miércoles, 26 de octubre de 2016

Costumbres y oficios ya pasados

 Monumento a Colón, Barcelona

Como he citado ya muchas veces de que hay quien dice que soy "mu pensaor" y haciendo un revoltijo de la fecha del 12 de octubre, el descubrimiento de América y la ciudad italiana de Génova en que recientemente ha estado, quien dice de mi eso de pensaor, de donde  era natural Cristobal Colón, he sacado el motivo de la entrada de hoy en el blog.

Tomando al descubridor de América como punto de partida, y según yo estudie cuando estuve en la escuela, el mismo como he citado, era natural de Génova, e hijo de un "cardador de lana". Este oficio consistía, porque creo ya se hace de otra forma mas moderna, en quitar las impurezas de la lana  una vez eran trasquiladas las ovejas. Dichas impurezas consistían especialmente, en que como ese pelo de las ovejas, y carneros también, que para eso hay jóvenes y 'jóvenas', cuando están pastando en el campo, se le adhieren muchos trozos minúsculos de pastos, semillas y otros, así como también de dormir sobre los excrementos propios, suelen ensuciarse, y así cuando, como he citado se procede en la entrada del verano a la esquila de los mismos, los vellones que conforman el que se consigue de cada animal, tenían que ser limpiados de esas impurezas y posteriormente se procedía al lavado de los mismos, a fin de poder tejerse las correspondientes telas.

 Monumento a Colón, Barcelona

Una vez citado lo anterior, ahora diré que cuando yo era joven, en mi pueblo había la costumbre que para los casamientos, los muebles del dormitorio los aportaba el novio, y los enseres para la cama, entre los que como es natural era el colchón, lo ponía la novia. Aunque no totalmente generalizado, entonces en las cama se colocaban dos colchones, uno el de abajo, relleno de farfolla que eran una especie de envolturas de las mazorcas del maíz, y el colchón de arriba era de lana pura.

Para ello solían comprarse los vellones que se estimaban pertinentes para rellenar el colchón, y se hacía tal como los esquiladores los conseguían al trasquilar los animales. Primero había que quitar las impurezas, que era como suele decirse una tarea de chinos, por lo engorroso de quitar las pequeñas partículas adheridas al propio pelo que realmente eran infinidad.

Una prima mía, aunque tres o cuatro años más joven que yo, se casó unos cuantos antes y con tiempo suficiente antes de la boda, compró no se cuantos vellones serían, y como existía también la costumbre de que amigos y familiares de los novios, generalmente jóvenes, ayudaban a cardar la lana, pues en tal  caso, yo como de costumbre también estuve metido en aquel jaleo. Nos juntábamos por lo menos ocho o diez personas y estuvimos unas cuantas noches, durante tres o cuatro horas cada una, hasta terminar nuestra misión, y cuando se terminaban como citaba anteriormente se procedía a su lavado, que generalmente la extendían sobre mantas o sábanas que ya no se echaban en la cama, se procedía a su secado, que si no era en verano, tardaban dos o tres días en hacerlo y estar en condiciones de meterla dentro del colchón.

De aquellas reuniones se decía que salían nuevos noviazgos y yo estuve a punto de que se diera tal circunstancia, que lo fue con una amiga y vecina de la novia, y que precisamente tuve noticia hace unos meses de que había fallecido.

Aquellos colchones de lana, lo recuerdo porque los había en casa de mis padres, como el colchón no estuviera muy lleno, cuando te acostabas se hundía con el peso del cuerpo, aunque en aquellos entonces, yo no solía tener muchos kilos. Para hacer la cama recuerdo que mi madre se pasaba un rato ahuecando la que solía aplastarse bastante durante toda la noche.

