miércoles, 29 de junio de 2011

San Pedro, San Pablo y cumpleaños de mi 4º nieto



Nota del editor: Pablo es la persona humana que aparece bajo el rótulo "Incluso momentos de locura..."

Cuando una persona cumple veinte años, es un hito importante en su vida, pero para un abuelo, si esa persona es un nieto suyo, el efecto que te produce, te hacen vibrar las fibras mas sensibles del sentimiento. Tal vez pueda ayudar a estas sensaciones, el traerte al recuerdo cuando uno alcanzaba aquella lejanísima meta.

Como cito en el título, hoy cumple 20 años mi cuarto nieto, que se llama Pablo. En cuanto a su nombre, según se dice, parece ser que su madre le gustaba en principio que al niño se le pusiera el nombre de Alejandro. Al padre, cree saberse igualmente, que aún no teniendo nada especial contra el parecer de su mujer, sí consideraba que le parecía un nombre demasiado largo, para un niño tan pequeño, no de estatura, sino recién nacido. Aunque la sangre no llegó al río, finalmente los padres del neófito llegaron al acuerdo por consenso, de que el niño se llamara Pablo, y con ese nombre sigue y por él, se le conoce. Bueno bromas aparte, como es de suponer ya lo felicité, aunque para ello me costaran cinco llamadas de teléfono y no es que el veinteañero estuviera de parrandas, sino que bien de mañana se había marchado a una biblioteca próxima a su domicilio a estudiar, motivado a que está inmerso en el torbellino de los exámenes de fin de curso.

Al terminar de exponer el mencionado título, por la composición de su enunciado, se me han venido al recuerdo un acontecer con una lejanía que llega hasta unos años antes de iniciarse la guerra civil española y que es el siguiente: En aquellas fechas en mi pueblo se había puesto de moda jugar al bingo, pero que entonces se le llamaba "lotería". En una taberna del pueblo, que se la conocía por el nombre del su propietario, o sea "Manolillo", todas las noches y sin que de ello se derivaran beneficios algunos para la Hacienda Pública, durante dos o tres horas se jugaba a la lotería.

No se si por vocación personal, o habilitación por el propietario del establecimiento, siempre cantaba los números un señor de gran corpulencia física que era conocido por el sobrenombre de "Antequera", que ignoro la causa de tal apodo, pero lo cierto es que Antequera solía darle a su cometido cierta pompa, toda vez que para cada número tenía su especial nomenclatura. Así, y sin que para ello haga interminable el relato, diré que por ejemplo, para un número que por la definición del Sr, Antequera, supongo no hace falta que se añada cual era ese número decía: "Nochebuena, San Juan, la feria de Pozoblanco y el cumpleaños de Damián". En el pueblo había un hombre que se llamaba Damián y cumpliría los años en tal día, con el número a que correspondía el extraído del bombo.

Y ya metido en harina, con este día, no me ha pasado por alto que cuando cumplía la edad que hoy ha cumplido mi nieto Pablo, muchísimos años antes y otros muchísimos después, la festividad de San Pedro y San Pablo, que siempre lo era igualmente el 29 de junio, se consideraba festivo a todos los efectos en toda España. Como en mi pueblo entonces la única diversión que había para los jóvenes era el baile, y con ello la única ocasión de tener una relación de proximidad con las "mozas" de la localidad y para que cuantos me honréis con la lectura de este blog en esta fecha y pasada la primera decena del siglo XXI, os voy a señalar unos datos que os causaran cierta incredulidad. En los años cuarenta del pasado siglo, teníamos una sociedad de baile, de la que yo fui Secretario durante dos años, a la que pertenecíamos unos cincuenta socios, socio más o menos.

Primero, el día anterior al que se iba a celebrar el baile, dos jóvenes y que estaban exentos de pagar la cuota correspondiente, recorrían todas las casas del pueblo en las que había mujeres jóvenes y solteras. y las invitaban para el baile, bien para el de la noche o para el de la tarde y noche, si la festividad de aquel día se celebran una o dos sesiones. El no ser invitadas, causaba cierto malestar en todo el entorno de la joven.

