lunes, 23 de junio de 2008

La fuerza de la AMISTAD

Hace un mes aproximadamente llame a un gran amigo mío residente en Córdoba, con el que he tenido periódicos contactos y por su forma de hablar, y además me lo dijo expresamente, estaba bastante fastidiado de salud.

El pasado viernes día 20, volví a llamarlo y nadie cogía el teléfono en su casa. Sospechando que pudiera haberse agravado su estado, llamé a un hijo suyo residente aquí en Málaga e igualmente no respondían a la llamada. Ésto aumentó mi sospecha de su agravamiento y repetí la llamada el sábado día 21 por la noche. Esta vez recogía la llamada su esposa y a mis preguntas me dijo que su marido había estado unos cuantos días internado en el hospital Reina Sofía de Córdoba en estado bastante grave, donde por el momento le habían dado el alta, y que hacía unos momentos habían regresado. Su mujer me dijo que hacía bastantes días no coordinaba las palabras, pasaba de unos temas a otros y en parte había perdido un tanto la memoria. Ante mi pregunta si podía hablar con él, me respondió que le iba a dar el teléfono y una vez terminada mi conversación con él, que hiciera el favor de no colgar y le dijera que me había contestado y que tal consideraba sus respuestas a las preguntas que pudiera hacerle.

Escuché la voz de su mujer decirle, "toma es para tí, de tu amigo Rafael Galán". "Rafalíto, como él siempre me decía, como andas", yo estupendamente le contesté al tiempo que le preguntaba "y tú, como te encuentras". Yo estoy bastante fastidiado, me contestó y he estado unos pocos días internado. Esto ya son cosas de viejos, pues cuando estábamos en La Calera no nos pasaba nada de esto. Este amigo mío, también llamado Rafael, como no, y de apellidos Serrano Valero, éramos los seguros siempre en el trabajo en dicha finca; los tres años que yo trabajé en la molina, estuvimos siempre juntos y en el mismo relevo. En mis memorias cuento hasta el día en que él se marchó a la mili, que fue el día 28 de marzo de 1944, por tanto era dos años mayor que yó. Como he citado anteriormente fuimos, y lo seguimos siendo, unos entrañables amigos.

De toda la conversación que sostuvimos por teléfono de una duración de ocho o diez minutos, que yo traté de no prolongarla más para no molestarlo en exceso, fue testigo su propia mujer.

Cuando terminamos de hablar y que sin duda había sido a través de un aparato inalámbrico, su mujer tomo el mismo y saliendo de la habitación donde estaba su marido, me dijo que estaba totalmente extrañada de la forma en que había sostenido la conversación conmigo, cuando como me había dicho, desde hacía varios días pasaba de unos temas a otros y en muchas ocasiones decía verdaderas tonterías. Igualmente me añadió que tenía que tener mucho cuidado con él, porque de vez en cuando se tiraba de la cama y en general que se encontraba bastante grave. No quise preguntarle cuál era el motivo y aunque se que tenía un padecimiento de corazón, tal vez se hubiera complicado con alguna otra enfermedad.

Como he titulado esta entrada, la fuerza de nuestra amistad, la reacción de mi amigo Serrano, cuando le dijeron que la llamada era mía, la propia alegría que le produjo al saber que lo llamaba su amigo Rafalíto, le hicieron sin duda volver sus recuerdos a más de sesenta años atrás. Dentro de unos días volveré a llamarlo a ver como sigue.

Sin ninguna duda, los amigos forman una parte muy importante en el devenir de la vida de las personas que hemos tenido la suerte de contar con amistades como la que me une con mi amigo Rafael Serrano, que por ser rubio, era conocido y los es, en Villaharta, con el apelativo del "Cano Serrano". Amigo Serrano, que te mejores.

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