo mi ser en aquellos tantos y tan variados momentos en que uno a uno, y a su vez conformando el conjunto de todos ellos, hicieron de mi paso por más de cuarenta años de nuestro matrimonio, la mas completa felicidad que nunca antes, siquiera hubiera llegado a soñar. Pero también hoy, que lejos de mí van quedando aquellos recuerdos y solo me ayudan a soportarlo el traerlos a la memoria, que como digo, cerrando los ojos, hago lo posible por hacerme creer a mi mismo, que no te hallas tan distante como lo es la triste realidad, de los años pasados desde tu ausencia. Pero con estos recuerdos, en que ni un solo día falta me traigan a la memoria alguno de ellos, van conformando cada peldaño de la escalera que continúo subiendo hasta que me lleven a volver a estar junto a ti, ya para siempre. Pero también como hoy, pido a Dios no me prive de esa facultad que haga traer a la memoria, éste y los otros muchísimos que acaecieron en nuestra vida en común y que con tanto cariño y mimo los tengo archivados en el principal espacio del alma.

Hasta la próxima entrada.