Segundo, una de las cláusulas del estatuto de la sociedad, era la obligación de que los socios debían ir al baile, vistiendo chaqueta, o americana como entonces solía llamársele, y además también con sus correspondiente corbata. La refrigeración del salón en el verano, que en mi pueblo suele ser de una torridez extrema, solo consistía en abrir de par en par los cinco balcones que existían en su estructura, y para que no falte la guinda en el potaje, en los tres o cuatro primeros años de aquella década de los cuarenta, las jóvenes debían de ir al baile acompañadas de alguna mujer mayor, que solía llevar a su cargo, dos, tres o cuatro jóvenes. Estas "viejas" como despectivamente solíamos llamarlas los socios, agravaban el hecho al que durante las cuatro o cinco horas que duraba el baile, tenían ocupadas la mayor parte de las sillas que había en el salón. Pero así venía sucediendo de muchos años atrás y así lo íbamos soportando. La abolición de esta costumbre, ya la explicaré en nueva entrada, porque el hecho merece una edición especial.

Comencé por señalar el cumpleaños de mi 4º nieto y he terminado con los bailes de mi juventud. Hasta otra.

domingo, 26 de junio de 2011

Escarbando en la memoria

No después de las 6 de la mañana de hoy, y a media hora aproximada antes de levantarme, me dije, "estamos a 26 de junio". Escarbando en los rincones de mi memoria sobre cualquier hecho que me hubiere sucedido tal día como hoy, solo acudió a mi mente el recuerdo y pequeña historia y aunque pudiera resultar pueril, de una fotografía.


Como suelen comenzar algunos historiadores, yo diría que corría el año de 1947. Por consiguiente me encontraba realizando el servicio militar y destinado como mecanógrafo en la Capitanía General de la II Región Militar, Plaza de España, en Sevilla. Entre otros compañeros, había uno llamado Manuel Arroyo Clares, natural y vecino de dicha Ciudad, a quien yo le hacía todos los servicios de escribiente de Guardia, que nos tocaba un par de veces al mes. El turno de festivos seguía una rotación diferente al de días laborables. Mis honorarios eran los dos "chuscos" diarios, las "sobras" que se denominaban al sueldo de 0`50 pesetas diarias, y las raciones de tabaco que nos daban cada quince días. El día del Corpus de aquel año, le tocó el turno a mi amigo Arroyo y por consiguiente, yo todo el día de escribiente de Guardia en la oficina, que el único inconveniente que tenía era el de no poder salir a la calle durante veinticuatro horas.

El día anterior a la festividad y aunque sabía que no hacía falta, me recordó que le tocaba a él el servicio, agregándome que le gustaría tener un detalle especial hacia mí. Sin dejarlo terminar le contesté que quería hacerme unas fotografías vestido de militar y que pagándolas él, estaba solucionado su ofrecimiento.

Los que por imperativo de la obligación o conmiseración habéis comenzado la lectura de esta nueva entrada, os estaréis preguntando: "Pero bueno, ¿a qué viene todo este rollo?" La verdad es que la cuestión no es que tenga la mayor importancia, pero esperar a que termine y entonces tal vez hallaréis en ello la causa por la cual me ha venido al pensamiento esta fecha.

Sigamos con las historia de la fotografía. La tarde siguiente al Corpus me dirigí a una casa de fotografías denominada "SERVA", sita en calle Amor de Dios número 40 de la capital hispalense. Este dato lo señalo porque consta en un sello colocado al dorso de la foto, y aunque parezca que guarde relación el nombre de la calle, con el servicio prestado en tan señalado día, todo fue casual. En fin me hice 6 fotografías y sin que recuerde el importe, me fue abonado como me prometió, por Manolo Arroyo.

Y aquí viene quizá el único motivo de que recuerde toda esta historia. El destino que dí a las seis fotografías, no lo recuerdo, solo sé que una se la envié a una joven de mi pueblo, que en diversas ocasiones me he referido a ella, y sin que en realidad fuera todavía novia, pero tampoco dejaba de serlo, como varéis un verdadero laberinto. La dedicatoria, si recuerdo se la hice como si fuéramos novios y al final de mi nombre, 26-6-47, Sevilla. El 31 de diciembre de aquel año, 1947, de lo cual también lo he referido en este blog, se rompía aquel noviazgo o lo que hubiera sido.

