Desde que hace días comencé con esta medio gripe, esta pasada noche la he pasado de un tirón, sin un solo golpe de tos y me he pasado mas de cinco horas durmiendo sin despertarme una sola vez y desde las diez y media de la noche que estuve tosiendo unos tres o cuatro minutos, hasta ahora que son las diez menos veinte de la mañana, no he vuelto a toser. En resumen, esto parece que vuelve a la normalidad.
Tan pronto he despertado, mis recuerdos han volado inmediatamente trece años atrás y se me ha venido a la memoria la noche del día uno al dos de febrero de 1997 que fue sin duda la peor de toda mi vida. Aquella noche, cuando a mi mujer se le estaban agotando los días de su existencia y a bien entradas horas de la madrugada me pidió que la lavara, dado a que las enfermeras no lo hacían bién y solo le daban unos "manotasos", concretamente me dijo. Dos sueros distintos tenía conectados, su estado físico era extremedamente débil y para llevar a cabo lo que me pedía tenia que trasladarla hasta el cuarto de baño, entrañaba una gran dificultad cumplir con lo que me solicitaba, dado a que mi estado de salud se resentía yá de lo que unas treinta horas después me fue diagnosticado.
Aunque yo veía la casi imposibilidad de cumplir semejante misión, no podía negarle lo que para mis adentros podría ser uno de los últimos deseos a los que podría acceder.
Al fín y con grandes dificultades la trasladé hasta el baño. Sentada en una silla y utilizando los servicios de un pequeño baño de plástico le fuí lavando su cuerpo por sectores. El mover su esquelético cuerpo suponía para mí un titánico esfuerzo y en esas condiciones no menos de una hora tardé en cumplir lo que me había pedido. Creo estaba amaneciendo el día 2 de febrero de 1997, en que por la tarde habían de volver a operarla, cuando por fin terminaba por depositarla en su cama. Yo volví a ordenar un poco el cuarto de baños, incluso con una fregona secar en lo que pude el agua que se había vertido sobre el suelo. Ya no podía más. Me fui hacia mi cama, estaba totalmente exhausto y cuando estaba próximo a mi lecho, no me acosté, caí sobre la cama. Ya no tenía aliento siquiera para llamar a la enfermera y creo que tardé cuando menos una hora en poder reaccionar, acostarme y taparme con la tapa correspondiente. Mi mujer creo que ni siquiera se dió cuenta de la situación en que me encontraba. Jamás hasta entonces me había visto en situación semejante. Jamás tan dramático esfuerzo me costó realizar semejante cometido. Hoy, lo doy por bien empleado dado a que fue lo último que pude hacer por ELLA. Al día siguiente llegó el DESASTRE TOTAL. Mañana si Dios quiere volveré.
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