domingo, 25 de mayo de 2008

Corpus Christi

Hoy se celebra el día del Señor, como siempre lo llamábamos en mi pueblo. Aunque pueda pecar de repetitivo, como tengo tantos años, me vienen a la memoria algunos de los recuerdos con respecto a esta conmemoración. Voy a comentarlos siguiendo un orden cronológico.

Año 1942. Me encontraba segando trigo a unos dos o tres kilómetros de La Calera, en el punto conocido por "las Umbrías del Rajao" y a una distancia aproximada de dos leguas de mi pueblo. La cuadrilla de segadores estaba compuesta por unos diez o doce hombres, de ellos cuatro solteros. Las faenas de la siega las estábamos realizando a destajo, o sea la superficie a segar estaba ajustada en equis jornales, así cuantos menos días tardáramos en segarlas, mas ganaríamos.

Dado a que los solteros queríamos ir al pueblo a pasar la festividad del Día del Señor, nos señaló el manijero una superficie que habríamos de segar antes de irnos a Villaharta. A las 4 de la mañana, hora solar se entiende, hoy serían las 6, ya estábamos dándole a la hoz. Alrededor de las once de la mañana terminábamos la tarea. Las dos leguas a recorrer hasta mi pueblo que a paso normal del hombre se establecía en dos horas, la hicimos, creo que no llegó a la hora. Aseo personal a fondo, que en cerca de un mes no lo habíamos hechos como Dios manda, colocarme mi traje que había estrenado un mes antes, salir en busca de los amigos y a pasarlo bien. Este pasarlo bien consistía en tomar unas copas de vino con sus tapas correspondientes, el paseo por la tarde y el baile por la noche.

Todo salió como estaba previsto. El baile terminó sobre las tres de la mañana, hora solar también se entiende. Quitarme el traje, colocarme ropa limpia de faena y para el tajo, sin haber tenido siquiera unos minutos de relax. Cuando llevábamos recorridos unos tres cuartos del camino y conforme íbamos andando, me quedé dormido y fui a caer sobre unos matojos existentes en las proximidades de la vereda. Gracias a que era un tramo llano, solo me hice algunos rasguños en la cara y brazos. Ese sacrificio exigía el poder tener siquiera unas horas de diversión para un joven de 17 años.

Año 1946. Estaba en la mili, en el Regimiento de Artillería número 14 de Sevilla. Tomamos parte en cubrir la carrera de la procesión, pero yo lo hice sentado en un vehículo auxiliar de las piezas de artillería, sentado y por tanto con toda comodidad. Solo el calor fue la única pega que tuvimos.

Año 1947. También en la mili, pero ya en las oficinas de Capitanía General. Aquella festividad le hice la Guardia de Oficina, que consistía solamente estar todo el día pendiente de cualquier llamada telefónica y por tanto no salias a la calle, a un soldado de Sevilla llamado Manuel Arroyo Clares. Me dio los 14 bollos que le correspondían durante toda la semana, el tabaco que era una cajetilla, poco mas o menos, y lo mas importante, me pagó unas fotografías que unos días después me hice vestido de soldado. Una de ellas la conservo. Mi buen amigo Arroyo era tan buena persona, como lo estaba una hermana que tenía.

Año 1950. Me hallaba haciendo el curso de Guardia en la Academia de Úbeda. Todos los componentes del Curso desfilamos. Aquel día me puse por primera vez, oficialmente, el uniforme de paseo y lo mas destacable mi queridisima prenda de cabeza, el TRICORNIO.


Conservo una fotografía que nos hicimos en las proximidades del Ayuntamiento de Úbeda, mis dos compañeros de fila y yo. Aquellos se llamaban, Francisco Duzmán Cortés, de Ceuta y José Dueñas Romero, de Andujar.

Años varios de últimos de los cincuenta hasta como mínimo últimos de los sesenta. En Málaga existía la costumbre de que el día del Señor todo el mundo se vestía de verano. Mi mujer como buena malagueña, esto lo cumplía a rajatabla. Siempre, por lo menos nuestros hijos, estrenaban ropa, después a la procesión y había que hacerle una fotografía a los niños ante alguno de los varios altares que se hacían a lo largo del recorrido de la procesión. Sin duda alguna, de estas últimas efemérides son las que me llegan al alma con el mero hecho de traerlas a la memoria.

Por lo demás. ninguna de todas las señaladas volveré a vivirlas tal cual.

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