Hoy me encuentro contento. Esta noche ha estado toda ella lloviendo, pero lloviendo como Dios manda, no torrencialmente, pero sí con abundancia.
La pasada entrada que era todo lo contrario a esta, parece que Dios que a lo mejor por esos misterios del destino y hasta pudo leerla, se compadeció de mí y diría vamos a darle satisfacción a éste y nos ha dejado una noche intensa de lluvia, cuando menos aquí en esta bendita ciudad de Málaga. Aunque esta alegría mía, no lo es compartida con otras personas, pues precisamente el mismo día de la anterior entrada y unas horas después de haber terminado la misma, en una emisora de radio, casualidad, oía los comentarios de una locutora, señalando que "a ella no le gustaba la lluvia, que le producía tristeza, y no se podía salir a la calle porque se mojaba el bajo de los pantalones", entre otras cosas, y añadía que había personas a las que si le gustaba, pero como extrañándose de ello. Lo siento, pero hoy celebro la noche que ha pasado.
Ya lo he citado en muchas ocasiones en este blog de que en mi infancia y juventud, en mi pueblo cuando llegaba la lluvia se veía como una bendición de Dios, dado a que luego en el verano, de no ser así, la penuria de la misma llegaba casi a ser dramática. Y luego, yéndome a mis raices, a la agricultura, al campo, y hoy se me viene al recuerdo una clase de siembra que se le denominaba "rozas". Este modo de labranza consistía en arrancar todo el monte bajo existente en el terreno, que generalmente se hacía cuando estaba totalmente cubierto y se iba dejando sobre el lugar donde se iba arrancando, y una vez seco se le prendía fuego y cuyas cenizas servía como abono para la siembra. Como los terrenos que se hallaban cubiertos de matorral, lo eran en donde hacía muchos años no se había cultivado, que siempre lo eran cerros o montículos de tierras pobres para la agricultura y áridas por naturaleza, con la añadidura del calor que la quema del monte que se había dejado sobre el terreno le había dado, para que lo que allí se sembraba, que casi siempre lo era de cebada, por ser el cereal que en terrenos pobres era el que mejor se adaptaba, como la pluviosidad fuera escasa durante el año, se perdía todo lo que se había sembrado y trabajado, pero si llovía con abundancia, el rendimiento de las rozas era extraordinario.
Así, los que tenían esta clase de siembra se pasaban el año implorando a Dios les mandara abundante lluvia, aunque los demás tampoco les fueran a la zaga, y el viento ábrego que era el que traía la lluvia, siempre estaba en la boca de toda la gente del campo. Ese era el viento milagroso y cierto era, pero tampoco faltaban la alusión a las cabañuelas, que figuraban, y ochenta años después siguen figurando, en el almanaque zaragozano, cuyo autor era Don Mariano del Castillo y Osciero, aunque el actual serán por lo menos los nietos del mismo los que lo publiquen (precisamente yo tengo un ejemplar del año actual), que por haberlo referido en una ocasión delante de ella, mi amiga Carmen me lo regaló hace unos meses, que yo no sé donde pudo verlo. En eso se basaban los que predecían el tiempo, ya que las isobaras y las bajas presiones eran un misterio desconocido, incluso para los mas avezados entendidos de la meteorología, que solían ser los mas viejos.
Actualmente todo el terreno del término municipal de mi pueblo, muy pequeño por cierto, está en condiciones de ser sembrado como roza, ya que todo, y digo todo, está cubierto de monte, dado a que en las veces que en los últimos años lo he visitado, si un solo palmo de tierra he visto sembrado.
Como solía decir mi padre con frecuencia, cuando una persona se obstinaba en tender a sus querencias, que decía "el que nace barrigón, es inútil que lo fajen", pues eso me pasa a mí que tan pronto se me presenta la menor oportunidad, allá que me voy a lo que tan hondo me caló el vivir los veinte años primeros de mi vida, viviendo del, y en el campo. Ah, y para esa locutora que decía que no le gustaba la lluvia y una de las cosas que le molestaba, le digo que para ello hay un remedio muy sencillo, y es "remangarse los pantalones".
Sed compasivos conmigo y perdonarme esta tendencia a "echarme al campo" de vez en cuando, pero es que a veces y como sucede cuando dos personas no tienen nada de que hablar, "hablan del tiempo", pues yo, hablo de lo qué, aunque no mucho, algo sé.
Hasta la próxima, que no me atrevo a prometer de que no sea algo del campo, y vuelvo a referirme a lo que decía mi padre.