Nota del editor: Pablo es la persona humana que aparece bajo el rótulo "Incluso momentos de locura..."
Cuando una persona cumple veinte años, es un hito importante en su vida, pero para un abuelo, si esa persona es un nieto suyo, el efecto que te produce, te hacen vibrar las fibras mas sensibles del sentimiento. Tal vez pueda ayudar a estas sensaciones, el traerte al recuerdo cuando uno alcanzaba aquella lejanísima meta. Como cito en el título, hoy cumple 20 años mi cuarto nieto, que se llama Pablo. En cuanto a su nombre, según se dice, parece ser que su madre le gustaba en principio que al niño se le pusiera el nombre de Alejandro. Al padre, cree saberse igualmente, que aún no teniendo nada especial contra el parecer de su mujer, sí consideraba que le parecía un nombre demasiado largo, para un niño tan pequeño, no de estatura, sino recién nacido. Aunque la sangre no llegó al río, finalmente los padres del neófito llegaron al acuerdo por consenso, de que el niño se llamara Pablo, y con ese nombre sigue y por él, se le conoce. Bueno bromas aparte, como es de suponer ya lo felicité, aunque para ello me costaran cinco llamadas de teléfono y no es que el veinteañero estuviera de parrandas, sino que bien de mañana se había marchado a una biblioteca próxima a su domicilio a estudiar, motivado a que está inmerso en el torbellino de los exámenes de fin de curso.
Al terminar de exponer el mencionado título, por la composición de su enunciado, se me han venido al recuerdo un acontecer con una lejanía que llega hasta unos años antes de iniciarse la guerra civil española y que es el siguiente: En aquellas fechas en mi pueblo se había puesto de moda jugar al bingo, pero que entonces se le llamaba "lotería". En una taberna del pueblo, que se la conocía por el nombre del su propietario, o sea "Manolillo", todas las noches y sin que de ello se derivaran beneficios algunos para la Hacienda Pública, durante dos o tres horas se jugaba a la lotería.
No se si por vocación personal, o habilitación por el propietario del establecimiento, siempre cantaba los números un señor de gran corpulencia física que era conocido por el sobrenombre de "Antequera", que ignoro la causa de tal apodo, pero lo cierto es que Antequera solía darle a su cometido cierta pompa, toda vez que para cada número tenía su especial nomenclatura. Así, y sin que para ello haga interminable el relato, diré que por ejemplo, para un número que por la definición del Sr, Antequera, supongo no hace falta que se añada cual era ese número decía: "Nochebuena, San Juan, la feria de Pozoblanco y el cumpleaños de Damián". En el pueblo había un hombre que se llamaba Damián y cumpliría los años en tal día, con el número a que correspondía el extraído del bombo.
Y ya metido en harina, con este día, no me ha pasado por alto que cuando cumplía la edad que hoy ha cumplido mi nieto Pablo, muchísimos años antes y otros muchísimos después, la festividad de San Pedro y San Pablo, que siempre lo era igualmente el 29 de junio, se consideraba festivo a todos los efectos en toda España. Como en mi pueblo entonces la única diversión que había para los jóvenes era el baile, y con ello la única ocasión de tener una relación de proximidad con las "mozas" de la localidad y para que cuantos me honréis con la lectura de este blog en esta fecha y pasada la primera decena del siglo XXI, os voy a señalar unos datos que os causaran cierta incredulidad. En los años cuarenta del pasado siglo, teníamos una sociedad de baile, de la que yo fui Secretario durante dos años, a la que pertenecíamos unos cincuenta socios, socio más o menos.
Primero, el día anterior al que se iba a celebrar el baile, dos jóvenes y que estaban exentos de pagar la cuota correspondiente, recorrían todas las casas del pueblo en las que había mujeres jóvenes y solteras. y las invitaban para el baile, bien para el de la noche o para el de la tarde y noche, si la festividad de aquel día se celebran una o dos sesiones. El no ser invitadas, causaba cierto malestar en todo el entorno de la joven.
