domingo, 23 de agosto de 2015

Recordaciones


Esta mañana al entrar en Facebook, me encuentro con la fotografía de una sobrina mía y su hija, tras una mesa en la que se exhiben, deben ser seguro las réplicas, de dos copas de Europa y la del Mundial de Fútbol ganadas por la Selección Española, y que están en el Ayuntamiento de mi pueblo para que sean vistas por todos los villaharteños y villaharteñas que lo deseen. Ello de entrar en el Facebook lo fue tras haber jugado una partida al dominó por Internet con un brasileño, residente en su país naturalmente.

Abundando en lo que alguna persona dice de mí, que soy "mu pensaor", y como por lógica suele sucedernos a los que sobrados de años estamos, rebobinando mis recuerdos he llegado hasta allá aquellos tiempos en que la luz eléctrica y poco después, el teléfono, llegaba a mi pueblo, y de los que, de ambos acontecimientos fui testigo presencial.

Tan de importancia fueron ambas cosas, que en el siguiente carnaval a la llegada del teléfono, que en una comparsa de jóvenes féminas en una de las coplillas se decía lo siguiente:

Se está poniendo Villaharta,
que da gusto de vivir,
a la altura de Madrid.

Así era la importancia que suponía la llegada de dicho  medio de comunicación a mi pueblo.

Aunque luego en otra copla, también en el repertorio de aquella comparsa, no concordaba mucho con la anterior, o sea que el pueblo no estaba tan en condiciones como se le cantaba, por que era del tenor:

Señor Antonio Molina, 
Alcalde de Villaharta,
que nos arregle las calles,
que es lo que nos hace falta 

Pero esto que antecede, solo lo traigo a colación para, y creo en esta ocasión no cabe eso de que "toda comparación es odiosa", comparar el como se vivía en aquella mi infancia, niñez, adolescencia, e incluso juventud, de los años treinta, cuarenta e incluso algunos de los cincuenta del pasado siglo, a como se hace en la actualidad.

Si la llegada del teléfono al pueblo fue un acontecimiento, mucho mayor fue el de la electricidad, pues creo lo he dicho en varias ocasiones, la tarde noche que dieron la luz por primera vez, junto al transformador que hubo de construirse, nos agolpamos gran cantidad de gente, sobre todo creo que todos los niños del pueblo y en el momento que se oyó el chasquido de una especie de reloj, formándose una gran algarabía, y de pronto se encendieron todas las bombillas del alumbrado público colocadas a unos cuatro metros de altura y en el centro de cada calle y a la distancia de una a otra  de unos cien metros, y al propio tiempo se daba también la luz a los hogares que solo habían contratado un solo punto de luz, por el que se pagaban diez céntimos diarios. Así como se apunta la luz pública y la privada se encendían y apagaban al mismo tiempo, salvo los escasos hogares de los mas pudientes que concertaron un contador y varias luces en sus casas, que esos si tenían luz todo el día y pagaban con arreglo al consumo realizado mensualmente.

En estos tiempos, cuando con relativa frecuencia veo publicadas las estadísticas que se citan el número de familias que están en el " umbral de la pobreza ", me pregunto si con el mismo barómetro que se hace hoy, se hubieran hecho en aquellos tiempos, no se la calificación que  se hubieren dado a un porcentaje muchísimo mayor al de hoy, pero cuya catalogación no lo hubieren sido el "umbral", si no inmersos totalmente en la más profunda de las pobrezas, y que como al principio citaba en tal caso, la comparación entre aquellas situaciones a las que hoy se viven, no es que sean odiosas, si no bienaventuradas.

En aquellas casas, en una proporción cuando menos de un 95% donde había un solo punto de luz, el mínimo mobiliario,  utensilios,  útiles de cocina y otros, escasamente para prestar los servicios imprescindibles, hay hoy un televisor, un teléfono móvil, varios electrodomésticos, un ordenador,  unos armarios con algunas prendas de ropa de cada uno, donde entonces solo había un baúl que contenía todas las ropas de una familia de seis u ocho miembros, y así sería un largo etcétera, donde ni siquiera se podría hacer comparación alguna.

Así, a veces conviene el recordar de donde venimos, y aunque resulte odiosa como se dice, comparar con aquello que atrás dejamos, y démonos a gozar de cuanto, aunque hoy nos parezca poco, tenemos y agregarle ese latiguillo que suele decirse, de "mejor lo que Dios quiera". Los que tan avanzados en años estamos, si un mínimo de sensatez nos queda de lo que el paso del tiempo nos ha dado, no podemos por menos que gozar hoy de esta vida, que ni a soñar que nos hubiéremos echado, podríamos haber siquiera esperar que lo fuera tal lo está siendo para la inmensa mayoría de aquellos que nos tocó vivir  tiempos tan difíciles.

Yo no es que sea un conformista redomado, pero no olvido tampoco aquellos tiempos en  que me tocó vivir junto a toda mi familia mas próxima, y que se hacía extensiva  a la inmensa mayoría de las familias de España y seguro a la de la mayoría de los países, donde, como diría Cervantes de la cárcel, toda incomodidad es permanente, y por lo que a mí respecta, viviendo una última etapa de mi vida estoy, como entonces casi nadie, y lo digo tal lo era,  solía hacerlo. Y añado, ojalá a mis hijos,  mis nietos, e incluso los que le precedan, les alcance a ellos tal cual a mí me ha llegado.

Hasta la próxima entrada, que tendremos al mes de agosto seguro dando sus últimas boqueadas y a ver si el calor también.

3 comentarios:

Luis Carballeda dijo...

Una pregunta la luz de aquellos tiempos ¿era de intensidad normal (125)?
Lo pregunto porque mi padre en su aldea de galicia no podia afeitarse con la maquinilla electrica ya que la corriente era de 90 y no de 125, y eso que eran los años 60.
fuerte Abrazo

El abuelo de Villaharta dijo...


Amigo Luis: Sí, la luz de entonces en mi puebllo, o sea, llegó con la intensidad que dices de 125, pero lo que no se tenía ni idea de que alguna vez hubieran maquinillas de afeitar eléctricas, aunque en la actualidad, yo sigo afeitándome con jabón, brocha y maquinilla manual, y ya creo que no voy a cambiar.
Un abrazo

Daniel Torres dijo...

Como leemos en tu blog y decimos muchas veces en los comentarios, qué de biennacidos es el ser agradecidos. Y tú eres muy bien nacido, Rafael. Miras al pasado no desde la melancolía, sino desde el agradecimiento y la alegría de dar aún más valor al presente, a todo lo que cada uno de nosotros y entre todos hemos conseguido hasta hoy. Gracias por darme, un día más, la oportunidad de disfrutar con tu pasado y con tu presente, y de aprender de ti para el futuro.