Ni aquellos colchones existen ya, y como es natural el cardado de la lana, no se como se hace ahora, pero seguro no tiene nada que ver a como se hacía, cuando menos para llenar los  de los que se iban a casar. Tan poco aquellas circunstancias que aprovechábamos para estar unas horas junto a las jóvenes, que eran oportunidades que no se daban todos los días y que tan a gusto nos hallábamos, y el solo estar narrándolo ahora, casi me ruborizo de ver como lo celebrábamos, y que a como se reúnen o junta ahora la juventud hay seguro mas diferencia que pueda haber en el modo y manera del  cardado de la lana.

De aquellos tiempos procedo yo.

Hasta la próxima entrada.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Feliz recompensa


Actualidad Noticias VERGONZOSO IMPAGO DE NOMINA A CIENTOS DE GUARDIAS CIVILES DE TRAFICO


Hoy se ha cumplido una semana de la festividad del 12 de de octubre, festividad de la Santísima Virgen del Pilar Patrona de la Guardia Civil. Este año he tenido la suerte de ser invitado a la cena de gala que con tal motivo se celebró el viernes día siete, en la residencia Militar Castañón de Mena de esta ciudad, y a los actos propiamente dichos de la Patrona en el Acuartelamiento de los Ángeles, donde pasé los diez últimos años de mi servicio activo en el Cuerpo.

Mi familia más íntima, así como amistades y personas mas cercanas, sabéis lo que para mí la Guardia Civil, supuso, lo sigue suponiendo, y lo seguirá  mientras viva, mi algo mas de treinta y un años perteneciendo a la misma.

Reconociendo lo insignificante que pueda ser, de los escasos valores que pudiera estar dotado, jamás durante el tiempo de mi permanencia en el Cuerpo, escatimé la entrega total y absoluta de los mismos, y no es que ello supusiera sacrificio alguno, sino que al hacerlo  con el cariño que tan dentro de mí llevaba, que al igual que sucede con las personas que amamos de verdad, lo que tal vez para otras cuestiones o personas que no lo fueran ni, en mi caso para otra que tampoco se tratara de la Guardia Civil, a lo mejor el paso de muchas horas, acaecidas en no pocas ocasiones, en la realización de cualquier servicio o misión encomendada, en vez de que pudiera considerarlo como un sacrificio, me resultaba tan gratificante, que podrá parecer una incongruencia, pero doy mi palabra de que hasta me resultaba placentero. Tanto agradecimiento sentía, y así lo sigo, de cuanto me aportaba mi pertenencia al Cuerpo, al punto de que llegaba hasta considerar, que yo no le daba todo cuanto debía.

Si como he dicho en muchas ocasiones, mi paso por este Instituto al que amo con todas las fuerzas que Dios pudo darme, y dándomelas sigue, me permitió en todos los órdenes, profesionales, particulares y sobre todo familiares, el caminar por ese sendero de dicha y felicidad durante todo el tiempo que permanecí en activo, cuyas consecuencias se han extendido hasta los mas de treinta y cinco años que llevo en situación de "retirado", palabra que siempre hemos utilizado los civiles cuando pasamos a la situación de jubilados.

Todo este largo preámbulo que he colocado, quizás innecesario, tiene por objeto el señalar, que en los dos actos que la pasada semana asistí con motivo de la celebración de la patrona, en la cena, tuvieron la deferencia de señalarme para que en compañía del Subdelegado del Gobierno, que asistía a la misma, cortara la tarta que como postre tenían preparada.

En los actos celebrados el día de la Patrona, me hicieron entrega de una placa de la "Hermandad de la Expiración", como la Guardia Civil lo dice cuando se refieren a la misma, en la que se me ofrecía con motivo de ser el Suboficial de mayor edad de los residentes en Málaga.

Todo ello, ha sido obra del Coronel Jefe de la Comandancia, al que por supuesto le dí las gracias en varios momentos de los actos, y a estas alturas de mi discurrir por la vida, ha sido el colofón de las recompensas que se me hayan podido ofrecer, y donde ahora si puedo decir alto, claro y con toda rotundidad que LA GUARDIA CIVIL, no solo me ha dado mucho mas de lo que yo pude entregarle a lo largo de mi permanencia en activo, si no que hasta lo considero superior a cuanto haya podido merecer y cuyo recuerdo lo llevaré grabado hasta el fin de mis días.

