miércoles, 25 de marzo de 2015

Pasando página




Aunque hace ya tres años que dejé de conducir (automóviles se entiende), más que por carecer de facultades, por atender a las recomendaciones de mis hijos, esta mañana en un rutinario escrutinio de documentos, de todos esos que suelen formar parte de la nostalgia de los ya metidos en años, se ha puesto ante mis ojos el último permiso de conducir que me fue concedido y que estaba en vigor hasta precisamente antes de ayer, o sea el día 22 del actual.

Aunque, y perdón, quizá porque tal vez pueda resultar un tanto pedante o fanfarrón, yo que cada vez que oigo pronunciar la palabra  "anciano" no me considero incluido dentro de ese término, en el momento de ojear el referido permiso de conducir, he sentido cierto gusanillo de tristeza al comprobar que con el vencimiento del tan  repetido permiso y la NO renovación del mismo, doy por pasada una página más en el devenir de mi ya larga vida.

Como eso de los proyectos, sean de la índole que fueren, si reconozco y me considero no suelen estarlo ya para mí, me hacen volver la vista atrás, y como cada hijo de vecino, a estas alturas del tiempo pasado, me pasan por la mente esas principales etapas o circunstancias que van dejando hitos como señal, especialmente donde han ido culminando hechos señalados por los que vamos pasando, en el recorrido de, unas veces, podrían catalogarse de grandes y lujosas avenidas, autopistas, calles, carreteras, callejuelas, veredas y hasta vericuetos, que el destino nos impone en el caminar por la vida. Pero aquí también, y no pienso ahora pedir perdón por ello, en mis sentimientos bullen el considerarme he circulado en la inmensa mayoría de toda mi vida, por esas grandes y lujosas avenidas, o formidables autopistas en las que cuando se van recorriendo, se ensanchan las sensibilidades y a la par que se van dando gracias a Dios de que así lo sea, te van dejando ese regustillo de andar y haber tenido la dicha de venir a este mundo, donde la catalogación en la inmensa mayoría de las veces en considerarlo como premio o castigo, depende del talante de cada cual. O sea, como suele decirse de ver, no la botella medio llena o medio vacía, cuando contiene la mitad de su volumen ocupado, si no incluso de considerarla LLENA, cuando a lo mejor solo contiene unos posos que hasta pudieran considerarse como "zurrapas".

Sí, así ha sido mi forma de ser y pensar, y ahora en este caso del que me ha traído a esta nueva entrada en el blog, con el dejar de conducir y el cese en la validez del permiso, he ganado, el no tener que preocuparme si cuando llegaba al barrio había o no había sitio donde estacionar el coche, de si estaba el mismo más o menos limpio y proceder en su consecuencia, de tener que repostar a cada momento que parecía que el combustible se lo bebía aún estando parado, sin tener que estar siempre pendiente del despiste o barrabasada que pudiera cometer cualquier otro conductor, y como recompensa, tengo la de viajar en el autobús contemplando todo cuanto se va cruzando por el camino, que la preocupación que antes había que llevarse al volante, tiene que llevarla el conductor del mismo, e incluso hasta las no pocas veces el comportamiento de los demás pasajeros te dan, si se observan, el modo y forma de ser las gentes, que en no pocas ocasiones hablando de forma que los demás pasajeros hemos de enterarnos por fuerza de todos sus problemas que va contando a quien lleva a su lado, que posiblemente le vaya en ello lo mismo que a los demás, y así un largo etcétera. Sobre esto, voy a relatar un hecho contemplado ayer tarde cuando regresaba a casa en el autobús, que me trajo entretenido durante la mayor parte del trayecto.

Resulta que viajaba en el mismo un matrimonio metidito en años, y estoy por asegurar que el marido había sido Guardia Civil de Tráfico aquí en Málaga y al que estuve tentado por preguntarle tal circunstancia. Pero yendo al hecho, resulta que la esposa, debe ser de esas que, como se dice, no se calla ni debajo del agua, y no cesaba un instante de hablar y de gesticular, y como la hora que eran las tres y algunos minutos de la tarde, y no sé si el matrimonio habría comido por ahí, el caso es que el marido, que parecía estar a punto de dar una cabezada, no se inmutaba siquiera a cuanto la mujer decía,  y cuando hacia casi veinte minutos en que yo tomé el autobús en el que ellos ya venían, el paciente marido se limitó a hacer un ligero movimiento de cabeza, pero sin despegar los labios siquiera, como muestra de asentimiento a cuanto su incansable esposa no paraba de decirle. Simplemente ese gesto, era la respuesta dada a casi media hora de charla a marchas forzadas que parecía denotar en sus exposiciones. En un momento de la charla de la señora, quise descubrir que se refería a la descripción de la  cara de otra persona, porque se pasaba la mano derecha por la suya, los ojos, la nariz y sobre todo el mentón, que seguro debiera tenerlo bastante prominente, por el gesto que hizo al pasar la mano por el mismo. Yo procuraba mirarlos con cierto disimulo porque me producía una sonrisa que me era imposible de ocultar, a la par que sentía compasión por el paciente marido, aunque creo que el propio Job no lo era tanto como éste.

En concreto, que el paso del tiempo todo lo va colocando en su sitio, aunque a mí hasta el momento, cuando menos, no ha podido quitarme la ilusión y el deseo de vivir, el considerarme un ser privilegiado que todos debemos hacerlo por el mero hecho de venir a esta vida, y en fin, aunque deba andar por los espacios donde se debe ir haciendo balance de todo lo pasado, creo y espero no me sorprenda negligente de dar cuenta a Dios de todos mis actos, a la vez que nunca podré darle las suficientes gracias por todo cuanto me ha dado y sigue dándome.

Hasta la próxima, que sobre la conducción de automóviles ya me está vedado pronunciarme al haber prescrito lo que a ello me autorizaba.

1 comentario:

Daniel Torres dijo...

¡Ja ja ja! Genial. Si Cervantes fue el Príncipe de las letras españolas, tú eres nuestro nuevo Infante Rafael! Porque, claramente, estás en proceso de ocupar el lugar que te corresponde en el mismo trono que Don Miguel, si no estás sentado ya en él!
Tu metáfora de la vida con la conducción, y la alegría y la energía con la que comienzas cada nueva etapa... eso, es nuestro privilegio como lectores tuyos el disfrutarlos.