Como prometí hace dos días, vuelvo nuevamente al tajo, pero esta vez retrocediendo SETENTA AÑOS, ni más ni menos.
Sin poder concretar las fechas exactas, en aquel mes se dieron dos circunstancias en el seno de mi familia. La primera, y sería sobre mediados del mes de septiembre de 1938, a mi padre lo movilizaron para llevárselo a la guerra. Entonces, a mí me parecía que mi padre era casi un anciano, cuando contaba solo con cuarenta años de edad.
Cuando se despidió de mi madre, de mis hermanos y de mí, yo entonces tenía la edad que hoy tiene mi nieto Jorge y recuerdo que mi padre que como yo, era muy fácil de lágrimas, llorando a lágrima viva, cuando se despedía de mí, que por cierto fui el último, recuerdo exactamente la recomendación que me hizo y fue la siguiente: "Tú que eres el mayor, tienes que hacer ahora de padre para con tus hermanos y ayudar a tu madre en todo lo que necesite". Con la perspectiva de setenta años atrás, reconozco hoy que semejante recomendación me la tomé bastante a pecho y pese a mis trece años, me revestía de autoridad para con todos mis hermanos, reprochándoles e incluso regañándoles, por hechos o circunstancia que yo consideraba no era lo correcto en su comportamiento . A mi padre lo destinaron al frente de Extremadura. Tardamos cerca de un mes en tener noticias suyas. Tras recibir su primera carta, nos sirvió un tanto de tranquilidad, ya que nos comunicaba que era un frente muy tranquilo y hacía varios meses no se habían producido ningún combate.
Unos diez o doce días después de la marcha de mi padre, yo me coloqué de pastor, con un rebaño de ovejas de unas trescientas cabezas, que pertenecía a los Servicios de Intendencia del Ejército Republicano. Me asignaron un jornal de diez pesetas diarias, pero el dinero no servía para nada, ya que nada había que se pudiera comprar. Se carecía de todo. Lo que mas creo empujó a mi madre a que me colocara como tal, fue el hecho de que cada diez o quince días, nos facilitaban un pequeño racionamiento de artículos de primera necesidad, tales como azúcar, arroz, garbanzos, aceite y otros artículos, pero todo en cantidades ridículas. El encargado de llevarnos este racionamiento, era un Comisario Político de Batallón, sobrino del Mayoral que mandaba en mí, que yo tenía la categoría de zagal y de otro hombre mayor que el citado mayoral. Ambos se llamaban José, y también los dos eran de Pozoblanco.
Seis meses justos, sin descansar ni un solo día, duró mi ejercicio como "zagal", que lo fue hasta el final de la Guerra Civil. Lo mío, hasta el final transcurrió con la normalidad propia de la misión a que estaba destinado, pero el último día fue uno de los mas amargos para mi madre en toda su vida. Yo también lo pase mal. Tal evento, precisa un entrada exclusiva para relatar lo sucedido.
Con el temor propio de que a mi padre le sucediera algo en el frente de guerra. pasaron los seis meses hasta que terminó la contienda. A partir de entonces comenzó un verdadero calvario para toda la familia, que duró aproximadamente un lustro. Ya lo contaré el día que me disponga a ello.
1 comentario:
Todo lo que nos cuentas, es similar a algunas de las películas de hoy día de las guerras. Y es que hoy, no sabemos apreciar lo que tenemos, la comodidad y el despilfarro no nos hace ver ni valorar que tenemos más que entonces. La crisis económica de hoy día... pues no todo va a ser malo, nos estábamos volviendo muy comodones, a los jóvenes les cuesta madurar y se están olvidando los valores más básicas como el respeto a los demás. Un poco de "daño" no nos hará mal.
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