GUARDIA CIVIL, MUCHAS GRACIAS.

Hasta la próxima entrada.

jueves, 13 de octubre de 2016

Pero 44 años antes


Tal día como hoy, 13 de octubre, pero de 1972, hace por lo tanto cuarenta y cuatro años, aparecía en la pagina 26 del Diario Sur de esta ciudad de Málaga, entre otras noticias, la imposición el día anterior, con motivo de la festividad de la patrona de dicho Instituto, nuestra Señora la Virgen del Pilar, al Sargento de la Guardia Civil, con destino en el Servicio de información de la Comandancia Don Rafael Galán Rodríguez, por el General Gobernador Militar de la plaza y provincia de Málaga, de la Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco, como premio a los servicios prestados por el referido Suboficial.

De dicho acto y motivo, se acompaña fotografía, así como copia de la carta que el Excmo. Sr. Teniente General Director General del Cuerpo, felicitaba al Sargento Galán.


Aquello era una recompensa a su cotidiano y meritorio trabajo. Lo de ayer una muestra de agradecimiento al sacrificio de aquellos que con escasos medios, pero con sobrada vocación y sin reparar en las muchas horas empleadas en su abnegado quehacer, escasamente remunerado, continuaban dejando al Cuerpo a que pertenecían, el lugar que meritoriamente, se había dado la catalogación de "BENEMÉRITO".

"Ganábamos 609 pesetas, el vehículo más rápido que teníamos era la bicicleta"

Rafael Galán, veterano de la Guardia Civil con 91 años, recuerda el quíntuple asesinato de unos pesqueros.




Ha cumplido 91 años y se aferra a la vida pero también a su joven pasado triunfal. Ese en el que metió entre rejas a los tres autores de un quíntuple asesinato de la dotación de un barco pesquero con base en Tánger en el que viajaban ocho personas. Rafael Galán, ayer homenajeado por erigirse en el subteniente de la Guardia Civil más veterano de la Comandancia de Málaga, se mueve con la misma agilidad con que maneja el cargador de su memoria, que ahora refleja en un blog. ¿La fórmula? Ser "buena persona", aunque, reconoce, "cuidarse está bien". 


Entre las fechas grabadas a fuego, rescata sin dubitar aquel 24 de diciembre del año 50 en que resultó herido de un disparo "que se le escapó a un compañero". Ingresó en el Cuerpo hacía solo nueve meses. "Estábamos en el puesto de playas, aislados completamente. Pasé la noche en la cama, el médico me hizo una cura. Había que taponarme el orificio de entrada y salida", explicó. Allí permaneció hasta el día siguiente, cuando llegó a Málaga en un coche de la compañía de Antonio Machín. 



De su trayectoria en el Servicio de Información del Instituto Armado, este cordobés, vecino de Málaga desde hace 66 años, recuerda también con orgullo el día en que descubrió a Eleuterio Sánchez, conocido como El Lute, el preso más famoso del Franquismo, que se había fugado de la cárcel del Puerto de Santa María y se refugió en Mangas Verdes. "Recuperé a los dos hijos que le había quitado a su madre verdadera y los llevé al aeropuerto", relató. 



Su pena, se lamenta, es haber perdido ya a compañeros con los que durante tantos años compartió reconocimientos y vivencias de una época en la que ganaban "609 pesetas al mes" y el vehículo más rapido que tenían "era la bicicleta". "Se van quedando en el camino amigos y familiares. Solía ir a comer con ellos", expresó Rafael, que con la voz quebrada recomienda a las nuevas generaciones "mantener el honor", que una vez que se pierde "no se recobra jamás". 

(...)

Historias de héroes anónimos

La Guardia Civil reconoce los méritos de sus agentes durante los actos de celebración del día de su patrona. Rafael Galán y Francisco Martín le ponen nombre propio a las vivencias y al trabajo que cada día realizan los agentes del Instituto Armado.


