Fuente: http://www.todocoleccion.net/
Faltaba una semana para que terminara el año de 1950. Eran las primeras Navidades que iba a pasar como Guardia Civil. Serían aproximadamente las doce de la noche de aquel 24 de diciembre, de lo que dentro de 10 días se van a cumplir SESENTA Y UN AÑOS, del modo y forma de que todos los míos sabéis como sucedió, y que para los demás creo ni les vendrá ni les viene, un disparo producido por el mosquetón de un compañero, que en unión de otro se hallaban de servicio, el proyectil impulsado por el mismo y atravesando el capote de paño, y el pantalón de la guerrera, me entró por la parte externa de la rodilla derecha y me salió por el creo que llamado hueco pupliter, o algo así, o sea por la corva de la misma pierna, produciéndome la herida propia de un proyectil del calibre 7´92, o sea de cierta importancia, y calificada de "Carácter menos grave". Empezaré diciendo que la localidad mas cercana de donde me hallaba y había médico, era Manilva de esta provincia, que distaba unos tres kilómetros de distancia. En el propio Cuartel del Puesto de Torrelasal, que era donde estaba destinado, con vendas me liaron tanto la entrada y la salida de la herida a fin de evitar en lo posible la abundante sangre que salía de las mismas.. El medio utilizado para mi transporte hasta la mencionda localidad, fue un mulo que nos fue facilitado por su dueño residente en un cortijo distante unos doscientos metros del Cuartel. Cerca de una hora tardamos en el recorrido y que por supuesto cuando llegamos, por el médico de la localidad solo me fue practicada una cura de urgencia consistente en taponarme debidamente las ante dichas entrada y salida del proyectil.
Para el regreso nuevamente hasta mi acuartelamiento tuve mas suerte, y fui llevado por el coche del Capitán de la Compañía que llego al recibir la noticia del hecho. En el cuartel permanecí toda la noche, aquella Noche Buena, primera en la Guardia Civil. El taponamiento del orificio de salida, no dejó de sangrar en toda la noche, al punto de que llegué a calar hasta el propio colchón de la cama
Sobre las ocho de la mañana siguiente, o sea del día de Navidad de 1950, con el propio vehículo del Capitán me trasladaron hasta un servicio de control permanente de la Guardia Civil que estaba establecido en Sabinillas, donde procederían a parar el primer vehículo que medianamente fuere mas o menos apto para mi traslado hasta Málaga.
La festividad del día, y los poquísimos vehículos que había entonces, me hicieron estar esperando hasta aproximadamente las diez de la mañana, en que un autobús, perteneciente a la Compañía del cantante, por cierto favorito mío, Antonio Machín que estaba actuando en Málaga, y que circulaba vacío, acompañado por el Guardia, que precisamente formaba pareja con el que me dio el tiro, me trajo hasta esta ciudad y donde ya cerca de las dos de la tarde fui ingresado en el entonces Hospital Militar, ubicado en la plaza junto a la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, y donde precisamente llegué casi inconsciente por la gran cantidad de sangre que había perdido.
Tan pronto llegué a dicho Centro fui atendido por el Cirujano Comandante Médico Don Francisco Zamarrón, (hace pocos días leí en las esquelas del Diario Sur, el fallecimiento de la viuda, del desde luego excelente cirujano, Comandante Zamarrón), que posiblemente fué lo único que se hizo con cierta diligencia, o sea que estaba avisado y esperando para cuando llegara.
Fui encamado, recuerdo, en la Cama número 2 de la Sala de Cirugía del referido Hospital.
Mi primera determinación cuando fui herido, fue pedir no le comunicaran nada a mi familia, y por supuesto yo particularmente, tampoco lo hice. Quizá este hecho, pueda parecer, como mínimo extraño de que yo procediera de esa forma, Me base en dos premisas principales, o para mejor decir, únicas. La primera y particular evitarle a mis padres y hermanos, el sufrimiento al recibir la noticia, y la segunda y aunque hoy pueda parecer un tanto ridícula, el inmenso sacrificio que suponía el traslado de mis padres desde mi pueblo hasta Málaga con la añadidura de su pernocte en esta Capital, y que su economía solo se lo hubiere permitido, con la la solicititud de un préstamo a algún familiar o conocido del pueblo. Este sufrimiento padecido por ellos en nada me hubieran beneficiado a mí por cuanto a las heridas sufridas, así fue la causa o motivo que me llevó a tomar semejante determinación de ocultárselo a mi familia. Tuvieron conocimiento de todo lo sucedido en el mes de Agosto siguiente, o sea pasados ocho meses del acto, cuando fui con permiso y hubieron de darse cuenta porque aun todavía cojeaba visiblemente por los efectos de las herida sufrida.
