Hoy 24 de septiembre comienza la feria de Pozoblanco. Tal día como hoy, pero de 1925 y cuando aun me faltaban tres días para cumplir los cinco meses de edad, y precisamente en Pozoblanco me hicieron la primera fotografía de mi vida, que la conservo y en buen estado.
Trayendo hoy a la memoria esta efemérides y como el que tiene todo el tiempo libre por delante, me he puesto a desbrozar esta cuestión, llegando a la conclusión que desde aquellos lejanísimos días, puede que me venga ese estado afectivo del ánimo que siempre he sentido por la finca de La Calera. Creo que después de haber hablado en tantísimas ocasiones de mi paso y estancia en la misma, nunca he referido que me llevaron a ella cuando cumplí la cuarentena, o sea a los cuarenta días de haber nacido, y donde permanecí con algunas alternancias hasta aproximadamente cuando cumplí los dos años.
Mis padres concurrieron aquel 24 de septiembre de 1925 a la feria de dicha localidad, pernoctando en la casa de quienes estaban entonces de caseros en la tan referida finca y que por ellos habían sido invitados. Después de esta asistencia a la feria, regresamos a nuestra procedencia y donde mi padre estaba trabajando desde bastantes meses antes de mi nacimiento y continuó por espacio de unos dos años más.
Como ya sabéis todos los míos, yo comencé a trabajar en este olivar cuando solo contaba catorce años de edad y permanecí en ella hasta precisamente el día que cumplía los diecinueve.
En el domicilio referido donde mis padres, y claro yo también, estuvimos alojados varios días a partir del 24 de septiembre de 1925, volvimos a estarlo, pero esta vez en situación menos festiva y muchísima mas gente, a partir del 10 de octubre de 1936 hasta el 18 del mismo mes, cuando acudimos allí como refugiados de guerra, durante la contienda civil iniciada el 18 de julio del mismo año.
La amistad de mis padres con aquella familia que desde varios años antes de mi nacimiento estaban en la guarda y custodia de la tan mencionada finca, perduró hasta el final de la existencia de todos ellos.
Recordando hoy todo cuanto termino de narrar he sentido deslizar mi existencia, principalmente desde mi adolescencia hasta aquella iniciada juventud, que si bien por una parte estaba rebosante de vida e ilusiones, no estaba tampoco carente de inquietudes de todo cuanto pudiera ser mi futuro. El tiempo que todo lo cura, también desvela y resuelve todas las incógnitas. Como no, igualmente hoy he vuelto a sumergirme en aquellos dulces y lejanos recuerdos.
Vale y hasta otra.
Trayendo hoy a la memoria esta efemérides y como el que tiene todo el tiempo libre por delante, me he puesto a desbrozar esta cuestión, llegando a la conclusión que desde aquellos lejanísimos días, puede que me venga ese estado afectivo del ánimo que siempre he sentido por la finca de La Calera. Creo que después de haber hablado en tantísimas ocasiones de mi paso y estancia en la misma, nunca he referido que me llevaron a ella cuando cumplí la cuarentena, o sea a los cuarenta días de haber nacido, y donde permanecí con algunas alternancias hasta aproximadamente cuando cumplí los dos años.
Mis padres concurrieron aquel 24 de septiembre de 1925 a la feria de dicha localidad, pernoctando en la casa de quienes estaban entonces de caseros en la tan referida finca y que por ellos habían sido invitados. Después de esta asistencia a la feria, regresamos a nuestra procedencia y donde mi padre estaba trabajando desde bastantes meses antes de mi nacimiento y continuó por espacio de unos dos años más.
Como ya sabéis todos los míos, yo comencé a trabajar en este olivar cuando solo contaba catorce años de edad y permanecí en ella hasta precisamente el día que cumplía los diecinueve.
En el domicilio referido donde mis padres, y claro yo también, estuvimos alojados varios días a partir del 24 de septiembre de 1925, volvimos a estarlo, pero esta vez en situación menos festiva y muchísima mas gente, a partir del 10 de octubre de 1936 hasta el 18 del mismo mes, cuando acudimos allí como refugiados de guerra, durante la contienda civil iniciada el 18 de julio del mismo año.
La amistad de mis padres con aquella familia que desde varios años antes de mi nacimiento estaban en la guarda y custodia de la tan mencionada finca, perduró hasta el final de la existencia de todos ellos.
Recordando hoy todo cuanto termino de narrar he sentido deslizar mi existencia, principalmente desde mi adolescencia hasta aquella iniciada juventud, que si bien por una parte estaba rebosante de vida e ilusiones, no estaba tampoco carente de inquietudes de todo cuanto pudiera ser mi futuro. El tiempo que todo lo cura, también desvela y resuelve todas las incógnitas. Como no, igualmente hoy he vuelto a sumergirme en aquellos dulces y lejanos recuerdos.
Vale y hasta otra.
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