jueves, 30 de octubre de 2008

La gran borrachera


En la entrada que hice en el día de ayer en este blog, en el que relataba el desplume que me hicieron jugando al "julepe"del dinero que tenía para pasar las fiestas de mi pueblo, parece ser que algún familiar quedó un tanto extrañado/a de semejante desliz.

Para desmontar el posible enaltecimiento que alguien pueda hacer de mi comportamiento en todas las etapas de mi ya larga vida, a continuación voy a exponer otro traspiés, que como no, también me sucedió en compañía de mi amigo Currito, que lo citaba en la entrada anterior.

El día de San Rafael, casi con toda seguridad del año 1942, cometí otro de los tropezones de los que estuve, y estoy, más arrepentido de cuántos haya podido llevar a cabo, principalmente por el final que tuvo.

Como explicaba ayer, mi amigo Currito, como es lógico se llamaba Francisco, cuya onomástica se celebraba, y se sigue celebrando, el día 4 de octubre. La entrañable amistad que nos unía, una de sus consecuencias, era el que nos invitábamos mutuamente con cargo a nuestros propios bolsillos, él a mí, y yo a él, en el día de nuestros respectivos santos. Así, como el suyo se celebraba veinte días antes que el mío, a él correspondía la primera invitación. Su onomástica como no cayera en domingo no se consideraba festivo en mi pueblo. Como dije antes, casi seguro fue el día de San Francisco de 1942, después de estar con su novia a la que visitaba todas las noches que le era posible, nos juntamos en el Casino del pueblo donde me invitó a todo que a mi se me apetecía, que era generalmente alguna copita de vino bueno, sus tapas correspondientes y finalmente algún café acompañado de algún dulce. Y llegó el día de San Rafael, patrón de la localidad y por tanto fiesta a lo grande. Esto de fiesta a lo grande, era ir a Misa Mayor, por la tarde al paseo y por la noche al baile. En tan gran solemnidad, mi amigo Paco estuvo todo el día junto a su novia, a la que acompañó hasta su casa, después de terminado el baile. Serían entre las tres y cuatro de la madrugada, cuando regresó por el casino donde yo me encontraba en disposición de marcharme a mi domicilio. En nuestro trato personal para dirigirnos el uno al otro nos tratábamos de "pariente". Dado a que no habíamos estado juntos ni un solo momento en todo el día, yo no tuve oportunidad de invitarlo, por lo que cuando llegó hasta mí, darme la mano y felicitarme, me dice: "Se ha pasado tu santo y no me has invitado". Le contesté "Estamos a tiempo. ¿Qué quieres tomar?", y me dice: "un vaso de vino". Extrañado por pedir un vaso de vino a aquellas horas, me dijo que es que no había cenado todavía. Pido dos vasos de vino del bueno, nos lo tomamos y dice mi amigo Paco: "¡ahora nos vamos a tomar dos cada uno!"

Consumidos éstos, digo yo: "Ahora cuatro cada uno". Y después, ya un poco caliente por lo consumido, pido una botella y un embudo y le digo: "Échame con la botella por el embudo" y no sé lo que llegué a consumir. Después de ésto, perdí la noción del tiempo y hasta de la existencia. Según me dijeron al día siguiente, me dio por decir que íbamos a llamar al Cura y que se levantara para el Rosario de la Aurora, que nunca pude saber porqué me dio por ahí. Al final hubieron de llevarme a mi casa entre mi amigo Paco y otros dos o tres amigos.

Llamaron a la puerta de mi casa, se levantó mi padre y cuando me vio en el estado que llegaba, lo recuerdo como si fuera ahora mismo, y fue lo primero que llegué a percibir, me dijo lo siguiente: "A ti no te da vergüenza que tengan que traerte a tu casa en este estado". Esta fue la reprensión más dura que mi padre me hizo desde que fui un adolescente. Esto me estuvo doliendo y aún me sigue, durante toda la vida. Como hice con la pérdida del dinero jugando al julepe, me prometí que jamás mi padre tendría que volver a llamarme la atención por hecho semejante. Cumplido hube hasta hoy. Aprender de los errores y sacar consecuencias, creo ha sido lo mas positivo que haya podido hacer durante todo el discurrir de mi existencia, en cuanto a mi comportamiento personal se refiere. Éstos tropiezos, en mí por lo menos, siempre sucedían de una forma impensada, y sí, por esos sin sentidos de la vida.

Si con estos comportamientos, alguien ve mermadas las consideraciones que tuviera de mí, lo siento por ellos y les pido perdón. Y como dicen los niños, prometo que no volveré a hacerlo más.


No hay comentarios: