A medio día del pasado viernes, hallándome en casa de mi hija sentado en el sofá en compañía de mi nieto Jorge, esperando que su madre regresara del trabajo para almorzar, mirándome fijamente al rostro y muy particularmente, sobre una mancha-verruga, bastante visible por cierto, que tengo entre otras, en la parte baja de mi sien derecha, me pregunto que "qué era aquello". Le respondí que era la consecuencia de los muchos años de vida que tengo. A ésto me contestó que él no querría tener "eso". Volví a responderle. Para ello solo tienes una solución. Tienes que morirte cuando aún todavía seas joven. Acusando el golpe, no me respondió, pero seguro que lo puse a cavilar, según la expresión de su rostro que demostraba que estaba haciendo balance, entre lo uno y lo otro.
Reflexionando sobre la consulta que mi nieto me había hecho y volviendo setenta años atrás en el tiempo, comprendía la causa de su extrañeza en cuanto a esas manchas y verrugas que en mayor o menor profusión aparecen en los rostros de los ancianos y ancianas.
Para los niños, adolescentes e incluso para muchos jóvenes, no les cuadra mucho que nosotros también hemos sido niños, adolescentes e incluso jóvenes.Que nuestros cuerpos, nuestros rostros y nuestras facultades físicas, eran las idénticas a las que ellos tienen en la actualidad. sino que ya habíamos nacido con ellas. Que nuestras arrugas faciales, nuestros cabellos canos, nuestro lento caminar y otras muchas de las facultades menguadas en comparación a las que ellos poseen, nos han venido siendo impuestas poco a poco, y sin darnos cuenta, por ese caminar lento, pero imparable, del paso de los años.
Las contrariedades señaladas anteriormente que acusamos los viejos, tienen otras compensaciones de las que en otra entrada a este mi blog haré otro día. Por hoy, baste con el resultado de mis consideraciones a la comprensible pregunta de mi nieto.
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