domingo, 7 de septiembre de 2014

Hoy, fiesta de guardar

Iglesia de la Concepción (Santa Cruz de Tenerife)



Hoy domingo y como día de precepto para la Iglesia Católica, se me ha venido al recuerdo el porqué y cómo era el desenvolvimiento de la Iglesia allá por mi infancia y juventud.

Por entonces, y sobre todo desde el principio de los años treinta del pasado Siglo que es desde donde guardo fehacientes recuerdos de todo el acontecer, una de las palabras mas utilizadas, y no para enaltecerla, era la de "clero", que según una de las definiciones del diccionario de la RAE, es la "clase sacerdotal en la Iglesia Católica". Ya la estampa de los propios sacerdotes de entonces, casi nada, por no decir nada, de parecido tenían con los de hoy. Era permanente el vestido del hábito del que supongo que por llegarle hasta los talones se le denominaba talar, el uso del sombrero de ala redonda y color negro que utilizaban siempre fuera de la iglesia y de su casa. Dentro de las sacristías y de su propia casa, usaban una especie de gorro que llamaban bonete, comúnmente de cuatro picos que asimismo era usados por los seminaristas. La primera vez y que siendo niño vi la parte baja de los pantalones del cura, cuando subía los escalones de la iglesia, me causó cierta impresión dado a que yo en mi candidez de la niñez, pensaba que los curas no eran hombres propiamente dicho. y el ver que llevaba pantalones, no me cuadraba con su condición, de lo que yo no se que imaginaba que era un cura, pero desde luego no un hombre.  Pero lo que mas distinguía a los sacerdotes del resto de los hombres, era la "tonsura", que como la misma palabra indica, era una porción tonsurada de la cabeza de forma ordinariamente circular y que era conocida por el nombre de coronilla. En concreto que en la parte alta y trasera de la cabeza, llevaban un circulo afeitado o pelado al cero, y de ahí el nombre, creo, de coronilla.

Y abreviando un tanto, porque si no precisaría de varias entradas para contar todo cuanto a la memoria me viene, diré que las mujeres solo por el mero hecho de entrar a la iglesia, habían de llevar un velo, generalmente negro,  cubriendo su cabeza; tampoco podían entrar llevando los brazos al desnudo, si no que utilizaban unos llamados "manguitos", que les tapaban toda la parte del brazo que la manga corta del vestido les dejaba al descubierto, así cada una tenía su manguito para cada vez que tenía necesidad o vocación de asistir a cualquier rito, que por descontado en nada se parecía a la clase de tela del vestido que en ese momento vestía, y que en su parte alta estaban provistos de una especie de elástico que le sujetaba el mismo a la parte mas extrema de la manga, y era tal el contraste generalmente del manguito con el color y clase de tejido del vestido, que  hoy resultaría de un ridículo exagerado. Los escotes, por supuesto que entonces, eso de dejar al descubierto el "canalillo" que hoy los más recatados suelen emplear, jóvenes y no tan jóvenes, por supuesto no se utilizaban, ni por supuesto hubieran podido permitirse para entrar a los templos.


La comunión no podía recibirse sin llevar cuando menos cuatro horas sin haber ingerido alimento alguno.


Y que decir de la rigurosidad con que había que guardar ciertas normas en la celebración de la festividad de la Semana Santa, donde en mi pueblo por ejemplo, el cine no se suprimía porque no lo había, pero incluso las tabernas o bares, el Jueves y Viernes Santo estaban cerrados a cal y canto, aunque en algunos y por alguna puerta un tanto escondida a la vista, se solía entrar a los mismos y en riguroso silencio, incluso solía echarse alguna partida al dominó y tomarse alguna copa;   los aparatos de radio los pocos y únicos medios que entonces existían, solo podían transmitir música sacra o religiosa; estaba mal visto ir silbando,  cantar o tatarear por la calle y así un largo etcétera, hasta que por fin llegaba el Sábado de Gloria, y con ello la alegría de la Resurrección.