Como era lo natural en aquellas fechas, roto el noviazgo lo primero que se procedía era a la devolución de las fotografías que uno tuviere del otro. Yo no tenía ninguna de ella. Como al día siguiente de nuestra ruptura yo marchaba para Sevilla para incorporarme a mi destino, cuatro o cinco días después recibía de mi "exnovia" un sobre en cuyo interior solo venía la foto que seis meses antes le había dedicado. Con unas tijeras o algo similar, había sido raspada y borrada la dedicatoria, de toda la cual solo podía, y aun puede todavía leerse, mi nombre, la rúbrica y 26-6-47, Sevilla.

Como lo que quedó de aquella dedicatoria. cuando recibí devuelta la fotografía me causó cierto impacto ese detalle, es solamente la causa de que aún hoy me viniera a la memoria tal circunstancia.

¡Ah!, y aunque pueda parecer pretencioso, una copia de aquella fotografía, estuvo expuesta entre otras, en el escaparate de la casa fotográfica por lo menos quince meses después, o sea cuando yo me licencie en septiembre de 1948, aún seguía allí.

Y añadiré, para a ver si así consigo darle un poco de lustre a esta entrada, otra pequeña anécdota, si no relacionada con la fotografía, si con el que pagó la misma.

Mi amigo Manolo Arroyo, su familia, tenía una tienda de tejidos, bastante importante. Yo solamente fui a su vivienda particular, que estaba en un piso encima de la tienda, con motivo de una retransmisión por radio de una final de copa jugada por el Sevilla, no se si antes o después de la historia de la fotografía, pero no fue el partido de copa, que creo recordar la gano el Sevilla, lo que realmente me impactó a mí, si no la contemplación de una hermana de mi amigo y dos o tres años mas joven que él, que era lo que se dice un verdadero monumento de mujer. El conocer a su hermana sirvió en que no pocas ocasiones le gastara yo la broma, de la diferencia en que sus padres pusieron al engendrar al uno y a la otra, por que la verdad sea dicha, mi amigo, físicamente no es que hubiere sido muy agraciado al venir al mundo. Él se lo tomaba a guasa y era el primero que solía reírse de su físico, aunque tampoco es que asustara el verlo, pero el contraste con su hermana era abismal.

Y aprovechando esta entrada, quiero indicar a Carmen, si también se digna entrar en ésta, que por favor lea también un comentario hecho a renglón seguido del suyo hecho con motivo de la del día del Corpus, y verá corroborado cuanto yo le dije.

Espero que la próxima tenga mayor fundamento de ser traída a mis recuerdos que la presente. Vale.

jueves, 23 de junio de 2011

Festividad del Corpus


Solamente en tres ciudades importantes de España se ha celebrado hoy la festividad del Corpus. Salvo en esas ciudades, Sevilla, Granada y Toledo, en el resto del país ha transcurrido el día sin pena ni gloria.

A estas horas del día, o para mejor decir de la noche, y tras haber terminado mi contacto cotidiano con mis hijos, en este momento en que esa soledad física te lleva a la recordación de todo lo humano y lo divino que ha pasado por el dicurrir de la propia vida, y también, como no, siempre rebuscando alguna causa para recrearme trayendo a la memoria la figura de mi mujer, se han dibujado en mi mente aquellas fotografías que todos los días del Señor hacíamos a nuestros hijos, ante algunos de los altares que se instalaban en diversas partes del recorrido procesional, y que en dicha festividad, al igual que sus padres, estrenaban su vestimenta del verano. Rara vez nosotros nos fotografiábamos con ellos, pues lo importante eran los hijos. La conformación de las fotografías, todos los años era la misma, los dos varones en los extremos y la niña, en el centro. Algunas de esas fotos, todavía de vez en vez paso mi vista sobre ellas, y lo que aunque parezca imposible, causa en mi estado de ánimo dos efectos contrapuestos. El uno, aquellos felicísimos momentos vividos, de una familia que año tras año se iba conformando de forma inexorable, pero a su vez, de la total complacencia de aquel matrimonio, que nada le faltaba para sentirse con total agradecimiento a Dios por lo conseguido. El otro, cuando pasados esos momentos y cierro los ojos, sin que pueda remediarlo me pregunto: "¿Porqué no pueden volver otra vez aquellos instantes que en escasos minutos proveían para toda una vida la felicidad completa de una familia?" Pero volviendo a poner los pies en la tierra, me consuela el hecho de que entonces así lo fue y ese recuerdo es lo que me ayuda a seguir viviendo. Una parte importantísima de aquella familia, es verdad que se fue para siempre, pero la otra, no menos importante que aquella, aun perdura, con la añadidura de toda la descendencia que pasando los días ha tenido lugar. El goce que a mi me produce la contemplación de estos, trato de compartirlo con ELLA, en esos momentos que a cualquier hora del día, la noche y muchas también, en esas madrugadas que el insomnio propio que acontece a un viejo, no puedo emplearlo en mejor cuestión que cuando menos con el sentimiento trato de hacerlo llegar hasta su alma.

