martes, 15 de mayo de 2012

Pues sí, aquí estoy de nuevo



Muchos días llevaba ya sin entrar en el blog. Creo que hace diez exactamente. Las causas de que haya tardado tanto en volver a las andadas ni yo mismo lo sé.

Hoy, y retomando la deriva que llevaba en mis anteriores entradas, me voy a permitir poner ante vosotros por medio de este blog, otro de esos recuerdos  que de mi primera infancia recuerdo y si lo comparamos a la forma  en que hoy viven, se divierten y todo el entorno que los rodea, a los niños, sin duda a como lo era entonces el mío, incluso a mí mismo, me parece que yo pasé los primeros años de mi vida en otro mundo.

Como los que hayáis leído mis memorias lo sabeis, y para quienes no lo hayan hecho, lo digo ahora, mi padre entre otros de los trabajos que realizaba, durante los  meses de abril y gran parte del mes de mayo, lo hacía dedicándose a la compra de aceite de oliva por los diversos olivares de, principalmente de los términos municipales de Pozoblanco y Obejo, limítrofes con el mío, Villaharta, y ello para un tío suyo, que además de tener almazara propia, también se dedicaba a la adquisición del mencionado producto y que posteriormente lo llevaba generalmente a Córdoba Capital, u otros puntos de España, si así se lo demandaban. Hasta aquí, os preguntaréis que de particular tiene lo relatado, pero desmenuzando todo el proceso de dicha actividad en aquellos tiempos, y núnca mas apropiado decirlo así, os dareis cuenta que tiene su  motivo para traerlo a colación en este relato. 

Comenzaré por señalar, que el transporte de la mercancía se hacía por arrieros y por medio de los seis, ocho, diez o más burros, como siempre se decía por ellos, que nunca un arriero diría asnos, y que cada uno poseía. En más de una ocasión acompañé a mi padre, que según la cantidad que tenía previsto comprar al día siguiente, iba siempre a algún bar (o taberna como se llamaban entonces dichos establecimientos) donde se entrevistaba con los mencionados arrieros y concertaba el número de animales que se consideraban necesarios para transportar la cantidad a comprar. El envase del producto se hacía en los llamados "pellejos", que estaban hechos con pieles curtidas, en este caso de cabras, y que se utilizaban como odres. El conjunto de estos pellejos, a lo que se llamaba "corambre", mi padre les indicaba donde cada uno debía de recogerlos y teniendo en cuenta que en cada semoviente solían cargar dos pellejos,  y en raras ocasiones, tres, según de que el animal fuera mas o menos resistente. 

Como en bastantes ocasiones, y siempre que aquel día no hubiera escuela, yo acompañaba a mi padre a dicho menester, principalmente para que al regreso y una vez todo organizado, hacíamos alguna parada por algún campo y mi padre me cogía dos, tres o mas grillos, que yo metía en una o dos latas que a tal efecto llevaba preparadas con unos agujeritos abiertos para que los grillos respiraran y no se asfixiaran, y que por cuyos insectos yo tenía verdadera pasión, yo me admiraba de contemplar como los arrieros llevaban sus "burros" sueltos, colocados en recua, o sea caminando uno trás otro, sin que ninguno se apartara de la recua, y al frente de la cual, colocaban al animal que caminaba mas rápido y generalmente era el mas poderoso y al que denominaban "liviano" y solamente con la voz del arriero el animal tomaba uno u otro camino, cuando  por ejemplo se llegaba a algún cruce de los mismos. Para el traslado a sus ocupaciones, mi padre llevaba un caballo tordo, colino, y cuando yo íba me subía delante de mi padre y el me llevaba sujeto con sus manos, aunque recuerdo que solía mantenerme a la grupa del animal con bastante soltura. También a lomos de la caballería mi padre llevaba las alforjas en las que se contenía además de la comida para los dos, unos estuches de madera, con algunos tubos de cristal y unos líquidos, con que realizaba los correspondientes análisis del aceite que se compraba. Asimismo, y en una bolsa llevaba varias "botanas" de distintos diámetros, que erán unos discos de madera con una rebaja por todo su entorno y que se utilizaba para arregla o taponar cualquier agujero que se produjera en alguno de los pellejos por donde comenzaba a salir el líquido. Se me vienen al recuerdo aquellas caravanas de recuas de cuarenta, cincuenta o mas  burros que siguiendo las voces de sus dueños solían conducirlos con gran maestría, hacía el punto de destino. En alguna ocasión presencie la caída de algún animal cuando íba cargado, y como inmediatamente uno o mas compañeros acudían en apoyo del dueño del animal caido, para ponerlo en marcha a la mayor brevedad posible y con ello no perder mucho tiempo para su arribo al punto de destino. De esta ayuda que mutuamente se prestaban unos a otros arrieros, creo debe venir el dicho de "arrieritos 'semos', y en el camino nos en contraremos", que suele o solía emplearse cuando alguíen no se prestaba a acceder a lo que otra persona le solicitaba.

Como podréis observar, a la edad en que hoy los niños juegan con sus consolas y otra clase de artefactos de lo que me admiro de como los manejan y hay pocos en que no tenga su teléfono móvil, con el que también hacen virguerías, yo me lo pasaba fenomealmente acompañando a mi padre, contemplando a los arrieros en su caminar y tambien con la habilidad en que una vez llenos y pesados los pellejos, los envolvían, liaban y caragaban en los burros con una habilidad y diligencia que incluso a mí, siendo todavía un niño me sorprendía de como lo hacían.

En la próxima entrada, si me acuerdo, y por no hacer mas extensa la de hoy, contaré lo que una vez me sucedió con cinco o seis grillos, que en una de de esas jornadas en que yo acompañaba a mi padre, recuerdo cogimos en un campo de viñas denoiminado "Pobillos", o "Povillos", que no se como se escribe ni que significa esa palabreja.

Hasta la próxima que espero no me demore tanto como en la presente.

2 comentarios:

Ana dijo...

Por fin, ya se echaba de menos.

Carmen dijo...

¡¡¡Ya era hora!!! creo que te estás volviendo un poco vaguillo ji ji. Esta entrada me ha sorprendido por el montón de palabras que no conocía y otras que aún habiendolas oido alguna vez ya no se usan y las tenía olvidadas son; almazara, arrieros, asnos, corambre, semoviente, recua, liviano (esta siempre creí que se refería a ligero, de poco peso) tordo, colino, botanas, el refrán lo conocía aunque ahora creo que tampoco se dice, si todo esto es nuevo para mi, me imagino lo que le parecerá a tus nietos, verdaderamente pensarán que el abuelo es "de otro mundo" ji ji. Espero que para la próxima no te hagas tanto de rogar ¿vale?. Un saludo: Carmen