martes, 17 de marzo de 2015

Aquellos DÍAS DE QUINTOS


Los días de quintos cuando yo moceaba, eran días extraordinarios en los pueblos. Los hombres teníamos entonces un hito importante en nuestras vidas, que solía contarse en el antes o después de la mili.

Cada quinta, o reemplazo como era la denominación oficial, tenía para ello tres días de trámite, en distintas fechas.

El primero, al que se le llamaba el día de la talla, consistía en el alistamiento, reconocimiento médico, y que entre ello entraba la talla del mozo, y de ahí salía el que se le clasificara  de "apto" para el servicio de las armas, cuyo término de no apto, realmente era el de "inútil total  para el servicio de las armas". También había una circunstancia entremedia, que se consideraba "útil solo para servicios auxiliares", que solía aplicarse al que tenía cierta merma de condiciones físicas, que no lo consideraba para ser clasificado como "apto". Estos eran llamados a filas y solían prestar solo servicios de limpieza, de cocina, imaginaria, cuartel y todos aquellos en los que no fuere necesario el uso de las armas. Solían ser muy escasos los que eran clasificados como tales.

Este primer acto se realizaba durante el verano del año anterior al que habías de incorporarte al Ejército, que en el caso de mi "quinta", lo fue el día primero de agosto de 1945. Todos estos actos se realizaban en los Ayuntamientos de los pueblos o ciudades, y cuyos resultados eran enviados a las Cajas de Recluta que se hallaban enclavadas en Capitales de provincia, y en las que había más de una, en pueblos importantes situados en puntos que comprendían varios pueblos y que solían estar mas alejados de la Capital. Oficialmente también a este hecho, se le denominaba "Ingreso en Caja".

El segundo acto era el sorteo del reemplazo para determinar a los puntos donde habían de destinarse por las Cajas de Recluta, y que se hacía extrayendo de un bombo una letra del abecedario, y a partir de esa letra por orden alfabético del primer apellido de cada mozo, y el cupo que se había establecido de enviar a cada Región militar o plaza, se iban destinando según correspondiera al orden que se había preestablecido.

Pues el día del sorteo de mi quinta, se realizó el domingo 17 de marzo de 1946. Hoy se cumplen, nada menos, pero nada más, que SESENTA Y NUEVE AÑOS de ello. La mayoría de los quintos de mi pueblo (entre ellos yo), nos tocó Sevilla. De ello fuimos informados por la familia de uno de los quintos que tenía familia que vivía en Córdoba y a su vez tenían la central de teléfonos en el pueblo, por cuyo conducto lo hicieron y por medio de un propio, nos lo hicieron llegar hasta donde nos encontrábamos preparando las pitanzas. A partir de tener conocimiento del resultado del sorteo, cada cual daba contínuos vivas a la ciudad o pueblo donde había sido destinado.

Cada día en que se realizaba uno de estos actos, era celebrado por los Quintos, con una comilona, siempre en el campo, y bien regada con vino abundante. No se porqué, al día del sorteo era al que mayor solemnidad solía dársele, dado también a que dos o tres semanas después llegaba la hora de marcharse, como en nuestro caso, sucedió el siguiente seis de abril, veinte días después del sorteo.

Sobre este día quiero recordar escribí ya en una ocasión anterior, y nos comimos un chivo en las inmediaciones del Balneario de Fuente Agria, a dos kilómetros de mi pueblo. También, y creo lo cite en la entrada anterior que señalo, que mientras se preparaba la comida, el hijo del dueño de la finca, que  también era quinto, tenían una vaquilla, que los cuernos eran como dos botones, o sea comenzaban a asomar en la cabeza. y que embestía tan pronto se la citaba y dio varios revolcones a quienes se ponían delante de ella. Aunque siempre lo supe, aquel día me desengañé de que yo no vine al mundo para ser torero, pues mientras la vaquilla anduvo por nuestras proximidades, yo me la pasé subido a un árbol, y no fui el único, si no que me copiaron algún que otro compañero. Terminado el atracón de carne, que a la mayoría buena falta nos hacía, nos fuimos al pueblo continuando la juerga durante toda la tarde y noche, y en lo que era  costumbre, entonando canciones de las llamadas de "quintos", que generalmente en su mayoría. eran de tono bastante subidas, especialmente por lo que respecta al sexo, y de lo que se les perdonaba, solo a los "quintos", en sus días especiales.

Tales acontecimientos, tan arraigados estaban, sobre todo en los pueblos pequeños, que hoy mirando hacía atrás, parece mentira que no queda actualmente ni siquiera creo, el recuerdo de aquellos acontecimientos, que bastante importancia y trascendencia se les daba por los jóvenes varones, y que como citaba anteriormente, aquello suponía el final de una etapa de la vida, y el comienzo de otra, para nosotros. No obstante, y retrotrayendo el recuerdo a como entonces solía vivirse la vida, hasta yo mismo, y creo que sucedería igualmente a mis coetáneos, si pudiéramos contemplar tal se celebraban aquellos jolgorios, los consideraríamos como fuera de lugar y  de sitio. Aunque con cierta nostalgia, hay  que reconocer que los tiempos pasan, y con ellos se llevan, no solo a las personas, sino también hasta los usos y costumbres de las épocas que lo fueron.

De aquellos quince o veinte que formábamos la quinta, solo quedamos en este mundo, dos, precisamente mi mas íntimo amigo, que incluso, por ser tres días mayor que yo, estamos inscritos en el Libro del Registro Civil, él, en folio par y yo en el impar siguiente, que una vez se cierra el libro, estamos los dos juntitos desde ya mismo va a hacer noventa años de ello. El primero en fallecer, de mis "quintos" hace ya más de cincuenta años. Después le fueron siguiendo los demás. Mi amigo Alfonso y yo, continuamos por estos lares y "unidos", manteniendo una amistad, que en mi pueblo, Villaharta, se cita como ejemplo de ello.

Hasta la próxima entrada.

3 comentarios:

Carmen dijo...

Yo soy testigo de esa amistad, de como os queréis y os llamáis "pariente" eso para mi es muy entrañable y emocionante, yo tengo amigas de muuuchos años, pero desde luego nada que ver con eso que a vosotros os une, creo que eso es una de las cosas buenas de haberse criado en un pueblo, todo lo veo más sincero que en la Ciudad donde quizás por ser más grande es todo más impersonal, y eso que en mis tiempos.... nada que ver con lo de ahora, que en mi bloque nos enteramos si ha muerto algún vecino si ponen la esquela en el ascensor, que cosa mas triste no?. Eres afortunado en todos los aspectos de tu vida, hasta en haber disfrutado lo de los Quintos, una de las cosas bonitas que se pierden estas generaciones de las Nuevas Tecnologías. Que no fomenta el calor humano que da una verdadera y sincera amistad como la tuya con Alfonso. Bss.

Daniel Torres dijo...

Totalmente de acuerdo con Carmen. Qué maravilla poder sacarle jugo a cosas tan sencillas. Que te sorteen para la Mili y tal cual, a celebrarlo comiéndose un chivo.
Cuánto hay que aprender de las cosas que nos cuentas, Rafael. Por el fondo y por la forma. Qué delicia. Gracias por estar ahí.

El abuelo de Villaharta dijo...


Muchas gracias Carmen por tus siempre bien hilvanados comentarios, y a tí Daniel, además de agradecerte tus comentarios, decite que haste me producen cierto gusanillo de vanidad, y que también de lo cual me siento honrado por ello.