miércoles, 29 de octubre de 2008

Día de los juegos de azar


Esta mañana he escuchado en la radio que hoy se celebra el día de los juegos de azar. A este respecto y volviendo la vista atrás, más de SESENTA Y CINCO AÑOS, voy a confesar un caso a mí sucedido, allá por los primeros días del mes de mayo de 1943.

Sobre los últimos días del mes de Marzo, o en los primeros de abril del citado año 1943, mi padre contrató un trabajo de desmonte en el denominado "Cerro Martín", muy cerca del caserío de Pedrique. El propietario de esta finca era primo hermano de mi padre y el mismo que llevaba en arrendamiento de La Calera, donde yo había terminado en la molina unos días antes.

En la faena de desmonte mencionado, que realicé yo, con la ayuda de mis hermanos Cesáreo y Antonio, ellos todavía niños, y muy particularmente el último referido que aún no había cumplido los 13 años. Primero por la buena contratación que había hecho mi padre, y luego por lo mucho que trabajamos nosotros, el caso es que en un mes aproximadamente, conseguimos aportar a la casa una importante cantidad de dinero, dicho sea en términos de lo que para una humilde familia suponía en aquellas fechas, cantidad importante.

Las fiestas de mi pueblo se celebraban en aquellos tiempos durante los días, 7, 8 y 9 de mayo. A la vista de hallarnos a las puertas de la "Feria" como nosotros la llamábamos, mi madre, a quien se entregaba todo el dinero que ganábamos en el trabajo, fue muy generosa conmigo y me recompensó, con una cantidad, que aunque no recuerdo con exactitud, podía estar entre las 150 ó 200 pesetas, de aquellas fechas, cuando los jornales no solían llegar a las diez pesetas diarias.

Con semejante cantidad en mi poder, yo me prometía las mejor feria de toda mi vida y permitirme ciertos dispendios que hasta entonces nunca me había sido posible. De la cantidad que me entregó mi madre, creo que aquel mismo día, deje en mi casa la mayor parte, pero me llevé consigo otra relativamente importante para lo que jamás había dispuesto, y también para darme cierta importancia con los amigos. Lo que hasta entonces nunca había hecho cuando salía después de cenar, aquella noche me sume a una mesa donde varios conocidos jugaban una partida al "JULEPE". Mi poca destreza en el juego, pese a que no es muy dificultoso, y la mala suerte que tuve en el reparto de las cartas en cada partida, me desplumaron totalmente de todo el dinero que había llevado consigo. Encorajinado por el resultado, a la noche siguiente volví con la casi totalidad del dinero que me quedaba a fin de poder resarcirme de lo perdido la noche anterior y castigar con ello a los que se habían llevado mi dinero. El resultado de la segunda noche fue mas dramático que el de la primera, puesto que como llevaba una mayor cantidad de dinero, mayor fue la pérdida, dado que como hay un celebre dicho, "fui a por lana y salí trasquilado", dejándome si un céntimo de lo que saque de mi fondo.

De pensar que iba a pasar la mejor feria de mi vida, se convirtió en todo lo contrario, debido a que el resto de dinero que me quedó, no me permitía ni siquiera pagar la entrada a la caseta de baile para las tres noches.

Totalmente amargado, hube de confesarle mi descalabro a mi más íntimo amigo entonces, Francisco Fernández Campoy, "Currito", fallecido hace tres o cuatro años y dado a sus posibilidades, me fue socorriendo con varios préstamos, la mayoría de los cuales no quiso cobrarme después, y así pude echar atrás aquellas nefastas fiestas, más que nada por el deshonor de tener que haberlo hecho con la conmiseración de mi amigo Currito y mi mala cabeza de haber perdido en las dos noches de partidas al "Julepe", lo que mi madre tan generosamente me había entregado y lo que nunca llego a saber, fue el destino que le dí.

Aquella noche, la segunda de mi desplume, me hice el juramento de no volver a jugar más a ningún juego de azar en lo que estuviera en juego cantidad alguna de dinero, circunstancia que he cumplido a rajatabla hasta el día de hoy. De este caso, hoy confesado por primera vez en mi vida, solo fue conocedor mi amigo mencionado y que, como buen amigo, se llevó el secreto a la tumba. Yo, más de 65 años después, he tenido el valor de confesarlo.

Alguna quiniela, alguna "primitiva" y lotería solo por Navidad, ha sido mi entrega después de aquello a los juegos de azar. Al bingo solo he jugado una vez, y porque íbamos una reunión de cinco matrimonios y se empeñaron en que pusiéramos cada uno dos mil pesetas y jugarlas en el bingo y que por cierto lo perdimos todo. Esto sucedió una noche en Fuengirola y hace así como treinta años.

Para que no me dominaran los vicios, las pasiones y las tentaciones, siempre mi cabeza ha estado por encima de las inclinaciones del corazón. Lo que me he propuesto con verdadera intención, siempre lo conseguí. Hasta hoy no me ha ido mal.

No hay comentarios: