martes, 6 de mayo de 2008

Lo prometido, es deuda

Como os había prometido en mi última entrada en el blog, vuelvo hoy para contaros otros curiosos detalles aprendidos durante mi paso por la facultad ovina, porcina y caprina.



Durante los siete meses que estuve de pastor, en la guerra civil, con un rebaño de ovejas propiedad de los servicios de Intendencia del Ejército Republicano, un número bastante elevado de cabezas se vio afectado por una enfermedad conocido como "roña", que era una especie de sarna y que se le caía a las ovejas toda la lana en los puntos de su cuerpo donde se le declaraba y formaba por ello unos grandes lunares blancos, al dejar en total descubierto su piel.

Recuerdo que en principio el mayoral, Pepe, de Pozoblanco y tío del Comisario Político de la unidad militar que tenía a su cargo el ganado, trataba de curar la enfermedad quemando unos trozos de madera de encina y cuando estaban en total combustión los apagaba con agua, convirtiéndolo en carbón y con ello le restregaba por los lunares que se les habían originado. Este procedimiento no dio resultado y hubo que recurrir a un insecticida, creo que el único existente entonces, denominado Zotal. Este era un líquido de color negro pardusco, muy fuerte, por lo que había que rebajarlo echándole una proporción grande de agua y entonces tomaba un color casi blanco, o para mejor decir de café con leche, con mas leche que café. Con este compuesto y por medio de un hisopillo hecho con un trozo de tela y una palo se untaba por los lugares donde se formaban las caídas de lana o en los que comenzaban a aparecer tales caídas.


Otro de mis conocimientos adquiridos en la misma facultad, lo fue cuando algún corderillo que a los pocos días de su nacimiento quedaba huérfano y entonces había que buscarle nueva madre, que también y por cualquier circunstancia había perdido a su hijo. Las ovejas reconocían a sus hijos por el tono de su balido o por el olor que despedían sus cuerpos. Como el balido del animal que se trataba de adjudicar a la oveja, no se correspondía con el del cordero fallecido, había que recurrir al sentido del olfato. A tal fin con el propio excremento de la oveja, se embadurnaba, o embadurnaba el lomo del cordero, se sujetaba la futura madre adoptiva y acercaba a las ubres al huerfanito que sin pudor alguno se agarraba a ellas y mamaba a toda pastilla. En principio la oveja oponía cierta resistencia y comenzaba a oler el cuerpo de su futuro hijo adoptivo, que en un par de veces que se realizaba el acto, terminaba aceptándolo de buen grado.

Ahora, y lo que voy a exponer lo dejo a vuestras entendederas y cada cual de su opinión sobre el particular. Es lo siguiente: si observáis un rebaño de ovejas podréis comprobar que los corderillos tienen todos el rabo largo, como igualmente la mayoría de los carneros, como se llaman los machos adultos. Sin embargo las hembras adultas tienen todas el rabo muy corto...¿Porqué?... Averiguadlo vosotros.


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