jueves, 28 de enero de 2010

Hay que prever para corto plazo


En la última entrada que hice el día 25, me despedía hasta "pasado mañana", o sea hasta el día de ayer 27 en que tenía pensado de entrar, dado a que se cumplían 58 años en que conocí a mi mujer. Una alteración en mi estado de salud me hizo pasar la noche siguiente a mi última entrada, la del día 26, en los servicios de Urgencia del Hospital Parque San Antonio, cuya consecuencia no me dejó el estado de ánimo en disposición normal para tal empresa. Hoy, con un poco más de ánimo me he decidido a volver a estos mernesteres, aunque sea solo para hacer mención a tal efemérides, y lo sea con un día de retraso.

Como indico anteriormente, tal día como ayer pero de 1952, que era domingo y aproximadamente entre siete y cuarto y siete y media de la tarde-noche, cuando paseaba por el entonces paseo cotidiano en los días festivos de la juventud en Málaga, CALLE LARIOS-PARQUE, conocí a mi mujer. A la hora mencionada al observar como un grupo de tres jovencitas paseaban charlando animosamente, simplemente y por distraer el tiempo de unas tres horas en que pensaba marcharme al cuartel para cenar y dormir, me dió por unirme a ellas. Yo en aquellos momentos vestía el uniforme reglamentario de la Guardia Civil, incluído el abrigo o "capote" como vulgarmente lo denominábamos. dado a que estábamos en pleno invierno y era obligatorio el vestirlo. También tenía novia que residía en su pueblo natal de la Rábita, provincia de Granada y como he mencionado no me movía a dirigirles la palabra otra intención que el distraer el tiempo.

Lo que en principio fué una simple y momentánea decisión, supuso sin duda la mas importante y decisiva de cuantas tomé en la vida. El hacer referencia a este hecho en el día de hoy, aunque levemente retrasado, es para resaltar que muchas veces lo que a priori parezca una banalidad, nos lleva a un cambio radical en el proceso de todo nuestro futuro. De no haberme tropezado con aquellas jóvenes y decidirme a entablar conversación con ellas, la GLORIA que entonces conocí, fué la gloria de toda una vida. Bendita sea la tarde noche del 27 de enero de 1952.

También como he dicho muchas veces, a estas edades, como se demuestra desde mi última entrada a la de hoy, no se puede programar nada, si no lo es a plazo inmediato. Hasta otra que será cuando Dios quiera.

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