Esta madrugada llovía en Málaga. El peine del viento ayudaba a las acacias del barrio a irse desprendiendo de sus hojas muertas, que aventadas por el mismo las iba transportando hasta sepa Dios donde. Todos los árboles de hoja caduca comienzan una competitiva carrera por ver quien llega primero hasta su alopecia total. Los armarios en los hogares comienzan a facilitar el regreso de aquellas prendas de vestir que llevaban varios meses sin aparecer por los mismos, a la par que consienten la salida de otras mas acorde con el tiempo que llega. La melancolía parece llevar al ánimo de muchas personas el grisáceo ambiente de los días del otoño, aunque por lo que a mí respecta, no afecta para nada mi estado anímico, antes bien, me libera un tanto del agobio que ocasionan los rigurosos calores del verano. Para los anciano comienza la campaña de vacunación contra la gripe a fin de que nos libere, o cuando menos, reste gravedad en caso de que nos visite tan poco agradable compañía.
El paso de las estaciones para quienes están realizando un largo viaje, suponen solo un pequeño escalón en su trámite, pero para quienes por razones de las muchas paradas efectuadas ya por el tren que nos lleva está ya sin duda muy cerca de su meta, cada una de ellas que termina y comienza otra, nos va acercando irremediablemente a bajar al anden. No obstante nos aferramos al equipaje que llevamos consigo y aunque sea solo con el pensamiento y el deseo, tratamos que el convoy aminore en lo que sea posible su marcha y nos permita, aunque sea un poquito más, el seguir contemplando el paisaje que nos circunda. Que así sea.
Hasta otra.
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