Una escuadra de guardias civiles avanzaba solemne hacia su patrona, la Virgen del Pilar. Iba a depositar una ofrenda floral en honor de los agentes que ya nunca volverán a estar junto a sus compañeros. Rafael Galán los observaba mientras su memoria le invitaba a un fugaz viaje por el pasado. Sus puños se cerraban y la emoción le embriagaba, así comenzaba la travesía. 

Rafael es el agente, ya retirado, más veterano que hay en la provincia de Málaga. Ayer acudió a los actos que la Guardia Civil organizaba con motivo de su patrona en la Comandancia de la capital. Mientras la lluvia caía sobre los tricornios de los agentes de la escuadra, sus recuerdos le arrastraban 66 años atrás, cuando ingresó en el Instituto Armado.

Pocos meses después, un tiro en la rodilla le dio la bienvenida al cuerpo. A sus 91 años, no ha perdido un ápice de fortaleza, con una memoria envidiable que le recordaba momentos de su vida en los que perseguía por Málaga a Eleuterio Sánchez El Lute o en los que llegó a esclarecer un quíntuple homicidio de unos pescadores en alta mar.

El cuerpo ha cambiado mucho desde entonces, cuando «la bicicleta era el vehículo más rápido» del que disponía. Pero es cierto que hay cosas que no lo hacen. Sus ojos se enrojecían. Se emocionaba al pensar en el «honor», «lo más importante que hay», algo que «la Guardia Civil mantiene» y «que ningún hombre debería perder».

Pensaba en sus antiguos compañeros, esos que «ya por desgracia» nunca podrán regresar a las comidas que hacían después de retirarse. Rafael los echa de menos, al igual que Francisco Martín a su padre, de quien se acordaba mientras podía escucharse el sonido del impacto contra el asfalto mojado de las botas de los agentes que desfilaban para llevar la ofrenda floral a los pies de su patrona.


El padre de este guardia civil también pertenecía al cuerpo. Francisco le recordaba al volante de los coches oficiales de la Casa Real. Tiene esa imagen grabada en la cabeza. Entonces era un crío, pero ya sabía que acabaría vistiendo el uniforme del Instituto Armado. Siempre ha sido su «pasión», «vocación por ayudar a los demás pase lo que pase».

Lo hace cada vez que sale a la calle con Ogro, Kuanton y Kim. Él y estos tres perros son «un equipo con una conexión especial», que trabaja en la Unidad Canina desde hace años para detectar drogas, armas o dinero.

Ayer los dos fueron reconocidos por los años de servicio que han prestado. Rafael agarraba entre sus manos una placa que le agradecía toda su entrega durante años, mientras que del uniforme de Francisco colgaba la medalla al Mérito de la Guardia Civil con distintivo blanco.

Las suyas son unas leves pinceladas de la infinidad de historias que hay detrás de cada uno de esos héroes anónimos que cada día se enfundan el uniforme para salir de casa con el objetivo de prestar servicio a la sociedad.

El fuerte estruendo de una salva rescataba a Rafael y Francisco de sus pensamientos. La escuadra de guardias civiles ya había depositado la ofrenda floral a los pies de su patrona. Las detonaciones de los rifles recordaban a los compañeros fallecidos, mientras una voz les consolaba: «No quisieron andar otro camino, no supieron vivir de otra manera».



lunes, 10 de octubre de 2016

Sesenta y cinco años han pasado


Hoy se cumplen sesenta y cinco años de mi primer cambio de destino en la Guardia Civil. El día 10 de octubre de 1951, salía del Puesto de Torrelasal, donde fui destinado al salir de la academia de Úbeda para incorporarme al de Aduana de esta ciudad de Màlaga, donde había causado alta, en las entonces llamadas "Altas y Bajas" del mes de octubre del citado año.

