Son las nueve de la mañana del día 9 de enero de 2010. Hace trece años en estos instantes, mi mujer efectuaba su última salida de esta su casa, en la que durante mas de treinta había sido su REINA. Yo, en aquellos momentos tenía el presentimiento de que jamás volvería a verificar su entrada en la misma. Así fue. El vacío que dejó al salir entonces de este hogar, no solo no ha sido ocupado hasta ahora, si no que tampoco es posible efectuarlo. Pero si resultaría difícil suplantar su persona, de todo punto imposible hacerlo de su obra. La entrega que aquella mujer, esposa y sobre todo madre hizo de su misión como tal, habrá quien pueda igualarlo, jamás superarlo. Sus hijos, su marido y su casa estaban por encima de toda cuita hacia su propia persona. Aquella obra resplandece trece años después. Aunque de ello lo estuvo gozando hasta su ida, vaya este relato para su memoria como agradecimiento de los que tuvimos la dicha de ser beneficiados de su abnegada entrega.
Valga esta escueta entrada en el blog, adobada con bastantes lágrimas, como homenaje a aquella MADRE Y ESPOSA, de la que su recuerdo imperdurable, será el pago mínimo a su ingente obra. Si no lo recibes, que vague por toda la eternidad este beso que te envío.
Hasta otra entrada.
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