Como reza el dicho popular, "que la cabra siempre tira al monte", los ya un tanto pasados de años, tendemos a la añoranza de los de nuestra juventud, en lo que solemos regodearnos, más porque éramos jóvenes, que por los hechos en los que recordamos, aunque en alguna que otra ocasión, si tuvieran la entidad e importancia suficiente para traerlos a la memoria.
Y volviendo a contar de como en aquellos tiempos nos desenvolvíamos en diferentes aspectos de la vida, de lo que en algunas anteriores entradas he dejado constancia, hoy, y como figura en el título de la presente, voy a tratar de relatar cómo se iniciaba un noviazgo y la forma en que continuaba esa relación, ello en mi pueblo claro, y creo no difería mucho de los del resto de España.
Y volviendo a contar de como en aquellos tiempos nos desenvolvíamos en diferentes aspectos de la vida, de lo que en algunas anteriores entradas he dejado constancia, hoy, y como figura en el título de la presente, voy a tratar de relatar cómo se iniciaba un noviazgo y la forma en que continuaba esa relación, ello en mi pueblo claro, y creo no difería mucho de los del resto de España.
Desde tan pronto nos íbamos aproximando a la edad, los varones se entiende, de los catorce, quince o dieciséis años, sentíamos ese gusanillo de cómo y de que modo tendríamos que hacer para declararnos a una mujer a fin de pedirle relaciones amorosas. No se porqué, los mayores parecían darles al hecho tal importancia y misterio, que a nosotros, cuando menos a mí y a mis amistades mas cercanas les sucedía lo mismo, sentíamos cierto temor a que cuando llegara la hora de dirigirnos a una joven con tales propósitos, no supiéramos cómo hacerlo e incluso caer en el ridículo. Tan extendido estaba este sentimiento, generalmente en los adolescentes, que incluso se vendían una especie de folletos explicando la forma de dirigirse a una mujer para pedirle relaciones, así como diferentes modelos de cartas para iguales fines. Un primo mío y yo, por cierto compramos uno.
Como en mis tiempos las jóvenes en los días laborables solo salían de su casa para ir a cualquier recado, o bien a por agua potable, que solo un pozo había en la localidad que lo fuera, y también, y esto en la mayoría de los casos era intencionado, la asistencia a cualquier acto religioso, que por supuesto se celebraba en la iglesia. Los domingos y festivos, si el tiempo lo permitía había paseo por la tarde en la carretera, y también en la mayoría de ellos había baile, era la única oportunidad de poder hablar con ellas.
En los paseos las jóvenes solían hacerlo cuando menos dos, tres o cuatro juntas y cogidas del brazo unas a otras. Así, en el momento en que te decidías a "soltarle el trapo", como coloquialmente decíamos en mi pueblo, a pretender de amores a una chica, aunque a la que te dirigieras fuera en uno de los extremos del conjunto, por fuerza las demás tenían que oír todo cuanto uno dijera, y que en no pocas ocasiones, unas sarcásticas sonrisas no muy disimuladas asomaban a todas cuantas fueran en el grupo, eso sí, rara vez a la que fueran dirigidas. Por tanto las mejores oportunidades se daban en el baile, pero aunque tratabas de hacerlo con el mayor disimulo posible y como ya el rumor de tus propósitos se había extendido cuando menos por todos los componentes de tu pandilla, nunca pasaba desapercibido el momento de declaración, y lo confieso, a mí, y durante más tiempo del deseado, cada vez que lo hacía, un rubor que hacía enrojecer mi rostro, me delataba. Ya una vez hecha la primera declaración, luego la continuación era más fácil y siempre se aprovechaba cualquier salida a la calle de tu pretendida para continuar con la conquista y para lo que empleabas muchos ratos de observación sobre su domicilio a fin no perder ninguna de las oportunidades que se te presentaran.
Al día siguiente de haberte declarado a ella, ya estaba la pareja en la "comidilla" de todo el vecindario. El tiempo en formalizarse el noviazgo dependía de, sobre todo el deseo de ella, el acoso del pretendiente, y también la cantidad de oportunidades que hubieres tenido de acercarte a ella. La señal de que el noviazgo se había realizado, lo era cuando en el paseo se daba la circunstancia, como se decía, de que se "habían soltado de pareja", o sea que ya paseaban los dos solos, sin que las amigas de la novia lo hicieran cogidas del brazo de ella. En el baile, lo era cuando ambos se sentaban en sillas continuas, y solo bailaban nada más que el uno con el otro, salvo compromiso de algún familiar muy cercano a ella, previa petición.
Ya una vez se eran novios, y eso sí, la inmensa mayoría de los días, si era festivo, después del paseo o del baile, y también en los días laborables, se hablaba con la novia en la puerta de su casa, o también por la ventana, o sea, que la novia dentro de su casa y de una habitación que tuviera ventana que diera a la calle, y el novio por fuera, así se "pelaba la pava" como se denominaba a hablar con la novia. Hoy recordando algunas de aquellas estampas, por ejemplo en noche de lluvia, el novio con un impermeable por encima y capota cubriendo su cabeza, asido a los hierros de la ventana permanecía a lo mejor por espacio de dos, tres o cuatro horas aguantando el chaparrón, y lo que entonces se veía con total normalidad, si hoy pudiera verse una fotografía de tales eventos, sería para caerse de espaldas.
Pasado un tiempo con esa forma de pelar la pava, llegaba el momento de entrar en la casa, ya que tanto la familia de ella como la circunstancia lo requería, entonces había que pedir permiso al padre de la novia, para que te concediera hablar con su hija dentro de su casa. Y la verdad, es que en partes era peor el remedio que la enfermedad, dado a que en la puerta y desde la ventana siempre tenías una oportunidad de poderla besar y como no, algún que otro tocamiento, cosa que dentro de la casa te era tan difícil, que se pasaban noches y noches sin que siquiera pudieras darle un beso. Para evitarlo, estaban siempre la madre, la abuela o en alguna que otra ocasión una hermana de la novia, de vigía permanente. En raras ocasiones se era vigilado, por el padre, el abuelo o hermano. Eso eran misiones femeninas. El darse un beso los novios, siempre, siempre, siempre, se hacía en la más estricta intimidad, y nunca delante de otra persona, incluso amigas o amigos de la novia o el novio. Para eso había que estar alerta y no dejar pasar oportunidad que se presentara, como por ejemplo cuando la madre tenía que ir a la cocina para dar una vuelta a la comida, siempre que no se dejara una reserva en la vigilancia.
Por lo relatado de como se buscaba novia y era la forma de continuar un noviazgo en mis tiempos de joven, aunque reconozco queda tan lejos, creo que no puede siquiera haber punto de comparación, a como hoy se hace, pero también se presentaban oportunidades y pocas se desaprovechaban .
Hasta la próxima que ya los novios se habrán casado.
3 comentarios:
Bravo por mi editor, al haber dado feliz reparo al desbarajuste que se había producido en esta última entrada y la cabecera elegida para la misma. Muchas gracias. Será remunerado.
Digo, en la cabecera elegida para esta entrada no se había verificado ningún desbarajuste, quería decir en el anterior comentario " por la acertada elección de la misma "
Creo que "el abuelo" se ha liado un poquillo con lo de la entrada y la salida ji ji ji. Me parece muy amena y graciosa, es increíble las cosas que cuentas y como de otra galaxia si lla comparamos con la actualidad, eso para que veas que cualquier tiempo pasado "no fue mejor" ¿ De acuerdo?.... Ji ji. Bss..
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