En estos instantes, que faltan cinco minutos para las nueve de la mañana, en que me pongo a realizar esta entrada, aquel ya tan lejano día, también sobre esta hora, quizá minutos mas o menos, en Sabinillas, barriada de Manilva, donde se hallaba con carácter permanente un control de la Guardia Civil para evitar en lo posible, el contrabando que procedente de Gibraltar se traficaba en aquel tiempo, en la caja de un camión sin carga alguna y que se dirigía hasta Málaga, acompañado de mi maleta,  tomaba el camino hacia mi nuevo destino.

No se me ha olvidado, y seguro nunca se me olvidará, cuando en dicho vehículo que me transportaba hasta esta bendita ciudad de Málaga, cuando circulaba frente al cuartel de Torrelasal, donde había permanecido quince meses, no pude evitar en que no pocas lágrimas asomaran a mis ojos, cuando veía quedar atrás aquel acuartelamiento, donde asi mismo quedaban aquellos primeros compañeros con los que había compartido mis primeras experiencias en los servicios que durarían treinta años más.


Podrá parecer una simpleza, pero al mismo tiempo que ese efecto me producía cuando veía que, me dejaba atrás aquel humilde edificio que me había cobijado el tiempo indicado, no lo era menos, cuando unos centenares de metros de dicho cuartel hacía levante,  dentro del mar y cerca de la lengua del agua, me sucedía lo mismo con una pequeña roca la que se le llamaba "Piedra Paloma". Tan humilde peñasco, era el limite y el comienzo, del distrito a vigilar por dos de las tres parejas de Guardias que todas las noches prestábamos el servicio nocturno. Estos servicios eran señalados de levante a poniente, y en la papeleta de la primera pareja se hacía constar que el distrito a vigilar era desde el Cortijo Buenas Noches, hasta Piedra Paloma; la segunda pareja, lo era desde Piedra Paloma, hasta el Arroyo Camarate y la tercera y última del Puesto de Torrelasal, desde el Arroyo de Camarate, hasta el río Manilva que era el límite de la demarcación del puesto.

No sé desde cuando venía señalándose aquel peñasco como fin y principio de un distrito a vigilar, ni hasta cuando lo sería después, pero el mismo todos los días del año, Piedra Paloma figuraba escrito en aquellas dos papeletas que dos jefes de pareja de la Guardia Civil llevaban en sus carteras de servicio.

Hace aproximadamente un año, tuve la suerte de que me llevaran hasta Torrelasal, y donde en sus inmediaciones cuando yo estuve allí destinado solo había campo en el que las lagartijas y cigarrones corrían y saltaban a sus anchas, ha desaparecido por la construcción de viviendas, del cuartel no queda el menor rastro de haber existido, pero Piedra Paloma, permanece solitaria en su emplazamiento, donde sin duda ha perdido toda su importancia, por cuanto ya nada dice su presencia, y yo la comparo con aquella juventud de la que yo gozaba hace sesenta y cinco años y que por imperativo del paso del tiempo, también pasó a mejor vida.


Como creo he comentado muchas veces, el tiempo pasa inexorable, no solo cambiando la constitución y aspecto físico de las personas, si no también muchas veces, la fisonomía del terreno e incluso de los pueblos y ciudades. Cuántas interrogantes bullían dentro de mi cerebro en aquellos momentos, en que como citaba antes, mis ojos eran anegados en lágrimas cuando veía quedar atrás y para siempre, como así sucedió aquellos parajes y la de todos aquellos compañeros con los que compartí tantas horas de vigilia y conversaciones en tan larguísimas horas de los servicios nocturnos, que como se indicaba en las anteriores comentadas papeletas de servicio, se hacía constar lo era desde antes del anochecido hasta después del amanecido, que en invierno lo era por mas de quince horas seguidas, y sin un solo día de descanso, aunque alternado por el servicio de puertas o el de vigilante de día, cuando a uno le correspondía, y que tampoco lo era por menor número de horas.

