domingo, 15 de junio de 2008

Mi ascenso a Cabo

Hace cuarenta y nueve años a estas horas, estábamos recibiendo mi promoción el Despacho que nos justificaba el ascenso a Cabo de la Guardia Civil. Tal vez visto desde una perspectiva imparcial y ajena al Cuerpo, se considere una cuestión insignificante, para mí supuso hasta entonces el logro más importante en cuanto a mi vida profesional. Si diez años anteriores a esta efemérides yo ejercía como jornalero agrícola, con las penalidades, sinsabores, desconsideración de la inmensa mayoría de la sociedad y por añadidura, los míseros sueldos con los que se nos remuneraba el trabajo realizado, era una circunstancia de la que, como digo diez o quince años anteriores, no llegaba ni a soñarlo siquiera.

Mi modestísimo despacho, que aún conservo, y que para poner el nombre de cada uno, recurrimos, dentro de los componentes del Curso, a un gran pendolista, para que como mínimo la señalización del nombre diera un poco realce a tan humilde, pero de infinita apreciación, de tal documento. Con posibilidad, esto de pendolista no os suene mucho que digamos, ya que hoy han perdido el noventa por ciento de su razón de ser, dado a que los ordenadores suplen con creces sus cometidos.

Esta efemérides, como en la mayoría de los casos en que cito alguna, lleva otra aparejada y que no es otra que la de que mi hijo José Carlos echó a andar por sí solo. Tenía algo mas de catorce meses, la verdad es que no fue muy precoz en su andadura. Después ha corrido lo que en un principio le llegó tan tardío.


Mañana, señalaré otra coincidencia con el motivo de esta nueva entrada. Hasta mañana.

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