A esta hora de hace hoy MEDIO SIGLO, cincuenta años pasados día por día, me encontraba sin lugar a dudas, a menos de cien metros donde en este momento se hallará mi hijo mayor. Tal día como hoy me examinaba para el ascenso a Cabo en la Dirección General de la Guardia Civil. Después de que sobre las nueve de la mañana hicimos en el patio unos breves ejercicios de instrucción y nos pasaron revista de armamento, que cada uno hubimos de llevar un mosquetón, desde nuestros destinos de procedencia, pasamos a realizar el examen en sí, que constaba de dos partes: la primera escrita y la segunda oral, ambas eliminatorias.
Para la primera de estas pruebas nos colocaron en el entonces comedor de Suboficiales, sito en la planta baja y a continuación del local del Bar de Tropa y cuya puerta daba al patio principal y a mano izquierda según se entraba. El jefe superior de cuantos formaban los examinantes, era el Teniente Coronel Velasco, que según comentarios, no gozaba de la aprobación general de sus subordinados. Yo desde luego nunca estuve a sus órdenes directas, pero sí que me llegaban los rumores de sus actitudes.
Aquel año se pusieron a prueba unos ejercicios escritos, que aparte de que el nombre del examinando no podía figurar para nada en los folios que se nos entregaron y donde además de figurar una clave secreta que correspondía al Guardia que iba a hacer el ejercicio, también se incluían las preguntas y ejercicios a efectuar. Yo me examiné el segundo día de los algo mas de veinte programados durante el mes de junio, a finales del cual terminaron. Tanto el primero como el segundo día, esos ejercicios escritos fueron bastante difíciles, al punto de que debiendo aprobarse una media de unos quince diarios, para cubrir las 350 plazas anunciadas, este día que yo me examiné, solo pasamos el escrito doce, de los más de cuarenta presentados. A la vista de la escabechina que se produjo en estos ejercicios, en el oral hubieron de pasar la mano, ya que de haber sido de la dureza del escrito, pocos hubieran llegado a buen término. Yo casi seguro que no, porque si bien en el escrito podía compararme entre los mejores, en el oral, confieso que no me había preparado lo suficiente. Me faltó voluntad para hacerlo y además la situación me ayudaba también poco. Un hijo con un año de edad, que no cesaba de llorar en toda la noche. Otro que había nacido dos meses antes de examinarme, por tanto el parto de la madre y todo lo que ello llevaba consigo, y por si faltaba algo, 18 días antes de nacer el niño, y dos y medio antes del examen, tuvimos la mudanza desde el cuartel que había junto al Convento de los Salesianos donde teníamos un pabellón, hasta la Barriada de Carranque donde nos dieron una casa, ya que la citada Orden Religiosa había comprado el local del acuartelamiento para añadirlo a sus instalaciones, lo que así hicieron.
Pero en fin, logré mi propósito, a las diez de la noche de aquel 4 de junio de 1958 tomaba el tren expreso Madrid-Málaga, llegando a esta últimas sobre las doce horas del siguiente día, en que pude dar la noticia a todos los míos, principalmente a mi mujer y luego por carta a mis padres.
Este hecho, fue otro de los muchos buenos que me sucedieron durante mi etapa en la Guardia Civil, de cuyos mas de treinta y un años de permanencia, nunca antes llegué siquiera a imaginar lo beneficioso que me resultó e todos los órdenes de la vida. Tal es mi agradecimiento por ello, mientras en mi vida exista un hálito de conciencia estaré dando gracias y enalteciendo el momento en que ingresé.
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