Lo que si, nunca hubiera podido predecir, que pasados sesenta y cinco años, hoy ellos pasados sobre mí, estuviera relatando esta efemérides, con mis facultades físicas y mentales, tal las conservo,  y utilizando este medio y aparato para efectuarlo, de lo que no tengo por menos que dar gracias a Dios de que así sea.

Hasta la próxima entrada.

martes, 4 de octubre de 2016

Tributos por ir cumpliendo años



Hoy festividad de San Francisco de Asís, al felicitar a un antiguo y viejo compañero, con motivo de su onomástica, se me han venido al pensamiento los tributos que han de irse pagando, especialmente cuando se acumulan los años como a mi me viene sucediendo.

Este compañero en el momento en el que ha recibido mi llamada telefónica para felicitarlo esta mañana, se hallaba dando un paseo fuera de su domicilio, pero acompañado de una mujer que le han puesto sus hijos para que le ayude en tal menester.

Hoy también se cumplen 12 años, del fallecimiento de uno de mis buenos amigos y que también tenía por nombre Francisco, así que fallecía precisamente el día de su santo.

Hace algunos años, y con una diferencia de cuatro o cinco, fallecieron dos antiguos compañeros, con los que después de quedarme viudo, salía con ellos con relativa frecuencia para comer juntos y a la vez, como es preceptivo en los "mayores" , contar nuestras batallitas.

Fallecidos estos dos últimos citados, lo hacía también, con el que hoy he felicitado y que como quiera que hace un par de meses tuvo un desfallecimiento en plena calle cuando caminaba solo, ya solo le permite su estado físico el de dar algún paseo en las proximidades de su domicilio, pero como indicaba anteriormente, ayudado por esa mujer que se le ha asignado.

Ahora por tanto, carezco de antiguos y viejos compañeros o amigos, con los que de vez en cuando poder "celebrar", que eso era para nosotros cada vez que nos juntábamos para comer.

Estos relatos que termino de citar, me han señalado el tributo, que sobre todo con la pérdida de seres queridos, amigos, compañeros de profesión, y un largo etcétera, hay que pagar por esta larga supervivencia de la que yo llevo acumulada, y no es que la deteste, pero como indico, no sale totalmente gratis.

Ello me recuerda, el que la misma vida, es ese viaje que iniciamos desde el momento en que venimos a este mundo, utilizando ese medio de locomoción que es el tiempo, cuyos coches son los días, meses, años y décadas, que sin que uno nada pueda hacer por detenerlos, van atravesando estaciones, que son las vicisitudes de cada cual, y a cada uno se le va agotando el billete que le fue asignado, aunque sin que él, o ella, hiciera nada para señalar el recorrido que debiera hacer, y así en cada una de esas estaciones han de bajarse, y si cuando se inició el viaje, lo haces completamente rodeado de seres conocidos, amigos y familiares, solo te van quedando, aunque por fortuna, esos que tomaron el vehículo incluso bastantes años después de que uno lo hiciera, y ellos conforman ese báculo necesario para poder apoyarte en el largo caminar, y que sin él, llega ese momento de no poder continuar el viaje, hasta que el trayecto estipulado en tu boleto, totalmente desconocido para uno, termina agotándose, te ayudan a apearte del convoy, allí te quedas por eso que hemos dado en llamarle ETERNIDAD, mientras ellos continúan su viaje hasta que también les ha llegado la estación de su destino.

Puede que quien lea esta entrada, piense que se me ha caído el ánimo por los suelos, pero no, todo lo contrario, si no que cumplidas las normas que nos son inoculadas para cumplirlas con los que se van quedando en el camino, aunque lo esencial y principal, son las que deben llevarse a efecto mientras juntos vamos caminando, y aunque nunca, nunca, nunca, dejaran de permanecer en nuestro recuerdo, hemos de procurar continuar el trayecto que nos quede con la mayor de las dichas, que serán mayores, cuanto más procures y cooperes para  que lo sean tus acompañantes.

Hasta la próxima entrada, que pueda ser más alegre que ésta.