¿ Cómo será el vestido que haya estrenado hoy? La moda en los cielos, posiblemente guarde poca relación con la de este mundo.

Con esta humilde entrada en mi blog, parece me trae a la conciencia el consuelo, por lo mínimo que puedo hacer en su recuerdo. Hasta la próxima entrada.


P.D.: A Carmen, mi asidua lectora de este blog, quiero hacerle llegar, que no solo no me apetece que aporte sus conclusiones a lo que yo expongo, si no que cuando pasan algunos días sin que su parecer aparezca en mis entradas, me da la sensación de que "a este guiso le falta su salsa". Por el modo en que te manifiestas, tienes vía libre para cuanto gustes.

lunes, 20 de junio de 2011

Festividad de San Florentina


Hoy, entre otras festividades celebra la Iglesia Católica la de Santa FLORENTINA. Ese era el nombre de mi madre (q.e.p.d.).

Da la casualidad de que el nombre de Florentina, en mi pueblo solo ella lo tenía. Pero es que además el de mi padre, que se llamaba Cesáreo, al igual que mi madre, solo en varones existía el suyo. En tal sentido puedo decir que tenía unos padres únicos.

Con motivo de la festividad de esta fecha, como no, he traído al recuerdo a mi madre. Escasas serán las personas que en el día de hoy la hayan traído a su recuerdo. Como máximo, dos más y que serían un hermano y una hermana mía, aunque estoy casi seguro de que si se han acordado de ella, deberá haber sido por otra causa, toda vez que no recuerden que hoy es el día de su Santo. Creo recordar, posiblemente el año pasado, hice otra entrada recordándola a ELLA, y de la que hice una mas extensa recordación de lo que fue su vida. Hoy, doy por hecho todo aquello que hice en otra festividad de su onomástica, y me voy a limitar a un hecho que por vez primera voy a relatar. No es que haya tenido impedimento alguno para hacerlo, si no que como en anteriores ocasiones no lo hice, esta la hora de hacerlo.

Toda mi familia, incluso todos mis hermanos, y sin que ello le ocasionara contrariedad alguna, siempre dijeron que "yo siempre fui el ojito derecho de mi madre", cuestión que yo nunca desmintiera y que cuando mis hermanos, sin que supusiera la menor crítica, se lo decían a mi madre, esbozando una profunda sonrisa siempre solía responder "anda ya, yo os quiero a todos iguales" y si estábamos todos reunidos, aquello solía terminar en simpáticas bromas. A este respecto, puedo lanzar a los cuatro vientos, que el ambiente que siempre, siempre, siempre se respiró en la vida familiar, entre mis padres y todos mis hermanos, jamás, jamás, surgió entre nosotros la menor discrepancia.

Bueno mucho rodeo estoy dando para exponer cuanto me propongo y que fue lo siguiente. El día 28 de febrero de 1994, en las primeras horas de la mañana, hallándose mi madre en cama en casa de mi hermana en Hospitalet de Llobregat, yo me despedía de ella tras haber estado tres días visitándola, y sin sin separarme un momento de su lado. Al terminar de darnos un fortísimo abrazo y muchos besos, encontrándonos los dos solos, me dijo las siguientes palabras "Adiós, que ya no veré más a lo que mas he querido en este mundo" y acto seguido añadió: "A ellos también los quiero mucho". Unos días antes de cumplirse los dos meses de aquella despedida, fallecía. Parecía adivinar lo próximo que estaba su final, aunque caminaba hacía los noventa y siete años Dos de los cinco hermanos que éramos, ya se marcharon en su busca. Los otros dos que me quedan, cuando lleguen a enterarse de esto que dejo expuesto, como única respuesta y sonriéndose ampliamente dirán poco más o menos. "Eso lo sabía todo el mundo" "Su Rafael era para ella el niño bonito".

