jueves, 1 de diciembre de 2011

Doce lustros



[Nota del editor: soy plenamente consciente de que la fotografía que acompaña la entrada de hoy no representa a su contenido, pero en mi ardua tarea de búsqueda de imágenes, hoy empecé a buscar por "doce lustros" y el segundo resultado que me aportó el tío Google fue la imagen de un histórico. Evidentemente, no me pude resistir]


A esta hora de hace en estos momentos SESENTA AÑOS, estaba recién llegado o próximo a llegar a las oficinas del entonces 37º Tercio de la Guardia Civil, radicado en el número 9 del Paseo de Sancha en esta ciudad,y donde actualmente se encuentra ubicado un organismo oficial, creo que de la Junta de Andalucía y relacionado con Turismo, y a cuyas oficinas iba destinado en principio provisionalmente. En aquellos instantes, hacía poco mas de media hora había salido de prestar mi servicio nocturno en el muelle de Málaga, precisamente en la Puerta de Colón, y para mayor comodidad yo solo, por espacio del reducido tiempo comprendido entre las ocho de la noche a las ocho de la mañana, del siguiente día, o sea doce horas que eran las que en los servicios de línea se prestaban en el Puesto de la Aduana, sin que ni un solo día de la semana se estuviera libre.

Pese a la onerosa carga de horas de servicio que llevaba sobre mis espaldas, caminaba hacía mi nuevo destino con una de las grandes alegrías recibidas en el transcurso de mi vida.

Durante algo más de dos años, de los dos y medio servidos en el Ejército, de abril de 1946 a septiembre de 1948, ambos inclusive, los pasé destinado como mecanógrafo en las oficinas de la Capitanía General de la II Región Militar, en Sevilla y no es que cuando me incorporé a dichas oficinas, yo fuera mecanógrafo, si no que lo conseguí como todos los mios sabéis tras una de las peripecias mas osadas de toda mi vida, pero en fin esto ahora no viene al caso. Como cuando me incorporé al Ejército dejaba atrás no menos de diez años de ocupaciones trabajando en el campo, e incluso, el ultimo trabajo en una mina de carbón, digo cuando mis jornadas en la mili lo eran trabajando cómodamente en unas oficinas, pero de las que solo percibía como remuneración cincuenta céntimos diarios, creo no pasaba ni un solo día auto preguntándome, si algún día, aquel trabajo que yo realizaba lo fuera compensado aunque fuera con un sueldo medianamente justo, me sentiría el hombre mas feliz del mundo. BUENO PUES ESOS DESEOS QUE TANTA ILUSIÓN ME IMAGINABA PUDIERAN APORTARME, SE COMENZABAN A CUMPLIR CON MI INCORPORACIÓN A LAS OFICINAS DEL 37º TERCIO DE LA GUARDIA CIVIL, aquel lejanísimo día 1º de diciembre de 1951. Pero sin lugar a dudas, muchísimo más de lo que suponía estar en un trabajo que me encantaba, remunerado, no excesivamente, pero sí bastante superior a los percibidos hacía años en trabajos mucho más duros, este destino ya como Guardia Civil, me supuso pasando el tiempo un cambio radical en el modo y forma de vivir, y que dio lugar, por esas casualidades de la vida, que a escasos dos meses de incorporarme a mi nuevo destino, conocí a la mujer que al fin me proporcionó, no solo cuarenta y cinco años felicísimos de mi existencia, si no toda la descendencia de que a estas alturas de la vida comportan la mayor de las riquezas de que ni siquiera hubiere podido soñar entonces.

El discurrir de la vida de una persona está jalonada de infinidad de casualidades que llevan a continuar o desviar el curso de la misma, en las que unas veces la perjudican, otras no la varían y otras las benefician, y que doy gracias a Dios que en mi caso particular, siempre, siempre, siempre lo fueron en esta última de las direcciones.

Si cuando aquella mañana del primero de diciembre de mil novecientos cincuenta y uno, se me hubiere explorado el deseo en mi situación particular y familiar, para cuando se cumplieran el paso de SESENTA AÑOS, seguramente no habría tenido la suficiente claridad de ideas para pedir lo fuera tal cual hoy, 1º de diciembre de 2011, gozo de la completísima felicidad de la que me veo rodeado, y como no, los más o menos años que me resten de estar en este mundo, me la conserven, o cuando menos sobre todo y especialmente a todas las personas de mi entorno, a las que tanto quiero, y sentir, que aquella que fue la principal artífice de esos logros no pueda compartirlos, por haber sido seguramente llamada por Dios para otros menesteres.

Bueno, no terminemos con tristeza lo aquel ya lejano día traído hoy a colación a este mi blog supo llegar hasta hoy con todas las felicísimas metas alcanzadas en mi vida.

Hasta la próxima.

1 comentario:

Carmen dijo...

Sesenta años es toda una vida, has tenido la suerte de ir escalando poquito a poco la tuya hasta llegar a la formidable madurez que disfrutas y lo mejor es que reconozcas que eres un "hombre feliz", yo conozco muchas personas que a pesar de tenerlo "todo" no emplearian ese calificativo en su vida y eso es un privilegio que tu tienes y que es el mejor tesoro que se puede tener y al que aspiramos todos. Te deseo esa felicidad para el resto de tu vida, amigo Rafael. Saluditos: Carmen