Cuando las campanas de la iglesia comenzaban a repicar, en mi pueblo había la costumbre de que los niños íbamos a la iglesia donde el sacerdote repartía agua bendita que nos echaban en recipientes que a tal efecto llevábamos (yo recuerdo que llevaba una lechera de una cabida aproximada de medio litro), y ese agua se esparcía por toda la casa,  y con ello se expulsaba a los demonios de la misma. Durante el repique de las campanas, también se lanzaban trece pequeños trocitos de piedra  a los tejados, de donde también se expulsaba a los demonios que en los mismos pudiere haber.


Volviendo lo que apuntaba casi al principio de esta entrada, por aquellos años, por todos los partidos de la izquierda, había una propaganda feroz especialmente contra lo que en términos generales, se le llama "el Clero", y que abarcaba a todo lo concerniente a la religión católica, y recuerdo hasta una especie de acertijo que circulaba y que era del tenor siguiente: ¿Qué es un cura? Un hombre blanco, vestido de negro, a quien todo el mundo llama padre, menos sus hijos que lo llaman tío". Todo esto que acabo de exponer es solo una pincelada de todo lo relacionado con la Iglesia, comparada solamente con la de aquellos lejanos años de mi niñez y juventud a la actual.


Vaya por delante, que nada contra la Iglesia tengo, me considero, como decía en el expediente que me abrieron cuando me fui a la mili, en su casilla de Religión, C.A.R., practicante, aunque seguro menos de lo que como tal debiera. En fin que con esta entrada lo que he tratado, es dejar constancia de lo que entonces era todo cuanto a la Iglesia Católica se refiere, y que a partir sobre todo del Concilio Vaticano II, comenzó a cambiar hasta llegar al punto donde actualmente está, y con ello digo, Amén.


Hasta la próxima.

4 comentarios:

Luis Carballeda dijo...

¿Se pueden hacer peticiones??? recuerda como eran lo entierros?? se juntaba mas de un cura??
Sigo aprendiendo
Un Abrazo

El abuelo de Villaharta dijo...

Amigo Luis, por cuanto a lo de mas de un cura en los entierros, en mi pueblo no podía ser así, por que no había nada mas que uno. Si existía la costumbre de que al cementerio iban todas las personas, menos los deudos, que se quedaban en su casa, y al regreso después de dar sepultura al difunto, se pasaban por el domicilio del mismo para dar el pésame a los familiares. Una vez recibidos los pésames, las puertas de aquella casa se cerraban y solo se abrían para dar entrada y salida a las personas que lo hacían. Esa era una de las reglas a cumplir del luto por el tiempo que dependía según el grado de parentesco del fallecido, que estaba debidamente estipulado, no por norma escrita. sino por la costumbre que el "pueblo" tenía señalada.

Carmen dijo...

Prácticamente todos tus Recuerdos de esta entrada son los míos también, no use manguitos, pero sí velo, el mío era blanco, seguramente al ser una niña, porque el de mi madre era negro con flores bordadas por el filo y con el que yo la recuerdo guapísima. Para comulgar había que tomar el último alimento antes de las doce de la noche del día anterior en la primera comunión, motivo por el que a más de una les daba un " flato" ya que solían prolongar la ceremonia más de la cuenta. Los niños cuando veíamos un cura ( eran reconocibles desde lejos) corríamos a besarle la mano y el nos daba la bendición, yo también creía que eran "espíritus puros" lo mismo que creía que lo que decía el médico iba a misa y ni por un momento dudaba de que con aquel potingue no te ibas a poner bien. Lo de los entierros sin embargo aquí eran totalmente distinto, a más categoría del difunto más sacerdotes y más caballos en el coche fúnebre, creo que ese tema merecería una entrada.... O no?. Bss.

Daniel Torres dijo...

Y qué bonita la costumbre de purificar la casa con agua bendita y tirar trece piedrecitas al tejado... que inocencia y qué sencillez. Qué maravilla.