Valga esta escueta entrada como homenaje a todo cuanto luchó en su vida y que mientras yo siga en este mundo, Dios me mantenga en el mismo estado mental que hoy me hallo, a fin que pueda siquiera aportarle otro recordatorio más en el día de su onomástica, pago insignificante a cuanto, no solo yo, sino mi padre y todos mis hermanos recibimos de su dedicación y entrega.

Un añadido especial quiero hacer a la entrada de hoy, y no es otro que dar muchísimas gracias a Carmen, mi habitual lectora de este blog, los cariñosos y acertados "recuerdos" que hace de esas entradas y en particular, la última que hizo, que con sinceridad me ha llegado al alma, cuando terminó diciendo "tiene muchísimas cosas buenas, para recordar y compartir con nosotros", expresión esta última que denota la consideración que hace del conjunto de toda mi familia.

jueves, 16 de junio de 2011

Inolvidable recuerdo


Existen momentos en la vida de las personas que por su repercusión en el propio sentimiento de las mismas, las llevan a que su recuerdo ocupen uno de esos pocos y privilegiados espacios que nuestras mentes suelen acotar a tales fines. Tal circunstancia, se da precisamente en mí a traer hoy a la memoria aquel 16 de junio de 1959.

Podrían ser alrededor de las diez de la mañana de aquel día, cuando a la humilde y vetusta estación de la renfe malagueña, hacía su entrada el tren expreso procedente de Madrid. A bordo del mismo, venía aquel Cabo de la Guardia Civil que el día anterior había sido promovido a dicho empleo, con la entrega de su despacho correspondiente. Yo era aquel Cabo.

La perspectiva que cuando descendía del convoy portando mi equipaje aparecía ante mis ojos era indefinible. Se trataba nada más y nada menos, que la presencia de mi mujer y mis dos hijos. Ella, mi mujer, vistiendo un vestido de fondo blanco, estampado con figuras de sombrillas de diversos colores, mangas a la sisa, estrecha cintura, falda de bastante vuelo , confeccionado por sus divinas manos, y dándole aquella impronta de elegancia de la que su portadora estaba dotada por la gracia de Dios. Delante de ella, mis dos hijos. El mayor de 28 meses de edad, corriendo hacía mí a la velocidad que su corta edad le permitía. El segundo, de 14 meses, con su titubeante caminar, al punto de que precisamente el día anterior había echado a andar, y los tres con una amplia sonrisa visible a la distancia que me separaba de ellos. Yo, en aquellos instantes perdía la noción de la propia existencia y dejando mi equipaje sobre el mismo anden, corrí hacia ellos y al juntarnos, yo sosteniendo en mis brazos a mis dos hijos, los cuatro nos fundimos en fuerte abrazo, repartiendo besos a diestra y siniestra, anegados los ojos en lágrimas, pero de esas lágrimas que la dicha suprema suele hacer destilar en momentos tan sublimes. Mis ojos no sabían a cuales de los tres seres que abrazados a mi estaban, dirigir la mirada.

Aquellos tres seres, yo no los veía desde hacía más de dos meses, o sea desde la Semana Santa anterior. Mi mujer, también de soslayo, solía dirigir su mirada a mis flamantes galones de Cabo de la Guardia Civil, y con aquella sonrisa dibujada en su boca desde el instante en que nuestra presencia estuvo mutuamente al alcance del uno al otro, parecía a la vez felicitarme por aquella consecución.

Tal vez, alguna persona de las que por una u otra circunstancia pueda tener entrada a esta del blog, considere un tanto cursi los calificativos empleados en la descripción de la circunstancia anterior, pero cuando las sensaciones suelen desplazar a los razonamientos, puede que no dejen ver lo correcto de su vocabulario y por tanto, el dictado de la sensación no se deja influir por el razonar.

Cada vez que me he referido a esta efemérides he dicho, también lo digo ahora, y es que por vivir en presente el discurrir de aquel día, ofrecería a cambio, el resto de los que me queden por estar en este mundo.

Ese es el poso que en mi sentimiento dejó el 16 de junio de 1959.

