miércoles, 1 de mayo de 2013

Bautizo laboral



Hoy se cumplen setenta y ocho años en que yo me iniciaba en el trabajo. Era el primero de mayo de 1935. Hacía por tanto tres días que había cumplido los diez años de edad. 

Quizá nada más contradictorio que cuando se celebraba a bombo y platillo la fiesta del trabajo, un niño que terminaba de cumplir diez años, y como consecuencia de un accidente laboral de mi padre en el mes de diciembre del año anterior, y causas que serían largas de explicar, cuando en un hogar compuesto por mis padres y cinco hijos, se cortaba radicalmente toda clase de ingresos en el mismo, esa situación me empujaba a colocarme como ayudante de porquero. El sueldo que se me asignaba era el de una peseta diaria, así, aquel primero de mayo yo ganaba la primera peseta de mi vida.



Millares de veces he traído a la memoria aquel acontecer. Mucho me ha dado que pensar aquello de que como ya he citado dos veces, contando con solo diez años de edad, recuerdo tal si fuera hoy, lo complaciente que a tal cometido me prestaba. El ambiente y preocupación por aquella situación que sin duda se vivía por mis padres, y dado a que yo era el mayor de los hermanos, y la mas pequeña contaba solo un año de edad, había llegado a infundir en mí un sentimiento de responsabilidad, que incluso pueda parecer casi imposible en esas edades. Pero por inexplicable que parecer pueda, así era. Y yo, aquella esplendida mañana primaveral, con una pequeña bolsa de tela colgada del cinturón del pantalón en la parte izquierda de la cadera,  en cuyo interior llevaba una pequeña fiambrera de aluminio conteniendo seguro una  tortilla de patatas, seguramente algún torrezno, un trozo de pan , y seguro una naranja para postre, cantando como un alegre pajarillo en época de cría, me incorporaba a las órdenes de José María,  abuelo de un amigo mío, que sería mi jefe durante seis meses que en aquel cometido estuve desempeñando. 

Miserable puede parecer el sueldo de una peseta diaria, pero aún mucho más pueda parecerlo, y sin duda lo era, el que un hombre teniendo que mantener a lo mejor a toda una familia, y trabajando diariamente de sol a sol, en el campo, creo recordar, entonces ganaba tres pesetas con cincuenta céntimos, eso el día que trabajaba. 

Si la profunda crisis económica por la que hoy atraviesa España, comparársela a la de aquellas fechas hubiera, habría que llegar a la conclusión de que actualmente casi nadamos en la abundancia. Hogares en los que solo abundaba la miseria, harapientas vestimentas tanto en mayores como en niños, en lo que era normal el contemplar que muchos de estos andaban totalmente descalzos, y en cuyas familias principalmente la titánica lucha diaria, lo era esencialmente por la propia supervivencia, aunque hoy pueda verse con total extrañeza de que un niño a la edad en que yo me engrosaba en el mundo laboral, entonces lo era de una normalidad absoluta de lo que pocos hogares de los  llamados jornaleros, no se vieran inmersos.

No sé si pudo ser Cervantes el que en alguna ocasión dijo aquello de "que en la adversidad se forjan los grandes corazones",pero no lo es menos cierto, que si no perdemos la perspectiva, de como a mi me sucede, de donde venimos, todo cuanto después me llegaba, lo recibía en no pocas ocasiones hasta con cierto alborozo, y lo que  sin duda también influyó en formar en mí, ese talante optimista del que todavía gozo.

Volviendo la vista hasta aquellos lejanos años y trayendo al recuerdo las propias imágenes de mis amigos y compañeros de  trabajo, de juego o de colegio,  las propias vestimentas e incluso en sus rostros se reflejaba la  patente  carencia casi absoluta de  todo lo primordial. Lo único positivo que pueda tener lo adverso, es que siempre se tiene la esperanza de que esté por llegar algo que  mejorarlo pueda.

Dejando atrás este relato, ¡cuánto ha llovido desde entonces y cuánta miseria hemos ido dejando en el camino!, aunque siempre habrá alguien que el destino no le haya sido tan favorable como a mí.

Hasta la próxima entrada.

2 comentarios:

Carmen dijo...

Igualito la vida de los niños entonces y la de ahora, aunque en el término medio está la virtud, seguro que eso sirvió para forjar personas de carácter fuerte y gran personalidad, que a los veinte - treinta años era "Hombres" y no esta generación de "Ninis" que hay ahora, aunque no todos (afortunadamente) pero si una gran mayoría. Esperemos que todo vuelva a su cauce y no haya "viejos achicados" ni "eternos adolescentes" .
Tu me entiendes ¿verdad? ...... Bss.

El abuelo de Villaharta dijo...


Como siempre, tu acertadísimo comentario. Gracias.