Segundo, una de las cláusulas del estatuto de la sociedad, era la obligación de que los socios debían ir al baile, vistiendo chaqueta, o americana como entonces solía llamársele, y además también con sus correspondiente corbata. La refrigeración del salón en el verano, que en mi pueblo suele ser de una torridez extrema, solo consistía en abrir de par en par los cinco balcones que existían en su estructura, y para que no falte la guinda en el potaje, en los tres o cuatro primeros años de aquella década de los cuarenta, las jóvenes debían de ir al baile acompañadas de alguna mujer mayor, que solía llevar a su cargo, dos, tres o cuatro jóvenes. Estas "viejas" como despectivamente solíamos llamarlas los socios, agravaban el hecho al que durante las cuatro o cinco horas que duraba el baile, tenían ocupadas la mayor parte de las sillas que había en el salón. Pero así venía sucediendo de muchos años atrás y así lo íbamos soportando. La abolición de esta costumbre, ya la explicaré en nueva entrada, porque el hecho merece una edición especial.
Comencé por señalar el cumpleaños de mi 4º nieto y he terminado con los bailes de mi juventud. Hasta otra.
Al terminar de exponer el mencionado título, por la composición de su enunciado, se me han venido al recuerdo un acontecer con una lejanía que llega hasta unos años antes de iniciarse la guerra civil española y que es el siguiente: En aquellas fechas en mi pueblo se había puesto de moda jugar al bingo, pero que entonces se le llamaba "lotería". En una taberna del pueblo, que se la conocía por el nombre del su propietario, o sea "Manolillo", todas las noches y sin que de ello se derivaran beneficios algunos para la Hacienda Pública, durante dos o tres horas se jugaba a la lotería.
No se si por vocación personal, o habilitación por el propietario del establecimiento, siempre cantaba los números un señor de gran corpulencia física que era conocido por el sobrenombre de "Antequera", que ignoro la causa de tal apodo, pero lo cierto es que Antequera solía darle a su cometido cierta pompa, toda vez que para cada número tenía su especial nomenclatura. Así, y sin que para ello haga interminable el relato, diré que por ejemplo, para un número que por la definición del Sr, Antequera, supongo no hace falta que se añada cual era ese número decía: "Nochebuena, San Juan, la feria de Pozoblanco y el cumpleaños de Damián". En el pueblo había un hombre que se llamaba Damián y cumpliría los años en tal día, con el número a que correspondía el extraído del bombo.
Y ya metido en harina, con este día, no me ha pasado por alto que cuando cumplía la edad que hoy ha cumplido mi nieto Pablo, muchísimos años antes y otros muchísimos después, la festividad de San Pedro y San Pablo, que siempre lo era igualmente el 29 de junio, se consideraba festivo a todos los efectos en toda España. Como en mi pueblo entonces la única diversión que había para los jóvenes era el baile, y con ello la única ocasión de tener una relación de proximidad con las "mozas" de la localidad y para que cuantos me honréis con la lectura de este blog en esta fecha y pasada la primera decena del siglo XXI, os voy a señalar unos datos que os causaran cierta incredulidad. En los años cuarenta del pasado siglo, teníamos una sociedad de baile, de la que yo fui Secretario durante dos años, a la que pertenecíamos unos cincuenta socios, socio más o menos.
Primero, el día anterior al que se iba a celebrar el baile, dos jóvenes y que estaban exentos de pagar la cuota correspondiente, recorrían todas las casas del pueblo en las que había mujeres jóvenes y solteras. y las invitaban para el baile, bien para el de la noche o para el de la tarde y noche, si la festividad de aquel día se celebran una o dos sesiones. El no ser invitadas, causaba cierto malestar en todo el entorno de la joven.
Segundo, una de las cláusulas del estatuto de la sociedad, era la obligación de que los socios debían ir al baile, vistiendo chaqueta, o americana como entonces solía llamársele, y además también con sus correspondiente corbata. La refrigeración del salón en el verano, que en mi pueblo suele ser de una torridez extrema, solo consistía en abrir de par en par los cinco balcones que existían en su estructura, y para que no falte la guinda en el potaje, en los tres o cuatro primeros años de aquella década de los cuarenta, las jóvenes debían de ir al baile acompañadas de alguna mujer mayor, que solía llevar a su cargo, dos, tres o cuatro jóvenes. Estas "viejas" como despectivamente solíamos llamarlas los socios, agravaban el hecho al que durante las cuatro o cinco horas que duraba el baile, tenían ocupadas la mayor parte de las sillas que había en el salón. Pero así venía sucediendo de muchos años atrás y así lo íbamos soportando. La abolición de esta costumbre, ya la explicaré en nueva entrada, porque el hecho merece una edición especial.
Comencé por señalar el cumpleaños de mi 4º nieto y he terminado con los bailes de mi juventud. Hasta otra.