Hasta la próxima, que será difícil pueda relatar otra con la reminiscencia de la que hoy he traído a estas páginas.

lunes, 13 de junio de 2011

Comida de párvulos



Ayer se celebró una comida entre párvulos. Fue entre dos antiguos compañeros y amigos míos y yo. Este trío sumaba la cifra de 254 años. El más joven hace mas de tres años que llegó a ser octogenario.

Bueno bromas aparte y como digo, celebramos ayer otra de las comidas que de vez en vez solemos hacer. La sobremesa duró tres horas y media y el discurrir de la misma creo que no hace falta decir como transcurrió. Durante el tiempo que permanecimos en activo, los tres estuvimos en el mismo o próximos destinos.

Hoy al no traer a la memoria alguna efemérides que llevar a estas páginas, lo hago con este acontecer para resaltar algunas de las cuestiones que pienso yo merecen la pena hacerlo.

Aunque pueda parecer extraño a estas alturas de como se desenvuelve la vida actual, en esa larga y distendida sobremesa, dedicamos un espacio no despreciable recordando a los que fueron también compañeros de "fatigas" y que ya hace más o menos años que abandonaron esta vida. Recordando en estos momentos como era ese traer al recuerdo de aquellos que nos dejaron, si no acudiendo a nuestros ojos algunas lágrimas, si se notaba en nuestro estado de ánimo, el afecto y consideración que nos unió a ellos durante el tiempo que estuvimos juntos. Estas divagaciones me llevan asimismo a pensar, y que tal vez fuere como consecuencia de las adversidades que había que afrontar, que en "nuestro tiempo", existía un más leal y estrecho compañerismo entre los componentes del Cuerpo que lo es en la actualidad. Si en ello estoy equivocado, sabed perdonarme los que estáis en activo, y que a lo mejor ello pueda ser también, a que el paso de los años enmaraña la perspectiva de cuanto sucedía.

Abreviando y en resumen, lo que sin duda los jóvenes que hubiereis estado percibiendo el contenido de nuestras conversaciones, sin darle mayor trascendencia hubierais tachado de las clásicas "batallitas del abuelo", a nosotros, en esa intimidad, de quienes el peso de los años estuvimos más de tres horas sintiéndonos, aunque fuera por unos momentos, aliviados de lo oneroso que resulta el paso del tiempo, nos lleva al regodeo de lo que con cierta nostalgia, sabemos que nunca volverá a ser todo como entonces lo fue.

Como se dice que los viejos somos como los niños, los que tengáis la osadía de pasar vuestra vista sobre esta nueva entrada, haced con nosotros lo que suele hacerse con ellos, perdonarlos o cuando menos no tener en mayor consideración estos devaneos.

Hasta la próxima.

miércoles, 8 de junio de 2011

El tricornio


La prenda característica por la que siempre se ha representado a la Guardia Civil, es el llamado popularmente tricornio. Tal día como hoy, pero del año 1950, estrenaba yo dicha prenda en un acto oficial. El día 8 de junio del mencionado año, fue el día del Corpus, o día del Señor, como solía llamársele. Yo me encontraba entonces en la Academia de Guardias de Úbeda y aunque todavía Guardias Alumnos, desfilamos en la procesión que se realizó en la mencionada localidad y para tal acto, estrenamos tanto el uniforme de paseo, que ya lo teniamos hecho para cuando terminara el curso, como también la prenda de cabeza, o sea, el TRICORNIO.

Antes de comenzar el acto del desfile, estando formados en la puerta del Ayuntamiento de Úbeda, me hice una fotografía juntamente con los dos compañeros de fila. Yo iba en la derecha, Juan Dueñas Romero en el centro y Francisco Duzmán Cortés en la izquierda. Juan Dueñas era de Andújar y Duzmán de Ceuta. También los tres estábamos en la misma clase y con los cuales sostuve durante todo el curso una formidable relación. Desde la salida de la Academía que lo fue el día 16 de julio de aquel año, precisamente la festividad de la Vïrgen del Carmen, no he vuelto a saber nada de ellos.