Durante aquellas Navidades, fin de año y Reyes de 1951, ni una sola visita recibí de persona alguna en que viniera a darme siquiera compañía por unos momentos, y que dadas las fechas de que se trataba, ni un solo enfermo, excepto yo, se quedó sin sus respectivas visitas de familiares o amigos y que desde mis postración en la cama numero 2 de la Sala, contemplaba y oía todos los saludos, besos y conversaciones que aquellos amigos o familiares sostenián con los suyos. Pese a todo, me daba por satisfecho con la decisión tomada en ocultárselo a los míos.
Permanecí en cama sin levantarme creo que cerca de un mes. Fui dado de alta el día 18 de Febrero siguiente, aunque todavía no estaba totalmente curado, pero fue motivado, a que si permanecía en el hospital sin darme de alta, y rebasara mis estancia mas de 60 días, las heridas sufridas habían de ser consideradas como GRAVES, y el procedimiento iniciado como Diligencias Previas, hubiere tenido que ser elevado a Causa, pero esto son cuestiones jurídicas que no hacen al caso.
En los casi dos meses que estuve hospitalizado, solo recibí una visita de un Guardia de mi Puesto que fue a llevarme la paga del mes de Enero, porque la de diciembre ya la habíamos cobrado cuando sucedieron los hechos. Aparte de esa visita indicada, si estuvo en tres o cuatro ocasiones, el Guardia Santiago Lupión Toret, que fue el nombrado Secretario de las Diligencias que se instruyeron, y que lo hizo para tomarme declaración, y que incluso el Capitán que fue nombrado Juez Instructor de las mismas, ni siquiera apareció por allí.
Quizá, las circunstancias acaecidas en mi familia a partir de Diciembre de 1934, que se enlazaron con las de la Guerra Civil Española y todas las demás durante los cuarto o cinco años posteriores a la misma, creo hicieron de mi, lo que suele decirse de que "En la adversidad, se forjan los grandes corazones". Aquella soledad padecida durante cerca de dos meses, ninguna huella dejaron en mí para lo sucesivo, lo que visto hoy con las perspectiva de 61 años, yo mismo me pregunto como fue posible aquel comportamiento mío.
Como indiqué anteriormente fui dado de alta el día 18 de febrero de 1951. Esta misma fecha ha coincidido en varios acontecimientos mios personales más y que son los siguientes y pura casualidad. 18 de febrero de 1956, mi toma de dichos. 18 de febrero de 1957, el bautizo de mi hijo mayor, y 18 de febrero de 1997, mi fecha de alta cuando fui operado de corazón, cunado el fallecimiento de mi mujer.
Lejanos recuerdos, que junto a otros, muchísimos, mas felices, fueron conformando todo mi acontecer, y lo que sin duda llegan a que cada cual seamos la persona del modo y forma que somos,
Hasta la próxima y que esta entrada, aunque nada alegre, queda ya muy lejos para hacenos el que nos pongamos tristes.
1 comentario:
A eso se le llama "meter la pata" me imagino la escena y por lo que cuentas sin medios de ninguna clase para atenderte como era debido, tuviste muchiiiisima suerte de escapar así de bien de esa situación, pues podía haber sido bastante grave, para ti fue una Navidad triste, pero luego has disfrutado felizmente todas las de tu vida, así que esa quedó como una anecdota que supongo te sirvió para valorar todavía más las que vinieron en el futuro. Ya tenemos las de este año detrás de la puerta, espero que tambien sean muy Felices para ti y todos los tuyos. Saluditos: Carmen
Publicar un comentario