viernes, 5 de septiembre de 2008

Continuación de "El triduo de la preocupación (III)"


Con fecha 2 de agosto pasado dejé a medio relatar el tercero y último episodio de mi titulado EL TRIDUO DE LA PREOCUPACIÓN.

No se que circunstancias me han llevado a distanciar tanto en el tiempo esta continuación, pero sean cuales fueren, aquí me tenéis otra vez dispuesto a lo que me había propuesto y era dejar cual fue su resultado final y sus consecuencias.

Creo haber dejado mi relato anterior sobre este tema, cuando mi nuevo Capitán me aceptó y me dio la oportunidad de aprender a escribir a máquina. Pues vamos a ello.

Aquel mismo día, 2 de agosto de 1946, después de almorzar y una vez terminada la "quintada" que me dieron, que a grandes rasgos fue bajar los 108 escalones con tres libracos que cada uno pesaba al menos cinco kilos, y llevarlos hasta la Cantina donde según la llamada telefónica que me hicieron los que me gastaron la broma, era el Teniente Ayudante, y unos diez metros antes de llegar a la meta que me indicaban en la llamada, caí en la cuenta de que aquello era una broma, lo que no me impidió el retorno con los tres libros y a patita volver a subir los dichosos 108 escalones. El cachondeito que ello originó. no me importó en absoluto. La alegría que había recibido con mi aceptación por parte del Capitán, era superior a todo lo que hubieran querido hacer conmigo mis futuros compañeros de oficina. Bueno, como decía, una vez almorzado y pasado el acontecimiento de los libros, y previas las explicaciones de otro mecanógrafo, comencé a teclear en aquella Underwood y hacer los escritos de tres modelos que mi Capitán me había dejado, con tanto entusiasmo y dedicación que así día tras día y renunciando a la siesta, me llevaba seis o siete horas diarias dándole al teclado.

Habían pasado unos veinte días, con las yemas de los dedos llenas de callos, ya que los bordes de las teclas eran metálicos, cuando aquella mañana llegaba mi Capitán a la oficina, le dí lo que para mí era la culminación, tanto así como de una ilusión, como la del cumplimiento de una promesa, como digo, le dí la noticia de que podíamos trabajar a máquina y despachar todo lo que se había quedado atrasado y que no era urgente, lo cual ésto nos lo hicieron entre los otros mecanógrafos de la Dependencia. La respuesta de mi Capitán y mostrando una sonrisa en la que demostraba haber recibido una gran alegría y que sin duda él era el verdadero artífice que me facilitó el que eso fuera posible.

Con la eficiencia que había conseguido, que para tal fin me había comprado un pequeño librito titulado "Mecanografía al tacto", y todo el empeño que puse en ello, los días transcurrían con una inmensa alegría por mi parte y también la que en mayor parte correspondía a mi Capitán y consiguiendo una progresión formidable en la puesta al día de todo lo atrasado, me consideraba el hombre. o mejor dicho en aquellos momentos el Soldado mas feliz, no solo de Capitanía General, sino creo que toda la II Región

Cuando mis padres recibieron mi carta en la que les daba cuenta de donde me encontraba destinado, recibieron tal vez una alegría aún superior a la mía.

No habrían pasado tres meses desde que como tal mecanógrafo desempeñaba mi cometido, el que como tal lo hacía en la oficina de Mayoría, llamado Antonio Tenor Dorado, causó baja por haber ingresado en la Guardia Civil. El puesto de mecanógrafo de Mayoría era el que se consideraba más importante de toda la Dependencia. El Teniente Coronel Mayor, Don Enrique Ambel Albarrán, sin duda, previa la información de alguien, que para mí era del Brigada Blanco destinado en Mayoría, ordenó que yo pasara a desempeñar el cometido que dejaba Antonio Tenor. Mi Capitán puso el grito en el cielo, le contó al Teniente Coronel como había sido mi llegada allí, pero todo fue inútil, era el Ejército y el que manda, manda. Yo pasaba destinado a Mayoría. Por mi parte, mis sentimientos se encontraban divididos: por un lado sentía que mi Capitán al que todo se lo debía, lo dejaran otra vez sin mecanógrafo, pero por otra sentía ese gusanillo de la vanidad, al sentirme disputado para el desempeño de un cometido que meses antes, yo ni siquiera hubiera llegado a sospechar ni soñando. Como se escribiría en la reseña de la documentación de los militares: "En esta situación, terminé la mili".

Un destino para el que se precisaban de las mayores recomendaciones, yo llegué a él de la forma que bastante amplia y detallada he dejado expuesta en las cuatro entradas a este blog. Se da la circunstancia, que cinco años después y ya como Guardia Civil, fui destinado a la oficina de Mayoría aquí en Málaga, con el mismo cometido que tenía allí, o sea el Negociado de extracto, que era donde se hacía la reclamación de los sueldos y devengos, allí de los Jefes, Oficiales y Sub oficiales y en la Guardia Civil, además también, Cabos y Guardias. En la mili no pasarían de cincuenta y en la Guardia Civil, sobrepasaban los cinco mil. Allí no ganaba nada, y aquí cobraba un sueldo, si no muy elevado, sí mucho mayor que el que dejé atrás cuando ingresé.

Dentro de pocos días se cumplirán sesenta años de mi licenciamiento del Ejército. Ya escribiré sobre ello. Si no lo hago antes. hasta entonces.

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