Hoy, trayendo al recuerdo aquel felicísimo día, cuando menos para mí, que por el mero hecho de vestir por primera vez el uniforme completo, del cual tan orgulloso lo llevé durante los más de treinta y un años que pertenecí al Cuerpo, aunque con diferentes empleos, daba incluso por bien empleado las más de tres horas que soportando el calor reinante, tardamos en el desfile. También, como no, he sentido cierta nostalgia recordando a los citados compañeros, y no por ello tambien amigos, de los que me gustaría el haber conocido que fue de ellos durante y después de pasar por la Guardia Civil, y creo que no poca de culpa también ha tenido esa sentida nostalgia, el que desde entonces han pasado exactamente SESENTA Y UN AÑOS. Y como siempre digo, "y parece que fue ayer".

Creo que merezco una condecoración, dado a que en cuatro días he realizado tres entradas en este blog. Las efemérides que han dado motivo a ello, lo justifican. Hasta la próxima.

domingo, 5 de junio de 2011

Lejano recuerdo


Ante mi entrada hoy en este blog, después de haberlo hecho en el día de ayer, cuando en otras ocasiones se pasan hasta diez días o más en hacerlo, no faltará quien diga eso de Don Juan o Juanillo. No obstante y creo considerarme una persona de un estado emocional bastante estable, no siempre las circunstancias son las mismas y ello me lleva hoy a verificar nueva entrada.

Como cito en el título dado, el relato de esta inesperada entrada se remonta al día 5 de junio de 1932, que por tanto hace 79 años de ello, y es sin duda, el mas lejano recuerdo del que guardo mas nítidos sus detalles. Pues bien, en las primeras horas de la noche de aquel citado y lejanísimo día, encontrándonos cenando mis padres y yo, y sin lugar a equivocarme, el menú era una fuente de cocido, o de "olla". como en mi pueblo se llamaba entonces ese plato y que era lo normal en cuando menos el 95% de los días del año, y lo de fuente, porque la comida se vertía en un recipiente generalmente de porcelana y de forma rectangular, donde y del mismo comíamos todos, mi madre esbozando una ligera sonrisa y dirigiéndose a mi padre, le dijo: "Ya vamos para viejos, hoy cumplo 35 años". Yo, captando aquella confesión, miraba de soslayo a mi madre, vestida totalmente de negro por el luto entre otros por la muerte de su padre, su larga cabellera hecha una trenza recogida en un moño sobre la nuca, y efectivamente recuerdo que me decía para mí: "Es verdad mi madre esta bastante vieja", y volviendo la vista hacía mi padre, que era nueve meses mas joven que mi madre, y no sé porque siempre parece ser que tenía barba de diez o doce días, no lo encontraba menos vetusto que a su esposa.

En aquella fecha, mi madre ya había dado a luz cuatro veces, de las que todas habían nacido varones, yo el mayor, el segundo había fallecido, los dos restantes que tenían menos de cuatro y dos años, respectivamente, debían encontrarse acostados y cincuenta días después, o sea el día 25 de julio siguiente al acto relatado, volvía a dar a la luz nuevamente y como de costumbre, otro varón. Hasta el sexto alumbramiento no vino al mundo la "niña".

¿Quién iba a decirle a mi madre aquella noche del 5 de junio de 1932, que iba a sobrevivir hasta el 20 de abril de 1994, casi sesenta y dos años después? Por supuesto que si a mí, aún siendo un niño, aunque bastante despabilado, me hubieren indicado que pasados 79 años me iba a encontrar en la situación física y mental en la que me hallo, por respeto, si lo hubiere hecho una persona mayor, no le habría contestado usted esta loco o loca, pero con toda seguridad lo hubiera pensado. Pero aquí estoy.

Mientras estaba narrando aquel lejano acontecer, han ido discurriendo por mi mente todo el largo acontecer de la vida de mis padres, con su sobrevenida prole y dando la máxima valoración a la encantandora sonrisa vertida por mi madre la noche de autos, y que era muy frecuente en ella.

Si la próxima entrada la espacio algo mas de la cuenta, intercalar ésta en la estadística.

sábado, 4 de junio de 2011

Quincuagésimo tercer aniversario


Podría jurar que sin variar siquiera cinco minutos de esta misma hora, pero de hace 53 años, se exponían en la Dirección General de la Guardia Civil la relación de los aprobados aquel día en la convocatoria para el ascenso a Cabo en el Cuerpo. Entre ellos figuraba yó. Pese a que a las diez y media de la noche tomaría el tren en Madrid con destino a Málaga, tan pronto tuve la certeza de mi aprobación, me dirigí a la Glorieta de Cuatro Caminos, cerca de donde nos encontrábamos, y envié dos telegramas, el primero a mi mujer y el segundo a mis padres, que solamente contenían la siguiente noticia "Aprobado" Lo lacónico del texto contrastaba con la importancia que aquel aprobado suponía para mí.

