jueves, 16 de agosto de 2012

Dornillo



Al cabo de siete días sin pasar por este mi blog, un tanto abandonado durante este verano, posiblemente no habré dedicado una entrada a utensilio tan insignificante como el que da el título a la misma. Sin ninguna duda para la inmensa mayoría, y perdonar lo rimbombante de "inmensa", de los que puedan leerla, estoy totalmente seguro que eso de "dornillo" les sonará a chino. A mí, no.

Comenzaré por aclarar que dornillo es, o para mejor decir era, una especie de mortero de madera redondo, hecho de madera, generalmente de olivo o de encina, el que había en  casa de mis padres era de esta ultima clase, y que con mazo del mismo material servía para majar los alimentos, y muy especialmente en la época de verano en la que nos encontramos, era donde se hacía el gazpacho. Pues aunque os parezca de tamaña insignificancia tal utensilio, en mi infancia y tambien ya bien entrado en la juventud, puedo asegurar que eran escasos los nuevos contrayentes de los matrimonios, que el mismo no figurara como elemento imprescindible en sus ajuares. Por cuanto en el hogar en el que me crié, como en la mayoría de los compuestos por personal obrero, las desnudez del mobiliario y enseres era tan escaso, que estaba limitado a lo mas imprescindible, pero como apuntaba anteriormente, escasísimos eran los que no aportaban entre sus utensilios de cocina el "dornillo". No se han ido de mis recuerdos aquellos actos cuando mi madre dornillo sobre la mesa, mazo en su mano, y comenzaba por los ajos, pimiento, pepino, tomate, sal, trozos de pan que aun datando de varios días atras los remojaba con agua para poderse majar con facilidad y añadiendo poquito a poco desde la alcuza pequeñas cantidades de aceite, eso sí, puro de oliva, no menos de veinte o treinta minutos le llevaba en preparar aquellos gazpachos, que bien por tener hecho ya el paladar a las comidas preparadas por ella, o porque las madres son las mejores cocineras del mundo, hoy recordándolo, parece regodearme con el sabor tan especial que para mí tenía aquel riquísimo manjar que mi madre hacía. Tampoco se me ha olvidado, y volviendo a los mendrugos de pan duro que en el cajón de la mesa se íban guardando, y con el fin de no tirar el pan, que, según decía mi ya repetida madre, era un pecado, solía muchas veces echarlos al gazpacho una vez hecho, y dado a la gran masa de líquido comparada con los escasos mendrugos de pan agregados al mismo, nos llevaba a los comensales, que como cité en una entrada no muy lejana, lo hacíamos todos en el mismo plato, en este caso en el propio dornillo, precisábamos de tres o cuatro intentos para poder dar caza, o mejor dicho pesca, a una de aquellas "sopas" que a gloria nos sabían. De tan insignificante cuestión tratada como es la del dornillo, me han traido al recuerdo gratísimas rememoraciones, que por tan lejanas no dejan de que por ese regusto, rinda con ello homenaje a lo más sagrado que dá la vida, como es la MADRE. Lo que menos esperaba es que esta entrada tuviera el final que ha tenido, pero si no interesanate, cuando menos para mí, es lo mas sentido que pudiera haber sido. Hasta la próxima entrada.

1 comentario:

Carmen dijo...

Me asombro de ver como de una cosa podriamos decir "insignificante" haces un relato tan ameno y tan sentido. demostrando el gran cariño que sentias por tu madre y si.... tienes razón como las comidas de ellas no hay na en er mundo..... ji ji. Saluditos: Carmen