jueves, 2 de agosto de 2012

Vámonos otra vez a la mili



Tal día como hoy, pero de hace nada más y nada menos que SESENTA Y SEIS años, me sucedió el hecho mas importante y trascendente de cuantos me acaecieron en los dos años y medio en que permanecí en el Ejército. A grandes rasgos, fue lo siguiente.

Creo que podían ser a ultimos del mes de junio anterior, o sea del año de 1946, estando realizando el servicio militar en el Regimiento de Artillería número 14, de guarnición en Sevilla, después de la lista de Retreta, que para los no iniciados, es la última lista que se pasa en un cuartel, el Sargento de Semana de mi Batería, tomando un escrito anunciaba que pedían personal voluntario para ordenanzas, escribientes y mecanógrafos para Capitanía General de la mencionada plaza. Para ordenanzas lo solicitaban unos cuantos, para escribientes tambien cuatro o cinco y para mencanógrafo no salía nadie. En vista de ello, y sin que nunca haya encontrado explicación al hecho, dí un paso al frente y le dije que me apuntara a mi para mecanográfo. El no encontrar explicación a mi decisión, no es nada más que yo nunca había tocado siquiera una máquina de escribir. Pues precisamente en la misma Lista de Retreta del día 31 del mes siguiente  a mi petición, igualmente el Sargento de Semana, que es el que pasa dichas listas y las demás también, lee una orden en la que se decía que el Artillero Rafael Galán Rodríguez debía verificar su presentación a la mayor urgencia en la Capitania General donde había sido destinado  como mecanógrafo. Lo primero que a la imaginación se me vino fue en que en su consecuencia el premio sería ir al calabozo por haber solicitado un destino para el que no estaba capacitado. Al siguiente día y por falta de no haberme informado a la dependencia o negociado donde iba destinado, verifiqué mi presentación en la Compañía de Destinos de dicha Capitanía y me mandaron nuevamente a mi Regimiento para que al siguiente día, o sea el día 2 de Agosto de aquel 1946 volviera a presentarme sabiendo yá donde era mi destino. Estas veinticuatro horas que me concedieron de plazo suponía otras tantas de mi libertad. Ninguna de las dos noches pasadas conseguí pegar ojo, pero el tiempo pasa sin compasión alguna y ese día dos, por un Brigada de la mencionada Compañía de destinos, tras subir a pie una escalera de caracol con 108 escalones, y en una Dependencia que a su entrada y sobre una mampara de cristal y madera figuraba una inscripción en letras negras que a mi me sugirió era un epitafio, en el que se leía "ZONA DE RECLUTAMIENTO Y MOVILIZACION NUMERO 9"

El Brigada que me acompañaba me presentó a otro de su mismo empleo y éste del que casi sin mirarme, se limitó a decirme: "Acompáñame". Pidiendo la venía en la puerta de un negociado limitado tambien por mamparas, y concedida la misma pasamos al interior y mi conductor dirigiéndose a un Capitán que sentado junto a una mesa estaba le dice: "A sus órdenes mi Capitán, aquí le traigo a su nuevo mecanógrafo que había solicitado". En aquel momento el mundo se hundía a mis pies. Aquella simple palabra de "mecanógrafo", suponía un cañonazo a mi estado de ánimo. El Brigada pidió permiso para retirarse, quedando yo solo ante el Capitán. Era un hombre de pelo canoso, tez sonrosada, barba un tanto rala, debía tener alrededor de los cincuenta años  y tras dirigirme una mirada, para mí inexpresiva, tomaba su petaca, echaba un poco de tabaco sobre la mano y me preguntaba si yo fumaba. Le contesté afirmativamente, me entregó su petaca y yo hice igualmente vertiendo el tabaco suficiente como para liar un cigarro. El Capitán lió el auyo y como yo permaneciera con el tabaco en la mano, me pregunto si no tenía papel de fumar; al decirle que no, me ofreció su librito de donde tomé una hoja y lié mi cigarro. Encedió el suyo y como quiera que yo por toda pertenencia llevaba un sello de correos para escribirle una carta a mis padres donde les daría cuenta del resultado del lío en que me había metido, como no tenía lumbre para el encendido, volvió a preguntarme si carecía de ello, y como volviera a darle la misma respuesta, me dirigió la siguiente frase: "Vienes tú como para irte de juerga". Las cosas no marchaban nada favorables a mí. Pero faltaba lo principal. Encendidos los cigarros, indicándome una silla que estaba junto a una mesa en la que había una máquina de escribir "Underwood", me dice, "Bueno siéntate que vamos a trabajar". Ahora llegaba la hora de la verdad y armándome de valor y deseando de terminar con aquella situación dirigiéndome a él, le digo "Mi Capitán, yo no he tocado una máquina de escribir en mi vida". Con cara de asombro y mirándome fíjamente tras unos instantes, me pregunta: "¿es que te han mandado equivocadamente?". Con gran aplomo le expliqué lo que había sucedido hasta llegar allí, y ahora con cara de mas perplejidad si cabe, creo pensaría: "¡Que hago yo ahora con este tío!". Aquellos momentos de silencio fueron para mí interminables y ansioso esperaba la sentencia que en su caso decidiría y que por su expresión yo no era capaz de adivinar por donde pudiera venir, pero no me hubiera extrañado que terminara en el calabozo, al solicitar un destino para el que no tenía ni la menor idea para su desempeño. Al fín salía de la boca de aquel santo varón la siguiente pregunta: "¿Tú tienes interés en aprender a escribir a máquina?". Cómo si aquellas palabras hubieren sido proferidas por los ángeles del cielo, le contesté que era lo que mas deseaba en el mundo en aquellos momentos. Pues entonces no te preocupes  y si pones interés veras como lo consigues. En aquellos momentos me hubiera lanzado sobre él y hasta creo hubiere sido capaz de colmarlo de besos. Aquel gesto más que de un Capitán del Ejército me pareció mas propio de un Santo y que poniendo su magnanimidad por encima de su deber, me hizo el mayor favor que nunca hasta entonces había recibido de persona ajena a mi propia familia. Unos veinte días despues le daba a él y mucho mas para mí, la noticia de que yo estaba en condiciones de despachar a máquina cualquier trabajo que se presentara. En primer lugar, este hecho me hizo el pasar el mejor tiempo de mi vida hasta entonces durante estuve en la mili, y también con el paso de los año, fue causa y motivo de llegar ya en la Guardia Civil a destinos que fueron de lo mejor que hubiere deseado. Con el relato que termino de hacer en mi entrada de hoy en el blog, quiero, a pesar de haber transcurrido SESENTA Y SEIS AÑOS de aquel hecho, rendir mi mas profundo agradecimiento y recuerdo  a aquel hombre, que por encima de su deber como un superior jerárquico en la vida militar, puso sus sentimientos como hombre y a mí me proporcionó uno de los hechos imborrables que a traves del paso por la vida dejan huella inovidable de gratitud. Hasta la proxima entrada.

1 comentario:

Carmen dijo...

Pues si que es de agradecer el comportamiento de tu superior, seguramente el intuía que ese paso iba a cambiar tu vida, a veces pasa que de quien menos te esperas te tiende una mano y te cambia la vida como a ti te pasó, afortunadamente tu supiste aprovechar esa oportunidad, no todo el mundo puede decir lo mismo. Me gustan mucho estos recuerdos aunque ya los conocía ji ji. Saluditos: Carmen