En aquellas fechas, el Guardia para poder presentarse a una convocatoria para el ascenso a Cabo tenía que reunir cuando menos tres años de servicio en Puesto. Yo me presenté entonces por primera vez y llevaba ya ocho años en el Cuerpo. ¿Es que no tenía ambiciones para desear ese ascenso? No era eso. Desde hacía los cinco años en que hubiera podido verificar mi presentación a las convocatorias anuales que periódicamente se anunciaban, no lo hacía por no sentir esas aspiraciones, sino que eran otras las causas de las que no tenía la fuerza de voluntad suficiente para superarlas. La prestación de los servicio ordinarios que a la sazón se prestaban en la Guardia Civil, eran durísimos. En el Puesto de la Aduana de Málaga al que pasé destinado voluntariamente a los 18 meses de haber ingresado en el Cuerpo, la mayoría de los servicios se prestaban por doce horas diarias, por otras doce de descanso, alternando las semanas de día con las de la noche y sin un solo día libre. Pero aquí vienen las causas. Dos meses después de ser destinado al Puesto de Aduanas, fui requerido para prestar mis servicios como mecanógrafo en las oficinas del 37º Tercio cuyas dependencias estaban ubicadas en el Paseo de Sancha número 9, donde en la actualidad creo se encuentra un organismo oficial relacionado con Turismo. Al principio teníamos oficina de 9 a 14 y de 17 a 19 horas, de lunes a viernes. Los sábados solamente por la mañana y los domingos y días festivos libre total. Hacíamos un servicio de escribiente de Guardia aproximadamente una vez al mes y unos dos días de servicio festivo al año, aunque estas guardias eran muy cómodas. Solo estar pendientes del teléfono 24 horas para recibir cualquier novedad y transmitirla a quien correspondiera y por la noche la cama junto al teléfono.

Como el pasar de lo malo a lo bueno resulta tan gratificante, cuando yo me vi en tal situación, un servicio que siempre fue mi ilusión, la inmensa mayoría de las noches durmiendo tranquilamente en mi cama, los domingos y festivos, al fútbol, después al cine, o como yo solía hacer y era la norma entonces, pasear por Calle Larios-Parque, los pensamientos que hasta entonces tuve de presentarme a las convocatorias para poder ascender, sufrieron un frenazo, que aunque en no pocas ocasiones yo mismo interiormente me reprochaba el acomodamiento a vida tan regalada, aquel regodeo en su disfrute era superior a una voluntad que no era capaz de superar el mas que posible evento de volver a la dureza de los servicios, si conseguía alguna vez el ascenso.

El estar casado, dos hijos a los dos años de haber contraído matrimonio y lo que suponía remontar los meses con el que más estrecho sueldo que se recibía, y como se lo prometí a mi mujer, aquellas oposiciones anunciadas en 1958, me presenté a ellas, con la suerte de aprobarlas a la primera, cuestión que era poco frecuente conseguirlo, salvo algunos empollones.

Con el ascenso tuve la gran suerte de que me dejaron en el Servicio de Información donde dos años antes pasé voluntariamente y ser requerido para ello y además, cuando ascendí al año siguiente, un mes después del ascenso me fue concedido el sueldo de Sargento, que le era concedido a los Cabos que reunían 12 años de servicio, incluido el tiempo servido en el Ejército, así que todo sucedió como suele decirse " a pedir de boca".

Así que yo tuve la suerte de sacar provecho de las dos situaciones por las que pasé. La primera y principal que en uno de aquellos paseos domingueros por calle Larios y el Parque, conocí a la mujer que todo lo supuso para mí, pero una vez conseguido ésto, ello me llevó a forzar mi voluntad y conseguir el ascenso que deseaba y lo beneficioso que también a lo largo del tiempo que después permanecí en el Cuerpo me reportó.

¡Cuán lejano queda todo aquel acontecer! El traerlo hoy al recuerdo, me produce sensaciones contrapuestas. Así es la vida.

Hasta la próxima.