domingo, 19 de mayo de 2013

Peón caminero

  

No sé a cuento de qué se me ha venido esta mañana a la memoria el recuerdo de aquella profesión u oficio, ya perdido, del Peón Caminero. 

Si hoy le preguntara a alguno de mis nietos, si le hubiera gustado ser peón caminero, posiblemente, aunque no me lo dijera, pensaría que su abuelo está perdiendo la chaveta. Pero no, el peón caminero no hace tantos años existía en España, y era el que estaba encargado de la conservación de las carreteras, las nacionales se entiende, porque las comarcales o provinciales, esas solían ser parcheadas cuando su circulación se hacía bastante peligrosa y dificultosa por los innumerables baches que tenían.



Pero no nos desviemos del título dado a esta entrada. Los peones camineros, incluso tenían sus propias viviendas, que eran unas llamadas casetas, con muy buenas condiciones de habitabilidad y que se hallaban a cierta distancia unas de otras y en el mismo margen de la carretera. Circulando por aquellas carreteras nacionales, las que carecían de toda clase de líneas continúas,  discontinuas o  separación de carriles, se me viene al recuerdo que, cuando un vehículo comenzaba a tomar una de esas curvas que se entendía eran peligrosas, hacían sonar sus claxon o bocinas, como entonces se les denominaba, a fin de avisar de su presencia al vehículo que viniera en dirección contraria. 

Que me perdone si alguno de los que fueron peones camineros vive aún, o de sus familiares,  la verdad que posiblemente sin toda la razón, no gozaban de plena buena fama de entregarse a su cometido con mucho entusiasmo, y sí, es cierto, que no era infrecuente cuando se circulaba por esas vías el observar como junto a sus cunetas se hallaba una espuerta, una azada o un rastrillo, pero solo esas herramientas de trabajo, sin que utilizándolas, e incluso a la vista de las mismas, estuviera quien tenía la misión de ello.

Cuando el desperfecto de las carreteras era de cierta consideración, y que el empleo de piedra "picada" era necesaria para su reparación, se observaba como el aporte de la misma se hacía mediante "burros" que colocados sobre sus aparejos unos pequeños  serones, eran llenados por sus conductores, desde los puntos mas cercanos a donde las hubiere y vaciados sobre unos cajones que median un metro cúbico de volumen,  y al final de la jornada te eran abonados por el número de metros que hubieres  acarreado. En una ocasión y por espacio de varios días, recuerdo que con un burro, prestado, yo estuve acarreando piedras para reparación de una carretera local, que partiendo de la general Córdoba-Badajoz llevaba hasta la localidad de Villaviciosa, a unos seis o siete kilómetros  de mi pueblo, el punto de trabajo se entiende, y en las inmediaciones de la entonces estación de la Alhondiguilla de la línea férrea de Córdoba-Almorchón. Estas reparaciones solían hacerse en periodos de verano y cuando el paro entre los jornaleros era casi general. Por tanto, si no había otra cosa, se hacía necesario entregarse a esa clase de trabajos, que por cierto no era nada agradable. Pero si el acarreo de la piedra era duro, el picado de la misma a mano y con unos pequeños martillos y de largo mango, era mucho peor y con el que en las manos se ocasionaban unas ampollas, que hasta convertidas en callosidad eran de un sufrimiento y dolor considerables. De ésto, mi padre si tuvo experiencia.

Recordar aquella clase de trabajos y cómo había que realizarlos, parten el alma, y se diría que hasta clamaban al cielo, los miserables sueldos que con ello se conseguía, dado a que siempre se ejecutaban mediante tareas o concierto por el número de metros "machacados".

El traer a colación mi dichoso recuerdo a los peones camineros, me ha llevado hasta aquellos trabajos a los que había que entregarse por pura necesidad y que en realidad, nada mas lejos de mis deseos fueron el haberlos tenido que hacer y mucho peor el que volvieran tal cual había que ejecutarlos.


De todo esto tiene la culpa, el hacer tantos años en que yo llevo caminando por este mundo, pero también me trae el consuelo, que miro hacia atrás y me digo, gracias a Dios que aquello ya pasó. Hasta la próxima que sea más alegre que ésta, pero como suele decirse, de todo tiene que haber en la viña del Señor.

2 comentarios:

Carmen dijo...

Yo he conocido las casitas de los Peones Camineros, alguna vez vi los utensilios preparados al filo de la carretera, pero nunca los vi en acción, seguro que de ahí vienen varios refranes que existe sobre ellos.... Ji ji. Esta entrada me parece muy interesante, me gustaría que sigas escribiendo sobre oficios ya desaparecidos... Muchas gracias... Ji ji. Bss.

Anónimo dijo...

El hecho de dejar alguna herramienta en el filo de la carretera era para marcar el lugar donde se encontraban trabajando al paso del capataz o ingeniero encargado. De vagos nada, algunos muy sacrificados.