sábado, 20 de abril de 2013

Triste efemérides


Hoy se cumple el decimonoveno aniversario del fallecimiento de mi madre. Poco mas de un mes le faltaba para cumplir los 97 años de edad, por tanto, larga fue su vida. Pese al dolor que supone la pérdida de una madre, creo es la que con mayor comprensión suele llevarse, dado a que como desde el momento en que se llega a tener conciencia de la existencia, a los padres solemos verlos como personas ya mayores y que por esas razones naturales, habrán de marcharse de esta vida antes que nosotros. En estos momentos, en que recordando aquel 20 de abril de 1994, perdía a mi madre para siempre, no puedo por menos que traer a la memoria, lo que desde que como cito anteriormente tuve uso de razón, fue su caminar por este mundo. Sin duda, le toco vivir una de las etapas mas duras, como lo fueron, las estrecheces de los años anteriores a  la guerra civil española, los acontecimientos y consecuencias de la misma guerra, y los no menos duros ocho o diez años tras el término de la misma. Entre tanto, e igualmente con anterioridad al ciclo mencionado, vio morir a tres de sus hijos, cuando creo que ninguno de ellos llegó siquiera a cumplir un año de edad. El sacrificio que le supuso el sacar adelante a los cinco restantes, en situaciones tan adversas como lo fueron, en el período antes citado, y para mayor abundamiento en hacer mas grave la situación, sin el apoyo de mi padre, su marido, por un período de alrededor de cuatro años, como consecuencia de la mencionada guerra y de un desgraciado accidente laboral que tuvo cerca de dos años antes de la misma. Pero la entereza de aquella mujer, mi madre, su capacidad de sacrificio y no menos la de su entrega al trabajo, su propio talante y ese amor de madre, como sin duda no existe otro en el mundo, le dieron la fuerza suficiente, e incluso diría yo, le sobraron, para llevar adelante tan arduo cometido, y del que los cinco hijos que le sobrevivieron, fuimos los beneficiados de ello.

Gracias a Dios, los no menos de treinta últimos años de su vida, si no tanto como hubiere merecido, si pudo gozarlos  en el ámbito personal, como en el familiar, al haber conseguido una vida, yo diría que incluso algo mas que aceptable, excepto su marido, mi padre, que fallecía treinta y cinco años antes que ella, cuando precisamente comenzaba la etapa de la recuperación en todos los órdenes. 

De lo que con su fallecimiento se libró, fue la de no haber presenciado el fallecimiento de sus hijos, tercero, cuarto y quinto en el orden de venir al mundo, como lo fueron mis hermanos Cesáreo, Antonio y José, y precisamente en el mismo orden en que nacieron. Sea esta entrada para rendir un sentido y emocionado recuerdo, que juntos sin duda lo están  todos en el Cielo, y comenzando por el orden cronológico en que se fueron de esta vida, a mi padre, mi madre y tres hermanos antes citados. 

Hasta la próxima.

3 comentarios:

El abuelo de Villaharta dijo...


Maravillosa cabecera de esta entrada aportada por mi Editor, a cuyo autor de las frases que figuran en la misma describiendo a una madre, merecería se premiado con el Nobel del sentimiento y del buen hijo/a.

Rafa dijo...

Me inspiré estando en tu tierra...jajajaja.

Carmen dijo...

Es precioso lo que ha puesto tu nieto sobre las madres, la mía hace veintitrés años que murió y vivió justamente 30 menos que la tuya , así que fíjate sí eres afortunado. Es un privilegio que llegara a esa edad y con la mente lúcida, como cuentas que sucedió con ella. Así sí merece la pena llegar ¿verdad? No se para qué te pregunto si tu vas siguiendo sus pasos... Ji ji. Bss.